Caritina Goyanes ha fallecido este lunes, 26 de agosto, a los 46 años de edad. La empresaria nos ha dejado de forma inesperada y tan sólo diecinueve días después que su padre, Carlos Goyanes, que murió el pasado siete de agosto en su casa de Marbella, donde disfrutaba de sus vacaciones. Un nuevo y durísimo golpe para la familia Goyanes-Lapique en muy poco tiempo.
Ante su último adiós, recordamos el posado más familiar de la chef de la familia, el último que protagonizó en las páginas de ¡HOLA! En esta sincera entrevista, posaba junto a su madre, Cari Lapique, y su hija MiniCari. Abuela, madre y nieta. Tres generaciones de mujeres que, más allá del tiempo y los avatares de la vida, ya saben, esos que dejan a su paso sus marcas en la piel, se mostraban como gotas de agua.
Desde últimos avances en tecnología estética a remedios caseros sin base científica alguna para que, por arte de birlibirloque, cierre debidamente el vaquero o la piel resplandezca tersa y suave como… como la de MiniCari. Y ya les digo que ambas cosas son muy difíciles. Casi, casi imposibles porque, primero, el catering de Caritina te invita a alimentar cuerpo y alma o ambas cosas a la vez. Y permítanme el inciso ahora, pero un amigo íntimo decía que era imposible encontrar un jamón tan ibérico como el de Cari, a no ser que encima le pulverices medio frasco de aceite de bellota, porque así no hay nada igual... (Se me pasó preguntarles por este tema, disculpen, aunque, a buen seguro, forma parte de los secretos de la chef). Pero, volviendo al juego de los imposibles, aquí va el segundo. Porque competir con MiniCari, obviamente, es un absurdo… Verla jugar entre las burras de una boutique de Marbella para guarecerse de la lluvia de esta Semana Santa era pura fascinación. Por gracia, inocencia y, como diría una abuela (o ‘abuelona’, tal y como llaman a Cari), esa carita guapa es para comérsela.
Hemos tenido el lujo de gozar de su intimidad por unas horas y compartir con ellas una de esas charlas que, quizás, pasan en todas las casas, pero esta es la suya, matriarcal, colorista y común, pero nada corriente. En concreto, hemos estado en el hogar de Cari hija, Caritina, donde se conjuga el confort que necesita una familia joven y activa con piezas icónicas del arte contemporáneo y el pop. Clasicismo y vanguardia, que siempre es receta ganadora. A madre e hija ya las conocemos. En todas sus facetas: mujeres trabajadoras, fuertes, madres coraje, protagonistas de fiestas y ‘ecos de sociedad’ a las que no se les caen los anillos cuando hay que remangarse. Con MiniCari da gusto ver una niña tan bonita sin pixelar, como en los reportajes de antaño. Si tenemos suerte, también la veremos en los futuros, porque la niña quiere ser actriz. Zambúllanse en su conversación y sus recuerdos, porque seguro que se sentirán identificadas y, de repente, rememorarán los suyos. Vamos a ello.
—Dicen que, cuando tienes hijos, comienzas a entender los miedos de tus padres, su forma de ser, sus manías, también sus malos prontos… ¿Ya te ocurre eso con MiniCari?
Caritina.—¡Ser madre es el trabajo más complicado que existe! Nunca sabes bien cuándo lo haces bien o cuándo lo haces mal, pero lo que sí intento siempre es hacerlo con amor.
—¿Cómo es MiniCari? ¿A quién se parece? ¿Qué le gusta? ¿Apunta manera de…?
Caritina.—¡Es única! Tiene una personalidad envidiable y se pone el mundo por montera. Es buena, generosa, cariñosa, responsable, superdivertida, listísima, rápida y superperseverante. La cambié de colegio hace poco y, en un verano, aprendió un idioma totalmente ajeno a ella. Tiene mucho, tanto de Matos como mío, y tanto físicamente como de forma de ser. Le encanta estar con sus amigas, con su familia, ver series, esquiar, comer ‘japo’, maquillarse y ponerse todo tipo de cremas, jugar a las cartas, fastidiar a su hermano, la ropa…
—Caris, ¿vosotras cómo sois como madres intuitivas? ¿Protectoras? ¿Metomentodo? ¿Dejáis la cuerda larga?
Cari.—Yo me siento muy protectora, tanto de Cari como de Carla... Hasta ahora incluso, y ¡con la edad que tienen!
CARITINA.—Yo... estoy bastante encima, pero les dejo su espacio y su tiempo. Creo que es importante que se equivoquen, que sean consecuentes con sus errores y que aprendan de ellos.
Pasado y presente
—¿Cómo ha sido vuestra relación de madre-hija? ¿Ha cambiado con el tiempo? ¿Os entendéis mejor ahora?
CARITINA.—Aunque siempre hayamos estado supersuperunidas, obviamente, hemos tenido épocas complicadas... Como mi adolescencia, que di noches y días de gloria (risas).Entiendo que, entonces, sacaba de quicio a cualquiera...
—¿Y piensas ya en cómo será de mayor MiniCari, si se parece a la que tuviste tú con tu madre y todo eso?
CARITINA.—A mí, lo único que me importa es que de mayor sea buena. Ahora es como una pegatina que tengo todo el día. Soy consciente de que crecerá y que nuestra relación pasará por mejores y peores momentos, pero siempre intento pasar tiempo con ella, hablar con ella, que me cuente las cosas… Creo que es importantísimo crear una relación de confianza.
—Eso que hicieron tus padres contigo y que te gustaría repetir, y eso que, sin embargo, vas a intentar cambiar... Que ya sabes que se suelen calcar los patrones y que, sin darnos cuenta, hacemos justo aquello que odiábamos de nuestros padres… ¿Estás preparada?
CARITINA.—¡¡¡Nunca se está preparada!!! Educar es complicadísimo y nosotros, Matos y yo, intentamos hacerlo lo mejor posible, pero no siempre acertamos. Nadie tiene la verdad absoluta y cada niño es distinto. Estoy segura de que mis padres hicieron exactamente lo mismo con nosotras. Pasamos muchísimo tiempo con ellos y hacemos un montón de planes juntos, e intentamos educarlos en el amor, en la transigencia, en la generosidad, exactamente igual que hicieron conmigo. Es verdad que a mí me ataban muy en corto... Y yo, a Pedrito y MiniCari, les dejo un poco más de ‘libertad controlada’.
—Cuando sea mayor MiniCari, ¿qué te gustaría que dijera de ti?
CARITINA.—Me encantaría que me admirase como yo admiro a mi madre.
—Tú, Cari, ¿le diste muchos consejos a Caritina sobre la maternidad?
CARI.—Se los intento dar día a día a medida que sus hijos van creciendo. Aunque los tiempos van cambiando, las bases, los valores a inculcar… para mí, son los mismos.
—¿Cómo la ves a ella como madre?
CARI.—Ejemplar, así te lo digo. Se ocupa de sus hijos las 24 horas del día. Tiene una capacidad brutal para poder con todo.
—Cuando se es abuelo, el amor a los nietos es distinto, ¿no? Más profundo… ¿Eso es así?
CARI.—Mira, yo me muero de amor por mis nietos.
—También se dice que los abuelos son más permisivos, más tolerantes con los nietos que con los hijos… ¿Respondes al cliché?
CARI.—Totalmente. Aunque, como los veo muy a menudo, les consiento menos de lo que me gustaría.
—Eres una mujer de espíritu joven, roquero y vitalista… Saberte abuela ¿te choca? Porque tú no tienes nada que ver con esa imagen de abuelita cuentacuentos con toquilla y moño…
CARI.—Me encuentro en una etapa de mi vida maravillosa y, aunque esté todo el día moviendo el tacón y entrando y saliendo, y sin moño ni toquilla (risas), ser abuela es lo mejor que me ha pasado nunca.
—¿Cuáles son esas zozobras que tienes como abuela, tanto con tus hijas como con tus nietos?
CARI.—Me imagino que las que tiene todo el mundo: que no les pase nada, que estén bien y que sean felices, ¿no?
—¿Llevaste bien convertirte en abuela?
CARI.—Uy, yo, ¡fenomenal! Creo que es de las cosas que más ilusión me han hecho en la vida!
—¿Cómo te llaman tus nietos?
CARI.—Parece mentira que me lo preguntes (risas)... ¡“Abuelona”!
—Ser esposa, madre y empresaria con un negocio que va como un tiro… ¿Te recuerda a eso de “cómo ser mujer y no morir en el intento”? ¿Cómo se compatibiliza y concilia todo?
CARITINA.—Se intenta ordenando prioridades y organizándome como puedo y, sobre todo, siendo consciente de que no voy a poder llegar a todo y que, alguna vez, habrá que dejar algo por el camino...
—¿Pides ayuda a tu madre? ¿Qué te da ella como abuela que, como madre, a lo mejor era de otra manera?
CARITINA.—Uff... ¡¡¡Ella me lo da todo!!! La verdad es que tiene una disponibilidad al cien por cien para mí y los niños.
Proyectos
—¿Qué planes tienes con el catering, Cari? ¿En qué estás trabajando?
CARITINA.—De momento, estoy centrada en preparar bien la supertemporada que tenemos por delante y en dar las gracias a Dios por tanto trabajo. Y... estamos con un par de proyectos por delante, pero, de momento, son solo proyectos.
—Oye, y a ti la tele... ¿nunca te ha tentado? Sobre todo, ahora que hay tanto cooking show y la cocina se ha convertido en algo que interesa a todo el mundo...
CARITINA.—Yo siempre he considerado la cocina y la gastronomía como un arte, así que no me puede encantar más que, ahora, se le esté dando su sitio.
—En tu cocina, ¿pasa eso de “en casa del herrero, cuchillo de palo”? ¿Es Matos quien guisa? ¿Los ‘enanos’ te comen bien o es una batalla campal?
CARITINA.—(Risas). Yo, desde luego, en casa entro poco en la cocina… Eso sí que no forma parte de mis prioridades (risas). Y tanto MiniCari como Pedrito son de muy buen comer. Los hemos acostumbrado, desde pequeños, a comer y a cenar con los mayores, tanto en casa como fuera. Eso sí, tengo una guerra: ¡las verduras no quieren ni verlas!
—¿La casa de los Goyanes es tan matriarcal como parece? ¿Quienes mandan son las chicas y las chicas son... guerreras?
Al unísono.—¡Mandamos, aunque no siempre nos dejan! (Risas).
CARI.—MiniCari es nuestra superguerrera
—Con Pedrito, Carlos, Santi y Beltrán, ¿te has desquitado de haber tenido como madre solo niñas? Dicen que las niñas son más cicateras…
CARI.—Pues fíjate que a mí me ha ido estupendamente con mis niñas, pero estoy más que feliz con mis cuatro hombres.
—¿Carla y Cari son muy distintas entre sí? ¿Cómo se llevan las hermanas?
CARI.—Son totalmente diferentes en algunas cosas, pero tienen muchas en común en lo más importante. Son madres volcadas en sus hijos, son supertrabajadoras y muy buenas y generosas.
—Vosotras, en realidad, ¿cómo os lleváis, Cari?
CARITINA.—(Risas). Yo adoro a mi hermana, pero sí es cierto que somos opuestas. Discutimos y nos peleamos, pero todo vuelve rápido a su cauce.
—¿Sois una familia de estar siempre junta, de vacaciones, de cenas… o más de ocasiones especiales y, luego, cada uno tiene su espacio?
CARITINA.—Mira, estamos todo —pero todo— el día ¡juntos! Nosotros vivimos un piso más abajo de mis padres y mis hijos, todos los días, pasan un rato con sus abuelos. De hecho, te diré, aunque un ‘finde’, de repente, nos escapemos nosotros cuatro, todas las vacaciones y las celebraciones las pasamos siempre con toda la familia.
—Como abuela, Cari, ¿qué es eso que has intentado inculcar a tus hijas y, ahora, inculcas a tus nietos?
CARI.—Para mí, lo más importante y lo que les he intentado enseñar es que sean buenas personas, transigentes, generosos y trabajadores.
—¿Cómo ves a tu hija Cari en la madurez? ¿Con su familia, con su empresa, su ‘carrerón’...? ¿Has estado muy encima?
CARI.—En cuanto a lo personal, siempre he intentado aconsejarles a mis hijas desde la experiencia que te da la edad, pero siempre respetando sus decisiones. En el tema profesional, mientras que Carla ha ido más de nuestra mano, Cari siempre ha sido más independiente.
El futuro
—MiniCari y Pedrito se van haciendo mayores… Cari, ¿cómo te ves lidiando con la adolescencia?
CARITINA.—Uy, pues esperando que sea lo más cortita posible (risas)…
—¿Eres madre y amiga o esa dualidad no va contigo?
CARITINA.—Aunque la confianza es lo más importante, tiene que haber un respeto. Tanto de ellos hacía nosotros como de nosotros hacía los niños. Dicho esto, somos amigas, por supuesto, pero, ante todo, soy su madre . Pasamos muchísimo tiempo con ellos, para lo bueno y para lo malo.
—MiniCari, a ti, ¿qué te gustaría ser de mayor?
MINICARI.—¡Actriz! ¡Practico en casa!
CARITINA.—Te diré que ya lo es un poco… (Risas).
—Estás superunida a tu ‘abuelona’, ¿qué es lo que más te chifla de ella?
MINICARI.—Su armario y su tocador. Y me encanta ir con ella de compras, desayunar con ella en la cama, y estoy deseando que me deje su ropa y, sobre todo, ¡sus zapatos!
—Ay, Cari... Me da que, cuando hay una regañina, es difícil elegir bando...
CARI.—(Risas). “La ‘abuelona’ no se mete” porque entiende que, a veces, esas regañinas son necesarias, pero yo, en el fondo de mi alma, estoy sufriendo por mi nietos.