Digital Cover actualidad© © World Rowing/Benedict Tufnell

De cerca con Aina Cid, la apuesta del remo español en los Juegos Olímpicos: 'Estuve a nada de abandonar mi sueño'

A las puertas de encarar su tercera cita olímpica, hablamos con la especialista en la prueba de dos sin timonel sobre su disciplina, sus momentos críticos y el deseo de ser madre


25 de julio de 2024 - 8:37 CEST

Dispuesta a sumar en su vitrina un nuevo mérito en nombre de España, con la maleta repleta de aprendizajes e imponentes retos y a las puertas de alcanzar la treintena en la cúspide de su carrera, Aina Cid se prepara para encarar sus terceros Juegos Olímpicos en París, lugar especialmente simbólico para su disciplina: el remo. El inconfundible enclave que acogió en 1900 el debut de nuestro país en este deporte olímpico, junto a la esgrima y la pelota vasca, será testigo de una nueva incursión de la deportista, ya convertida en una de las grandes bazas nacionales en la competición que se disputará en la ciudad de la luz. De la mano de su fiel escudera, su compañera Esther Briz, la especialista en la prueba de dos sin timonel cuenta los días para cruzar esa meta plagada de oportunidades que puede brindarle su primera medalla olímpica; esa línea que pone el punto final a un campo de regatas que atravesará de espaldas lidiando con el viento lateral que promete ofrecer la capital francesa por esas fechas.

Para ti que te gusta

Este contenido es exclusivo para la comunidad de lectores de ¡HOLA!

Para disfrutar de 8 contenidos gratis cada mes debes navegar registrado.

Este contenido es solo para suscriptores.

Suscríbete ahora para seguir leyendo.

TIENES ACCESO A 8 CONTENIDOS DE CADA MES POR ESTAR REGISTRADO.

Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.

© Aina Cid

 Con la premisa de disfrutarlo como nunca, arropada por un equipo que tilda de magnífico y apuntando alto, hace balance de su trayectoria antes de emprender un periplo tan prometedor como exigente. De su vida no exenta de desafíos pero sostenida por una red familiar inquebrantable que siempre fue hogar para la remera, incluso cuando miles de kilómetros separaban sus abrazos, hablamos con ella. También lo hacemos de la euforia de la victoria con fecha de caducidad, de la importancia de saborear cada paso adelante, de la maternidad en el mundo del alto rendimiento, de referentes, aprendizajes, conciliación y reciclaje profesional. 

© Aina Cid

¿Siempre despuntaste como deportista? Cuéntanos cómo te iniciaste en el mundo del remo con tan solo diez años después de brillar como bailarina durante buena parte de tu etapa escolar 

Siempre se me ha dado muy bien el deporte. Mi padre era veterano en el club de Amposta, mi tierra, y yo le veía y me ilusionaba poder hacer lo que él. En un verano, hacían cursillos para iniciación así me enseñaron a remar y empecé a progresar muy rápido. La sensación que tenía era como si lo hubiese hecho toda mi vida y creo que fue aquello lo que me atrajo, sumado a que el propio entrenador alguna vez me decía 'esto se te da bien’. Los fines de semana remaba y durante la semana hacía ballet. Solo entrenando un par de veces por semana llegué a las competiciones en un año y gané el Campeonato de Cataluña. Ahí pensé ‘esto es lo mío; tengo que quedarme aquí’. 

¿Llegaste a pensar que podrías participar en unos Juegos Olímpicos algún día? 

Cuando era pequeña, recuerdo ver a Rafa Nadal en Pekín 2008 y me dije que yo quería ganar una medalla y dar a conocer el remo. Tendría doce o tres años y llevaba tres remando, pero era muy consciente de que la gente no conocía el remo. 

Has ido creciendo con cada decisión y reto, pero, ¿alguna vez has pensado en tirar la toalla? 

Hubo un momento en que estuve a nada de abandonar mi sueño. Cuando empecé mi último año antes de la Universidad, me dijeron que en la Selección no había niñas con mi mismo nivel y que si quería ir al Mundial tendría que ir sola y decidí hacerlo. Durante el mes de marzo, empecé a tener mucho dolor en la espalda. Durante una concentración, me hicieron varias pruebas y me diagnosticaron una fisura del hueso de la costilla. Después de eso y gracias a los resultados que tuve en el Mundial, me ofrecieron una beca para estudiar en Estados Unidos. Me fui y fue muy duro vivir con ese dolor, aunque pensaba que si volvía a competir merecía la pena. Fue en mi tercer año cuando los médicos me dijeron que mi cuerpo no podía aguantar ese ritmo y me recomendaron dejarlo.

© Aina Cid

¿Cómo reaccionaste al escuchar esas palabras? 

En ese momento entendí que mi sueño olímpico había acabado. 'Ya está, no voy a ir más Juegos; se acaba aquí mi camino’. Ese camino que además, como lo tenía tan fijado desde siempre, me dolió mucho. Recuerdo llamar a mis padres y decirles 'me han dicho esto y no sé cómo lo voy a afrontar, pero voy a tener que buscar algo diferente’. Por aquel entonces estaba con mis estudios y tenía claro que quería dejar mi huella en el mundo. Si no podía ser en los Juegos, lo haría de otra forma. De golpe, mi mundo se desmoronaba. 

¿Qué consejo te dieron ellos? 

Me dijeron que estuviera tranquila, que no pasaba nada, que me ayudarían con lo que hiciera falta y que lo primero es la salud. Me dijeron que el deporte está muy bien, pero que hay prioridades en la vida y que hay que escuchar y si tu cuerpo te dice que no, es que no. Pero hoy estás aquí, contando las semanas para participar en París 2024. 

¿Cómo recondujiste esa situación? 

Yo hice mi tercer año universitario y cuando estaba para empezar el cuarto me llamó el que es mi actual entrenador y me propuso volver a España en enero. Esa llamada fue en septiembre y quería hacer pruebas para la clasificatoria para los Juegos, así que pensé que si solo me aguantaba el cuerpo un año más, tenía que darlo todo. Si funcionaba, perfecto; de golpe, se me encendió la luz y supe que era mi oportunidad. 

¿Cómo fue ese regreso a España? ¿Seguías teniendo esas fases de dolor agudo? 

Me vine en enero y los dolores de costilla siguieron, pero entonces conocí a mi actual fisioterapeuta, Blanca, que yo siempre digo que es como mi ángel. Ella ha sido la única en este mundo que ha sabido cómo reconducir ese problema y, desde que ella me trató, ya no he tenido ninguna fisura más. Sin ella no podría haber seguido, ni a día de hoy podría haber llegado donde estoy porque mi cuerpo sigue siendo así, mi cuerpo tiene esa tendencia a autolesionarse por decirlo de algún modo, pero ella ha encontrado el código para que con esa regularidad lo tengamos bajo control. Creo que, al igual que con mi compañera de ahora, encajamos, y era como si conociera mi cuerpo, como si la estuviera esperando.

© Aina Cid

  Además de con Blanca, también has formado un dúo inquebrantable con tu compañera, Esther Briz, con quien te has alzado con el bronce continental.¿Recuerdas la forma en que comenzó vuestra relación y cómo desarrollastéis esa sintonía? 

Creo que nos parecemos y tenemos mucho en común. Como yo, ella destacó desde el primer momento que entró en el mundo del remo. Pronto se vio que iba a lograr grandes cosas, apuntaba maneras. Pese a que es seis años menor que yo, una diferencia de edad considerable, ahora tiene veinticuatro y con mis treinta no se nota tanto porque también es muy madura. La conocía porque había remado con mi hermana; luego cambió de categoría, pasó a la absoluta y volvió porque ella también estudió en Estados Unidos. Es una chica con mucho potencial y pensaron que juntarnos podría ser buena combinación, pero no sabíamos si íbamos a encajar o no y un día salimos a remar en altura en Sierra Nevada. Ahí sentí como si dos piezas del puzzle encajaran. Sentí que podía haber algo bueno y creo que en ese momento fue cuando también el entrenador dijo 'vamos a ver qué hay’. Es verdad que en ese momento había varias posibilidades, porque también estaba entrenando con otras chicas y había que hacer pruebas oficiales, pero son de esas cosas que dices ‘presiento que va a funcionar’. 

Sois dos guerreras de carácter fuerte, ¿dirías que alguna lleva la voz cantante? 

Ella tiene determinación y sabe lo que quiere y cómo quiere hacerlo, pero también es muy comprensiva y se puede hablar todo. La comunicación entre nosotras es buenísima, no hay nada que no se pueda conversar, incluso hasta discutir si hace falta, pero tanto a nivel de conexión como de rendimiento, ya te digo que fue como como dos piezas de un puzzle. Creo que está muy repartido porque hay en ocasiones en las que yo le puedo aportar por mi experiencia, pero no porque sea la mayor llevo siempre la voz cantante. Está muy equilibrado, aunque es verdad que hay momentos en los que tomo las riendas porque hay situaciones que creo que las he vivido y tengo esa seguridad de que hay que hacer una cosa de cierta manera porque ya la he hecho y ha ido bien así. Ahí sí que me impongo y creo que se me escucha. Hay mucha complicidad y no siempre es la misma la que tira, es depende del día también. A veces yo no estoy de humor o no estoy bien, estoy decaída y es ella quien coge las riendas. 

¿Cómo estáis viviendo estas semanas previas a vuestra participación? 

Este es otro asunto que está siendo complicado porque yo he ido a otros Juegos y nunca pensaba que iba a vivir lo que estoy viviendo ahora, pero no desde una parte positiva. Por primera vez, yo, que me consideraba una persona con suerte, estoy teniendo que ir a contracorriente porque tengo la sensación constante de que nosotras queremos llegar a un punto y somos incapaces de llegar porque siempre hay factores tanto internos como externos que no nos dejan avanzar. Hay veces que la corriente es muy fuerte y son cosas no tan importantes porque al final forman parte de la mecánica del bote; por ejemplo, que te compras una silla y no funciona bien el mecanismo para subir y bajar y dices 'bueno, ¿es importante?’, pues para alguien que se sienta a diez minutos no, pero para alguien que vive sentado sí es muy importante poder regular bien la silla. A nosotras nos pasó esto. Nos dieron un bote que no funcionaba bien, que tenía defectos de fábrica y eso influye en que tengas momentos anímicos muy fluctuantes. El problema es que cuando esa contracorriente está causada por algo exterior que sería la máquina, tú no dudas de esa máquina, dudas de ti mismo, y ahí entras en un bucle en el que no sabes lo que sientes y si esas referencias por las que normalmente te has regido son ciertas o no. 

Ese bucle, ¿os ha generado mucho desgaste? 

Es un bucle negativo, y cuando hablo de mala suerte es porque cambiamos ese bote y el siguiente que llegó también estaba mal hecho, y ¿qué pasa? Que van pasando los meses y la sensación de contracorriente siempre está ahí, y sumado a trabajar contra algo dándonos contra una pared también está el desgaste psicológico, que eso no es solo cansancio, sino que también es duda, duda de uno mismo, duda de lo que has hecho toda tu vida. De repente, no sabes por qué no sale… Es perder un montón de tiempo y energía y es un problema que tienes que arreglar ya, porque claro, en el momento en que cambias la máquina y sabes que funciona, de repente recuperas esa autoestima así porque sí. La clave es ir dando poquito a poco pasos que te den confianza, que te llenen otra vez de esa sensación de tener el control. Me he encontrado con situaciones que no me habían pasado en la vida, o sea, con Ana, mi primera pareja, nunca pasó eso; con Virginia tampoco y ahora que realmente tengo veteranía y ya sé cómo afrontar las situaciones me encuentro con algo que no entiendo. Piensas ‘¿cómo puede estar pasando esto ahora que llevo veinte años remando?’. 

© Aina Cid

¿Qué papel ha tenido vuestro entrenador en todo este proceso? 

El entrenador siempre quiere ayudarnos, pero a veces no sabe cómo porque si algo está cojo y no te das cuenta de que está cojo piensas que te estás sentando mal… Pero ya está solucionado. Ahora hay que coger carrerilla para el momento y afrontarlo con muchas ganas, con mucha alegría y mucha fe en nosotras mismas, que eso es algo que me dijo mi padre porque tuvimos una competición que no acabó de salir porque aún estamos saliendo de ese bache, pero me dijo 'hay que tener fe, que pase lo que pase va a salir; sois capaces' y sé que es cierto porque en ningún momento he dudado de ello, pero ves que la fecha se acerca y que hay que hacer muchas cosas y quiero estar a tope, estamos convencidísimas. Eso nos va a llevar al éxito, que es poder disfrutar de esas regatas que vamos a hacer y dar nuestro cien por cien sabiendo lo que somos y lo que podemos hacer. 

En tu vitrina cuentas con éxitos a nivel europeo y mundial y participaste en Río 2016 y Tokio 2020 con Anna Boada y Virginia Díaz respectivamente, con las que ocupaste la sexta plaza en ambas finales, pero ¿qué supondría para ti conseguir una medalla en los JJOO ahora con Esther? 

Desde que empezamos tuvimos las medallas en mente y eso es algo que no ha desaparecido. La medalla es un objetivo, es un póster que miras y que te recuerda a dónde quieres llegar, pero hay mucho más detrás y realmente creo que el premio gordo es que podamos dar nuestra mejor versión, sacar todo lo que tengamos dentro y luego que sea el resultado que tenga que ser, que si es una medalla genial, y si no es una medalla no pasa nada, pero tenemos que ser muy conscientes de que competimos en calles. En nuestra calle tenemos el control de nuestro remo y de nuestro bote, de cómo hacemos esa regata y que tenemos unas contrincantes que van a hacer lo mismo y que nosotras no tenemos ningún control sobre eso. También te digo que no sé cómo reaccionaría… Por primera vez, no lo sé porque es algo que he tenido presente toda mi vida y llevo mucho tiempo luchando por ello, entonces la sensación de que lo vas a conseguir, pues, siendo sincera, cuanto más tiempo pasa a veces piensas que es más difícil. Ahora creo que es posible, pero si lo llegara a conseguir no sé si me lo creería o no; sería un momento muy bonito, pero también pienso que se me pasaría demasiado rápido porque el momento en que tú te das cuenta es esa milésima de segundo en la que cruzas la línea de meta que y dices ‘ya está’. Como lo he soñado tanto tiempo no sé si va a estar a la altura de lo que yo me imagino. Trabajamos tanto tiempo para un momento que dura diez minutos entre que acabas, sales del bote y te dan la medalla. Pero, después de eso, si quiero que eso vuelva a ocurrir tengo que volver a repetirlo todo. Por eso digo que con los años aprendo y que las experiencias me hacen entender que ese momento puede estar muy bien, no sé lo que es aún, sé lo que es por un Mundial, pero que lo que te va a marcar no son esos diez minutos en los que te cuelgan una medalla, sino todos esos años que has estado trabajando. Si tú no disfrutas de esos años, luego no vas a disfrutar esos diez minutos porque no te van a compensar todo el tiempo invertido. 

¿Es este uno de los grandes aprendizajes que transmites a tu compañera? 

Desde luego. Creo que hay que ser muy exigentes a la hora de disfrutar de lo que hacemos, de disfrutar de cada momento, de si hoy toca sufrir, disfrutar de ese sufrir, si tienes día de descanso, disfrutar del descanso, porque primeramente no vas a volver a vivir ese día, pero pero porque cuando te cuelgues esa medalla, que esa medalla represente que lo has pasado bien durante el camino; que mires atrás y digas, 'mira, ¿sabes qué? esto ha sido la guinda del pastel, pero el pastel estaba buenísimo’. Es como ese pequeño trocito de queso, la aceituna que te deja ese sabor de la boca y que te recuerda lo buena que estaba. Desgraciadamente, esto lo aprendes con el tiempo y sí que es verdad que son esas pequeñas cosas que intento transmitir a Esther. Estos van a ser mis terceros Juegos, pero he pasado mucho. Durante el ciclo de Tokio, que fue el más largo que ha habido nunca porque fueron cinco años, yo me machaqué mucho y la filosofía que cogí fue la típica que te enseñan en las películas de que hay que pasarlo mal y el que peor lo pasa más lo merece y me equivoqué. Crucé esa línea de meta y me eché a llorar porque sabía que me había equivocado, sabía que lo había pasado mal y que luego no había tenido ni recompensa. Ese momento fue para mí un antes y un después de decir 'nunca más’ porque doy mi vida por ello y pasarte cuatro años triste, agobiada y con ansiedad pensando que todo tiene que ser perfecto es una tortura. Es un aprendizaje e intento, por lo menos en ese sentido, evitar a Esther que tenga que pasar por ello. La realidad es que el resultado no depende solo de ti. Hay cinco países más, entonces vamos a disfrutarlo, vamos a vivir la vida. 

Ahora que echas la vista atrás y recuerdas tus dos participaciones olímpicas, ¿cómo es vivirlo desde dentro? ¿Impone la villa? 

Siento decirlo, pero creo que hay cosas que se sobrevaloran, por lo menos a nivel de remo la competición es parecida a un Mundial, lo que pasa es que hay mucha más atención, tienes las gradas llenas y la atención mediática es total. Piensa que al ser un deporte minoritario no estás acostumbrada a que nadie te pregunte impresiones tras la regata. En ese sentido, sí que es imponente. Todo el mundo quiere saber de ti y te sientes el centro de atención. En cuanto a la villa, también está bien, lo que pasa es que suelen ser construcciones que luego se destinan a pisos y te da la sensación de que estás ocupando un sitio vacío al que le ponen un par de camas y un sofá. Cuando la gente se imagina la villa piensa en glamour, y no todo es así. Algunas camas, por ejemplo, no tienen un colchón cómodo y nuestro descanso es fundamental. En Tokio, por ejemplo, el Comité tuvo que traernos toppers porque éramos incapaces de dormir en esos colchones, que eran extraduros. Por lo demás, la villa está preparada y tiene un gimnasio muy bien equipado y, por otro lado, a nivel de comida, me sorprende la calidad de los alimentos, porque sientes que no es la mejor. Me sorprende porque, teniendo en cuenta que estamos en un contexto en el que hay nervios y muchas veces pierdes el hambre y tienes que forzarte a comer, si la comida ya no te entra por los ojos y no está buena, comes menos de lo que deberías. No sé cómo va a ser en París, pero tengo la esperanza de que va a ser mejor porque allí hay variedad. 

Y, en cuanto al equipaje, ¿cómo se hace una maleta para acudir a unos JJOO? 

Lo bueno de la maleta para los Juegos es que te dan toda la ropa, entonces la maleta prácticamente la tienes hecha. Lo que tienes que añadir y que sí que tienes que tener cuidado es lo que no te da el Comité, la ropa de competición. Esas prendas las proporciona la Federación porque cada deporte tiene su ropa especial. Luego, tus mudas de ropa de calle. Nos pasamos el día en chándal y, cuando terminas, te apetece tener algo para poder ir a cenar o tener una muda algo más elegante. Veo que llevas la manicura perfecta, ¿tienes una rutina beauty marcada de cara a la competición? Llevar las uñas cuidadas y con diseños especiales me gusta mucho y ya lo he adoptado como parte de mi identidad. Para los Juegos siempre intento hacer un diseño especial y el de este año todavía lo estoy pensando. Siempre he llevado las uñas bastante largas y vistosas, es parte de mi uniforme y forma parte de mi preparación. En cuanto al cabello siempre lo llevo recogido en una corona de trenza y la coleta y la cara lavada. 

¿Y algún ritual previo al encuentro? 

No es un ritual como tal, pero normalmente siempre hago lo mismo. Me levanto, desayuno y luego vamos al campo de regatas. Siempre damos una vuelta para despertar y cuando salgo llamo a mi pareja. Ese es el momento de decirle si estoy nerviosa, que no sé cómo va a salir… Es el momento en que, de algún modo, me dejo ir y dejo salir los nervios y él me ayuda a recomponerme. Una vez he soltado todo, ya me siento preparada.

 Dedicando tantas horas a tu profesión, ¿cómo consigues conciliar y dedicar tiempo a tu vida personal y a tu pareja? 

Lo llevo bastante bien; sí que es verdad que yo soy de Amposta, un pueblo del Delta del Ebro, y el centro donde entrenamos está en Bañolas, al lado de Gerona, que son dos horas y media en coche, por lo que he hecho de Bañolas mi hogar. Allí nos hemos comprado una vivienda, algo que he podido hacer con mi pareja gracias a los resultados y las becas, y estamos muy contentos con nuestro perro, un pastor alemán enorme que es como nuestro hijo. Nos encanta y nos organizamos bien porque dividimos las tareas y él tiene muy claro cuáles son mis necesidades, desde el descanso hasta los entrenamientos, las comidas y las concentraciones, que a veces son de hasta tres semanas. Además, tenemos el apoyo de mis suegros y de mis padres para cualquier cosa, siempre están dispuestos a ayudarnos. Incluso si algún día diera el paso de ser madre creo que nuestra familia nos facilitaría las cosas. Creo que lo más difícil sería lo que no depende de nosotros. 

© Aina Cid

Si cuentas con esa red de apoyo tan férrea ¿qué te preocupa a la hora de dar el paso de ampliar la familia? 

Al final, necesitamos más apoyo. El Gobierno con sus becas y ayudas nos ayudan mucho, pero sí que es verdad que en el mundo en el que vivimos hoy tenemos muchas necesidades y lo que más me preocupa a mí es la estabilidad económica, y eso es un problema que los deportistas tenemos que afrontar. Y las mujeres, en ese sentido, creo que no tenemos el respaldo o la ayuda suficiente cuando queremos ser madres. Yo ahora ya estoy cerca de esa edad en la que creo que me van a entrar un poco más las ganas y empiezo a planteármelo. Creo que a día de hoy no estoy preparada, pero no pienso que vaya a tardar mucho, y mi carrera deportiva no ha acabado porque en el mundo del remo puedes estar perfectamente hasta los 38 años. O sea, que me podrían quedar dos ciclos más perfectamente si quisiera y tuviese las ganas y la energía. Es algo que no me aterra en general, pero sí desde el punto de vista económico y del apoyo que pueda llegar a tener. 

Entre tus compañeras, ¿cuántas han sido madres? 

Ninguna. Realmente en España y en el mundo del remo no ha habido ninguna remera que haya sido madre durante su etapa de alto nivel o que haya sido madre y luego haya vuelto. Si lo hiciera, sería la primera, pero claro, es un paso muy importante y que además es lo que te digo, si yo supiera que pudiese tener ese respaldo económico… Pero, claro, al final vivimos de las ayudas del Gobierno, y eso depende de los resultados. No tenemos patrocinos, no tenemos marcas que nos apoyen porque no podemos proporcionar esa visibilidad que buscan por ser un deporte minoritario, es un poco complicado. 

Volviendo a tu familia, ¿te acompañarán en estos Juegos?

¡Sí! Mis padres, mi hermana, mi madrina, mi abuelo, mi abuela, mi tía y mi pareja van a estar allí. París está cerca y, de hecho, estuvieron a punto de ir a Tokio, aunque finalmente no pudo ser por la pandemia. Ellos me siguen a todas partes y es algo que agradezco mucho porque a veces, incluso cuando las cosas no acaban de funcionar bien, los tengo ahí y me encanta. 

¿Tienes algún referente que te inspire?

Curiosamente, no tengo ninguno, aunque eso ha ido cambiando mucho según he evolucionado yo. Nunca he tenido uno concreto, pero sí siento la necesidad de buscar gente que tenga preocupaciones cotidianas. Me gusta ver gente con la que me pueda sentir identificada, gente real. 

¿Cómo imaginas tu vida en diez años?

No lo sé. Creo que tiro diez años atrás y era otra, pero es que además ahora tiro diez años hacia adelante y pienso que mi vida va a cambiar tan radicalmente… Puede que tenga un hijo, y eso te cambia la vida por completo. En diez años no estaré remando porque con cuarenta ya es difícil, no hay gente de cuarenta años haciéndolo. Entonces, ya no estaré en el mundo del remo, pero tendré que haber hecho la transición, que eso es algo muy complicado también. Es un tema muy importante para el deportista, que cuando eres joven no tienes en cuenta y ahora hay que pensarlo. De hecho, este año he atravesado una crisis relacionada con esto. Me pregunto hasta cuándo quiero seguir remando y qué hacer con mi vida. Tengo estudios y tengo muy claro lo que me gustaría hacer, pero también siento eso que quiero hacer no existe, que me lo tendré que crear, y ¿tendré suficiente tiempo para creármelo? ¿Podré subsistir económicamente hasta que pueda crear ese proyecto y pueda vivir de ello?

© Aina Cid

¿Qué proyecto tienes en mente? 

Tiene que ver con el desarrollo y la práctica de deporte y su adherencia y la obesidad infantil. El objetivo es mejorar la salud y tiene algo que ver con eso. Además es un proyecto que quizá haces ahora, pero luego el año que viene ya no existe o no le dan continuidad… A mí me gusta mucho la investigación y ofrecer la visión que tengo porque creo que se ha adoptado en muchos países y aquí no y se nota. La idea es trabajar para que no haya tanto abandono de la práctica deportiva y en competición. Tenemos un problema en España muy grave y es empezar muy pronto y solo practicar ese deporte en el que sobresales, y creo que es un error porque en muchos países anglosajones no lo hacen y tienen muchísimos deportes que te dotan de multitud de habilidades para que en su debido momento tomes la decisión de cuál es el que más te gusta y el que más se te adapta a ti antes de especializarte. 

Aunque en los últimos años ha crecido, el remo continúa siendo un deporte poco popular. ¿Qué papel crees que tenéis los deportistas de esta disciplina a la hora de darle difusión? 

Es muy importante y, bueno, todo lo que podamos hacer para que sea más visible es genial. Para mí es muy importante que haya difusión y se dé voz a deportistas de deportes que no son tan conocidos porque eso puede darnos ese pequeño empujón para que, por lo menos, no sé, alguien o alguna empresa o marca se pueda fijar y decir 'mira, voy a apoyarles'.