Comenzó su andadura como princesa con un cofre casi vacío, pero ahora, veinte años después de su llegada a palacio, Mary puede cubrirse con diamantes y piedras preciosas. Las joyas que han llegado a su poder se dividen en tres categorías: las privadas; las que son propiedad del Løsørefideikommis, la comisión de bienes que crearon los reyes Federico VIII y Luisa para la Casa Real Danesa; y las joyas de la corona que, desde el siglo XVIII, solo usa la Reina en ejercicio. Estas piezas, las únicas en el mundo que se exponen en un museo a la vez que pueden ser usadas por Su Majestad, se exhiben en el Tesoro, en el sótano del Castillo de Rosenborg, y no se pueden sacar del país. Son los aderezos ‘prohibidos’ que la Reina Mary no puede llevar en las visitas al extranjero.
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La regla sobre el uso de las joyas de la corona fue establecida por la reina Sofía en su testamento (1746): sus alhajas no deberían entregarse a una persona concreta, sino que siempre estarían “en la corona”. Fue la base de un gran tesoro que fueron aumentando reinas y princesas con extraordinarias piezas, entre ellas, la colección de esmeraldas que pasó a formar parte de este lote a finales del siglo XVIII de la mano de la reina Juliana María.
Transcurrido casi un siglo -última coronación de la monarquía absoluta (1840)-, la reina Carolina Amalia hizo que la mayor parte de las joyas de la corona se unieran en cuatro conjuntos: el de esmeraldas, el de perlas y rubíes, el de diamantes y el de piedras rosas. Era la moda del Imperio: crear conjuntos de collar, pendientes, broches, pulseras y tiaras con piedras preciosas del mismo color, aunque en el caso de la Familia real danesa de los cuatro aderezos sólo el de esmeraldas se complementa con una diadema.
Vimos este conjunto (Rosenborg) por última vez a finales de abril, cuando la Reina Mary optó por esta impresionante colección para su primer retrato como Su Majestad reflejando su nuevo estatus como Soberana. Y también, en la visita de Estado de los reyes de España a Dinamarca en noviembre, cuando fue la última cena de estado de Margarita II como reina en el trono. Nadie sospechaba que iba a ver un cambio en el trono.
Una colección única que está entre las mejores del mundo, que fue diseñada con arcos y lazos y montada para que la luz pueda penetrar las piedras tanto por delante como por detrás. Realizada en oro y plata (1840) 2.650 diamantes talla brillante, el aderezo con 67 esmeraldas, algunas de ellas formaban parte de un collar que Cristian VI regaló como regalo de maternidad a la reina Sofía Magdalena con motivo del nacimiento de su hijo, Federico (quinto), en 1723. Es el único de los adornos de las joyas de la corona, que incluye una diadema.
La Reina escogió la colección de diamantes y rubíes para su visita a Suecia. Es su aderezo privado, regalo de la reina Ingrid a su nieto, el ahora Rey Federico X. Podría haber elegido entre nueve tiaras (las que ahora tiene a su disposición), pero optó por la colección que llevó en las vísperas de su boda -14 de mayo de 2004- porque es un aderezo que une la historia de los dos países y está asociada a una reina danesa que nació como princesa de Suecia, Ingrid, quien, con motivo de su boda con el rey Christian X de Dinamarca, recibió el conjunto que, además, esconde una fascinante historia que entronca con el emperador Napoleón.
El impresionante aderezo fue creado por orden del héroe militar Jean-Baptiste Bernadotte para su esposa, Desirée Clary , exprometida de Napoleón -la abandonaría cuando se enamoró de Josefina-, y primera reina de la dinastía Bernadotte.
Clary era mucho más que una dama de la alta sociedad parisina. Su hermana Julia Clary estaba casada con José Bonaparte, más conocido como ‘Pepe Botella’, que llegó a ser rey de España.
Napoleón destinó a su marido, Jean-Baptiste, a Suecia; y ocho años después de su llegada, en 1818, tras la muerte de Carlos XIII sin descendencia, Bernadotte ascendió al trono con el nombre de Carlos XIV Johan de Suecia, y ella como la Reina Desideria.
Desirée, cinco años después, entregó el conjunto a Josefina de Leuchtenberg (nieta de la emperatriz Josefina) tras casarse con su único hijo, el futuro rey Oscar I de Suecia y de Noruega.
La colección se incorporó a la corona danesa en 1869, cuando su hija Luisa se casó con el príncipe Federico, futuro Rey de Dinamarca; y, a su muerte, en 1926, la heredaron el rey Christian X y la reina Alejandrina de Mecklemburgo-Schwering.