ho4157 gatha ruiz de la prada baile de la rosa© DAVID NIVIÈRE

EXCLUSIVA

Ágatha Ruiz de la Prada nos cuenta su gran noche en el Baile de la rosa: las anécdotas y su encuentro con el príncipe Alberto

‘Ha sido una experiencia genial. Un planazo. Y con los mejores anfitriones’


27 de marzo de 2024 - 8:04 CET

Ha estado en las mejores fiestas de todo el mundo, pero  Ágatha  no ha dudado en catalogar el  Baile de la Rosa  como “un planazo”. “Ha sido una experiencia genial”, nos cuenta la diseñadora de la gran noche que ha vivido en Mónaco junto a su novio, el abogado José Manuel Díaz-Patón, y sus amigos. La empresaria italiana Francesca Franco y su marido, el jinete de origen español Íñigo López de la Osa, no solo han sido las personas que han invitado a Ágatha a la fiesta más emblemática monegasca. El matrimonio, que posee una de las promotoras inmobiliarias más importantes de la Costa Azul, han ejercido de perfectos anfitriones. “Han sido lo más generoso y lo más adorable. Hemos estado a todo lujo, lujo, lujo”, nos cuenta la creadora.

Para ti que te gusta

Este contenido es exclusivo para la comunidad de lectores de ¡HOLA!

Para disfrutar de 8 contenidos gratis cada mes debes navegar registrado.

Este contenido es solo para suscriptores.

Suscríbete ahora para seguir leyendo.

TIENES ACCESO A 8 CONTENIDOS DE CADA MES POR ESTAR REGISTRADO.

Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.

HO4157 ÁGATHA RUIZ DE LA PRADA BAILE DE LA ROSA© DAVID NIVIÈRE
Ágatha posa en su habitación del hotel Hermitage, en el que se ha hospedado en Mónaco. En ella, vemos todos los vestidos que se había llevado para deslumbrar en el Baile de la Rosa y su bolso en forma de disco. Este año, la fiesta rendía homenaje a la estética disco de los años 70

—Como fiesta, ¿el Baile de la Rosa es tan espectacular como parece? 

—Es espectacular, espectacular. El sitio increíble, la gente entregada, la comida buenísima y con un ritmo perfecto… Técnicamente, todo muy bien y los anfitriones, extraordinarios… Los mejores que he tenido en mi vida. Si puedes vivirla una vez en la vida, es una gozada de experiencia.

—¿Cómo te preparaste?

—Vino mi maquillador y peluquero de Madrid. En el hotel, me estuve haciendo fotos sin parar. El fotógrafo era simpatiquísimo, pero prácticamente ni me dejó hacer pis. Casi me tuve que cambiar delante de él.

—Háblanos de tu vestido.

—Me llevé muchos trajes. Como diez o más. Elegí uno, pero Patón —así llama a su novio— me dijo que no le convencía. Total, que me hizo cambiar y terminé poniéndome uno de mi último desfile de Madrid. Cuando me lo puse, el fotógrafo se puso a chillar. Ahí pensé: “Este señor, que es un tío muy culto y ha visto muchas fiestas, tendrá sensibilidad”. Y fue un acierto porque todo el mundo me dijo que era el traje más espectacular de la fiesta.

“Alberto estuvo supersimpático y adorable. Me lo presentaron los que invitaron a la Pantoja el año pasado”, nos dice de su encuentro con el príncipe de Mónaco

—No pasabas desapercibida, ¿no?

—Fue un éxito, porque en la fiesta no se veía otra cosa que mi traje.

—Aun habiendo estado en otras fiestas increíbles, ¿sentías nervios al vestirte para el Baile de la Rosa? 

—Bueno, esto es otro plan. Es un planazo, pero planazo. Se lo recomiendo a todo el mundo. Es una cosa que hay que hacer una vez en la vida. Nos citaron a las 18:45. Antes de la gala, hay tradición de tomar una copa en el Hotel de París, que es lo más chic. Es donde todo el mundo va estrafalariamente vestido y con cochazos. A la hora y pico, nos fuimos ya al Baile de la Rosa. Llegamos a las 20:00 y el príncipe Alberto, a las 21:15 en punto. Me dieron el mejor sitio de toda la fiesta y vi entrar a todo el mundo. Trajes bonitos había muy pocos, porque había mucha gente con mucho dinero y poca clase.

—Es que la temática de la fiesta era disco de los setenta y ochenta.

—Sí, era una temática difícil. Louboutin era la gran estrella y se lo tomó un poco a cachondeo. Iba con una peluca y traje gris. Para mí, había demasiada lentejuela en la fiesta. Hay que hacer campaña en contra de ellas porque contaminan mogollón.

Los Grimaldi al detalle

—¿Cómo encontraste a la familia monegasca?

—Estábamos muy cerca de ellos, a dos mesas. El príncipe Alberto, supersimpático, adorable. Me llamó la atención la cantidad de guardaespaldas que llevaba, iba como con 30 tíos. También estaban Charlene, Carolina y casi todos los hijos de Carolina. Faltaron el mayor y su mujer —Tatiana Santo Domingo—. Pero Carolina estuvo todo el rato sentada.

“Estábamos sentados a dos mesas de los Grimaldi. Alberto estuvo mirando mi traje toda la noche. Efectivamente, era el más bonito de toda la fiesta”
© DAVID NIVIÈRE

—¿Qué le pasaba? 

—Parece ser que el Baile de la Rosa es su fiesta y Alberto tiene otra, que es a la que va siempre con Charlene. De hecho, hacía muchos años que Charlene no iba y no paró de bailar. No sé qué pasó, pero Carolina estaba poco animada: ni salió a bailar ni se levantó ni nada. Estuvo hablando toda la noche con los dos señores que tenía al lado y desanimada. Pero Alberto sí salió a bailar con Charlene y detrás fueron los hijos de Carolina.

—Te fotografiaste con el príncipe Alberto. ¿Cómo surgió?

—Con los que invitaron a la Pantoja el año pasado, que los conocí en el aeropuerto y son simpatiquísimos. Estaban con Shirley Bassey, que besó efusivamente al príncipe Alberto.

—¿Cómo fue tu encuentro con él?

—No fue demasiado tiempo, pero fue muy amable y muy simpático. Con cara de buenazo… Es muy muy amable, como ya me habían dicho.

“Carolina estaba poco animada: ni salió a bailar ni se levantó. Estuvo hablando toda la noche con dos señores. Y Carlota estaba muy muy flaca. Como le han pasado tantas cosas…”

—¿No te dijo nada de tu traje?

—No, pero estuvo mirándolo toda la noche, porque llamaba mucho la atención (ríe). Efectivamente, era el traje más bonito de toda la fiesta. De lejos. Todo el mundo se me acercó y me miraba, porque mi traje era espec­tacular.

—¿Hablaste con Charlene?

—No. Estuvimos al lado, pero solo hablé con Alberto, que era el hombre del poder (ríe).

—¿Y con los hijos de Carolina?

—Estaban sentados en la mesa de al lado. En la principal estaban Alberto, Charlene y Carolina con Louboutin y Stéphane Bern, que es amigo mío. Al lado, los jóvenes. El más guapo era el Casiraghi que está casado con Beatrice Borromeo —Pierre—. Y los más animados, la Hannover —Alexandra, hija de Carolina— y su novio, que estuvieron dándolo todo. Pero Carlota estaba muy muy flaquita. Extraordinariamente flaca. La encontré desanimada y no con muy buena cara… Como le han pasado tantas cosas últimamente…

© DAVID NIVIÈRE
Sobre estas líneas, Ágatha y el abogado José Manuel Díaz-Patón, con quien acaba de cumplir dos años de relación.

—Claro, se ha separado. 

—Por lo visto, le han pasado muchas cosas este año.

—¿Estaba con su nuevo novio?

—No. Tampoco el mayor ni Tatiana Santo Domingo.

Los españoles en la fiesta

—¿Con quién compartiste mesa durante la cena?

—Con un príncipe de Borbón-Dos Sicilias divertidísimo, Charles-Henri de Lobkowicz, que era francés y conocía a todo el mundo. También con Francesca Franco, su marido, ‘Tata’ —así llaman a Carmen Pérez Olmedo—, el doctor Peña, los Gómez de Liaño, que son muy amigos de ‘Tata’… Luego, Antonella de Orleans, que es muy guapa y está casada con el que le llevaba las cuentas al Rey Juan Carlos —Álvaro de Orleans-Borbón—. Pero Antonella fue solo con su hija, que es la mejor amiga de la hija de Francesca. También estaban los padres de Francesca, que son estupendos. Me hice amiga de todos los españoles.

“Charlene no paró de bailar. La Hannover —Alexandra, hija de Carolina— y su novio lo dieron todo. Yo me olvidé de todo mi aprendizaje en Bailando con las estrellas”, nos confiesa

—¿Qué otros fueron a la fiesta?

—Varios más. Por ejemplo, la doctora Ana Vila Joya, de Barcelona. Pero no se podía hablar con la gente, porque pusieron la música muy fuerte cuando llegó el príncipe Alberto. Ahí se levantó todo el mundo y le aplaudió. Hubo un silencio y, enseguida, pusieron la música a tope. Al tercer plato, ya salió el príncipe a bailar.

—Y tú también, ¿no?

—Ahí me olvidé de todos mis aprendizajes en Bailando con las estrellas (ríe). Enseguida, se llenó la pista. Es que eso era una discoteca abarrotada. Pero, técnicamente, muy bien. Hubo gente superguay. Cantó Gloria Gaynor y mucha travesti. Me pareció que la fiesta tenía mucho ritmo. La música era buenísima.

—¿Hasta cuándo duró la fiesta?

—Hasta la una. Luego, se fue todo el mundo a una discoteca, pero yo no. Me hubieran tenido que cortar los pies porque no podía más. Todo eso es muy trabajoso. Luego, hay miles de coches que quieren salir a la vez: Bentleys, Rolls-Royces, Porsches… Un desfile de cochazos…

© DAVID NIVIÈRE
Sobre estas líneas, saliendo del hotel hacia el Baile de la Rosa.

—¿Cómo vivió José Manuel la fiesta?

—Se lo pasó bomba: comiendo, bebiendo y bailando. Divertidísimo. Patón es muy fácil para estas cosas. Pero estaba impresionado. Dice que ha sido de los tres mejores planes que ha hecho en su vida. También vi al novio de Mar Flores.

—¿Elías Sacal? ¿Su ex?

—Sí. Iba bien agarrado a una tía. Había tanta gente en la pista… Pero me vino bien haber bailado todos estos meses, porque he apreciado mucho más las coreografías y los bailarines.

“En Mónaco todo es lujo, lujo, lujo. Con cochazos que no puedes imaginar. Luego, estaba todo limpísimo… Más limpia la calle que el salón de mi casa. Alucinante”, nos dice entre risas

—¿Cómo conociste a Francesca Franco?

—Me la presentó ‘Tata’ hace años y nos hemos hecho muy amigas. Se ha portado bestial. Y el marido de Francesca es un diez. Nos ha ido a buscar al aeropuerto, no ha llevado a todos los sitios… Todo el rato de buen humor, con buena conversación. Ha sido una cosa increíble.

Sin parar en Mónaco

—Aparte del Baile de la Rosa, ¿qué otros planes habéis hecho en Mónaco?

—Llegamos el viernes y esa noche fuimos a cenar a Cipriani. Ya el sábado por la mañana, comimos en el Marítimo y, nada más llegar, me encontré con un vecino de Madrid, el tenor Ruggero Raimondi, que lo adoro. Ahora reside en Mónaco con su mujer, Isabel Maier. Es la hermana de Meye Maier, que se casó con el duque de Segorbe. También me encontré con el que era el director del Museo Saint-Laurent y director actual de los Museos de Mónaco. Ya el domingo, comimos en un sitio y los apartamentos que estaban delante costaban 120.000 euros al mes. Al mes. Allí, todo es lujo, lujo, lujo. Y cochazos que no puedes imaginar. Luego, estaba lleno de policías y todo limpísimo… Más limpia la calle que el salón de mi casa. Es alucinante (ríe).

—Pero tú ya habías estado en Mónaco.

—Sí, y en el Hermitage. Vamos a tener que llegar a Madrid y acostarnos, porque no hemos parado: entre que te arreglas, la peluquería, comidas, cenas… Estoy reventada. Pero, vamos, que recomiendo, cien por cien el Baile de la Rosa y pasar dos días en Mónaco. Pero dos días, porque tienes que ser multimillonario. Ves tanto dinero que es una salvajada. No te lo imaginas.

© DAVID NIVIÈRE
Sobre estas líneas, los anfitriones, la empresaria italiana Francesca Franco y su marido, el jinete de origen español Iñigo López de la Osa, junto a la menor de sus dos hijos, Victoria

—También habrás podido pasar el disgusto por la demolición de la piscina de Mallorca.

—Llevo 25 años con el disgustillo. Lo tengo asumido como parte de mi vida, porque no ha terminado. Llamé a mi abogado para ver si seguíamos, y sí.

—Entonces, ¿por qué ha salido publicado que tienes que demoler la piscina ahora?

—Siempre lo sacan cuando se acerca el verano o la Semana Santa. Así llevamos años y años. Nunca lo han sacado en octubre o en noviembre, no. Estando en el Baile de la Rosa, no pensaba en eso. Sin embargo, cada poquito miraba a ver si había nacido mi nieto.

—¿Ha nacido ya?

—No. Pero está a puntito.

—Entonces, ¿el bebé es un niño?

—No lo dicen. Ni lo quieren saber.

TextoANTONIO DIÉGUEZ
FotosDAVID NIVIÈRE

© ¡HOLA! Prohibida la reproducción total o parcial de este reportaje y sus fotografías, aun citando su procedencia.