Este lunes 8 de julio, Tamara Falcó e Íñigo Onieva han celebrado su primer aniversario de casados. Su boda, que fue ofrecida en exclusiva por ¡HOLA!, reunió a más de 400 invitados en el palacio de El Rincón, residencia oficial del recordado marqués de Griñón hasta su último día, congregó a los Preysler casi al completo, tuvo preboda y postboda y una fiesta que se alargó hasta el amanecer. Unas cifras a las que hay que sumar los 365 días que han cumplido como marido y mujer. Quizá, el dato más increíble para muchos, que siempre apostaron en contra de su amor y que, por el momento, erraban por completo en sus pronósticos.
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No solo están felices y enamorados, sino que, en palabras de Tamara, "el sacramento nos ha hecho crecer durante este año muchísimo". La marquesa de Griñón ha hecho un alto en su ajetreada agenda para repasar con nosotros algunos de los detalles inéditos de esa gran noche, de la que aún quedaban secretos por desvelar y anécdotas que recordar.
"Es verdad que, al final, nuestro noviazgo no fue un camino de rosas. Entiendo perfectamente que mucha gente no creyera en que lo nuestro funcionaría"
'Una Falcó en toda regla'
"Lo más bonito yo creo que fue la ceremonia", nos asegura ahora la aristócrata. Para Tamara, el sacramento era lo más importante y, aunque la misa tuvo algunos momentos de lo más inesperados —como el conato de incendio de la casulla de uno de los sacerdotes con una vela—, lo cierto es que todo salió según lo esperado. "Fue muy bonita. Tenía que haber hecho mucho más calor del que hizo y al final fue muy agradable. Y la música, que la habíamos cogido con muchísimo cuidado…".
Momentos antes de la ceremonia, cuando se estaba preparando en la habitación de la tía Paloma, también vivió otro momento que hoy recuerda con mucha emoción: "Mi hermano Manolo vino a buscarme a la habitación, y cuando me vio ya lista, con la tiara y todo me dijo: “Eres una Falcó en toda regla”. También recuerdo cómo se le iluminó la cara a Íñigo cuando me vio por el pasillo, del brazo de mi hermano. Fue muy emocionante".
La boda, que reunió a casi toda la familia Falcó Preysler en El Rincón, tuvo grandes momentos que hoy Tamara recuerda, mientras hace balance de un año incomparable
Hamburguesas y bailes
Ya en la fiesta, las anécdotas continuaron. "Recuerdo que cuando me cambié de vestido para entrar con Íñigo tras la cena, la música terminó mucho antes de que termináramos de dar la vuelta, e hicimos casi todo el recorrido sin música, pero nos dio igual porque estábamos tan contentos", relata divertida. "Luego el baile, que lo habíamos ensayado muchísimo, resultó que tuvimos que hacerlo para el otro lado lo mejor que pudimos", añade entre risas. Aunque lo mejor vino después, cuando Íñigo la sorprendió con una nube de drones, que salieron desde detrás de palacio y llenaron el cielo de figuras que emocionaron a la novia. "Quedó brutal. La silueta de El Rincón, nuestras iniciales… Y después ya la fiesta, con todo el mundo en la pista bailando. Me lo pasé tan bien que no quería ni que me retocasen el maquillaje y el pelo. Debo ser la primera novia que no quiere. Me moría de la risa". Tanto es así, que prácticamente no durmieron esa noche. Para cuando quisieron retirarse a acostarse, los camiones comenzaron a entrar para recogerlo todo.
Otra de las anécdotas de la boda que más veces han rememorado durante este año ha sido el éxito de la recena. "Hubo un momento en el que el parrillero me dijo: “Nunca he visto a mujeres tan bien vestidas comiéndose las hamburguesas de dos en dos”".
La fiesta continuaba al día siguiente en el Ritz, el hotel en el que se alojaban los novios y gran parte de los invitados. Allí también tuvo lugar la preboda, y el domingo, como despedida, Tamara e Íñigo habían citado a su 'núcleo duro' para comentar los mejores momentos de la noche anterior, y también para que la novia entregase el ramo. "Me negaba a lanzarlo", asegura.
"El problema llegó cuando Íñigo se dio cuenta de que se había dejado la maletita para cambiarse, y lo único que nos dejaban en el hotel era una camiseta del gimnasio. No nos lo podíamos creer…", relata riendo al recordar el momento.
Un año de aprendizaje
"Es una apuesta muy fuerte en cualquiera de las formas. Y es verdad que, al final, nuestro noviazgo no había sido un camino de rosas. Entiendo perfectamente que mucha gente no creyera en lo nuestro, pero es verdad que el sacramento está ejerciendo, está haciendo su labor y nos ha hecho crecer durante este año muchísimo", confiesa enamorada.
En este camino, les ha ayudado el cambio de rutinas y de entorno. "El habernos mudado cerca de El Pardo, los paseos con las perras, los atardeceres. Nos ha aportado un montón de paz. También rodearnos de gente que tiene los mismos objetivos de vida que nosotros. Íñigo ha tenido un crecimiento personal gigantesco, y ver su sueño realizado, de lanzar su propio negocio, ha sido como la guinda del pastel para terminar este año".
Doce meses en los que también han aprendido mucho el uno del otro, adaptando sus vidas hasta crear nuevos hábitos y entornos en los que ser felices. "Rezamos mucho juntos. El Rosario nos une un montón y nos acostamos y nos levantamos dando las gracias. Como todas las parejas, tenemos nuestros más y nuestros menos. Pero aburrirme no me aburro", nos confiesa.
"Es verdad que el Señor no nos ha bendecido con niños, pero si lo hubiera hecho desde el principio, quizá no nos habríamos conocido tanto como pareja"
"Hemos crecido juntos como pareja. Es verdad que el Señor no nos ha bendecido con niños, pero si lo hubiera hecho desde el principio, quizá no nos habríamos conocido tanto como pareja. Ahora mismo, estamos en un sitio muchísimo mejor".
—Llegados a este punto, la pregunta es obligada. Viéndolo con la perspectiva del tiempo, ¿qué cambiarías a día de hoy?
—La verdad es que fue mucho mejor de lo que me podría haber imaginado.