No sabemos si os pasa, pero cuando comienza un reel de Marta Sierra, con cada cambio automático de sus looks, ya sea en el carrousel del Louvre de París, il Castello Sforzesco de Milán o en las puertas art deco del Chrysler de Nueva York en tu cabeza suena ‘chas, “chas” “chas’, cuando no un ‘¡zas!’ de estupor por ese derroche de brillo y efervescencia… Pues bien tenemos otra onomatopeya, el gran ‘tachán tachán’ de Marta con el lookazo con el que, por fín, tras doce años de relación, se ha dado el ‘sí quiero’ con Tom Peuteman . Un diseño de Rosa Clarà que no deja lugar a dudas de que sabe cómo sorprendernos. Blanco como la tradición manda y epítome de estilo romántico.
Elaborado en encaje rebrodé, Marta salió del Castell de Sant Marçal, donde tuvo lugar la ceremonia con un vestido que pasará a formar parte de su historia personal y también de los archivos artesanales de esta casa nupcial.
El vestido se compone de un cuerpo, con escote bañera rematado en puntas y micropedrería. Se adorna además de un bordado sutil, también en pasamanería especialmente diseñado por Rosa Clarà para Marta. Ese punto de locura fashionista y teatralidad que tanto caracteriza a la novia se plasma a la perfección en un cuello extraíble de flores -a modo de camelias y peonías– de organza que envuelve sus hombros, un detalle que acentúa aún más el aire historicista del vestido.
Tal como podemos ver en las imágenes, la falda está confeccionada en el mismo encaje del cuerpo, con un patrón de doble volumen y dos metros de cola. Para completar el outfit nupcial de la ceremonia, Marta, como toda novia que se precie, recibió a su esposo tras un velo en tul ilusión sobre su recogido que caía tras ella hasta los cuatro metros de largo. Entre las transparencias, se dejaba entrever el brillo de un choker al cuello en oro blanco y flor con brillante de Joieria Grau.