“Con ellas me río hasta llorar”, dice recordando momentos inolvidables de unión y complicidad entre hermanas. Son las cuatro mosqueteras, siempre juntas en lo bueno y en lo malo. Y toca celebrar. Porque Ana Cristina, la pequeña de las hijas de la inolvidable Sandra Domecq, nacida de su matrimonio con el empresario y fotógrafo gaditano Fernando Portillo, se casa. Nos lo cuenta ella misma, emocionada y feliz de haber tomado la decisión, porque está en la mejor etapa de su relación con el ingeniero industrial Santiago Camacho, a las puertas de cumplir, en mayo, siete años de noviazgo. Tendrá lugar el 28 de septiembre, en la catedral de Jerez de la Frontera. Y como no podía ser de otra manera, la celebración será en la finca ‘Santiago’, que perteneció a sus abuelos el bodeguero Beltrán Domecq González y Ana Cristina Williams, en cuyo honor lleva el nombre. Era, por tanto, la casa de su madre y, por ende, la suya, un lugar muy cerca de su corazón y del de sus hermanas mayores, Alejandra, Eugenia y Claudia, que también organizaron allí sus enlaces. Entre los invitados, no falta el padre de estas, Bertín Osborne, para quien Ana Cristina es como otra hija en esta gran y bien avenida modern family que forman de la unión de las tres familias.
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—Ana Cristina, se te ve muy feliz.
—Sí, estoy muy contenta.
—Hay una buena noticia para estar así de contenta.
—Sí, nos casamos el 28 de septiembre, en Jerez de la Frontera.
—No podría haber sido otro lugar.
—Claro, obviamente, en mi casa.
—¿Será también en la iglesia de San Miguel, donde se casaron tus hermanas?
—No, será en la catedral, soy la primera y la única —ríe—. En la catedral me bauticé y también hice la Comunión y me gustaba la idea de seguir esa tradición de volver allí. He visto muchas fotos de mis padres bautizándome y recuerdo perfectamente el día de mi Primera Comunión junto a ellos. La verdad es que me hacía ilusión.
“Nos casamos el 28 de septiembre en la catedral de Jerez de la Frontera”
—Parece que queda mucho tiempo para la boda, pero tampoco es tanto.
—Totalmente —ríe—. Pero bueno, tenía claro que no quería estar un año organizando. Así creo que es mucho más fácil, no hay tanto tiempo para dudar de si una cosa u otra, vas a tiro hecho.
—¿Quiere decir que os habéis comprometido hace poco?
—Nos comprometimos hace un tiempo, pero por motivos personales optamos por no empezar a organizar ni casarnos en ese momento. Y bueno, ¡lo hemos decidido hace dos semanas! Hemos volado —ríe—.
—Llevas siete años con Santiago. ¿Qué te dijeron tus hermanas cuando contaste que te casas?
—Todas se pusieron a llorar de la emoción. Adoran a Santi y sí me preguntaban: «Pero ¿cuándo te vas a casar?».
—¿Cómo se lo dijiste?
—Con Eugenia es imposible cuadrar, íbamos a quedar a comer ella, Claudia y yo, pero no podía, así que me planté a las ocho de la mañana en su casa, con la excusa de que me tenía que ayudar con las telas, porque estaba muy indecisa. Y en un momento estábamos hablando de ropa, o algo así, y le pregunté: “Entonces, ¿qué te vas a poner para mi boda?”. Se quedó mirándome y me dijo: “¿Qué?”. “Pues que ¿qué te vas a poner para mi boda?”, repetí y ya arrancó: “¡Te casas!”. Y después llegaron los abrazos, lágrimas y saltos. Fue muy divertido.
—¿Después a quién le tocó el turno?
—Luego se lo conté a Claudia. Me fui a su casa a comer y no sabía cómo decírselo, porque no estaba saliendo el tema. Cuando acabamos me dijo: “¿Quieres tomar algo?”. “Venga vale, un helado”. Nos sentamos en el sofá y yo venga a comer helado sin parar, porque no salía el tema —ríe—. De repente, la veo que pone la televisión y empieza a acurrucarse, como para dormirse una siesta, así que la miré y le dije: “Claudia, que me caso, estoy viendo que te vas a dormir y te lo quiero contar” —ríe de nuevo—. Y acabamos también llorando.
“Celebrar la boda en mi casa es un sueño, como hicieron mis hermanas, y una manera también de estar más cerca de mi madre”, dice recordando a Sandra Domecq
—Y ya solo quedaba Alejandra.
—Mis hermanas son como imposibles. Venga a llamarla, primero estaba en una cena; al día siguiente, no me contesta; luego me llama ella y yo no podía responder… Así que cuando, por fin, consigo hablar con ella, un poco lo mismo. ¡Y otra llorando! Me decía: “¡Qué bien, cómo me gusta mi cuñado!”.
—Vamos, que Santi es uno más de la familia.
—Creo que, si tuviesen que elegir, a lo mejor lo elegirían a él. Es el preferido de los dos —ríe—.
—Tendrían ganas de que te casaras.
—Sí, totalmente. Pero es verdad que hemos mantenido la relación a distancia mucho tiempo, y yo siempre digo que eso cuenta como la mitad. Mi hermana Claudia, cuando me dio el ramo, me dijo: “Espero que el día que te cases lo hagas tan enamorada y tan segura como yo”. Lo recuerdo y me emociono.
—Quieres decir que este es el momento adecuado. ¿Por qué ahora y no antes?
—Si estás con una persona es porque te quieres casar con ella, yo lo tenía muy claro. Pero creo que hemos acertado con el momento. Las relaciones tienen altibajos y estamos en el mejor momento. Hacemos siete años en mayo y me parecía imposible llegar a estar tan bien. Porque, además, como todo el mundo te dice que las relaciones maduran y esto se pasa… y yo siempre le había tenido mucho miedo al matrimonio por lo que ves en casa, ¿no? Pues me caso con los ojos cerrados, y pensé que para mí sería imposible. Eso que se dice que la gente se vuelve loca cuando se va a casar... Me he vuelto loca, estoy en una nube, estoy tan feliz… Estoy muy contenta.
“Mi vestido lo va a hacer Jorge Acuña; es un diseñador que me encanta e íntimo amigo mío. No va a ser muy tradicional, pero tampoco algo superoriginal”
—En anteriores ocasiones cuando te preguntaban siempre ponías un poco de distancia, “llegará cuando tenga que llegar”, decías. Y ha llegado
—Sí, es una relación madura, hemos hablado las cosas, y estamos…vamos, creo que él también…pero yo estoy hiper enamorada. Todo el mundo me dice: “Ya es hora” y les respondo: “No, este es el momento perfecto”. Estoy feliz de que sea ahora y no antes ni más tarde.
—Con el verano de por medio y no mucho tiempo, ¿vas a organizar tú la boda o te estás dejando ayudar?
—Me estoy dejando ayudar mucho por mis hermanas, la verdad.
—¿Quién te aconseja más o te da más ideas?
—Claudia, porque se casó hace poco, lo tiene más reciente. En cuanto a la organización en mi casa, ella me guía muchísimo sobre cómo lo vivió, los proveedores que le gustaron, etcétera. Un lugar muy especial
—¿Nunca barajaste la posibilidad de celebrar la boda en un sitio que no fuera la finca ‘Santiago’, la casa de tus abuelos, de tu madre, la tuya en definitiva?
—¡Qué va! No. Celebrar mi boda allí es mi sueño, como hicieron mis hermanas, y una manera también de estar más cerca de mi madre.
“A Alejandra, Eugenia y Claudia se lo conté por separado porque son imposibles para quedar. Todas se pusieron a llorar. Adoran a Santi, ¡es el preferido de los dos!” —ríe—
—La echas de menos siempre y la llevas en el corazón. En un día tan importante para ti, ¿cómo te va a acompañar, has pensado en algún homenaje?
—Pues no sé, la verdad es que no lo he pensado y supongo que tampoco lo he querido pensar.
—¿Cómo lo estás preparando, cómo quieres que sea tu boda?
—Yo quiero que sea muy tranquilo, muy cómodo, en el jardín, en definitiva, una boda muy sencilla, porque es, al final, lo que nos representa a nosotros. Somos muy relajados… Todo en confianza y tranquilo.
—¿De mañana o de tarde?
—De mañana, para aprovechar el día. Yo creo que con la edad a la gente le empiezan a apetecer más los planes de día.
—Dices que quieres algo sencillo, pero ¿piensas en algo íntimo o se ha disparado la lista de invitados?
—(Risas). Es que somos muchos. Piensa que tengo tres familias.
—Por parte de madre, de padre y de Bertín…
—Claro. Mi tía Chata, hermana de Bertín, y todas mis tías… Son tres familias. En la primera lista me han salido unos cuantos invitados —ríe—. Y como soy su única hija, mi padre va a invitar a varios amigos con los que también tengo mucha relación y me hace ilusión que vengan. Y tengo muchas amigas del colegio de Sevilla, las de Jerez, de cuando vivía allí, luego de la universidad, del trabajo… Es un caos.
—¿Qué te ha dicho Bertín cuando le has contado la noticia?
—Aún no se lo he dicho. Acabamos de empezar y casi no nos ha dado tiempo, pero sé que se va a alegrar mucho. Mis hermanas y mis testigos lo tenían que saber muy rápido, porque las voy a vestir yo y me tenían que decir lo que quieren.
“Mi padre será el padrino, está muy emocionado, soy su única hija. Yo creo que estaba deseando… Bueno, todo el mundo estaba deseando que me casase”
—Siempre ha dicho que eres como una hija y con él tienes una relación especial.
—Sí, claro, le quiero mucho y para mí es muy importante que esté. No puede faltar.
—¿Os veis a menudo?
—Hace bastante que no le veo, creo que desde que nació Violeta, la segunda hija de Claudia. Pero es que coordinarnos todos es difícil, cuando puede uno, el otro no. Vestidas con sus telas
—Comentas que vas a pintar específicamente las telas de tus hermanas y testigos.
—Sí, hay alguna que ha elegido cosas que ya están hechas, algo que agradezco un montón, porque me han ahorrado bastante trabajo.
—¿Y te va a dar tiempo a todo? ¿Cuántos vestidos tienes que hacer?
—Pues 23, mis tres hermanas y mis 20 testigos. Pero te diré que voy bastante bien —ríe—. Yo no hago el vestido, les regalo la tela personalizada con el estampado y los colores que elijan, para que cada una se lo confeccione a su gusto. Lo que quiero es darles ese regalo y que estén felices. De ahí la prisa, porque ellas también necesitan ese margen. La verdad es que me hace mucha ilusión. Además, como todas son personas tan diferentes, me encanta ver cómo cada una refleja su personalidad en esas telas. Y muchas son muy desafiantes.