Marta Luisa de Noruega tiene fama de esquiva. Mientras despegamos hacia Oslo, a menos de 24 horas de la entrevista, nos vemos obligados a admitir que esta reputación no es en absoluto exagerada. Aún no se ha decidido el lugar de la reunión. ¿El palacio real? Imposible, ya que la princesa se ha independizado. ¿Su casa? Demasiado personal. ¿Un hotel de moda? Demasiado impersonal. La presión aumenta. Al final, la cita será en la pequeña ciudad de Hvitsten, a 45 minutos de la capital. Hay que coger la autopista y luego atajar por el bosque a pesar de que la nieve aún no ha dicho su última palabra en este fin de invierno. El lugar bien merece la pena: a orillas del fiordo de Oslo, se alza una encantadora casa de madera, construida a finales del siglo XIX, al más puro estilo escandinavo.
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El escenario no solo es excepcional, sino también muy querido por los noruegos: aquí le gustaba pintar al artista Edvard Munch, mundialmente conocido por El grito. Marta Luisa no nos ha defraudado. La noticia de la hospitalización de su padre, el Rey Harald V, durante sus vacaciones en Malasia, no nos llegará hasta el día siguiente. Parece serena saliendo del coche, con un café en la mano. Sus ojos, intensamente azules, son lo primero que nos llama la atención. También su risa. Rápidamente acepta ser fotografiada, aprovechando el cielo despejado. Otro milagro. Después, en el comedor de Munch, se abre poco a poco con un placer que no disimula y un sólido sentido del humor.
“Durek es una de las personas más divertidas que conozco. Nos reímos mucho juntos y podemos estar hablando horas”
Amor incondicional
—Acaba de lanzar un pódcast con dos amigas suyas, Mari Manzetti y Lilli Bendriss. ¿Puede hablarnos de este nuevo proyecto?
—El pódcast, HeartSmart Conversations, se inspiró en un mensaje que Lilli recibió durante una sesión de meditación y que transmitió a Mari cuando las dos apenas acababan de conocerse. El mensaje decía que Mari debía formar un círculo de meditación dedicado al poder del amor. Cada persona de este círculo acabaría creando un nuevo círculo y todos estos círculos se extenderían por el mundo con ese mismo mensaje de amor. Mari vino a verme inmediatamente y me contó toda la historia. Me pareció increíble porque, desde los 15 años, yo también tengo la visión de un círculo. Y cada vez que me embarco en un nuevo proyecto espiritual me pregunto: “¿Es este el círculo? ¿Está sucediendo hoy?”. Me di cuenta enseguida de que tenía que unirme a ellas. La razón de que este pódcast esté en inglés es que nadie lo quería en Noruega. Nadie entendía nuestro concepto del amor incondicional, un amor que llevamos dentro, el núcleo duro que puede cambiar nuestras vidas. Creo en este amor incondicional, las tres creemos en él. Quizá era demasiado fuerte para los productores noruegos. Pero, ya sabes, cuando las puertas se cierran delante de ti, tienes que pensar más todavía a lo grande.
“Son muy diferentes y estoy muy orgullosa de ellas”, dice Marta Luisa de sus tres hijas, nacidas de su matrimonio con el escritor Ari Behn: Maud Angelica, de 20 años; Leah Isadora, de 18, y Emma Tallulah, de 15
—¿Qué entiende exactamente por ‘amor incondicional’?
—Para mí, el amor incondicional es una forma de percibir a los demás y a nosotros mismos sin juzgar. El amor universal es incondicional. Al recurrir a este amor, empiezas a ser más amable y generoso contigo mismo. Y cuando dejas de juzgarte, dejas de juzgar a los demás y ves a los que te rodean con la misma generosidad. Eso no significa que lo aceptes todo. También se trata de poner límites. Porque encontrar ese núcleo te ayuda a tomar buenas decisiones. Estás más presente. Creo que mucha gente hace cosas simplemente para complacer a los que le rodean. Pueden quemarse las alas con ello. Cuando yo decido estar con alguien, estoy con esa persona sinceramente en lugar de intentar estar ahí para todo el mundo todo el tiempo y agotarme. No digo que lo consiga siempre, es un proceso continuo.
—¿Y es así cómo el amor puede cambiar nuestras vidas?
—Sí, así es. Muchas personas dudan de sí mismas y creen que no merecen ser amadas. En realidad, no pueden sentir que están siendo amadas. Se aíslan y encierran en sí mismas. Muchos de nosotros lo hemos experimentado. Comprender que todos somos amados nos conecta. Con este pódcast, queríamos mostrar que ser espiritual no es ser tan diferente. Puedes creer en la espiritualidad y ser un fanático de la moda, amar el humor, ser quien quieras ser. La gente, probablemente, pensará que eres un poco raro, pero no pasa nada. Eso es lo que pensará la gente en Noruega, pero puede que las cosas se vean diferentes en Francia.
—En el primer episodio, habla de cómo, cuando era muy joven, se dio cuenta de que percibía el mundo de forma diferente. ¿Tiene algún recuerdo concreto de esa época?
—Sí, por supuesto. Cuando era pequeña, veía luz alrededor de la gente. Si alguien sufría en algún sitio, sentía su dolor sin saber si era suyo o mío. Si alguien estaba triste, me daba cuenta enseguida. Crecer con ‘eso’ era desconcertante. Pronto me di cuenta de que lo primero que hacían los adultos cuando hablaban era mentir. ¿Por qué la gente siempre dice “estoy bien”, cuando les preguntas cómo están, aunque no lo estén en absoluto? De niña, en medio de una conversación, podía preguntarme: “¿Está mintiendo o estoy loca? ¿A quién debo creer? ¿A la persona que me habla o a la persona cuya tristeza siento?”. Más tarde me di cuenta de que era hipersensible. Ser consciente de esta hipersensibilidad —el 20-30 por ciento de la población es hipersensible— me ayudó mucho. Era como ser ‘normal’, al menos en este grupo. Se nace hipersensible y se puede aprender a vivir con ello. Y hay distintas técnicas para no dejarse absorber demasiado por los demás. De lo contrario, te agotas intentando ser amable con todo el mundo, porque sabes exactamente lo que todos quieren. Tiendes a convertirte en esa persona en la que todo el mundo confía y estás cerca de los animales porque se comunican sin rodeos. Sin embargo, tener verdaderas conversaciones, a corazón abierto, entre seres humanos es bastante poco frecuente. Muy a menudo, la gente prefiere esconderse y hablar del tiempo.
—Usted dice que decidió “desconectar su sistema de navegación” cuando era adolescente. ¿Cree que muchas personas con un don hacen lo mismo?
—Depende del entorno en el que crezcan. A algunos se les permite ser quienes son, lo que es estupendo. Pero, en nuestras sociedades, hemos hecho todo lo posible por crear pequeñas cajas donde metemos a la gente. No sé por qué, porque, seamos sinceros, ¡nadie cabe en esas cajas! Lo intentamos con todas nuestras fuerzas antes de darnos cuenta, en algún momento, de que la caja no es para nosotros o que es demasiado pequeña. Cuando solo intentas satisfacer las expectativas de los demás, cuando estás en ‘modo supervivencia’, puedes caer en la tentación de apagar tu sistema de navegación y te alejas de todos.
‘Con los caballos, ser princesa no importaba’
—No solo era diferente. Nació en una Familia Real. ¿Fue eso una dificultad adicional para usted?
—No lo sé. Es la única realidad que conozco. Lo que sí sé es que fue muy difícil seguir mi camino, descubrir quién era, en medio de todo ‘eso’ y viviendo constantemente bajo la mirada pública. Pero creo que también me formó. Me puso en el buen camino para descubrir quién era realmente, aunque, cuando era joven, me sentía muy incómoda con lo que se esperaba de mí.
—En un fragmento muy conmovedor, confiesa que la equitación casi le salva la vida. ¿Puede contarnos algo más sobre su amor por los caballos?
—Los animales están ahí para ti, seas quien seas. Si eres infeliz, te consuelan. Si eres feliz, se alegran contigo. Con los caballos, ser princesa no importaba. Lo que importaba era el vínculo entre ellos y yo, y nuestras actuaciones juntos. A caballo, podía olvidarme de todo.
“Cuando era pequeña, veía luz alrededor de la gente. Si alguien sufría en algún sitio, sentía su dolor sin saber si era suyo o mío. Si alguien estaba triste, me daba cuenta enseguida”
—También es una ferviente promotora de la meditación. ¿Qué consejo le daría a alguien que nunca la ha practicado, pero le gustaría intentarlo?
—La meditación no tiene nada de impresionante. Se trata de cerrar los ojos y, simplemente, ser uno mismo en ese momento. Mirar el fuego en una chimenea o la llama de una vela es una forma de hacerlo. Todo lo que tienes que hacer es apaciguar la mente y estar presente. Meditar sobre la empatía, el amor o cualquier otra cosa es dejar que estos sentimientos vengan a ti. Es muy sencillo.
Su ángel de la guarda
—“Una intensa fragancia de rosas”, “una fuerte presencia de amor puro”, así es como describe su primera reconexión consigo misma. Háblenos de ello.
—Fue mi primer encuentro con mi ángel de la guarda, quiero decir conscientemente, porque ya había sentido este tipo de energía cuando era pequeña. Pero no sabía lo que era. Cuando conecté con mi ángel de la guarda aquel día, estaba leyendo. De repente, una fragancia de rosas llenó la habitación y fue como si me invadiera un amor incondicional. Era una sensación familiar. Como si recordara cómo encontrar a un viejo amigo al que había perdido hacía tiempo. Fue muy profundo. A menudo digo que muchos ángeles están en el paro. Están ahí, esperando a que estemos preparados. La mayoría de la gente rechaza la espiritualidad, a Dios, a los guías y a los ángeles, hasta que los redescubren y les vuelven a dar trabajo.
—¿Cree que la gente tiene miedo de sus propias emociones?
—Sí, lo creo. Estar enfadado, triste o amargado es normal. No tenemos por qué ser felices todo el tiempo. Las emociones en sí mismas son inofensivas, están ahí para guiarnos por la vida. Comprender que son señales en nuestro camino y no el camino en sí es darse la oportunidad de vivir una vida más feliz.
“Fue muy difícil seguir mi camino, descubrir quién era en medio de todo eso y viviendo constantemente bajo la mirada pública”, dice sobre el hecho de nacer en una Familia Real
—¿Puede todo el mundo seguir el camino de la espiritualidad?
—Hay distintos niveles de espiritualidad, igual que hay distintos niveles de dominio de las matemáticas o del piano. Yo estudié piano durante diez años ¡y apenas sé tocar Para Elisa! Todos somos capaces de estudiar piano, pero no todos somos Mozart. Sin embargo, creo que todos podemos aprender. Conocernos a nosotros mismos y conectar con lo que somos solo puede ayudarnos.
—En 2019, hizo pública su relación con Durek Verrett, que, como usted, es guía espiritual. Se han dicho muchas cosas. ¿Quién es realmente el hombre que comparte su vida?
—Durek es una de las personas más divertidas que conozco. Nos reímos mucho juntos y podemos hablar durante horas. También compartimos la espiritualidad y podemos viajar juntos a diferentes mundos. Y es muy cariñoso y muy directo. No esconde nada, dice las cosas con franqueza, una cualidad que me encanta. Me gusta esa honestidad. También es muy amable, dulce y profundo. Y, una vez más, ¡es tan divertido!
—Y se van a casar este verano. ¿Puede contarnos (un poco) más sobre este acontecimiento?
—Nos casamos en agosto, en Geiranger, uno de los fiordos más bellos no solo de Noruega, sino del mundo, diría yo, y declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Estoy segura de que lo vamos a pasar de maravilla.
—También tiene tres hijas. ¿Podría presentárnoslas en pocas palabras?
—Son muy diferentes y estoy muy orgullosa de ellas. La mayor, Maud, tiene 20 años. Es espontánea y libre. Una artista. Ahora está escribiendo y preparando una exposición de pintura. Y ya ha escrito un libro, Threads of Tears, sobre el dolor y el duelo, inspirado en lo que vivió tras el suicidio de su padre. Hace campaña por la salud mental y quiere ser una voz en la lucha contra el suicidio. Es increíble. Leah, de 18, es una influencer en el mundo del maquillaje. También está muy comprometida con la salud mental y ha ganado un premio por ello, algo de lo que también estoy muy orgullosa. Y a Emma, que tiene 15 años, le encantan los caballos. Tiene, como yo, un vínculo muy fuerte con ellos y forma parte del equipo noruego de salto de obstáculos, donde se realiza plenamente.
—¿Qué les desea?
—Que se den cuenta de que basta con ser uno mismo.