Arturo Cardelús es un compositor madrileño, afincado en Los Ángeles, que desde pequeño tuvo muy claro qué quería ser de mayor. Estudió piano en Royal Academy of Music de Londres y en la Academia Franz Liszt de Budapest, pero él quería más, por lo que hizo las maletas y se marchó a Estados Unidos donde durante tres años estudió composición de música para conciertos. Después de mucho trabajo y esfuerzo, cumplió sus sueños cuando recibió una carta de Laurentius Dinca, interesado en una composición suya Con aire de tango. Hasta llegar a estar nominado al Goya por la banda sonora de Buñuel en el laberinto de las tortugas.
Nos gustaría conocerte un poco más Arturo, ¿por qué decidiste dedicarte al mundo de la música?, ¿qué nos puedes contar de tu nuevo trabajo porque tus incios fueron gracias a que te decidiste a subir una pieza a Youtube.
Yo no vengo de una familia de músicos. Fue una idea mía. Con diez años pedí a mi madre que me apuntase al conservatorio, que era curioso, porque en general solía ser una cosa que los padres forzaban a los niños a estudiar. Todo surgió porque con esa edad cogí una gripe muy fuerte y estuve una semana entera en la cama y me aburría mucho. Entonces encontré un cassette que tenía mi padre de la sinfonía de Beethoven. Me pasé toda esa semana escuchando esas dos sinfonías y cuando me recuperé le dije a mi madre que quería ir a piano. Desde que comencé a tocar con 11 años se convirtió en una obsesión y solo me permitía escuchar a Beethoven.
Fue gracias a una amiga que es violinista y me dio la idea de subir la pieza a Youtube. Al principio no lo veía muy claro pero gracias a ello me escribió la Filarmónica de Berlín para pedirme un encargo. Al principio creía que era una broma, luego ya me di cuenta de que iba en serio. Me invitó a su cumpleaños y me llevé partituras y estuvimos tocando con músicos de la de la Orquesta de Berlín en su casa. Unos meses después grabamos la obra en Berlín. Fue increíble.
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Al trabajo y esfuerzo, hubo que sumarle que tuviste que estudiar fuera de España y vivir en un país diferente al de tu familia, ¿qué es lo que más echas de menos?
Primero me fui a Budapest un año a estudiar piano a la Academia Franz Liszt. Después estuve dos años en Londres, en la Royal Academy, y ahí es cuando tomé la decisión que de empezar a componer. A mí me gustaba mucho tocar el piano, pero como que necesitaba otra manera de expresarme. Y ahí es cuando hice la aplicación a Berklee en Boston en Massachusetts y me dieron una beca me fui para allá.
Llevo doce años viviendo en Los Ángeles y me he acostumbrado a vivir aquí, de hecho me encanta, California pero echo de menos España. Concretamente a mi familia porque no se pueden transportar. Pero también la manera de ver la vida, ya que en España, los españoles podemos hablar durante horas de muchas cosas, y aquí las conversaciones son mucho más estructuradas.
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En California has asentado tu vida y has creado una preciosa familia con dos hijos, que de hecho, a uno de ellos le has dedicado tu última pieza musical.
Tengo dos hijos, Grace de ocho años y William de cinco. Mi última partitura se la he dedicado a la mayor, de hecho lleva su nombre, Grace. Es una obra que me pidió Laurent, primer violín de la Filarmónica de Berlín y me hizo ese encargo porque en noviembre de 2016 ellos iban a venir a Los Ángeles a tocar en el Disney Hall. Me inspiré en mi niña y está compuesto en tres partes: la concepción o anuncio del embarazo de Grace, el embarazo en sí y la coda final, es decir, los primeros minutos de mi hija en la tierra.
Para que se entienda mejor, la introducción de la pieza musical transmite la emoción que sentíamos nosotros por su llegada, los nervios y el entusiasmo. La segunda parte es la que narra el embarazo de Jenn, — su mujer, abogada en Harvard — que comienza como ritmo suave con muy poca actividad y según avanza el crecimiento del feto la pieza comienza a coger energía, sube de tempo, sube la dinámica. El último trozo es el momento del parto. El instante más fuerte y que transmite una sensación de grandeza, hasta que llega el nacimiento. La música en ese sentido es muy literal porque describe el proceso con elementos musicales hasta llegar a la coda final. Ese momento es precioso. Me acuerdo que cuando Grace nació casi no lloró. La tumbamos en la cama y se quedó dormida con mucha calma y esa sensación nos la transmitió.
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¿Existe alguna diferencia entre Arturo el gran músico y Arturo el padre que se desvive por sus hijos e, incluso, les dedica una partitura?
Nadie te enseña a ser padre, de repente llegas a casa y sois tres. Para mí fue un día muy estresante porque dormí poco, estaba asustado y cansado. No hay una diferencia entre el músico y el padre, o eso espero. Para mí por ejemplo, es importante que cuando compongo una obra, haya una conexión emocional que venga de algo que me esté pasando en ese momento. Si no tiene un origen o una raíz emocional, no puedo componer, y la emoción principal de mi vida en ese momento era Grace.
Ahora, le tendrás que componer una pieza a tu otro hijo...
Sí, de momento le he hecho una pequeña, pero tengo que hacer algo más grande. A mí me suele llegar la inspiración cuando estoy corriendo. Cuando estoy haciendo deporte es como que bajo mis defensas y soy capaz de recibir las melodías. Yo creo que hay un sitio donde están todas las melodías y siento que los compositores más que creadores somos como transmisores. Nosotros recibimos esas frecuencias como una radio que tiene una antena y que recibe las ondas.
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Y esta pieza, Grace, está hecha con una tecnología de sonido inmerso que se parece más a lo que realmente tú escuchas en tu cabeza y te gustaría transmitir.
Sí, ha sido maravilloso trabajar con Dolby Atmos, una innovadora tecnología de audio creada orginalmente para el cine y que te envuelve en un paisaje sonoro inmersivo. Te da la posibilidad de envolver al espectador dando espacio al diálogo y al resto de efecto. Nos ha permitido hacer cosas que antes eran imposibles. Con Dolby los artistas podemos colocar sonidos individuales, decidir el volumen, el tamaño, el nivel de difusión de cada voz, de la guitarra, del tambor...
Gracias a tu dedicación, entrega y sobre todo trabajo, has estado nomiado a los Goya a Mejor Música Original por la banda sonora de Buñuel el laberinto de las tortugas, ¿cómo fue esa nominación?, ¿cómo lo vivistes?
Fue uno de las nominaciones que más ilusión me han hecho. Fue en la época previa al Covid, justo la última fiesta grande antes de los meses oscuros que vivimos y recuerdo que cuando estábamos esperando la nominación nos metieron a todos en un cuarto enano. Con esta película también estuve nominado en el Festival de Málaga y en el Festival de animación más importante del mundo. Cuando me dan premios intento ser muy cauto porque los premios son muy peligrosos y no quiero nunca que se me vaya a la cabeza. Intento recordar siempre la razón por la que hago esto que es. Yo lo que quiero es componer música y conectar con mi audiencia y los premios son un arma de doble filo. Aún así los recibo con mucha ilusión pero sin dejar atrás la precaución.
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¿Dónde te gustaría verte en tu futuro?, ¿qué proyectos te gustaría realizar y qué sueños cumplir?
Me gustaría seguir haciendo un poco lo mismo, haciendo películas, pero luego también encontrando un hueco en la música instrumental, así, más clásica, más de concierto. Y la asignatura pendiente que tengo es tengo que volver a dar conciertos.