Muchas veces, el viaje de la vida tiene unos planes muy diferentes a los que nosotros habíamos ideado, nos pone en situaciones que no esperábamos y nos hace cambiar; eso sí, siempre nos deja una lección. A Marta Riumbau la vida le tenía reservado un camino que no era el que tenía trazado en su mente desde niña, pero, por suerte, el destino al que esa ruta la ha llevado ha sido el mismo: la maternidad. Desde niña soñaba con ser madre y ahora ha tomado la decisión de serlo en solitario. Sentía que era el momento y, a sus 36 años, ha tomado esa valiente decisión que muy pocas personas conocían y que ha querido compartirla con ¡HOLA!
La influencer nos ha dado la feliz noticia y nos ha explicado cómo ha sido todo y las dificultades a las que se ha tenido que ir enfrentando por el camino. Ya terminando su cuarto mes de embarazo y fuera de peligro, tras pasar unas semanas en reposo por amenaza de aborto, Marta ha posado por primera vez mostrando sus curvas premamá sin poder ocultar la emoción. Y es que por fin puede decir alto y claro que está embarazada, compartir su historia por si con ella puede ayudar a alguien que esté pasando por su misma situación y nos confiesa todo lo que está aprendiendo en este maravilloso viaje de la maternidad… Y esto es solo el principio.
—Enhorabuena, Marta, has cumplido tu sueño de quedarte embarazada, ¿te lo crees ya o aún te cuesta hacerte a la idea de que vas a ser madre?
—Puedo contar con los dedos de una mano las veces que he pronunciado las palabras “estoy embarazada”. Siento que aún no es real. Voy a cumplir el mayor sueño de mi vida, voy a ser madre.
—¿De cuántas semanas estás?
—Estoy de 16 semanas, terminando el cuarto mes.
“En enero de este año, me encontré con 36 años, sin pareja y sin hijos. Mi yo del pasado hubiese dicho que ser madre soltera era un fracaso”
—Has decidido ser madre en solitario, que es un paso valiente, ¿por qué has querido hacerlo así y en este momento?
—Siempre he querido ser madre joven, soñaba con una familia numerosa de cuatro hijos. Con seis años, le pedía a mi madre cambiarle los pañales a mi hermano y así ha sido siempre, pero por circunstancias de la vida no ha podido ser. En enero de este año, me encontré con 36 años, sin pareja y sin hijos. Mi yo del pasado te hubiese dicho que ser madre soltera era un fracaso, no sabes las innumerables veces que me he dicho a mí misma: “No merezco ser madre soltera, no lo seré”. Era un machaque continuo hacia mí misma. Fue un gran trabajo de deconstrucción sobre mi propio pensamiento y volver a construirlo para entender que una familia no es el ‘abc’ que nos han enseñado desde el colegio: boda-casa-hijo; de hecho, tuve una boda, una casa y no fue bien. Y cuando por fin pude eliminar todo eso de mi cabeza fue una liberación y se apoderó de mí una felicidad que me hizo no dudar ni un segundo; no necesitaba a nadie, podía hacerlo yo sola.
—En 2022, confesabas en tus redes que habías comenzado un proceso de vitrificación de óvulos, ¿qué te llevó a ello?
—Era algo que me rondaba por la cabeza desde hacía tiempo. Solo por tener esa seguridad de tener mis ovocitos vitrificados a una edad con una buena calidad por si lo necesitaba en algún momento, ya que, a partir de los 35 años, tanto la cantidad como la calidad disminuyen. Mi idea era usarlos para un segundo hijo, tener el primero de forma natural y el segundo, que ya podría tener unos 37 años, hacerlo con mis ovocitos de 35, pero las cosas cambiaron y pasó a ser mi primera opción.
“No quiere decir que renuncie al amor, pero existen muchos tipos de familia y la nuestra es monoparental y va a tener todo el amor del mundo”
‘Montaña rusa de sentimientos’
—¿Cómo fue el proceso?
—Viéndolo con perspectiva y después de que haya pasado un tiempo, es algo fácil con una duración de unos 16 días. Otro tema es cuando estás en el proceso, es una montaña rusa de sentimientos, son unas dos semanas inyectándote hormonas. Hormonas que introduces en tu cuerpo, además de jugar con el factor de culpabilidad, tristeza y nerviosismo, por tener pocos ovocitos, como fue en mi caso (lo cual no es culpa tuya), o si estos crecen poco y no se pueden extraer. El día de la extracción de los ovocitos, te duermen y te despiertas con la noticia de cuántos se han podido extraer, cuántos eran maduros y cuántos se han podido vitrificar. Yo hice el proceso dos veces porque la primera vez fueron cuatro, muy pocos. Y la segunda vez seis, así que en total pude vitrificar un total de diez ovocitos sin fecundar. Contando mi caso, antes de empezar te haces una serie de analíticas, entre ellas una que te indica la hormona antimulleriana, que es un marcador que te dice la reserva ovárica. Los valores normales son mayores a uno. En mi caso fue de 0,2, es decir, anormalmente baja para mi edad. Eso más la endometriosis hacían un mal combo. Aun así, fueron diez en total, estoy muy contenta con el resultado.
—¿Las endometriosis lo ha dificultado todo aún más?
—Afectó al número de ovocitos, ya que, por decirlo se alguna forma, de un ovario no tenía casi nunca ovocitos porque “se los comía”.
“Seré muy transparente cuando me pregunte por su padre. Se lo contaré como un cuento: “Mamá tenía tantas ganas de conocerte, cuidarte y enseñarte todo lo que sabe que no pudo esperar””
—Tu testimonio animó a mucha gente a hacerse pruebas y muchas personas que vivían casos similares se atrevieron a contarlo, ¿cómo te sentiste ante esta respuesta?
—No me lo esperaba para nada, de hecho, era algo que quería dejar para mi intimidad, pero, una vez terminó el segundo proceso, quise contarlo porque no fue fácil, no fue como esperaba, no tuve 20 ovocitos de una extracción, además me dijeron que tenía endometriosis… Fueron varias cosas a la vez y pensé que quizás podía ayudar a alguien y compartir experiencias. En estos casos, siempre buscas apoyo en otras personas a las que les pasa algo similar y ayuda poder hablar y sentir que no estás sola. Creo que en nuestro papel en redes sociales también está el de poder hacer de espejo a un montón de personas que pasan por tu misma situación. A mí me ayudó mucho ver a otras mujeres que estaban pasando por lo mismo. Que, con valentía, se enfrentaron a ese proceso solas. Como a mí eso me fue ayudando, pensé que quizás alguien al otro lado de la pantalla necesitaba ver que no era la única. Sentir que podría ayudar a otras mujeres fue disipando también mi culpabilidad.
“Sé que es complicado, que estaré agotada, asustada en algunos momentos, pero el amor, la ilusión y la pasión por la maternidad es infinitamente mayor al vértigo de enfrentarme a una crianza en solitario”
—Casi dos años después, has decidido utilizar esos óvulos, ¿cómo es el procedimiento?
—Es la parte más fácil del proceso, sin contar con la emocional, claro. Es como un embudo, partes de X ovocitos y van pasando todas las fases; son cinco días donde vas perdiendo ovocitos todos los días hasta que quedan los que han madurado y los que tienen más posibilidades. Se procede a desvitrificar los ovocitos. No todos sobreviven: en mi caso, de diez me quedé con ocho. Los fecundaron y a las 24 horas ya había perdido tres. La embrióloga te va llamando cada dos días para informarte. El día de la transferencia se cumplen los cinco o seis días desde la fecundación y tenemos un maravilloso blastocisto, un embrión. Y aquí también hay clases según la calidad que tengan. La transferencia es muy sencilla, indolora y se hace sin sedación. En 15 minutos está.
—¿Lo has conseguido a la primera?
—Aún no me lo creo, pero sí.
—¿Físicamente es duro?
—Físicamente es algo dura la estimulación ovárica para extraer los óvulos, pero en el momento de la transferencia, nada. Y lo repetiría mil veces más.
“A las seis o siete semanas tuve una amenaza de aborto y fueron casi dos meses sin poder salir de casa, sin poder hacer vida normal y sin poder moverme de la cama”
—Y psicológicamente, ¿cómo lo has llevado?
—Aquí, más que la parte hormonal, que también, es muy duro lo que se le llama la ‘beta espera’. Son los diez días de espera desde que se hace la transferencia embrionaria a la analítica que te indica el valor de la hormona hCG, que es una hormona que se produce en el embarazo. Son días donde cualquier cosa que te pasa es un síntoma. Porque, además, hasta no saber nada, no lo compartes con nadie. Al menos yo, en mi caso. Y ha sido complicado verme sola, sin saber si sí o si no.
—¿Cómo fue el momento en que te dicen que ha salido todo bien?
—Increíble. Confieso que ya me había hecho test de embarazo en casa, tres y todos positivos, aunque la medicación puede hacer que sea un falso positivo o un falso negativo, pero es complicado aguantar la tentación de no hacerlo. Lo curioso es que después de esa llamada donde la doctora Mercedes Mayoral me dijo: “Marta es positivo, ¡estás embarazadísima!”, fue una alegría inmensa y momentánea porque pensé: “Bien, es positivo, ahora a esperar una semana más para la ecografía y comprobar que no es ectópico y que hay embrión”. Una vez pasa eso, dices: “Ahora, a esperar a la próxima ecografía para ver que hay latido…”. Y ahí me di cuenta de que no iba a quedarme tranquila con el positivo, comprendí que, a partir de ese preciso momento, con mi pequeño embrión de cinco semanas, jamás dejaría de preocuparme por ese bebé, ¡ni cuando se jubile!
“He tenido un miedo que aún no he logrado quitarme. Pero, a día de hoy, he empezado a hacer vida normal, aunque voy con mucho cuidado, poco a poco”
—¿Tu familia sabía que estabas intentando ser madre?
—No. No sabían ni que había vuelto a la clínica. De hecho, no tenía intención de decirles nada hasta las diez o doce semanas, porque no viven en Madrid, se iban a preocupar y quería darles la mejor noticia fuera de peligro, pero finalmente no pudo ser porque a las seis o siete semanas tuve una amenaza de aborto y fueron casi dos meses sin poder salir de casa, sin poder hacer vida normal y sin poder moverme de la cama. Así que hice una videollamada y se lo conté. Fue maravilloso y me calmó mucho poder hablar con ellos.
—¿Quién te ha acompañado en todo este tiempo?
—Desde la transferencia del embrión lo he hecho todo sola y es algo que me gusta. Ha sido así por elección. He tenido apoyo y con quien hablar cuando lo he necesitado, pero ciertos aspectos me gusta gestionarlos por mi cuenta, soy muy independiente.