La que fuera una reina de corazones (muy a su pesar), a finales del pasado siglo, se fue hace un año de manera inesperada y en silencio. Nunca había buscado la fama, nunca quiso ser protagonista de la crónica social y los años 80 y 90 fueron para ella "un infierno". Por eso quiso desaparecer y volverse invisible, haciendo apariciones puntuales. Las tres últimas, en acontecimientos muy felices: la boda de su hijo Ávaro Falcó con Isabelle Junot, el 2 de abril de 2022; la de su sobrina Marta Rosillo, meses después, y el nacimiento de su nieta Philippa, que acaba de cumplir un año.
Estaba bien, feliz, y su muerte, el 21 julio de 2023, fue un shock para toda la familia. Hoy sus seres queridos la siguen llorando y "recordando todo el tiempo". Nos lo dijo Isabel, emocionada, horas antes de que la familia volviera a reunirse, para rendir tributo a su memoria y llevarle flores al cementerio.
—¿Cómo ha sido este año sin Marta?
—Ha sido un año horrible y tristísimo para todos, pero devastador para mi sobrino Álvaro, que se quedó huérfano de padre —Fernando Falcó falleció en 2020— y de madre en menos de tres años. La pérdida de los dos ha sido terrible para él. Álvaro adoraba a su madre y al revés. Pasaban mucho tiempo juntos y era su niño, aunque tenía 40 años.
—Y tú, Isabel, ¿cómo has sobrellevado el duelo?
—La vida cambia en un segundo y ya nunca vuelve a ser la misma. Fueron 20 años dedicada a mi hermana y la echo muchísimo de menos. Éramos inseparables, estábamos "pegadas", nos veíamos todos los días, hablábamos 25 veces. Ella hizo mucho por mí. Me guio, me ayudó económicamente y era otra madre para mis hijos. Los adoraba… Mi vida era Marta. Siempre la llevaré en mi corazón y en mi memoria.
—¿Es verdad que estaba mucho mejor?
—Mucho mejor. Había recuperado el anonimato y se sentía libre. Le apetecía salir a cenar con amigos, con Antonio (Gutiérrez), le volvía a divertir la vida, y su alegría fue a mucho más cuando nació Philippa. Estaba pletórica en su papel de abuela. Recuerdo el día que fuimos a El Corte Inglés a comprar de todo y lo empaquetamos con lacitos. Vivió un momento feliz, muy dulce, y con mucha ilusión. La gran pena es que solo la pudo disfrutar unas semanas, menos de un mes y medio.
—¿Qué os gustaba hacer juntas?
—Tenía problemas de espalda por una vértebra rota, le costaba andar y había que tirar mucho de ella para que no se quedara en casa sentada. Nos gustaba salir a dar un paseo, tomar un café, ir a la peluquería y hablar y hablar. Nada especial. Ella, en casa, hacía collages, tenía un don para los colores y era una artista de esta técnica; yoga, bici estática —creo que me engañaba con los tiempos— y leía muchísimo.
—¿Cuáles son tus mejores recuerdos?
—Los recuerdos más felices son con mi madre, Matilde, que murió de un derrame cerebral con solo 38 años; y mis cuatro hermanos: Marta, Álvaro, que falleció cuando tenía 28 años en un accidente, María y Gonzalo. Todos juntos. Berna, Washington, París y Madrid, los destinos de mi padre, Tomás Chávarri, como diplomático. Después, todo cambió, aunque siempre estuvimos muy unidos. También con mis otros hermanos, Fernando y Carlos, los hijos que tuvo mi padre con Caroline Tieu, a la que realmente no tengo demasiado aprecio, porque se quedó con todo lo de mi madre.
—¿Ha cambiado mucho la vida de la familia Chávarri?
—Seguimos igual de unidos, pero ahora sin ella. Álvaro es como un hijo, e Isabelle, una persona fantástica que siempre suma. Su madre, Nina, vive en Estados Unidos, pero hay que ver cuánto cuida a su padre, Philippe Junot; y la relación tan extraordinaria que tenía con mi hermana. En Madrid nos vemos casi a diario, y muchos fines de semana les acompaño a su casita de campo en Segovia.
—Entonces, ves mucho a tu sobrina nieta, Philippa.
—Philippa me ha salvado la vida. No anda ni habla, pero te engancha. Soy adicta. Es el regalo que me dejó mi hermana. La veo casi todos los días y estoy de abuela total. Mis hijos son mayores, vienen a casa casi a diario a almorzar conmigo, pero ya no me necesitan.
—¿A quién se parece?
—Es graciosa, cariñosa, rubísima y tiene los ojos azules. De momento, y viendo fotos antiguas, no se me parece a Marta cuando era niña. Tiene muchos rasgos de su madre, Isabelle, y me recuerda mucho a su abuelo Fernando físicamente y carácter. Es un ángel con genio. Y nos morimos todos por ella. Mis hijos también.
—Cuando miras atrás, ¿qué es lo que te da más pena?
—Cómo le partió la vida la relación con Cortina. La destruyó. Y lo que publicaron sobre ella algunos medios le hizo un daño irreparable. También que se dijera que Marta se aburría con su marido. Es rotundamente falso. Estaban todo el día juntos y felices. Fernando Falcó era un señor, divertido, con sentido del humor, listo, con una gran cultura, familiar y muy generoso con todos nosotros. Lo que pasó es que Marta era inocente y muy joven, y Alberto Cortina se metió en el matrimonio y no paró hasta conseguir que se fuera con él. Hice lo imposible para que aquello terminara, pero los pillaron. Mi hermana vio agredida su intimidad y el acoso fue salvaje. Se casaron en 1991 y se separaron en 1995, cuando descubrió que había otra. El resumen: Marta, que nunca fue por interés, rompió con él y pagó las consecuencias. No recibió ayuda, ni pensión, ni nada de dinero, como se ha dicho, y acabó siendo la víctima perfecta de un grupo de personas muy poderosas. Tenía que haber contado lo que vivió de verdad y lo que sufrió, pero nunca lo hizo. "Ya lo haré, ya lo haré", me decía.
—¿Pudiste despedirte de ella?
—No. Estaba sola, se sintió mal, llamó a la persona que trabajaba en su hogar y esta me llamó a mí. Eran las 4:45 de la madrugada. Llegué a su casa sin aliento… pero ya no estaba. Se había ido con 62 años. Marqué el 112, vino la UVI Móvil del SUMMA, y los facultativos solo pudieron confirmar su fallecimiento. Los resultados de la autopsia que nos llegaron hace un mes certifican que tuvo un paro cardíaco. Quiero pensar que no sufrió nada.