Sea por superstición o leyenda, el destino trágico de algunas dinastías suele atribuirse a una maldición del pasado. Y la Historia nos ha brindado numerosos ejemplos de sagas de la realeza que han tenido que hacer frente a un terrible devenir, alimentando de esta manera el mito de que un mal de ojo, un hechizo, un sortilegio o una joya embrujada han sido la causa de todos sus males.
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El diamante Hope, la ‘desgracia’ de la realeza francesa
Una de estas joyas malditas es el diamante Hope, famoso por haber hecho caer en desgracia a varios miembros de la realeza francesa. Según la leyenda, esta piedra preciosa de intenso color azul oscuro fue robada de un templo en honor de la diosa Sita, en la India. Jean Baptiste Tavernier, un comerciante del siglo XVII, se lo vendió al rey Luis XIV. Después de la transacción, al contrario de lo que se podría suponer, Tavernier se arruinó y huyó a Rusia. Allí murió de frío y encontraron su cuerpo sin vida devorado por las alimañas. Una de las amantes del Rey Sol, Madame de Montespan, quiso que se lo regalara. Con el tiempo, cayó en desgracia y fue exiliada de la corte.
En 1715, durante la visita del embajador del sha de Persia, el rey de Francia le mostró el diamante. Ese mismo año, el soberano murió de manera inesperada. La joya permaneció guardada en un cofre, hasta que en 1774 la esposa de Luis XVI, María Antonieta, lo rescató para lucirlo, antes de prestárselo a la princesa de Lamballe. Su destino, como es sabido, fue la guillotina y la princesa fue brutalmente asesinada a manos de una muchedumbre enardecida. Estos sucesos acrecentaron la leyenda del diamante azul, a cuyos poderes maléficos atribuyen también la repentina muerte de Jorge IV de Inglaterra, en 1830.
Koh-i-Noor, el diamante ‘maldito’ de los Windsor
Otra legendaria joya de origen hindú, el diamante Koh-i-Noor, está en el punto de mira debido a la crisis que vive la familia real británica. El cáncer de Carlos III, el misterio en torno a la salud de la princesa de Gales, la foto de la discordia protagonizada por Kate, los rumores de infidelidad que sobrevuelan sobre la relación del príncipe Guillermo y su esposa, la repentina muerte en extrañas circunstancias del marido de Lady Gabriella Windsor...
La monarquía británica atraviesa uno de los peores momentos de su historia reciente, muy similar al famoso annus horribilis de Isabel II. Como se recordará, la madre del actual Monarca describió así el año 1992, que fue devastador para la soberana: además del incendio que destruyó gran parte del ala norte del castillo de Windsor, tres de sus cuatro hijos, incluido el entonces heredero príncipe Carlos, anunciaron su separación.
El diamante volvió al primer plano de la actualidad con motivo de la Coronación de Carlos y Camilla, en el transcurso de una ceremonia solemne y ancestral que se celebró el pasado 6 de mayo en la Abadía de Westminster. La esposa del Monarca británico utilizó la corona de la reina María de Teck, bisabuela de Carlos, después de que desistiera usar la corona de la reina madre, debido al polémico diamante que contiene.
El Koh-i-Noor, que significa ‘montaña de luz’, de 105 quilates, es uno de los diamantes más grandes del mundo, y está valorado en más de 1.000 millones de dólares. En su nombre se han librado guerras, perteneció a monarcas hindúes, mongoles, persas y afganos. Y en 1877 pasó a manos de la familia real británica, cuando la reina Victoria fue nombrada emperatriz de la India. La joya se engastó en el centro de la llamada Corona de la reina Isabel, que a su muerte, heredó el nuevo rey.
Según cuenta una leyenda hindú del año 1306, todos los varones que han poseído el Koh-i-Noor han perdido sus imperios y sus vidas de forma trágica. El texto dice que “quien posea este diamante dominará el mundo, pero también conocerá todas sus desgracias. Solo Dios o una mujer pueden llevarlo con impunidad”. Nadie se ha atrevido a desafiar la profecía en los últimos siglos y no iba a ser Camilla la primera en hacerlo, aunque también se comentó que rechazó utilizarla para evitar una disputa diplomática con India.
La terrible profecía de los Grimaldi
Una de las dinastías más fascinantes y admiradas del mundo es la de los Grimaldi, que lleva siglos gobernando en el principado de Mónaco. Su vida de color de rosa y glamour no está exenta de dolor, muerte y tragedias, a causa de, ya lo habrán adivinado, una profecía. El objeto de la misma fue Rainiero I, tatarabuelo del actual soberano, el príncipe Alberto II. Antes de conocer a su primera esposa (tuvo dos), una amante gitana despechada, lanzó una maldición a la familia: “Ningún Grimaldi será feliz en su matrimonio salvo que se case después de los 50 años”. Quizá por pura superstición, por no tentar a la suerte, Alberto esperó hasta los 53 años para casarse con Charlene.
Pero si atendemos a las leyendas, muchos atribuyen a este maleficio al terrible destino que corrió la princesa Grace, que murió a los 52 años en un accidente de coche que, dicen, conducía su hija Estefanía. Carolina de Mónaco intentó desafiar la profecía hasta tres veces. A los 18 años contrajo matrimonio con Philippe Junot, 17 años mayor que ella, y del que se divorció dos años después. En 1983 se casó con el empreario Stéfano Casiraghi, con el que tuvo a sus tres hijos mayores, Andrea, Carlota y Pierre. Pero la felicidad del matrimonio se truncó cuando Stéfano perdió la vida en el trágico accidente que sufrió en una competición de off shore, deporte náutico en el que era campeón del mundo. La maldición se hacía de nuevo presente, pero aún se cebaría otra vez con la bella princesa europea tras su boda, en 1999, con Ernst de Hannover, padre de su hija Alexanda. Sin que haya confirmación oficial de su divorcio, Carolina y el príncipe alemán llevan años separados.
Los dos matrimonios fallidos de la princesa Estefanía, el primero con su guardaespaldas Daniel Ducruet y el segundo con el artista circense Adans Peres, además de un largo historial de relaciones amorosas, echan más leña al fuego de esta leyenda que ahora parece tener en su objetivo a otra de las bellezas de la familia: Carlota Casiraghi.
Tras varios romances, uno de ellos con el cómico Gad Elmaleh del que nació su hijo mayor, Raphaël, de diez años, la hija de Carolina de Mónaco parecía haber encontrado la estabilidad sentimental junto a Dimitri Rassam. Desde hace meses, se rumorea que la sobrina de Alberto y el hijo de Carole Bouquet, casados desde hace cuatro años y con un hijo de cinco, Balthazar, en común, han puesto fin a su matrimonio. La información no ha sido confirmada ni desmentida por sus protagonistas, pero las especulaciones se hicieron más persistentes cuando entró en escena un tercer personaje: el novelista francés Nicolas Mathieu , con el que a finales de febrero se publicó que Carlota mantiene una relación y con el que ha sido fotografiada por las calles de París.