A la Princesa doña Ana de Orleans, Duquesa Vida de Calabria, el amor por el arte le viene de familia. A ella se le despertó cuando era niña y visitó con su padre don Enrique de Orleans, Conde de París, el Museo del Prado con su padre. Creció rodeada de importantes cuadros y en un ambiente en el que toda la familia tenía auténtica devoción por los pinceles.
Desde 1998 expone sus acuarelas cada cierto tiempo. Esta vez expone de una forma muy original, en la tienda Coco-Mat del Barrio de Salamanca de Madrid (calle de Lagasca 85) hasta el 20 de abril. Allí entre colchones y edredones realizados con materiales naturales sus acuarelas inspiradas en la naturaleza y con motivos florales no podrían encajar mejor.
Madre de cinco hijos, numerosos nietos y una bisnieta, considera que la pasión por el arte y el don por saber expresarlo se puede heredar.
- Su afición por el arte le vino siendo niña, gracias a una visita al Museo del Prado con su padre…
- Sí. Yo era muy joven, tendría unos cinco años o así. A mi padre le gustaba mucho la pintura y supo transmitirnos el buen gusto que tenía para el arte. Él nunca dibujó, pero toda mi familia se puede decir que vivía con un pincel en la mano. Algunos de nosotros a los que nos costaba escribir, mandábamos cartas con dibujos, que era más cómodo porque no te podían regañar por las faltas de ortografía. (Ríe)
- Su familia era también mecenas de arte
- Mis padres compraban arte pero de forma menos importante que las generaciones de más arriba. Enrique de Orleans, duque de Aumale que es mi antepasado, es quien montó todo el Museo de Chantilly. Además del Castillo de Chantilly en sí como edificio, donó innumerables pinturas, dibujos, grabados…
- Usted es autodidacta no recibió de niña clases de pintura
- Bueno tuve un acuarelista muy importante, Pablo Echevarría, que me dio algunas lecciones de base en Madrid, una persona encantadora.
“En casa de mis padres había muchos acuarelistas; y además es algo que te dejan utilizar desde que eres niño. He hecho algunas cosas con óleo, pero me gusta la fluidez de la acuarela”
- ¿Por qué se decantó por la técnica de la acuarela?
- En casa de mis padres había muchos acuarelistas; y además es algo que te dejan utilizar desde que eres niño. He hecho algunas cosas con óleo, pero me gusta la fluidez de la acuarela, me gusta el juego de los pigmentos y del agua, me parece una técnica muy interesante.
- ¿Realiza exposiciones desde 1988, esta que tiene de especial?
- Normalmente he expuesto en otros entornos. Cocomat es una tienda que vende productos naturales, elegantes. Entre sus productos y mis acuarelas está la naturaleza como unión
- ¿De esta exposición tiene una obra favorita?
- Cada una es un recuerdo de porqué decidí pintarla. Esta es un camino de nuestra finca de Ciudad Real ‘La Toledana’, un lugar donde hay unos almendros salvajes preciosos. Los conozco de memoria y no me ha hecho falta ni foto ni nada para pintarla en mi casa de Madrid.
- ¿Qué le inspira?
- Lo que más me inspira es la naturaleza, pero también tengo muchas acuarelas urbanas. Hay una que para mí es especial un paisaje en el que aparece la Embajada de Italia, la calle Velázquez… Pienso que la belleza está en cualquier lado si la sabes encontrar.
- ¿Cuánto tiempo tarda en elaborar cada acuarela?
- No tengo un tiempo estándar, depende. Unas se hacen fácilmente porque las empiezas y van saliendo; otras se tuercen y hay que buscar la manera de arreglarlo.
- ¿Sus hijos y nietos han heredado ese don que tiene usted con la pintura?
- El don artístico lo tienen dos de mis hijas. Victoria e Inés. En los nietos ya veo algo, pero no los quiero nombrar para que no haya piques. (Ríe)