Como ocurrió en su momento con Jackie O., con Audrey Hepburn o la princesa Gracia de Mónaco, la Casa de Pilatos de Sevilla volvía a concitar en su patio renacentista, entre el rumor de sus fuentes y los naranjos en flor, a la alta sociedad sevillana el día previo al “Alumbrao” del Gran Ferial de la capital hispalense. Una noche en la que la editora Martine Assouline presentaba un nuevo volumen sobre la ciudad. Con este motivo, el duque de Segorbe, Ignacio Medina y Fernández de Córdoba, y su esposa, Luisa de Orleans y Bragança-Dos Sicilias, abrían las puertas del emblemático palacio Pilatos, sede de la Fundación Casa Ducal de Medinaceli. De manera inesperada, cruzaba el umbral de este palacio su sobrina y actual jefa de la Casa Medinaceli, Victoria de Hohenlohe-Langenburg.
De esta forma, Victoria —y su esposo, Maxime Corneille— regresaba a palacio, casi once años después de que estallaran, en agosto de 2013, las diferencias familiares por el legado de la legendaria abuela, Mimi Medinaceli. De hecho, Victoria no recibió el permiso de su tío para poderse dar el ‘sí, quiero’ entre los muros de esta casa. La joven con más títulos nobiliarios de Europa regresó de la mano de sus primos los duques de Feria, Rafael de Medina y Laura Vecino, y en palacio se reencontró con sus ‘otras’ primas, Sol y Luna Medina, condesas de Ampurias y Ricla, respectivamente, así como con otros invitados como Vega Royo-Villanova, Begoña y Pedro Trapote, El Juli con Rosario Domecq, Miguel Báez ‘El Litri’ y Casilda Ybarra , Rocío Peralta o Jaime de Marichalar, a quien se le unió, más tarde, cuando comenzó a sonar el flamenco en la garganta de Mara Rey, su hija, Victoria de Marichalar.