Irene Urdangarin continúa su misión humanitaria en Camboya. A sus 18 años, sus deseos de explorar mundo, pero también de mejorarlo tendiendo la mano a los más desfavorecidos, le hicieron volar a miles de kilómetros de casa. Y la estrecha relación de su familia con monseñor Enrique (Kike) Figaredo la llevó a Battambang, el corazón de una región con una herencia mortal al ser el territorio más minado del país y también una de las provincias más pobres.
La única hija de la infanta Cristina llegó en la segunda quincena de enero, según informó ¡HOLA!, y el jesuita español fue el encargado de guiarla en sus primeros pasos, mostrándole la ciudad, las costumbres y la que sería su labor durante este año como voluntaria en la ONG Sauce. Casi tres meses después, Irene es una más en el lugar entre otros jóvenes, algunos de ellos también españoles, y profesionales que han encontrado su camino en la ayuda humanitaria, con los que ha forjado una relación excelente.
Prioriza su labor sobre todo lo demás y aunque ha habido varios acontecimientos familiares, como la boda de Teresa Urquijo y José Luis Martínez-Almeida, su tiempo es ahora para los más desfavorecidos
Y no solo se ha adaptado a su vida de cooperante, sino que, según ha podido saber ¡HOLA!, siente que este viaje es lo mejor que le ha podido pasar y está feliz y encantada de esta experiencia que está superando con creces todas sus expectativas, independientemente de todo lo bueno que le habían contado ya su madre y su hermano Juan. Prioriza su labor sobre todo lo demás y aunque ha habido varios acontecimientos familiares, como la boda de Teresa Urquijo y José Luis Martínez-Almeida, su tiempo es ahora, y al menos hasta el verano, para los más desfavorecidos.
La descubrimos en estas imágenes sobre el terreno, integrada, atendiendo las necesidades del día a día, aunque últimamente han cambiado algunas rutinas y horarios. Pantalones cortos, jeans, camisetas, deportivas y también menorquinas, el calzado preferido de su abuela la Reina Sofía en los veranos de Palma, conforman su maleta de voluntaria. En una de las fotos la vemos empujando una silla de ruedas del taller del centro de acogida, que levantó Kike Figaredo, prefecto apostólico de Battambang y presidente de Cáritas Camboya, como respuesta a una necesidad y en homenaje a Pedro Arrupe sobre las ruinas de la iglesia de la ciudad, destruida por el régimen de Pol Pot, en 1978.
Ha cambiado mucho y, hoy día, alberga, además de los dormitorios de los jóvenes y de sus cuidadores, también discapacitados, un comedor, un centro de estudio y el citado taller. Irene comparte con otra joven una pequeña casita en el mismo Centro Arrupe, dentro del recinto de la Prefectura, situado en el barrio católico. Y mientras ayuda a otras personas a encontrar un futuro, decide el suyo propio.