hubertus de hohenlohe ho4155© CONTACTO

Hubertus de Hohenlohe nos comparte sus recuerdos, en homenaje a su madre, Ira de Fürstenberg

‘Era rebelde, pero sin mucha causa. No quería cambiar el mundo, sino divertirse. También era rebelde conmigo. Cuando le decía que había que pintar algo de azul, lo hacía de amarillo’


16 de marzo de 2024 - 9:03 CET

El pasado 18 de febrero, Ira de Fürstenberg falleció, a los 83 años, tras sufrir no uno, sino dos accidentes domésticos. Un inesperado adiós que ha dejado devastado a su hijo Hubertus de Hohenlohe, quien ya perdió a su padre, el príncipe Alfonso de Hohenlohe, en 2003, y a su hermano mayor, Christoph, tres años después. Ahora, Hubertus comparte algunos de sus recuerdos más entrañables con ¡HOLA! y realiza un bonito homenaje a su madre desde Suiza: “Estoy en Zúrich, poniendo en orden las cuentas y otros asuntos complicados”, nos dice por teléfono.

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“Siempre decía que nunca había sido una buena madre y que la familia no era lo suyo. Ella era consciente de que, como madre, no fue ideal. Fue más amiga que madre”
© CONTACTO

© HUBERTUS DE HOHENLOHE/¡HOLA!

Arriba, Ira de Fürstenberg y su hijo pequeño, Hubertus, en Mónaco, en 2006. Sobre estas líneas, Hubertus fotografiando a su madre mientras ella se estaba arreglando para una cena, celebrada en Valencia, en 2001. A la derecha, ambos con Christoph —el otro hijo de Ira con Alfonso de Hohenlohe—, fallecido en 2006.

—Hubertus, ¿cómo te encuentras?

—Han sido días complicados. Celebramos un primer funeral en Italia, con su gente, pero el entierro ha tenido lugar en Austria, en Strobl, donde está el panteón familiar. Tuvimos que esperar una semana por problemas técnicos y pasé dos veces el feeling del entierro. Pero siento una paz interior por haber sido un buen hijo.

—Su pérdida fue totalmente inesperada.

—Sí. Se cayó en su casa de Roma y se rompió dos costillas, pero tenía poco equilibrio y parece que se cayó otra vez. Pensaba que el dolor era de las mismas costillas, pero fueron otras dos y esas le perforaron cosas interiores… Murió por eso…

—¿Qué destacarías de la figura de tu madre?

—Tenía mucha personalidad. Entraba en cualquier sitio y lo iluminaba. Era única e icónica. Y muy rebelde, hizo siempre lo que quiso. Se casó con solo 15 años e hizo películas siendo princesa e hija de una familia importante italiana. En la Misa, le hice un bonito tributo y conté que era muy parecida a Roma: muy bonita, elegante, con mucha fuerza y eterna. Como la ciudad, mi madre es eterna. Luego, podía ser religiosa, pero se divertía. Era como un personaje de la Cinecittà, de la Dolce Vita.

—Era muy querida y quedó demostrado una vez más en su despedida, con todos sus amigos.

—Como salía siempre en revistas, en películas y en la vida social, mucha gente lo ha vivido como perder parte de sus recuerdos. Al tener esa fuerza y elegancia, todos pensaban que mi madre era indestructible, que no se iba a morir.

© HUBERTUS DE HOHENLOHE

Ira, retratada por Christoph.

—Sin duda, tuvo una vida única.

—Lo bueno, y también lo malo. Vivió todo demasiado rápido y demasiado joven. Le quedó muy poco por vivir, aunque siempre tenía planes. Su gran sueño era rodar una película con Almodóvar, porque su vida fue eso, una película de Almodóvar.

—Siempre la llamaron ‘la princesa rebelde’. ¿Qué le parecía a ella este nombre?

—Le divertía, en cierto modo. Era rebelde, pero sin mucha causa. No quería cambiar el mundo, sino divertirse. También era rebelde conmigo. Cuando le decía que había que pintar algo de azul, lo pintaba de amarillo. Pero era por su carácter.

—Aunque tu madre decidió separarse de tu padre, siempre tuvieron muy buena relación. 

—Pasaron cinco o seis años difíciles, peleándose por sus hijos. Pero, después, ya fueron amigos otra vez. Aunque mi madre tenía mucho carácter, mi padre no podía pelearse con nadie. Él era la persona más buena del mundo. Lo más curioso era que los dos hablaban en inglés en vez de en español. Con mi padre y mi madre, yo hablaba en español, pero ellos en inglés. Yo me reía cuando los escuchaba porque me parecía algo ridículo.

—Tu padre adoraba totalmente a tu madre.

—Sí. Quedó bastante decepcionado cuando lo dejó, pero él también sabía que mi madre era muy joven y tenía que vivir. Se casó demasiado joven.

—Como tu madre lo dejó todo por Baby Pignatari, tuviste una infancia difícil. ¿Ella llegó a decirte que estaba arrepentida? ¿O no hizo falta?

—Hasta el último día, decía que nunca había sido una buena madre y que la familia no era lo suyo. Ella era consciente de que, como madre, no fue ideal. Pero tenía otras cosas fuertes. Igual ha sido más amiga que madre. De vez en cuando, yo pensaba que era el adulto y ella la niña (ríe).

—¿Casi como tu hija?

—¡Exacto! (Ríe). Casi mi hermana pequeña, que tenía que decirle lo que tenía que hacer o lo que no. Y no le hacía ninguna gracia, claro.

© GTres

Sobre estas líneas, Hubertus.

Su amistad con Raniero de Mónaco

—Siempre se rumoreó que tu madre estuvo con Raniero. O que, al menos, lo enamoró. 

—Hubiera sido bueno si hubiera pasado. Raniero necesitaba a gente de cierto tipo en Montecarlo para divertirse. Pero creo que a las hijas no les pareció nada bien. Tomaron posición en toda la vida social y no creo que les gustase mi madre. Con la vida que tuvo ella, pavimentada y un poco escandalosa, pues sus hijas pensarían que mi madre les iba a quitar a su padre. Al final, no pasó.

—¿Crees que pudo haber surgido la chispa?

—Sí, sí. Se conocían de mucho tiempo. Mi padre era muy amigo de Raniero, ya que estudiaron juntos en Le Rosey. Mi madre se dio cuenta de que a él le hacía falta una señora que le organizara la vida social y que le divirtiera. Raniero estaba deprimido tras haber perdido a Grace y pasaba mucho tiempo muy aburrido. Creo que Raniero se murió de aburrimiento, de no tener a nadie al lado por quien le mereciera la pena levantarse por la mañana.

—¿Has recogido todas las pertenencias de tu madre? ¿Guardas alguna pieza especial de ella?

—Las fotos que le hice. Como la que le saqué mientras se preparaba para una cena con Porcelanosa en Valencia, que fue una de las más elegantes en España. Esa foto es triste y bonita al mismo tiempo, porque describe nuestra relación: el niño que espera a que su madre, con vanidad y belleza, acabe para ir divina a esa cena. Ahí me di cuenta de que tenía que hacerle más fotos, que las relaciones se podían captar en una imagen. Y así empezó mi carrera fotográfica.

—Tu madre tenía varias propiedades que requieren un costoso mantenimiento. ¿Hay alguna en especial que quieras conservar?

—Aún no tengo ni el testamento ni la sucesión, así que no sé lo que me toca o no. Intentaré mantener todo su legado y renovarlo, como hice con las cosas de mi padre en Marbella y Ronda.