Se conocen desde niños, pero hacía años que Irene Urdangarin y Juan Urquijo no se veían. Todo cambió el pasado verano, cuando, de nuevo, sus caminos se cruzaron gracias a Victoria de Marichalar. La hija de la infanta Elena (y prima de Irene) es muy amiga del hermano de Teresa Urquijo , una de las novias del año y mujer del alcalde de Madrid.
Para ti que te gusta
Lee 8 contenidos al mes solo con registrarte
Navega de forma ilimitada con nuestra oferta
1 año por 49€ 9,80€
Este contenido es solo para suscriptores.
CelebramosSuscríbete 1 año por 49€ 9,80€
Este contenido es solo para suscriptores.
CelebramosSuscríbete 1 año por 49€ 9,80€
TIENES ACCESO A 8 CONTENIDOS DE
Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.
Entre ellos surgió un flechazo que comenzó como una amistad especial, y, como descubrimos, en exclusiva, en ¡HOLA! esta semana, se ha convertido en una relación. Una noticia que alegra a sus familias, unidas no sólo por una gran amistad, sino, también, por lazos de sangre.
Alfonso XII, el rey que se casó por amor
Juan e Irene son descendientes directos de Alfonso XII, el rey que siguió los dictados de su corazón, casándose por amor –“como se casan los pobres”, decía una copla- con su prima María de las Mercedes de Orleans . El suyo fue un romance contra viento y marea: María de las Mercedes era hija de su tía María Luisa de Borbón y Antonio de Orleans, duque de Montpensier –y ‘enemigo’ de su madre, la reina Isabel II, quien no olvidaba su implicación en la revolución de 1868-.
Su historia, al más puro estilo ‘Romeo y Julieta’ -con dos familias enfrentadas-, cautivó a los españoles, que vieron cómo, por primera vez en su historia, se celebraba el matrimonio de un Soberano que no atendía, solamente, a razones de Estado (en 1878).
Sin embargo, la alegría duró poco. María de las Mercedes estuvo en el trono de España apenas cinco meses. Su dramática muerte -falleció en brazos de su amado marido- sumió en una profunda tristeza a Alfonso XII, que volvió a pasar por el altar, en 1879, con María Cristina de Habsburgo .
Aunque pertenecía a una dinastía que marcaba el rumbo de Europa, los Habsburgo, su recibimiento en la corte fue frío. María Cristina -Crista, como la llamaban los suyos- tenía un difícil papel. Al fin y al cabo, llegaba para ocupar el vacío dejado por una reina muy querida por el pueblo, pero gracias a su gran entereza, su inteligencia y su espíritu de sacrificio, con el tiempo, logró ganarse el respeto de los españoles.
Un reinado marcado por la tragedia
La vida de María Cristina de Habsburgo -antepasado, también, de Irene y Juan- no fue un camino de rosas y estuvo marcada por la tragedia. Cuando faltaban tan sólo cuatro días para que cumpliese 28 años, el 25 de noviembre de 1885, fallecía su marido, el rey, a causa de la tuberculosis.
La reina, devastada, no quería ni apartarse de su féretro -lavaba y vestía ella misma el cadáver con la ayuda del doctor García Camisón-.
El prometedor reinado de Alfonso XII había terminado de forma brusca y trágica, y comenzaba, para la reina viuda, una época llena de incertidumbre y sacrificios.
Los reyes tenían, en ese momento, dos hijas, María de las Mercedes -bautizada con este nombre en honor a la difunta reina y primera mujer de Alfonso XII- y María Teresa. Ningún hijo varón. A falta de heredero, la infanta Mercedes, con apenas cuatro años, se había convertido en princesa de Asturias y sucesora de la Corona.
Pero, en un nuevo giro del destino, tras el fallecimiento de Alfonso, se anunciaba que la reina -que asumió los rangos de reina regente y gobernadora del país- esperaba su tercer hijo. El 17 de mayo de 1886 nacía su hijo Alfonso -el futuro rey Alfonso XIII, abuelo del rey Juan Carlos y bisabuelo de Irene Urdangarin-, y, desde ese momento, el pequeño se convirtió en el centro de la vida palaciega.
María Cristina se obsesionó con la crianza del pequeño Alfonso, y su cuidado se tornó en una nueva preocupación para la soberana. La frágil salud del príncipe heredero condicionó, también la vida de su hermana mayor, María de las Mercedes, que estuvo muy cerca de tener que asumir una Corona que estaba siempre en el punto de mira.
Un nuevo amor contra viento y marea
María de las Mercedes era princesa de Asturias y, por lo tanto, su futuro matrimonio se había tornado en un asunto de Estado. Debía encontrar un buen candidato… Pero, de nuevo, al igual que su padre, Alfonso XII, la joven estaba decidida a hacer lo que dictaba su corazón.
María de las Mercedes se enamoró de su primo, Carlos de Borbón, príncipe de las Dos Sicilias (abuelo del rey Juan Carlos y de doña Teresa de Borbón y Borbón, abuelo materno de Irene Urdangarin y abuela materna de Juan Urquijo, respectivamente). Podía ser, a priori, un candidato ideal -dado que era miembro de la rama de los Borbones que había reinado en Nápoles y Sicilia-, pero su romance planteaba un gran problema para la Corona española.
María era la heredera al trono español, mientras que Carlos de Borbón figuraba como posible futuro heredero de la jefatura de la casa de las Dos Sicilias, y era hijo del conde de Caserta, un antiguo general del Ejército carlista, lo que levantaba muchos recelos entre la clase política española.
Su matrimonio exigía, además, un especial acuerdo dinástico entre las dos familias Borbón, la napolitana y la española, como señala María José Rubio en su libro Reinas de España. Según la Pragmática de Carlos III de 1759, las casas de Nápoles y de España jamás podrían estar unidas ni representadas por un soberano común. Por tanto, para no ir en contra de la ley familiar -y no perjudicar la posición de la princesa de Asturias-, se decidió que el príncipe Carlos se nacionalizase español, pasase a formar parte a todos los efectos de la casa real española, renunciase a formar parte a todos los efectos de la casa real española y renunciase, también, a sus eventuales derechos a la casa real de las Dos Sicilias -en un acuerdo conocido como Acta de Cannes-.
La noticia de su boda produjo un gran revuelo, pero María Cristina apostó en todo momento por la felicidad de su hija, y elevó a su futuro yerno a la dignidad de infante de España , y concediéndole el Toisón de Oro y la Orden de Carlos III.
El día de los enamorados, el 14 de febrero de 1901, María de las Mercedes y Carlos de Borbón-Dos Sicilias se casaban en Madrid, donde se decretó estado de sitio y se dispusieron tropas para evitar los disturbios y manifestaciones contra el enlace que se habían sucedido los días anteriores.
El 30 de noviembre de 1901 el feliz matrimonio daba la bienvenida a su primer hijo, el infante Alfonso, padre de doña Teresa de Borbón y Borbón (abuela de Juan Urquijo), y del infante don Carlos, el adorado primo del rey Juan Carlos y padre del actual duque de Calabria, Pedro de Borbón-Dos Sicilias.
En 1902 llegaría el infante Fernando; y dos años después, en 1904, María de las Mercedes daba a luz a la infanta Isabel Alfonsa. Después de un parto con muchas complicaciones -que se había adelantado varias semanas-, la princesa fallecía a las pocas horas.
María Cristina, devastada por la prematura muerte de su primogénita, permaneció durante casi seis horas en la habitación, rota de dolor y aferrada al cuerpo de la joven. Era un nuevo golpe atroz para la Reina y el luto volvía a palacio –en 1912, la tragedia volvía a cebarse con la familia, al morir, con sólo 29 años, su otra hija, María Teresa-.
El rey Juan Carlos y la princesa Teresa de Borbón y Borbón, la amistad de dos primos
Don Carlos de Borbón-Dos Sicilias volvió a casarse, y rehízo su vida junto a otra princesa, Luisa de Orleans. La pareja tuvo cuatro hijos: Carlos, María de los Dolores, María de la Esperanza y María de las Mercedes , condesa de Barcelona, madre del rey Juan Carlos.
Los abuelos de Irene Urdangarin y Juan Urquijo son, por tanto, primos. Pero, más allá de los lazos de sangre, les une una amistad que ha trascendido generaciones.
“He oído hablar mucho más sobre la Reina María Cristina, abuela queridísima de quien mi padre era el nieto mayor”, nos contaba doña Teresa, hace unos años, sobre sus antepasados reales. “Como anécdota curiosa puedo contarle que heredó del Rey Francisco su colección de Quijotes, pero cuando entró en su posesión con la mayoría de edad quedaban solamente dos y de poca importancia. Años sin vigilancia en unas estanterías de palacio resultaron ser demasiado tentadores”.