Ágatha acaba de regresar de su viaje relámpago a Guinea Ecuatorial, donde ha presentado su última colección de ropa y sus memorias en FIMYAGE —Festival Internacional de Moda y Arte del país africano—, además de visitar un orfelinato. “Nada más aterrizar, tenía la presentación del libro con mi amiga Bisila Bokoko. Cuando me preparaba e iba a quitarme los rulos, la gente me decía que estaba genial y fui con ellos”, nos cuenta entre risas.
—¿Cómo has vivido tu desfile en Guinea Ecuatorial?
—Ha sido muy divertido, pero he pasado muchos nervios. Todo iba con mucha impuntualidad, con tres y cuatro horas de retraso. Cuando llegué al desfile, ni estaban los trajes ni las modelos. Tampoco había peluqueros, porque como estas señoras no se tienen que peinar… Ellas se hacen trencillas y duran un mes. La única a la que peinaron era yo. Pero ha sido divertidísimo todo.
—Ya habías estado en el país.
—Sí, era mi segundo viaje. Ya salí en ¡HOLA! con Luismi. Por eso conocía a todo el mundo. Es un país muy curioso, porque todo el mundo habla español mejor que tú y que yo. La gente tiene mucha relación con España y te sientes súper en casa.
—¿Te reconocen en Guinea?
—Allí todo el mundo me para por la calle. Todo el mundo. Y todos llevan cosas mías. En la presentación, se acabaron los libros en el acto.
—¿No alucinas con tu popularidad?
—Es que allí ven la tele de España. En español y todo. Es como si vivieran en España, aunque estén muy lejos. Es una sociedad increíble. Estuve con el señor que me invitó la otra vez y tiene veintitrés hijos de siete señoras, más los que te rondaré morena (ríe). Todos tienen muchísimos hijos. La vez que fui con Luismi, él se quedó fascinado y le pareció lo máximo.
—¿A este viaje no te ha acompañado tu novio, José Manuel Díaz-Patón?
—No, porque para dos días… Mi equipo se quedó un poco más, hasta el jueves 16. Ese día salió el último avión del país, porque había un golpe de Estado. Cerraron los aeropuertos y salió el ejército a la calle… Imagínate si me hubiera quedado sin poder salir… Me hago famosa mundialmente (ríe).
—¿Te has sentido insegura?
—No. Lleva la misma familia en el poder desde hace años y, de vez en cuando, pasan cosas. Pero ni miedo ni nada. Estaba en la gloria bendita, con muchos amigos.
El abuelo de Teresa Urquijo
—Del viaje a África, al día de las Fuerzas Armadas… No paras.
—Hace días, me invitaron al tenis en Madrid y me sentaron con los padres de Teresita Urquijo, la mujer del alcalde (de Madrid). Ellos me contaron que el abuelo de Teresita fue noviete de mi madre.
—¿Cuál de sus abuelos?
—El que está casado con una Borbón-Dos Sicilias y fue marqués de Laula. Aunque le quitaron ese título, y luego le dieron otro.
—¿Te refieres al abuelo paterno? ¿Íñigo Moreno de Arteaga, actual marqués de Laserna?
—El mismo. Al día siguiente del tenis, él presentaba su nuevo libro y fui a conocerle. Al verle, le encontré tan bien que pensaba que era un hijo suyo… Tiene 90 años. Luego le conté quién era mi madre. Mientras hacía la cola para que me firmara su libro, me miraba todo el rato. Al darle el ejemplar, me dijo si me llamaba Isabel, que era el nombre de mi madre (ríe).
—¡Qué curioso todo!
—Después de casarse, mi madre se dio cuenta de que mi padre era un desastre. Por eso, ella siempre decía: “Me tenía que haber casado con “Laula””. Por eso, yo quería tanto conocerle.