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Anselmo de Canterbury: nacido en 1033 en el seno de una familia noble de Aosta, Italia, fue obispo y doctor de la Iglesia. Desde joven se convirtió en abad en Normandía y allí dedicó sus días a ser profesor, predicador y gran reformador de la vida monástica. En 1093 fue nombrado Arzobispo de Canterbury, uno de los cargos eclesiásticos más importantes. En 1720 el Papa Clemente XI lo declaró doctor de la Iglesia.
Conrado de Birndorfer de Parzham: de padres labradores y juventud ejemplar, Conrado fue portero de un convento de Baviera, donde dio ejemplo de oración, caridad activa y paciencia. A pesar de su posición humilde, destacó por su profunda vida de oración, su devoción al Santísimo Sacramento y su servicio a los necesitados que acudían al convento.
Maximiano de Constantinopla: nacido en Roma, viajó a Constantinopla para realizar estudios de sacerdocio y donde más tarde se convirtió en patriarca. Es recordado por su sabiduría teológica y su defensa de la fe ortodoxa en tiempos de controversia y división en la Iglesia.
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Apolonio de Roma: conocido por su elevada condición social y profunda cultura, Apolonio fue un filósofo y senador romano que, en los tiempos del emperador Cómodo, defendió con aguda palabra la causa de la fe cristiana y por ello fue condenado a la pena capital.
El santoral cristiano también celebra hoy la onomástica de Bartolomé Cerveri, Juan Saziari, Aristo y Román Adame Rosales.
