En 2004, David Summers escribía una canción que sonaba a declaración de amor: Qué soy yo para ti. Aquel sencillo formaba parte del último álbum por entonces de la banda mítica de los 80, Hombres G, cuando ya los cuatro de La Esquina de Rowland —el bar madrileño donde surgió todo— habían hecho historia con más de 20 millones de copias vendidas gracias a éxitos como Suéltate el pelo, Devuélveme a mi chica o Marta tiene un marcapasos. Dos décadas después, esos versos, a golpe de guitarra, acompañaban al altar a la mujer que iba a convertirse en su esposa. David Summers y Christine Cambeiro celebraban su amor este fin de semana y nosotros asistíamos a una de las bodas más románticas de las que hemos sido testigos. Quizás porque escuchábamos el momento cumbre de la banda sonora de su historia de amor. La de un cantante pop que, un día, en un concierto en Manhattan, conoce a una joven neoyorquina —16 años más joven que él— que, sin ser fan "ni nada de eso", acude a verlo cantar en su ciudad. Y tras años de encuentros transoceánicos, de cafés, de conversaciones, incluso de bodas, terminan enamorándose, comprándose una casa y organizando una gran fiesta en la que, ya con sus sienes plateadas y con la voz de Frank Sinatra, le canta I Got You Under My Skin. O contemos la historia desde la perspectiva de Christine: la de una joven americana, profesora de castellano, que, una noche tonta y de mala gana, arrastrada por una amiga, va a un concierto de un grupo español que le recuerda a sus veraneos de infancia, y de pasar de tararear con acento guiri Sufre mamón y tras, incluso, un matrimonio, se enamora perdidamente de aquel ídolo teen que ahora, a sus 60 años, le declara amor eterno. Suena a película. A comedia romántica de Meg Ryan y Tom Hanks, pero ese guion es tan real como fabuloso. Aunque antes de que el obturador de la cámara se vaya a negro, rebobinemos. Hagamos un flashback, que la escena que les contábamos en los párrafos de arriba sucedía mucho después de la llegada de invitados.
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Desfile de vips
Muy pasadas ya las 19:30 horas, empezaban los invitados a llegar a la casa de la pareja, cuando el calor comenzaba a dar tregua. Raquel Revuelta, Miss España 1989, era una de las primeras en hacer acto de presencia. Lo hacía con su hija Claudia Jiménez, aunque bien podría ser su hermana. La chiquilla se casará el año que viene con su novio de toda la vida. "Lo conoció a los 17. ¡Dime tú!", nos contaba con gracia la sevillana. Tras ella, otra miss nacional, Lorena van Heerde, con su marido, el cirujano estético Rafik Dehni, enfundada en un ajustadísimo vestido fucsia; Jaime Martínez-Bordiú y Marta Fernández, a juego en blanco y negro; Paula Echevarría, como una cariátide en verde agua, vestida por Paloma Cuevas para Rosa Clará, con su chico, el exfutbolista Miguel Torres, de esmoquin azul petróleo; una rubísima Samantha Gilibert, concursante de Operación Triunfo 2020 y compañera de David en Dúos increíbles; el promotor musical Pino Sagliocco; la empresaria Natalia de la Vega; el productor Enrique López Lavigne, detrás de taquillazos como Lo imposible, Un monstruo viene a verme o La llamada; el empresario gaditano José Luis López, "el Turronero", que regaló a la pareja medio centenar de tartas de turrón y el flamenquito de la noche... Y, por supuesto, los partners in crime del novio. O lo que es lo mismo, sus compañeros en Hombres G: los guitarristas Dani Mezquita y Rafa Gutiérrez y el batería Javier Molina, que acudieron a la celebración con sus respectivas mujeres.
La banda acababa de llegar de Nueva York, como quien dice, tras una gira por Estados Unidos que les llevó a tocar en el Radio City Music Hall, en el Allstate Arena de Chicago y, hace exactamente diez días, en Texas. David aprovechó su cita con la ciudad de los rascacielos para, por enésima vez, volverse a declarar a su chica. Christine, de escapada a su casa familiar, vio cómo, proyectadas sobre las paredes acristaladas de Times Square, se sobreimprimían las imágenes de sus momentos íntimos, con decenas de metros de ancho y de largo. Y, como colofón, la portada de ¡HOLA! donde, ya saben, la pareja nos confesaban sus deseos por rubricar, este 20 de julio, el amor del uno por el otro.
New York, New York
Por eso, no podía faltar Nueva York en la fiesta de su boda. Una y otra vez. Porque fue el escenario de la primera vez y porque Christine, que se ocupó de todos los detalles, con ayuda de la wedding planner Daniela Redivo, de Dilo con una Flor, hizo todo lo posible para que sus invitados del otro lado del océano se encontraran con este pedacito de su corazón, perfectamente representado en la serranía madrileña. Como que esta neoyorquina de pro siente una atracción tan fuerte por su ciudad que solo el amor por David es más poderoso… ¿Quieren una prueba? La mayor: su vestido. Lo pudimos ver —que nos adelantamos otra vez— cuando, entre sillas blancas, pétalos de rosas y bajo una pérgola con rosales trepadores, Christine caminaba hasta el altar del brazo de su hermano Teodoro —donde la esperaba David— y Qué soy yo para ti sonaba como marcha nupcial. Se trataba este de un diseño de Pronovias. Etéreo, sencillo, cortado al bies, en satén blanco, con la espalda al descubierto y tirantes, que terminaba en una cola en godet y un velo de tres metros de largo. Un elegantísimo figurín inspirado en el vestido lencero de novia con el que Carolyn Bessette daba el "sí, quiero" a John John Kennedy. "Los novios de América" o la pareja más cool de la Gran Manzana y los años 90. "Ella era Nueva York, la elegancia americana. Cómo no me iba a acordar de ella...", nos decía Christine, ya convertida en mujer de David, cuando le preguntábamos por su vestido... Y de repente nos dejaba ver el azul azulón de sus zapatos joya, modelo Hangisi: "Pero si son unos…", nos sorprendíamos. "Manolos, sí. Como los de Carrie en Sexo en Nueva York". "¡¿Los que se deja en el vestidor de su pisazo en Madison St. y…!?". "Exacto. Y Mr. Big le pide matrimonio de rodillas con ellos en la mano... Sarah Jessica, Carolyn u Olivia Palermo son de Nueva York. Son su esencia… Y Nueva York es también la mía", replicaba Christine, con el cabello recogido a lo Audrey Hepburn, dejándonos ver dejándonos ver las joyas de Bibi Marini, regalo de su cuñada, y sus sortijas de Apodemia.
Pero en ese paseíllo tampoco nos pasó desapercibido otro detalle en su ramo de rosas O’Hara: la fotografía de su padre, que hoy ya no está entre nosotros, pero es sí en recuerdo.
David la esperaba nervioso, pálido, incluso pese a las altas temperaturas del fin de semana y del riguroso esmoquin que había "impuesto" como dress code para que la boda fuera "inolvidable y perfecta", tan mágica, chispeante y preciosista como una escena de claqué de Fred Astaire y Ginger Rogers. "Y cuando todo es bonito, da igual el calor". Su traje era, por cierto, de Pugil Store. De hechuras clásicas, botonadura azabache y fajín, y aunque le sentaba como un guante, fue aparecer su "chica" y que la camisa "no le llegara al cuello". "Llevamos siete años juntos ya… pero verla vestida de novia ha sido impresionante. Ella es guapísima, pero verla así ha sido espectacular", nos confesaba el novio cuando recibía ya los besos y abrazos de sus más allegados al tiempo que les advertía de una caída en la piscina en torno a la cual se disponía el cóctel.
La ceremonia
Ese momento de película de Charlot no sucedió en toda la noche —a Dios gracias—, pero Juan y Medio despertó las mismas risas, dulcificadas con ternura y cariño, como oficiante de la ceremonia, que aún no se lo habíamos contado.
Amigo desde hace 40 años del cantante, cuando David le preguntó cómo escribir sus votos, el presentador le dijo: "Tú déjate llevar", y así lo hicieron, como un late night de David Letterman. ¿Quieren oírlas? Se las extractamos: "Yo asocio vuestra relación personalmente a la alegría", empezó diciendo el exmánager de la banda en sus tiempos de actores. "Siempre que os he visto es una delicia. Es maravilloso veros y que queráis celebrar vuestro amor con la gente que os quiere. Deciros que es muy difícil dar con el lugar que a uno le corresponde y con la persona que a uno le tiene destinada la vida. Es eso más complicado que te toque lotería (...). Tengo que decirte, Christine, que te has encomendado a una tarea monstruosa: la de ordenar la vida y la casa de este hombre. Y a ti, David, te tengo que dar las gracias porque, si bien hemos sido hermanos y somos realmente uno, has escogido muy bien a quién va a llevar la silla de ruedas de cualquiera de los dos", concluía con una risa general.
Los votos de David y Christine también los tenemos: "Todo esto es un sueño para mí", se arrancó el cantante. "Casarme con esta mujer, que es un tesoro absoluto que me ha caído del cielo. Os aseguro que es la última vez que me caso y estoy feliz de hacerlo contigo, Chris". Y, tras esta promesa, Christine le correspondía: "Me diste la vida. Estando contigo me das todo lo que necesito. La tranquilidad, la paz… Te quiero más que a nada en el mundo. Y te llevaré en tu silla de ruedas, te cambiaré los pañales y buscaré a alguien para hacérselo a Juan. Tengo amigas muy guapas", concluía la novia con humor, haciéndole un guiño a su maestro de ceremonias. Y de esta manera comenzaba la celebración, tras una lluvia aplausos —y pétalos—, como en un concierto de rock.
Desde las primeras filas a las últimas. Pudimos ver a los dos mellizos de David, de 24 años: Lucía, una imponente enfermera veterinaria, con un favorecedor vestido en satén champán drapeado, y Dani, que ha heredado la pasión de su padre por la música y el charme de su abuelo, el ya desaparecido cineasta Manuel Summers, y el buen ojo para los encuadres. Les contamos. Y es que, si bien estaba previsto que Juan Redondo, sobrino de Juan y Medio, de nueve añitos —y fan confeso de nuestra revista—, fuera el encargado de llevar las alianzas al altar, lo que no estaba tan previsto es que Dani ayudara a los fotógrafos a componer los posados con los amigos de su padre. Con acting. Y habano y sombrero de gánster. E intentando poner orden, la madre de David, Consuelo Rodríguez, con vestido cóctel de encaje rosa palo, y su hijo mayor, Manuel Summers, que estuvo acompañado de su esposa, Charo Guerrero.
Por cierto, los hijos del cantante tuvieron también mucho que ver en otros aspectos de la boda. Desde la música (obvio, en esta familia todo gira "en torno a la música") al menú. En él, a cargo de Santi, de Ernestina Catering, no podían faltar el arroz (el plato favorito de Dani) y un plato vegetariano, en honor a Lucía. La cena comenzaba con un cóctel superapetecible, confeccionado con langostinos con salsa rosa, cuencos de risotto de boletus, tostas de jamón de pato con foie y de gorgonzola con higos… Para después, ya sentados —en mesas redondas vestidas con manteles de hilo blanco—, empezar con un tiradito de atún rojo de almadraba y alcachofas a la brasa, y terminar con un lomo alto de Angus sobre puré trufado y salsa de boletus de plato fuerte. Todo, regado con una buena selección de vinos y champán mientras la banda de reggae Emmeterians amenizaba la velada.
Baile y concierto
Después, con los postres, llegaba el momento del baile y... comenzaban a sucederse los momentos apoteósicos. El primero, con el baile de los recién casados, como marcan los cánones. David y Christine abrieron la pista con Moonlight serenade, el clásico de Glen Miller, a cargo de la orquesta de jazz Big Wall Muro Band. Y con un instructor de baile muy especial: el coreógrafo Poty Castillo, que dejó por un momento a su mujer, la productora Isabel Navarro, para dar directrices. Como que él había coreografiado ese "número" que recordaba al de Lady Di y Travolta en la Casa Blanca... "David tiene piernas", nos comentaba ufano el cántabro después, y minutos antes de tener a Paula Echevarría entre sus brazos, para demostrarnos sus dotes de bailarín, algo que ya sabíamos. Lo que desconocíamos, en cambio, es cómo David Summers calienta la voz. Pues bien, canta por Sinatra New York, New York y I Got You Under My Skin. Fue ahí cuando, durante esta actuación, y quién sabe si aprovechando la confusión tras protagonizar el brindis, Christine desaparecía. La novia se estaba preparando para ese segundo punto álgido de la fiesta y no defraudó. Con joyas de Jennifer Behr, habitual en los escotes de Hailey Bieber, Jennifer Lawrence o Lady Gaga, y un diseño de la también neoyorquina Vera Wang, hacía su aparición estelar. Más festivo, divertido y sexi, con corpiño y mini de plumas, Christine se convertía en la reina de la pista mientras David, desde el escenario, marcaba la consigna de la noche con su temazo: Voy a pasármelo bien. ¡Era el pistoletazo de salida de un concierto privado de Hombres G! Como lo están leyendo. Y, sí, lo pasamos muy muy bien. Porque después vino Te quiero y Devuélveme a mi chica... Y tras su actuación no faltó de nada, ni el flamenquito de Lorenzo Perea Atienza ni la música electrónica después, a cargo de DJ Nano, que tomó los platos y subió el pistón de los decibelios... Una fiesta que terminó a la española, a las 3:30 de la mañana, porque había que darlo todo. No en vano, como nos contaban los novios, esta fiesta marcaba "un antes y un después en su relación" y compartían "la etapa más feliz" de sus vidas con sus "seres más queridos".
—Y eso que los anillos ya os los disteis y habíais firmado los papeles. ¿Había nervios en esta nueva recta final?
DAVID.—Esta ha sido la verdadera celebración.
Christine.—Más nervios quizá ahora, pero hemos estado más ilusionados que nerviosos. Yo me desperté de buen humor, como siempre, pero, a medida que llegaba el momento... ¡Ay!
—Han sido muchas emociones...
C.—Muchas. Cuando me dieron el ramo con la foto de mi padre; cuando mi hermana vino a recogerme...
D.—Que Juan (y Medio) haya sido quien nos haya unido ha sido especial. Es como mi hermano. Somos amigos desde hace 40 años.
—David, ¿cómo ha sido el momento de ver a Christine vestida de blanco?
D.—Estaba guapísima. Creo que está más guapa cuando está sin maquillar, pero hoy está espectacular.
C.—Eso me lo ha dicho 50.000 veces hoy (ríe), que estoy mucho más guapa sin maquillarme.
—¿Y tú, Christine? ¿Qué has sentido al ver a David en el altar?
C.—Estuve aguantando las lágrimas todo todo el tiempo. Me temblaban las piernas.
—David, ¿por qué era especial casarte con Christine hoy y organizar esta fiesta con ella?
D.—Porque, como escribí en una de mis canciones, "no es que la vida sea tan corta, es que es muy tarde cuando aprendes lo que importa" —recita el tema Si seguimos así—. Los dos estamos seguros de nuestro amor. Somos adultos y queremos despertarnos juntos el resto de nuestra vida.
—¿Cuál es ese detalle imprescindible de esta boda?
D.—Esta es una fiesta de músicos y artistas, así que no podía faltar la música en vivo.
—¿Habéis echado de menos especialmente a alguien en este día?
D.—Siempre echo de menos a mi padre en los momentos más felices de mi vida... Mi hermana, Lucía, no ha podido venir tampoco y me ha dado mucha pena... Lo mismo ha pasado con otros amigos artistas, que ahora es temporada de trabajo duro para nosotros, aunque es algo que ya me imaginaba. ¡Pero ha venido mi madre!
C.—A quien más he echado en falta ha sido a mi padre… Me hubiese encantado que me hubiera visto tan feliz (se emociona).
—Quienes no han faltado han sido ¡Hombres G!
D.—¡Claro! No podía ser de otra manera. Ellos son parte de mi familia más cercana.
—Christine, también ha venido la amiga que obró la magia de vuestra "primera vez"...
C.—Por supuesto. Ella ha sido una persona clave en muchos momentos de mi vida, es de mis mejores amigas de toda la vida. Siempre tiene un papel especial para mí.
—Oye, y ¿cómo has conseguido que David no viera tu vestido?
C.—No fue fácil. Me dijeron que no podía estar en la bolsa y lo colgué en la habitación el día de antes de la boda. Por eso tuve que poner la bolsa encima, tapándolo. Pero ya le dije a David: "Aquí no puedes mirar". Y me hizo caso.
—En España hay tradición de llevar algo nuevo, algo prestado y algo azul. ¿Has cumplido?
C.—En Estados Unidos también tenemos esa tradición. Las mujeres, muchas veces, se ponen zapatos azules precisamente por ello, pero es lo único que cumplí. Y prestado, como te dije antes, llevé la pulsera de una de mis mejores amigas.
—David, hasta hace una semana, estabas haciendo una gira con Hombres G por Estados Unidos. ¿Cómo has organizado los preparativos? ¿No ha sido una locura para ti?
D.—La verdad es que he delegado casi todo en Christine. Habíamos organizado ya algunas cosas, pero ella se ha ocupado de casi todo, dejándome a mí tranquilo para no estresarme más de lo que estresa una gira tan intensa. Siempre me apoya y me ayuda en todo lo que puede. Es un tesoro. Por eso me he casado con ella (ríe).
—¿Habréis vivido esta "última" gira de una manera más especial?
D.—Las giras son todas especiales, pero esta ha sido maravillosa, espectacular. Chris solo ha podido acompañarme unos días, precisamente para poder organizar la fiesta. Vino con mi hijo a vernos a los dos de los shows más increíbles de este tour en Estados Unidos.
—Y ahora, ¿a dónde vais a ir de luna de miel?
D.—No sabemos todavía cuándo podremos irnos. La gira continúa.
Y ya saben lo que dicen para un roquero, que en la música, el camino hasta la cima nunca se acaba.