Castello Sonnino domina los valles del Chianti. La propiedad, un castillo del siglo XVI fortificado, con una torre del XII perfectamente conservada, se erige en una finca vinícola de 150 hectáreas en el pueblo de Montespertoli, en la Toscana, a 20 kilómetros al sur de Florencia.
La baronesa Caterina de Renzis Sonnino vive junto a sus hijos, Virginia y Leone, en este tesoro histórico que ha sobrevivido al paso del tiempo y que la familia De Renzis Sonnino habita desde el siglo XIX, cuando fue adquirido por el barón Isacco Sonnino. También fue el hogar de Sidney Sonnino, primer ministro de Italia y posteriormente ministro de Asuntos Exteriores durante la Primera Guerra Mundial.
Las edificaciones donde vivió y trabajó se conservan intactas y albergan el Archivo Sidney Sonnino, “que contiene documentos muy importantes, entre ellos, la copia original del Tratado de Versalles —nos cuenta la baronesa—, documentos sobre la fundación de la Sociedad de Naciones (hoy la ONU), documentos sobre Palestina, documentos secretos... Parte de su famosa biblioteca también está aquí. En su época, se consideraba una de las dos bibliotecas más importantes en manos privadas en Italia”.
“El punto más sobresaliente es la torre medieval, que data del siglo XII, pero el lugar es mucho más antiguo. Era un ‘castrum’ romano, el espacio donde se alojaba el ejército”
En 1987, la llegada del barón Alessandro y la baronesa Caterina de Renzis Sonnino marcó el comienzo de una nueva etapa en el castillo, tras 80 años deshabitado. La restauración conservadora, el compromiso con la protección del patrimonio histórico-cultural y el relanzamiento de la actividad vitivinícola han convertido Castello Sonnino en uno de los lugares más interesantes de la Toscana, además de uno de los mejores productores de chianti florentino.
La baronesa es fotógrafa, pintora y, desde hace años, trabaja como diseñadora gráfica realizando las etiquetas de los mejores vinos de Italia
—Caterina, ¿cómo se sintió la primera vez que entró en el castillo?
—Un poco asustada, la verdad, porque no sabía nada de este lugar. Somos la primera generación Sonnino que vive en familia en esta casa: niños, amigos, perros... Además, estaba muy oscuro, no sabía lo grandes que eran los espacios hasta que pude abrir la ventana del salón de Flora y Fauna. La luz del sol explotó en la habitación y me encontré en el jardín encantado más hermoso y onírico, lleno de flores y pájaros. De repente, tomé la decisión de quedarme.
“Conocí a Alessandro en 1979. Quedé atrapada por el ingenio y el espíritu elegante de mi apuesto marido. Un ser humano altamente cultivado y lleno de vida. Juntos vivimos 37 años felices”
—¿Qué nos puede contar sobre la historia y arquitectura de Castello Sonnino?
—El punto más sobresaliente es la torre medieval, que data del siglo XII, pero el lugar es mucho más antiguo. Era un castrum romano, el espacio donde se alojaba el ejército. La villa principal fue construida en el siglo XVI por la familia Machiavelli y es un edificio típico del Renacimiento. Las construcciones de la granja, como las bodegas, son del siglo XVII. Era un microcosmos perfecto y totalmente autosuficiente, desde el sistema de recolección de agua hasta la fábrica que proporcionaba ladrillos, todo tipo de cultivos, animales... Alrededor de mil personas vivían en la propiedad, que, hasta después de la Segunda Guerra Mundial, se extendía sobre mil hectáreas de tierra.
“Cuando entré por primera vez en el castillo, estaba un poco asustada. Además, estaba muy oscuro, no sabía lo grandes que eran los espacios hasta que abrí la ventana del salón de Flora y Fauna”
—Es usted una gran artista. Háblenos de sus grandes pasiones.
—Desde hace 30 años trabajo como diseñadora gráfica, especializada en envases de vino y alimentos, un trabajo que disfruto mucho. Normalmente desarrollo toda la imagen de una empresa. Es un trabajo a medida, donde tienes que respetar la personalidad del cliente, hacer una meticulosa investigación de marketing para posicionar los productos adecuadamente, teniendo en cuenta al consumidor final, la zona geográfica, el precio... Tuve la suerte de trabajar con algunas de las bodegas italianas más conocidas y, en España, para las fabulosas bodegas de Entrecanales Domecq. La fotografía y la pintura son otras de mis pasiones, he hecho muchos reportajes de bodas. Los arreglos florales me dan la oportunidad y la alegría de trabajar en contacto directo con la belleza. Es una especie de meditación, ya que suelo utilizar hojas y flores que recojo yo misma. El resultado es más espontáneo y grandioso. Las composiciones secas tienen la ventaja de durar mucho tiempo. Una habitación se vuelve realmente suntuosa y más viva.
“La luz del sol explotó en la habitación y me encontré en el jardín encantado más hermoso y onírico, lleno de flores y pájaros. De repente, tomé la decisión de quedarme”
—¿Cuál es su habitación favorita del castillo?
—Lo que más me gusta es la luz que inunda el interior de Sonnino; todavía ‘navego’ por las habitaciones y mi sentido estético se llena de alegría cuando capturo las luces y los reflejos. ¡Me llamo a mí misma “la Viajera Misteriosa”! El salón de Flora y Fauna, lleno de colores; la cocina, que sigue siendo la misma desde hace siglos...
—¿Le gusta tener invitados en casa?
—Adoramos tener amigos que vengan y se queden con nosotros. Durante mucho tiempo, cuando los niños eran pequeños, solíamos organizar almuerzos los sábados y domingos. Se preparaba una mesa grande llena de comida para quienes vinieran; a veces diez personas, a veces 40. Un momento alegre, un buen y afortunado entrenamiento para los años venideros, cuando, debido a la preservación del patrimonio del lugar, desarrollamos una asociación con Gucci. Somos uno de los ocho lugares en todo el mundo que han elegido para ser parte del proyecto Gucci Places. Acogemos a sus clientes más importantes.
—Parecen una familia muy unida. ¿Cómo conoció a su marido? ¿Y cuáles son las cualidades que más le gustan de él?
—¡Me encanta que lo digas! Conocí a Alessandro en 1979, los dos somos de Florencia. En ese momento, viajaba mucho y estudiaba Arte en Nueva York. Quería explorar el mundo, hasta que quedé atrapada por el ingenio y el espíritu elegante de mi apuesto marido. Un caballero de otra era. Un ser humano altamente cultivado y lleno de vida. Además, me llevó a mi lugar soñado. Su libertad y falta de prejuicios también nos permitieron vivir felices juntos 37 años.
—Ha trabajado muy duro para devolver la vida al castillo y convertirlo en su hogar. ¿Cómo fue esa transformación?
—Cuando llegamos a Castello Sonnino encontramos un lugar intacto. Preservarlo fue una decisión espontánea. Por supuesto, tuvimos que transformar una histórica finca vinícola “polvorienta y adormecida” en un negocio contemporáneo, pero el respeto por la preservación del patrimonio fue nuestra misión.
Tradición e innovación
Después de vivir trece años fuera de la Toscana, realizando sus estudios universitarios y trabajando el mundo de la moda, la hija de la baronesa regresó a casa y se incorporó al negocio familiar.
“Contamos con impresionantes espacios antiguos donde envejecer los vinos: la bodega monumental del siglo XVII”, admite Virginia, quien, tras vivir trece años fuera, se ha unido al negocio familiar
—Virginia, la Toscana es famosa por su aceite de oliva, háblanos del que producís vosotros.
—Producimos uno de los aceites de oliva de mayor calidad de la región. Esto se consigue prestando especial atención al manejo de las plantas (biológico) y al estilo de elaboración del aceite. Solo recolectamos a mano, las aceitunas se envían al frantoio dentro de las ocho horas siguientes a su recolección. El aceite de oliva es tradición en esta parte de Italia y estamos orgullosos de tener uno de los productos de mayor calidad en este campo.
—Vuestra bodega monumental, construida en el siglo XVII, ¿sigue siendo el lugar ideal para la crianza del vino en madera y barrica?
—Nuestra filosofía de producción de vino es mantener viva la identidad histórica de su elaboración. Tradición e innovación es el mantra. Nuestra denominación, Chianti Montespertoli, es la más pequeña de la región. Al beber vinos de Castello Sonnino encontrarás elegancia, equilibrio y frescura. Nuestro estilo se inclina más hacia la elegancia que hacia el poder. Estamos muy atentos a la sostenibilidad. Tenemos la suerte de contar con impresionantes espacios antiguos donde envejecer los vinos. El proceso de secado es fundamental para conseguir un vinsanto de calidad, y nuestra vinsantaia del siglo XVI es el entorno perfecto para este proceso, ¡tan impresionante que lo llamo “mi habitación zen”! Esta es una de las razones por las que nuestro vinsanto fue galardonado como mejor vino dulce del mundo por Decanter en 2014.
El castillo alberga el Archivo Sidney Sonnino, que fue ministro de Asuntos Exteriores durante la Primera Guerra Mundial: “Contiene documentos muy importantes, entre ellos, la copia original del Tratado de Versalles”, relata la baronesa