“No puedes luchar contra el destino”, decía Francisco Rivera a ¡HOLA! y el de su madre, Carmen Ordóñez, estuvo lleno de muchas luces, pero también sombras. El pasado martes, 23 de julio, se cumplieron veinte años de la muerte de 'La divina' que marcó una época, y nuestro país volvió a recuperar del recuerdo a aquella mujer, reina del papel cuché, que vivió la vida, siempre, a su manera.
Aunque Carmen -o Carmina, como era conocida- no tenía sangre azul, pertenecía a una familia que, en la España de los años sesenta, casi podía considerarse como tal. Porque era hija -y nieta- de esos grandes toreros que antes eran las estrellas del momento. Su padre era Antonio Ordóñez, y su madre, Carmen Dominguín, hija de otro diestro, Dominguín.
La pequeña Carmina era el ‘ojito derecho’ de Antonio: “siempre he tenido pasión por él y estoy orgullosísima de ser su hija”. Por eso, la entrevista más difícil de su vida, explicaba a ¡HOLA!, fue la que hizo a su padre en nuestras páginas. Un reportaje en el que pudimos conocer el lado más desconocido de Ordóñez, quien, confesaba, "mi mejor amigo es el toro".
Rememorando aquellos tiempos en los que, con su traje de luces, hacía vibrar a los espectadores desde el tendero, aseguraba que, sin embargo, "los momentos más felices de mi vida" no se vivieron en la plaza: "han sido mi matrimonio y el nacimiento de mis hijas".