Su historia de amor es tan bonita que es mejor que se la cuenten ellos; no queremos meter literatura cuando no la necesita. Solo un apunte: recuerda a Cuando Harry encontró a Sally, Tienes un e- mail o Algo para recordar, con el Empire State iluminado con un corazón. De hecho, Christine sí es de Nueva York y no así Meg Ryan, que nació en Connecticut… Los dos se quieren con locura, pero eso tampoco es nuevo para un fan de Hombres G, porque jamás se le habría pasado por alto la declaración de amor del vocalista a “su chica” en su último disco, La esquina del Rowland. Pero aquí es donde entramos nosotros. Christine Cambeiro ya no es solo “su chica”. Es su mujer. David Summers , ese chaval que decía que no era el más guapo del barrio, pero sí era, en realidad, el furor de las “nenas” de los 80 —y de hoy día, que el tipo llena el Bernabéu como Luis Miguel o Taylor Swift—, se casa con la mujer de su vida. Porque el chico es clásico —quién lo diría— y, aunque ya han firmado los papeles, este julio, delante de sus amigos y familiares, hará oficial su amor por todo lo alto. En ¡HOLA! seremos testigos entonces, pero, ahora, ejercemos de notarios de su declaración más sincera de amor. Un consejo, si para leer esta entrevista se ponen Sufre mamón en sus airpods, la experiencia será mucho más completa. Con este tema, arranca la BSO de su vida y de su personal comedia romántica.
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—Chicos, empecemos por el principio. ¿Cómo os conocisteis?
DAVID.—Nos conocimos en Nueva York, en el mítico club Copacabana.
—¡Wow!
—Así es. Yo estaba de gira con Hombres G y Christine vino ese día al concierto. Después del show, nos presentaron. Pero bueno, ahí no empezamos nuestra relación, simplemente nos conocimos y nos caímos bien. Después, he seguido yendo a Nueva York a actuar y ella venía a verme. Éramos solamente amigos, hasta que un día…
—... El destino os unió...
—Pues parece ser (risas). La verdad es que siempre nos habíamos caído muy bien, siempre hemos sido buenos amigos. A veces, cuando iba a Nueva York, que voy con mucha frecuencia, afortunadamente, nos veíamos y tomábamos un café, charlábamos, nos contábamos nuestras vidas... Y luego, al final, el destino ha hecho que estemos juntos y más felices que nunca los dos.
Será en julio en su casa de Madrid: una gran celebración con actuaciones, sorpresas y, por supuesto, los Hombres G
—Entiendo que no fue tanto un amor a primera vista, sino un enamorarse a fuego lento, ¿no?
CHRISTINE.—Yo vivía en Nueva York. No hubiera sido fácil…
D.—Y yo en Madrid. Habría sido muy complicado si hubiéramos querido tener una relación antes. Christine después se casó con un español y se vino a vivir a La Coruña… Aunque, cuando nos volvimos a reencontrar, también fue en Nueva York.
—Es vuestra ciudad, vaya.
D.—Totalmente. Es la ciudad que nos dio todo lo que tenemos.
—Vuestra historia es como una comedia romántica con Manhattan como escenario…
D.—Es que es muy especial. Es una ciudad que puede convertirse en la más romántica del mundo. Fíjate que Christine, como te digo, ya estaba viviendo en España, pero casualmente, porque su padre enfermó, había regresado a Nueva York y estaba visitándolo… En una de esas, estaba yo también tocando allí y nos volvimos a encontrar. Ya estábamos los dos separados y ahí “casi” empezó nuestro punto de partida.
C.—Hacía tiempo que no nos habíamos visto, ni hablado, ni nada. Y dio la coincidencia… Dio la casualidad de que los Hombres G tocaban y…
—Pero, Christine, ¿tú eras fan de Hombres G?
C.—Yo soy americana. La primera vez que los vi actuar en Nueva York fue porque tengo una amiga que era y es fan de ellos y me dijo: “Vamos a verlos”. Yo, aunque veraneaba en España, no conocía mucho la música española, pero me dijo: “Christine, sabes quiénes son. ¡Los que cantan Sufre mamón !”. Y yo esa canción me la sabía. Luego, cuando empezó el concierto, me di cuenta de que me sabía más canciones (risas). Pero fui al concierto sin saber quiénes eran en realidad Hombres G, (risas) ni quién era David, ni…
D.—Ni lo sexi que era yo… (Risas)
C.— Creo que nunca lo había visto antes... La primera vez que vine a España fue en 1988 y tenía… ocho años. Y Sufre mamón ¿salió en…?
D.—1985.
C.—Yo apenas sabía hablar en español. ¡Imagínate!
D.—Es una historia de amor... bonita. Diferente. Porque normalmente conoces a la chica más guapa de tu barrio y es con la que comienzas una relación. Pero esta ha sido una relación que ha nacido gracias a la música, a la que le debo todo. Que me lleva a tocar a ciudades tan bonitas como Nueva York y me permite conocer a personas tan bonitas como ella.
—La música te ha regalado hasta el amor, David...
D.—Sí, pero fíjate que yo nunca me hubiera relacionado con una fan… No por nada, sino porque hubiera sido muy decepcionante para ella darse cuenta de que, luego, cuando te bajas del escenario, eres una persona normal y corriente y que simplemente cantas canciones. Me encanta Chris porque no era una fan. Era una chica que llegó a ese concierto porque la llevó una de sus amigas.
—Oye, y ahora, ¿por qué habéis decidido dar el paso de casaros?
D.—Pues mira, te lo digo con sinceridad: porque yo he cumplido 60 años, estoy loco por ella y quiero pasar el resto de mi vida a su lado.
—¿Sesenta? Venga, va, ¿cómo va a ser?
D.—Como lo oyes: 60. Tenemos una vida en común muy bonita. Nos hemos comprado una casa con la intención de estar juntos para siempre. Quiero que sea mi mujer, mi compañera. Ella me quiere, quiere a mis hijos, cuida de mí y de mi familia.
C.—David es muy romántico y, sorprendentemente, una persona bastante clásica.
D.—Somos muy felices, casarnos tiene la importancia, ni más ni menos, de solidificar nuestra relación.
“La fiesta por nuestra boda tendrá un guiño a mis raíces neoyorquinas y a la música y a Frank Sinatra. Vamos a tener hasta una Big Band”, nos cuenta Christine
—¿Pero fue una cosa que surgió así como: “Oye, ¿nos casamos? Bueno, vale”, o hubo petición de mano con rodilla en el suelo blablablá…?
D.—Iba a hacer una pedida de mano romántica… (risas). Chris estaba en el cuarto de baño recogiendo la ropa para ponerla a lavar y en ese momento le di el anillo.
C.—(Risas). Yo, en pijama…
—Pero ¿y ese momento?
C.—Porque nos íbamos a ir unos días de vacaciones y allí me iba a pedir la mano. Estábamos en Colombia y, de ahí, nos íbamos a Aruba, pero yo no tenía la vacuna de la fiebre amarilla y se canceló el viaje.
D.—Y el momento romántico que tenía planeado, también. Así que, como tenía el anillo, se lo di.
—Optaste por la practicidad…
C.—Yo creo que estaba un poco impaciente, inquieto, y quería dármelo cuanto antes (risas).
D.—Compré el anillo en Bogotá y sabía que le iba a gustar mucho. Tenía planeado hacer una cena, con una mesa bonita, flores y luna llena, y darle el anillo… pero nada. Y yo me tenía que ir de gira, además… Total, que me dije: “Si no se lo doy ahora, no vuelvo a tener la oportunidad hasta dentro de un mes”. Así que se lo di en casa tranquilamente, pero ella reaccionó como esperaba, se emocionó mucho.
—No sabía que fueras tan romántico…
D.—Pero ¿cómo no lo vas a saber? ¿Tú no has oído mis canciones?
—¡Sí, sí! Pero esa imagen de caballero clásico, David, no la tienes…
C.—Lo es. Mucho.
D.—A ver, no es que sea clásico, soy una persona tradicional. De hecho, ya estamos casados porque fuimos al Ayuntamiento a casarnos. En una boda civil, lo importante es firmar, y no teníamos alianzas, pero yo dije: “¿Cómo nos vamos a casar sin anillos?”. Fuimos el día anterior a una joyería cerca de casa y ¡menos mal que tenían anillos de nuestra talla! Y que el joyero se enrolló y nos grabó los nombres de cada uno esa misma tarde... Al día siguiente, aunque fue una firma ante la alcaldesa de San Sebastián de los Reyes, hicimos nuestra pequeña ceremonia.
—Es que casarse merece una gran celebración...
C.—Exacto. Aunque la boda sea este verano y esto sea simplemente cumplimentar unos papeles… Para David no habría sido de verdad si no hubiese habido anillos.
—¿Y ha cambiado algo entre vosotros?
C.—En nuestra vida normal no ha cambiado prácticamente nada. De hecho, a mí muchas veces se me olvida (risas).
D.—Lo que es nuestra vida en casa sigue siendo igual, nos queremos muchísimo. Y eso era igual antes de ponernos los anillos. El amor sigue igual de grande.
“David es una persona muy segura de sí misma. Y a mí me transmite todo lo que necesito. Es una base, una seguridad, una felicidad, un amor…”, nos cuenta Christine de su marido
—¿Cómo sois como pareja: almas gemelas o yin y yang?
D.—Nos complementamos. Ella me ayuda muchísimo. Me apoya en todo. Me deja desplegar mis alas y volar y trabajar con la intensidad que requiere mi trabajo. Comprende perfectamente mis ausencias. Y, al mismo tiempo, es un apoyo en mi vida importantísimo. De hecho, ahora la tengo un poco a la pobre “casi” de secretaria. Le encargo unos marrones… Para mí, es absolutamente la mujer de mi vida, porque, aparte de ser tan linda y tan buena, es un apoyo constante y eso me hace ser el doble de lo que soy y me hace poder desarrollar la capacidad tan grande que tengo de trabajar. Ella, en ese sentido, y en todos los demás, es muy comprensiva. Ella me dice: “Tómate tu tiempo, es tu trabajo, es tu vida…”.
C.—Y si puedo acoplarme a la gira, yo encantada (risas).
D.—Y si puede, feliz. Es mi paz.
—¿Y para ti, Christine?
—David es una persona muy segura de sí misma. Y a mí me transmite todo lo que necesito. Es una base, una seguridad, una felicidad, un amor…
—No debe de ser fácil compartir vida con un artista… Con mundo propio, ¿no?
—Sí, pero es que yo nunca lo miro desde ese punto de vista. Lo veo como: “Soy una afortunada. Vivo con un hombre que se sienta a mi lado, me besa y me canta canciones”. He tenido unas experiencias tan extraordinarias a su lado… He conocido un mundo que, si no hubiera sido por él, no sabría de su existencia. Yo nunca lo veo como: “Se va tres semanas por ahí, ¿qué hago yo?”. Primero, porque soy una mujer muy independiente, y luego, porque hablamos todos los días (risas). Nuestros amigos y mi familia se ríen. Estamos separados, pero hablamos continuamente.
—¿También os entendéis sin hablar?
D.—Nuestra relación está basada en la honestidad. En la sinceridad más absoluta. Ella sabe dónde estoy en cada momento y yo sé dónde está ella. Y nos organizamos para poder compartir nuestros planes. Digamos que ya comenzamos nuestra relación con el objetivo de ser completamente sinceros el uno con el otro y de respetar el espacio de cada uno. Eso lo pusimos encima de la mesa desde el principio y así es cómo funcionamos. Es una maravilla. Es la base del amor.
—También porque habéis gestado vuestra relación con otra edad. Uno sabe lo que quiere o, mejor dicho, lo que no quiere…
C.—Eso es. Y con un respeto al cien por cien. Porque sabemos exactamente lo que acabas de decir, o sea, lo que es importante para los dos.
D.—Te puedo asegurar que, en todos estos años que llevamos ya juntos, desde 2017, no hemos discutido ni una sola vez. Ni una pequeña discusión ni un malentendido. Nada. Hemos tenido días mejores y peores, pero ¿pelearnos? Nunca. Chris es una persona que sonríe constantemente, que siempre está de buen humor, que está siempre haciendo bromas y haciendo el tonto en la casa… Eso a mí me encanta.
—David, dicen que, para un artista, cuando los sentimientos están más a flor de piel no es en la felicidad, sino en el desamor y la tristeza. Veo que en ti, en cambio, eso no se cumple, ¿no?
—Bueno… Yo he tenido épocas anteriores en mi vida donde tenía desamor y tristeza y donde lo he pasado mal en mi vida personal, como todo el mundo. Sin embargo, ahora, desde que estoy con Chris, si escuchas mi último disco, La esquina del Rowland, verás que es un álbum sobre el amor. Todas las canciones son para ella y son las canciones de un hombre enamorado. Un amor puro, exultante y maravilloso.
—El amor te está viniendo muy bien.
—Sin duda. Yo a ella le echo muchísima “culpa” de todo lo que nos está pasando. Ella me ayuda, me apoya en todo, se alegra por mis éxitos, por mis ofertas de trabajo y por todo lo bonito que me pasa, aunque suponga estar separados un mes.
“Para mí, es absolutamente la mujer de mi vida, porque, aparte de ser tan linda y tan buena, es un apoyo constante y eso me hace ser el doble de lo que soy”, dice David de su mujer
—Contadme, por favor, esa fiesta que tenéis organizada para celebrar vuestra boda.
C.— Es un guiño un poco a mis raíces neoyorquinas y a la música y a Frank Sinatra… Va a ser una boda muy Old Hollywood —o Old NYC— y vamos a tener una Big Band, que no puede ser de otra manera siendo la boda de un músico.
D.—Los chicos vamos de esmoquin. La gente nos dice: “¿En verano, con este calor?”. (Risas).
C.—A las chicas nos toca siempre sufrir… No pasa nada porque los hombres lo hagan al menos una vez…
—Chris, ¿y tu vestido?
—Lo tengo. Y me encanta. Es muy especial porque es totalmente distinto a lo que pensaba y me encanta por eso.
—David, ¿cogerás el micro?
—¡Claro! Y habrá alguna sorpresa, pero no vamos a desvelar más.
—Una última cosa, ¿por qué en Madrid? Aunque, tras escuchar tu pregón por San Isidro, no sé por qué me surge la pregunta...
D.—Porque tenemos una casa muy bonita, nueva, con un jardín precioso, y hay que estrenarla con lo más bonito que tenemos: nuestro amor. Ya hemos hecho alguna fiesta (por mi cumpleaños), pero, a partir de ahora, las fiestas en mi casa se van a convertir en las mejores de Madrid.