Hasta hace cinco años, la vida privada de Jeff Bezos era así: privada. De hecho, poca prensa más allá de la económica sabía apenas algo de la existencia del fundador de Amazon, hoy el tercer hombre más rico del mundo, con un patrimonio de 177.400 millones de dólares. Su información personal era la que la empresa difundía a través de sus comunicados. Pero, a principios de 2019, su divorcio de MacKenzie Scott, después de 25 años de relación, y, a la vez, su nuevo romance con Lauren Sánchez pusieron su mundo patas arriba. Y en este lustro ha quedado demostrado que su nueva relación, lejos de ser un capricho, se ha convertido en el catalizador de su cambio de vida. “El multimillonario austero”, como se le denominó, desapareció y dio paso a un hombre que fue evolucionando. Todo en él ha cambiado, incluso ha abandonado la ciudad en la que ha vivido durante los últimos 30 años, Seattle.
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A principios de noviembre, el empresario —que acaba de vender 112 millones de acciones de Amazon por un valor que supera los 2.000 millones de dólares— anunció que se mudaba a vivir a Miami para estar más cerca de sus padres, que dirigen la Bezos Family Foundation, y centrarse en su empresa aeroespacial Blue Origin, su “trabajo más importante”, como él mismo lo denomina. En la ciudad de Florida, ha comprado dos fabulosas mansiones contiguas en Coral Graves (una de ellas, la de Raquel Cordón, hija del empresario Publio Cordón, secuestrado y asesinado por la banda terrorista GRAPO, valorada en 78 millones de dólares) y es donde, entre preparativos de boda, Bezos parece estar viviendo ya una idílica luna de miel con su prometida. Una de sus últimas apariciones fue en el Festival de las Artes de Coconut Grove, donde dieron un paseo de la mano, como dos enamorados más, mientras tomaban un café. Un momento en el que la presentadora de televisión y filántropa se dejó ver sonriente y feliz y volvió a lucir su espectacular anillo de compromiso: un diamante que está valorado en 3,5 millones de dólares.