A sus 61 años, Leo Harlem está en lo más alto de su carrera profesional. El cómico e intérprete cuyo segundo apellido, Feliz, hace justicia a uno de sus indiscutibles talentos, está promocionando su última película, La familia Bretón, que se estrena el 22 de marzo, donde el también actor da vida a Toni, un soltero gruñón que quiere mantenerse alejado de los niños, pero que se ve en la obligación de hacerse cargo de sus sobrinos. Este último trabajo en la gran pantalla se suma a la multitud de títulos audiovisuales que el vallisoletano afincado en Madrid ha protagonizado. Pero, más allá de su agudeza interpretativa y humorística, tiene un interesante pasado y una gran historia personal, de la que sobresale su relación sentimental de más de tres décadas.
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Si de algo sabe Leonardo González Feliz, conocido popularmente como Leo Harlem, es de hacer reír al gran público. Sin embargo, ni él mismo imaginó años atrás que ese ingenio innato terminaría por consagrarle como uno de los cómicos españoles más taquilleros. En sus inicios en el mundo laboral trabajó en una panadería y como camarero en locales nocturnos, llegó a iniciar su formación en Arquitectura y, posteriormente, estudió Derecho y Fisioterapia. Pero su don, el cual tenía como hobby, le llevó a donde debía estar: sobre el escenario. Fue gracias a una grabación que unos amigos hicieron de una actuación en un bar cuando su talento se descubrió y fue seleccionado para la final del certamen de monólogos de El Club de la Comedia.
Aquello ocurrió en 2001 y, desde entonces, todos conocemos su recorrido en la pequeña y gran pantalla y en los teatros. Una trayectoria que le hizo trasladar su residencia a la capital, un cambio que le trajo significativos pros profesionales y pequeños contras, y en la que siempre estuvo arropado por su pareja, Nuria. Pese a que en todo momento han llevado su relación sentimental con absoluta discreción, sabemos que los caminos de ambos se cruzaron durante su etapa universitaria. Leo, que este jueves visita a Joaquín en El Novato, contó en otro programa de Antena 3, El Hormiguero, que aunque habían pasado el confinamiento separados, se mantuvieron en contacto constante por vía telefónica.
Leo y Nuria no han pasado por el altar para sellar su amor, pero sus más de treinta años de relación son la mayor prueba de que están hechos el uno para el otro. Tampoco han tenido hijos, una experiencia de la que el cómico sabe bastante gracias a los papeles que acostumbra a interpretar en la ficción: "No soy padre en la vida real, pero me gustan los niños, me llevo bien con ellos", confesó en una entrevista concedida a la revista Diez Minutos.
Además de sobre Nuria, de la que habla en contadas ocasiones, otros de los temas que nunca toca para hacer humor son mujeres, política, religión o sexo, una decisión personal que tiene por norma. Aficionado confeso del deporte rey y fiel seguidor y socio del Pucela, Leo vive con fervor el fútbol, de igual modo que otras disciplinas como el atletismo, el ciclismo o el boxeo. De él sobresale su vena solidaria, una faceta desconocida para muchos, pero en la que es muy activo y ha colaborado con diferentes ONGs, como el Banco de Alimentos de Valladolid, la Asociación de Parapléjicos y Grandes Disminuidos físicos o la Fundación Personas. También ha participado en proyectos benéficos como el evento en el que se convirtió en chef de la Estación Gourmet para ofrecer clases gastronómicas y degustaciones con bonitos fines.
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Otro de los episodios que han marcado la vida de Leo y la forma en que ve la realidad fue la ocasión en la que estuvo a punto de perder la vida a causa de una intoxicación. "Yo estuve muerto ya una vez", dijo durante una entrevista en El Hormiguero hace tres años, donde expresó que, tras el susto, aprendió sobre la importancia de exprimir el momento y disfrutar del hoy. "Hay que llegar con energía, habértelo pasado bien, haber disfrutado", reflexionó.