Cannes. Cine, glamour y lujo. Como cada mes de mayo, la ciudad francesa vuelve a acaparar los focos de todo el mundo al celebrarse el Festival internacional más importante del séptimo arte. Las grandes estrellas de la industria cinematográfica se dan cita en la ciudad a orillas del Mediterráneo francés para promocionar sus películas y desfilar ante los miles de flashes en la alfombra roja de esta 77º edición. Es un despliegue de elegancia, talento, éxito y arte en estado puro.
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Mientras tanto, al otro lado del planeta, cientos de miles de gazatíes continúan desplazándose de sus hogares y dejando sus tierras hasta agazaparse en Rafah, la última ciudad de la franja de Gaza que queda en pie y donde se encuentra un campo de refugiados que acoge ya a casi dos millones de palestinos. Fue el pasado 7 de octubre cuando se desencadenó el último conflicto (que se suma a una cadena sin final de enfrentamientos a lo largo de las últimas décadas) entre Israel y facciones palestinas, a raíz del mortífero ataque de Hamás a Israel y la respuesta brutal y demoledora de Israel. La hambruna es insostenible, y donde una vez hubo viviendas, escuelas y hospitales, ahora solo quedan escombros. Ya no queda piedra sobre piedra.
Un mismo planeta, diferentes realidades. Y de esta trágica situación se ha hecho eco la actriz australiana Cate Blanchett , que en su reciente aparición en el Festival de Cannes ha levantado asperezas y generado polémica por el evidente mensaje que transmitía. Porque Cannes, además de ser una cita con el cine, la moda y el arte, en los últimos años ha llegado a consolidarse como un escenario donde las estrellas aprovechan la repercusión del festival para poner sobre la mesa conflictos que están afectando al mundo. A lo largo de estas líneas, recordamos a las mujeres que, sobre la alfombra roja, han convertido la moda en su arma más reivindicativa para luchar contra la injusticia.
Nada en el estilismo de la actriz estaba abandonado al azar. La actriz de El Señor de los Anillos llegaba a la alfombra roja con una creación de alta costura de Heider Akerman para Jean Paul Gautier que consistía en un vestido palabra de honor ajustado dividido en tres colores: la parte delantera, en negro, por detrás en blanco, y en el forro interior de la cola un llamativo verde que podía vislumbrarse con el movimiento natural de la silueta. Estos colores, unidos al rojo intenso de la alfombra roja, formaban la bandera de Palestina, lanzando un mensaje de solidaridad y apoyo al pueblo palestino.
La actriz, que es embajadora de buena voluntad de ACNUR (el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados), desde 2015, no dudó en reivindicar la gravedad de la situación que viven actualmente los refugiados: “Cuando empecé, en 2015, había 60 millones de refugiados, y ahora son 140 millones, es una cifra enorme. Es una crisis global, un desafío global, que debería estar en más películas porque el cine es un reflejo de la realidad”.
En este mismo festival, durante la pasada edición, la modelo Mahlagha Jaberi también lanzó un grito al cielo a través de su estilismo. La modelo de origen iraní impactó en la alfombra roja cuando apareció con un vestido negro, creación de Jila Saber, con un pronunciado escote en forma de soga al cuello, en dorado. Este diseño fue un acto de protesta para visibilizar las ejecuciones masivas que suceden en la República islámica de Irán. En la cola de su vestido tenía escrito en oro la frase ‘Stop executions’, aunque debido al protocolo del festival no pudo enseñarlo en la alfombra roja. “Cada pequeño paso cuenta para eliminar la injusticia”, escribió la diseñadora en su perfil de instagram.
El año pasado, dos mujeres dieron voz a uno de los conflictos que está azotando Europa del Este desde hace dos años: la guerra de Ucrania . La modelo de origen ucraniano, Alina Baikova, llegó a Cannes con una gabardina beige que escondía debajo una camiseta oversize con los colores azul y amarillo (en homenaje a la bandera de Ucrania) y un mensaje nada sutil dirigido al líder político ruso: ‘Fuck you, Putin’.
Su compatriota, la influencer Ilona Chernobai, llevó su acto reivindicativo a otro nivel. Asistió al festival con un espectacular vestido con los colores de la bandera de Ucrania, pero no se quedó ahí. En la famosa escalinata de ascenso, la influencer se detuvo y sacó unas bolsas de líquido rojo que había mantenido escondidas en su corpiño. Las rompió, derramando todo el líquido sobre su cuerpo, manchándose el rostro y parte del vestido. Rápidamente fue expulsada del festival por los miembros de seguridad, pero su acto de protesta en forma de performance se hizo viral y consiguió su objetivo: representar las vidas que se han perdido y recordarnos que Ucrania sigue sangrando.
Aunque puedan tildarse de triviales o inservibles, estas acciones de protesta van más allá de ponerse un vestido y posar ante las cámaras. Son algo más. Son un grito para que no nos olvidemos. Y es que en estos tiempos donde parece dominar una inquietante sensibilidad dormida, vivimos inmersos en una realidad ficticia y las imágenes vacías se adueñan de las redes sociales, ignorando los problemas y calamidades que asolan el mundo, la moda tiene el poder de convertirse en un medio de expresión, en una poderosa arma de protesta y en un altavoz de aquellos que no tienen voz.