Asturiana de nacimiento —de Cangas de Onís—, Arantxa del Sol se siente tan cordobesa como su mezquita o 'La mujer morena' que pintó Julio Romero de Torres. También gracias a su marido, el torero Juan Serrano, más conocido como 'Finito de Córdoba', que lleva en su nombre a esta bella tierra, donde reside con su familia. Allí, Arantxa vuelve a posar con Lucía Serrano, la mayor de sus dos hijos. "Aunque ya había hecho dos reportajes con ¡HOLA!, me sigo poniendo nerviosa", nos confiesa la joven, que acaba de cumplir 22 años. "Se pondría menos nerviosa si no estuviera yo (ríe). Pero me lo paso muy bien y disfruto mucho viéndola tan guapa", nos cuenta la presentadora.
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Tanto Lucía como el resto de su familia están siendo el mejor apoyo de Arantxa, tras finalizar su agitada aventura en Supervivientes. Ella misma admite que no han sido meses fáciles, por sus desencuentros en Honduras con Ángel Cristo Jr., hijo de Bárbara Rey, y por ciertas críticas recibidas. Sin embargo, prefiere quedarse con lo positivo y con todo el aprendizaje que ha adquirido a sus 52 años.
—Os vemos muy unidas, pero confesad: ¿cómo es realmente vuestra relación?
LUCÍA.—Nos llevamos muy bien, aunque tenemos nuestro carácter (ríe). Nuestra relación es de madre e hija normal. No creo en la amistad entre madres e hijas.
ARANTXA.—Yo tampoco. Me gustaría que compartiera todo conmigo, pero respeto si no lo hace. Aunque, si me pide opinión, se la doy sin paños calientes (ríe). Ella sabe que siempre estoy para lo que me necesite.
L.—Lo está y siempre me da mi espacio.
—¿Y le hablas de todo a tu madre, como de tu novio?
L.—No todo (ríe). Pero, sobre mi novio, no tengo ningún problema. Ella me aconseja mejor que nadie.
A.—Lucía siempre ha sido muy natural con su relación y disfruto mucho viéndola ilusionada.
—¿Quién cuida más de la otra?
L.—Creo que ella a mí (ríe).
A.—Siempre pensé que era yo la protectora, aunque nunca he protegido a mis hijos en exceso. Es importante que se equivoquen, porque, desgraciadamente, se aprende más de los errores. Les hemos querido dar la mejor educación y nuestros valores: sacrificio, respeto, tolerancia, familia... Confío en Lucía, en su criterio. Ahora, le pregunto yo y le pido consejo muchas veces.
—Lucía, fuiste muy protectora con tu madre en Supervivientes.
L.—Lo de ser protector lo llevamos en el ADN (ríe).
A.—Mi hija me ha sorprendido en el programa. Sabía que sería una gran defensora, y se ganó el cariño, pero también se dio cuenta de lo vulnerable que podría estar yo. Me cuidó y protegió sobremanera. No entiende cómo me trataron. Ella sufrió una ansiedad tremenda, y eso fue lo que más me dolió: lo mal que lo ha pasado y la angustia e impotencia de cómo lo han vivido en casa.
—¿Y cómo te encuentras ahora?
A.—Durante dos meses en la isla, tienes tiempo para pensar y valorar cosas que das por sentado: tener comida, un techo, abrazos, el calor de los tuyos... Ahora, me siento muy agradecida. Estoy tranquila y serena.
L.—Ya sabía que mi madre era luchadora, pero se ha superado a sí misma y se ha dado cuenta de su fortaleza. Estoy muy orgullosa. Yo no hubiese sido capaz de sobrellevarlo así.
—Arantxa, ¿lo más duro del concurso? ¿Te has sorprendido en algo?
A.—Física y mentalmente, soy mucho más fuerte de lo que creía. Fui arrastrando una lesión, rotura de fibras en la zona del glúteo, pero seguí luchando y nunca me quejé.
—¿Y con tus compañeros?
A.—Siempre actué de buena fe, nunca fui estratega. Apoyé siempre al equipo o al que consideré que no trataban justamente, por cosas ajenas al programa, como a Ángel (Cristo Jr.). Al principio, fue difícil. Siempre me nominaban mis compañeros por defender mi postura, pero luché para adaptarme… Hasta que me tocaron lo más sagrado: mi familia. Algunos compañeros me confirmaron lo que Ángel iba contando y me sentí profundamente traicionada. Como una cuchillada por la espalda. Ahí empezaron sus provocaciones, que han seguido a día de hoy, y me sentí agredida psicológicamente. Soy un ser humano y, como tal, he cometido errores de los que me arrepiento. Pero no han utilizado la misma vara de medir para todos los concursantes.
—¿Cómo recibiste las críticas, estando siempre al margen de la polémica?
A.—Entiendo perfectamente las críticas, pero no se ve todo lo que pasa en Honduras. Al no saber qué estaba pasando en España y lo que pudieran sufrir los míos, me bloqueé. Luego, me sentía sola y aislada. También utilizada y manipulada por una persona a la que yo apoyé. Por eso, mi disgusto fue tan grande. Sin embargo, al llegar a España, las muestras de cariño y empatía han sido impresionantes. Lo mejor del programa ha sido recuperar el cariño del público.
'Todos hemos sufrido'
—¿Cómo ha vivido esta situación tu familia? ¿Quién crees que ha sufrido más?
A.—Todos, de una u otra manera, hemos sufrido: mis hijos, Juan (Finito), nuestros padres, mi hermana, amigos… Nunca imaginaron que terminaría así.
L.—Creo que lo hemos pasado peor nosotros. La cadena ha sido muy injusta con mi madre, y eso que es donde se crio televisivamente, que empezó en Telecinco con solo 19 añitos. No han tratado igual a todos los concursantes. Ver a mi madre en condiciones extremas no ha sido fácil. Encima, estar en plató me provocaba un estado de nervios constante… Lo mío no es estar delante de las cámaras (ríe). Entre que yo lo vivo todo con intensidad y que me afectan mucho las cosas, ha sido una odisea (ríe).
—Arantxa, ¿te arrepientes de haber participado en el concurso?
A.—Como te digo, la respuesta no ha podido ser mejor y he recibido más felicitaciones de las que me habría podido imaginar. Fui al concurso porque, desde la productora, me hablaron del giro de la cadena hacia una televisión más familiar y su interés en contar conmigo. Indudablemente, si acepté fue porque me encantaría volver a hacer televisión, y con esa ilusión fui a Supervivientes.
—¿Es verdad que tenían pensado darte un programa a tu vuelta?
A.—Se han dicho demasiadas cosas. La mayoría no son verdad, y esta es una de ellas. Al menos, no tengo noticias.
Lucía: "Lo que más me gusta de mis padres es su forma de vivir la vida. Los miro y veo a dos niños de 15 años… Hay mucho amor"
—Ahora estás vetada en la cadena…
A.—Solo en Supervivientes, nada más. De hecho, me han llamado de otros programas de la cadena…
—Lucía, ¿se ha dado una imagen distorsionada de tu madre?
L.—Sí. Al haber tantas horas de grabación, hay muchas cosas que no se han visto. Por ejemplo, mi madre me contó que se había convertido en una experta en cazar cangrejos con vaso (se ríe). Ojalá hubiese podido ver un vídeo de eso.
—Arantxa, ¿qué destacas de tu hija?
A.—Su sentido de la justicia, generosidad y sensibilidad. Siempre está dispuesta a ayudar a los demás; ha estado muy involucrada en temas sociales. El año pasado, hizo un viaje humanitario a Paraguay y Argentina con la parroquia.
L.—¡Fue la mejor experiencia de mi vida! Volví plena, aunque impactada. Las misiones te enseñan no solo a valorar a tu familia, amigos, una ducha caliente, la comida… También a darte cuenta de que lo material no sirve para nada, lo importante es lo que dejas en el corazón de los demás. Ojalá vuelva pronto.
A.—Lucía siempre ha sido muy resuelta. Mientras estudiaba en Madrid, trabajó en Inditex los fines de semana. Nos lo dijo cuando ya tenía su contrato.
—¿Qué tiene Lucía de ti?
A.—Somos muy distintas en cuanto a carácter, aunque nos parecemos físicamente. Desde muy pequeña ha sido muy independiente, despierta, social y divertida, con mucho sentido crítico y un punto de rebeldía que le hace ser muy peleona y nada conformista. Es tremendamente creativa, con mucha sensibilidad e intuición. Me siento muy orgullosa de Lucía, y ha sido increíble cómo me han felicitado, por la calle y en las redes, como defensora de su madre. Es muy responsable, sencilla, buena amiga, divertida… Es muy payasa y nos transmite mucha alegría, un gran don que también comparte con su padre.
L.—Aunque físicamente me parezco más a mi madre, el carácter de mi padre y el mío son dos calcomanías. Además, tenemos las manos idénticas (ríe).
Qué opina Lucía de sus padres
—¿Qué admiras más de tu madre?
L.—Sabía que era fuerte, luchadora y valiente, pero ahora mucho más. Admiro su forma de protegernos y de cuidarnos. En el concurso, siguió dando todo por los suyos hasta el final, protegiéndonos. Nunca pensé que mi madre me enseñaría tanto desde la otra punta del mundo y sin ningún tipo de contacto. He sufrido mucho con ella y por lo que ha pasado. No ha habido una concursante más educada, respetuosa y luchadora. Jamás se negó a participar en un juego, pese a no estar bien de salud, y siempre nos regaló la mejor de sus sonrisas.
—¿Y de tu padre?
L.—Su generosidad. Siempre dispuesto a ayudar a quien lo necesite. Es un hombre puro. Es un padre que nos ha dedicado todo su tiempo. Nunca quiso perderse nuestra infancia y siempre se hacía kilómetros de más para dormir con nosotros. De pequeña, me llevaba a desayunar tortitas y, luego, al campo con el uniforme del colegio, para que, cuando volviese a casa, mi madre creyera que yo había ido a clase (ríe). Luego, admiro su valentía y su integridad.
—Quizá, por ser torero, muchos crean que es un padre estricto o chapado a la antigua.
L.—Para nada. ¡Es bastante moderno! (Ríe). Siempre ha jugado con nosotros y nos ha hablado muy claro de sus experiencias y sus temores, para que creciéramos con responsabilidad. He tenido mucha suerte con mi padre y mi madre. Me han ido inculcando unos valores y confían en mí. Ninguno es demasiado estricto.
—Arantxa, hay rumores de crisis en tu matrimonio, aunque Finito y tú ya fuisteis juntos a una fiesta del 'Turronero' hace días. ¿Cómo estáis los dos y por qué surgen estos rumores?
A.—Se han dicho muchas falsedades, y lo peor es que han venido de colaboradores a los que teníamos cierta estima. Estos rumores surgen porque hay muchas horas que rellenar y algún que otro aprovechado es capaz de vender lo más preciado.
—Digan lo que digan, lleváis 25 años juntos. ¿Qué valoración haces de este tiempo?
A.—El tiempo nos ha hecho más cómplices. Nos respetamos, compartimos los mismos valores, nos reímos mucho y admiro la gran persona que es. Nada es fácil y tenemos nuestros desencuentros, por supuesto, pero lo mejor son las reconciliaciones (ríe).
—¿Qué es lo mejor de Juan, tu marido?
A.—Tiene un fuerte sentido del honor. Tras las decisiones que acabamos de vivir, ha sido radical y también ha sufrido. Nunca ha entrado en el juego de las mentiras. Si le fallas una vez, se acabó. Juan es generoso en el más amplio sentido de la palabra y con todo el mundo: su ciudad, su cuadrilla… Ayuda a mucha gente. Me sorprende la capacidad para disfrutar de las cosas más sencillas e inesperadas, como un niño. Tiene una sensibilidad especial y le gusta hacer feliz a todo el que le rodea.
L.—Lo que más admiro de mis padres es su forma de vivir la vida. A veces, los miro y veo a dos niños de quince años… Me hace mucha gracia (ríe). Hay mucho amor. Admiro cómo son capaces de superar cosas juntos, apoyándose, respetándose y queriéndose. Y, sobre todo, admiro que sigan manteniendo su chispa después de tanto tiempo (ríe).
—Arantxa, Lucía tiene novio. ¿Cómo eres como suegra?
A.—Intento comportarme natural, sin entrometerme. Lo que quiero, como madre y como suegra, es que se quieran y se respeten. Manuel es un niño supercariñoso, familiar, muy inquieto y trabajador. Tiene un gran espíritu emprendedor y no para de maquinar hasta ponerlo en práctica. Es un gran disfrutón y hace lo que esté en su mano para que todo el mundo comparta su felicidad. Como padres, lo más importante es que la cuida y la hace feliz. La familia de mi marido conoce a la suya de siempre y se tienen mucho cariño.
—¿Y si un día Lucía te dice que está embarazada, siendo tan joven?
A.—Estaríamos felices.
El futuro de Lucía
—Lucía, has estado estudiando Diseño Gráfico. ¿A qué te dedicas?
L.—Estoy terminando la carrera online, centrada en mis estudios y en algunos proyectos en redes.
—¿Seguirás probando en la tele?
L.—Ir a televisión me hizo aprender muchísimo. Soy tan vergonzosa que lo paso mal (ríe). Aunque me fui notando más suelta, dudo mucho que mi futuro esté delante de las cámaras. Pero nunca me cierro a nada.
—¿Entrarías en un reality?
L.—Depende de qué reality. Todas las experiencias nuevas me atraen, pero no sé cómo gestionaría estar delante de una cámara a todas horas.
—Arantxa, ¿qué planes tenéis para este verano? Con tanto tiempo en la isla, ¿tienes ganas de irte a la playa?
A. —Estamos acostumbrados a improvisar, pero no faltarán mis días en Cangas de Onís con mi familia. Y me encantan las playas de nuestro país, de norte a sur; con sus chiringuitos, su 'pescaíto', sus arroces, el jamoncito (ríe). En Honduras soñaba con eso. Es increíble que, pasados dos meses de volver, siga hablando de comida y saboreándola como si me faltara (ríe). Nadie se imagina lo duro que es.
—Normal, perdiste mucho peso.
A.—Diez kilos. Juan decía que tenía las piernas de una niña de doce años (ríe). Por suerte, ya me he recuperado y, físicamente, me veo muy bien.