Curioso el caso de Juanjo Artero y El milagro de la Tierra. Después de casi diez años de funciones, el actor está nominado a los Premios Unión de Actores , en la categoría de Mejor Protagonista de Teatro, por este monólogo. Una obra en la que Juanjo lo da todo en los setenta minutos que dura cada función. “Es verdad que estoy sin parar y, a veces, sudo mucho. Pero luego me tomo un vaso de agua y ya está”, nos cuenta con su habitual llaneza, en el Hotel Palacio de los Duques Gran Meliá, de Madrid.
A menos de dos semanas para que se entreguen estos galardones, Juanjo habla con ¡HOLA! y hace un repaso por sus 58 años, que han sido bastante intensos. Por su puesto, le preguntamos por Verano Azul , por su relación con los compañeros de serie y por cómo recuerda su particular infancia. Pero el actor también nos comparte los aspectos más desconocidos de su vida y su familia: de los pasos en la Interpretación que están siguiendo sus dos hijos con Nuria Gómez a los mejores recuerdos de su padre, el doctor Gabriel Artero, toda eminencia en Cardiología, quien falleció el pasado noviembre.
—La de alegrías que te está dando El milagro de la Tierra.
—Muchas. Es un texto que nace de la necesidad de hacer un monólogo. Toni Flix –productor de la obra– y yo nos pusimos a trabajar y es como nuestro niño. Es un texto que llevo haciendo años y mi tránsito por ella mío es una delicia. Al espectador le gusta y lo noto por los silencios, los llantos, las risas. Lo que siento que transmito con este monólogo es lo mejor.
—¿Qué supone para ti que te nomine la Unión de Actores?
—Que te nominen tus compañeros es lo más grande, porque es la profesión de actor que ellos conocen. Es una sensación impresionante. Y con el monólogo es todavía más grande. Además, no llevaba una buena racha en la vida fuera de lo profesional y, de repente, llegó esto, que es como una buena noticia.
—En el monólogo, haces un repaso a la vida entera, desde la existencia, la creación.
—Son mis preguntas, que es la del ser humano de siempre y un repaso con los mejores autores. Y no ha terminado este monólogo, porque vamos a estar con él toda la vida.
—Pero ya estás con otra obra, Robots.
—Sí. El 26 de marzo estrenamos en Madrid y vamos a estar un mes, pero ya hemos estado en muchas ciudades. Es un thriller que se desarrolla durante la pandemia, el confinamiento. Son robots estadounidenses, pero fabricados en China, que analizan las pruebas de PCR. Pero, en realidad, sus fines no son tan buenos. Tiene mucho misterio y es un mecanismo de relojería por como se mueve la escenografía, que la obra tiene muchos recursos escenográficos.
—Te quedan muy pocos papeles por interpretar, pero siempre dices que te gustaría hacer persona mayor.
—Bueno, es lo que te toca. Quiero hacer de un tío de 58 años y ya va tocando (ríe). Si que he tenido papeles de padre, pero no de abuelo. Pero, por edad, podría ser abuelo y más.
—Aunque aunque estés físicamente bien, ya sumas más de cuarenta años de profesión.
—Cuarenta y cuatro años ya. Empecé con Verano Azul y, luego, acabé los estudios de Arte Dramático. Después, hice [la serie] Turno de oficio con 17 años y, dos años después, me salió otra película. Pero sí, son ya 44 años de profesión.
—Evidentemente, el proyecto que cambió tu vida fue Verano azul. No sé si estás cansado de que te pregunten por la serie.
—Para nada. Si me preguntan por ella, será porque sigue interesando.
—Lo curioso es que no fue una serie de muchas temporadas.
—Fueron sólo 19 capítulos. Fue algo único. Date cuenta en el momento en que se se presentó, que fue antes del 23 F, y los temas que se trataban. Me contaron que, en un país comunista, no recuerdo bien si Yugoslavia o Rumanía, lo más moderno que había en esa época era Verano Azul, porque entró antes que los Beatles. Para muchos países fue así, porque se emitió en todo el mundo.
—Entonces, te habrán reconocido en lugares de lo más insospechadas. ¿Recuerdas alguna situación que te sorprendiera especialmente?
—Me reconocieron en Hollywood y me hizo mucha ilusión. Estaba con mis padres visitando los estudios Universal y unos mexicanos sabían quién era. Ahí tendría 16, 17 o 18 años, no me acuerdo.
—De la serie se han contado muchas cosas, pero nada de si hubo relaciones entre los actores, como ocurrió en otras series juveniles, como Física o Química.
—Es que éramos muy niños todavía. Yo tenía 14, pero los primeros quince días sí fui novieta de Cristina [Torres], de darse un besito y la mano (ríe).
—¿Podemos decir que fue la primera novia de tu vida?
—Tampoco novia. Fue novieta, de esas que le gustas y te besas.
—¿Cómo gestionaste la fama? Porque tal fue el boom que grabaste un disco con tu compañero José Luis Fernández, que hacía de Pancho en Verano azul.
—Era muy raro. Iba por la calle y pensaba que la gente estaba loca porque me miraba. Pero seguía siendo yo. Como me considero una persona normal y siempre quería pasar desapercibido, me sorprendía que me quisieran conocer de repente. Es una situación peligrosa también, pero siempre tuve los pies en la tierra, una buena base de educación y de valores.
—El actor que hacía de Pancho, compañero tuyo en la serie, se perdió. ¿Cuál crees que es la clave para mantenerse en vereda ante una explosión de popularidad?
—En la vida te puedes perder y encontrarte. A saber los factores de cada uno. Es cierto que un éxito temprano puede ser muy peligroso y no solamente porque te pierdas, sino porque también te puede generar una gran frustración. Pero, si analizas un poco la situación y ves que ayer no pasaba nada y desde que sales en la serie sí…. A ver si va a ser por la serie, no porque yo sea más guapo o el más ligón del mundo.
—Verano azul fue muy importante en tu carrera y tuvo que pasar muchos años hasta que conseguiste otro éxito de público, como ocurrió de nuevo con El comisario, que se estrenó en 1999. En ese tiempo, ¿dudabas de si llegaría otro trabajo así?
—Claro, siempre tienes la ansiedad. Pero la ansiedad también es una fuente de energía de ponerte a buscar. Antes de El comisario, lo mejor que pude hacer fue prepararme muy bien. Aprendí mucho de los directores, pero también tuve una buena escuela: estudié mucho Arte Dramático, preparándome mucho en el verso. Montamos la compañía Micomicón –en los 80– y eso fue muy importante para acceder a hacer los personajes. Por ejemplo, hice dos galanes de Lope de Vega cuando Narros –Miguel Narros, director teatral– me hizo la prueba para La fiesta barroca.
—¿Con qué compañeros de Verano azul mantienes contacto? Con Miguel Ángel Valero, el actor que interpretaba a Piraña en la serie, sí, porque le vi en el estreno en Madrid de El milagro de la Tierra.
—Somos todos como una familia.
—¿Tenéis un grupo de chat?
—Sí, hay en el que están algunos, pero nos comunicamos todos prácticamente todos los días. Con el que más trato es con el que vive en Nerja –Miguel Joven, Tito en la serie–, porque voy muchísimo. Ahora he tenido función en Málaga y me he pasado una semana allí.
—En Nerja serás como una institución. Te parará todo el mundo para hacerse fotos contigo.
—Soy como Mickey Mouse en Disneylandia (ríe). Visité el parque Verano Azul para enseñarle el barco de la serie a no sé quién y justo llegó un autobús… Me sentí como Mickey Mouse en Disneylandia y dije: “Vámonos de aquí, que no puedo más”. Pero me encanta ir a Nerja, porque tengo muchos amigos.
—¿Cómo se encuentra José Luis –el actor que interpretaba a Pancho en la serie– en la actualidad?
—Está muy bien ahora. Hablo mucho con él. Trabaja para una empresa que alquila locales y se le da muy bien porque tiene mucha labia. Me lo ha dicho su jefe, que le conozco mucho. A la gente le hace mucha gracia como es él y es un vendedor maravilloso.
—¿Sientes que te has perdido algo de tu infancia por trabajar como actor tan pronto?
—Qué va. No he perdido nada. Mi padre supo desde siempre que sería actor y no le extrañó. Siempre decía que yo hubiese sido un buen médico, pero vio la oportunidad, me dijo: “Te dejo porque sé que es lo tuyo”. Mis hermanos pedían el Cheminova y yo un disfraz. Además, yo recitaba… Mi padre lo vio claro. Pero me pidió que, si empezaba a hacer cosas, le prometiera que yo aprobara todo. Y no sólo cumplí, sino que saqué mejores notas porque tenía clases particulares y no me podía escaquear (ríe). Pero no me he perdido nada en mi vida. No sé otros casos, pero a mí no me ha explotado nadie . Es verdad que algún año después sí lo perdí porque había mucho lío por trabajo, pero nunca dejé de estudiar. Aparte que a las diez de la noche tenía que estar en casa, fuera famoso o no, porque había colegio. Creo que eso ha sido muy bueno. A lo mejor, si me hubieran dejado hacer lo que me hubiera dado la gana, me hubiera perdido. Pero mis padres nunca me dejaron.
—En la serie El Barco trabajaste con jóvenes actores que ya despuntaban, como Blanca Suárez y Mario Casas. ¿Te veías reflejado en ellos?
—Yo era más niño que ellos, pero, sí, claro. Me acordaba mucho de esa locura de las fans, que estaban enamorados de Mario, Marina [Salas] y de Blanca … Fue una cosa bonita de volver a recordar. Y yo como el viejete, que es algo que me mola… No me voy a poner a competir con Mario Casas de físico, ni de belleza, ni de nada (ríe). Me alegraba de la audiencia que daban ellos y la poquita que podía dar yo.
—¿Qué te llamaba la atención del carácter de Mario y Blanca?
—El tesón de los dos. Mario es un tío cabezón, trabajador y con mucha preparación física. Y Blanca tiene algo que se tiene o no se tiene. La ves en televisión y ves que la cámara la quiere, con esa dulzura. Lo que transmite ella es impresionante.
—Volvamos a ti. Desde hace treinta años, compartes vida con tu mujer. Todo un logro, formando parte de un mundo tan inestable como es la profesión de actor.
—Totalmente. Pero eso es gracias a ella, que sabe perdonar (ríe).
—¿A qué se dedica ella?
—Al Derecho del trabajador, aunque ahora está dedicada a otras cosas. Ayuda mucho a la gente.
—Vuestros hijos quieren ser actores. ¿Cómo lo vives tú?
—Están en ello. Miguel acaba este año en una escuela –Estudio Juan Codina– y Carlota, el año que viene. Primero, han hecho sus carreras y, luego, lo han compaginado. –Miguel está graduado en Marketing y su hermana, en Diseño Integral y Gestión de la Imagen–. Pero, con los hijos siempre da mucho vértigo, elijan la profesión que elijan.
—¿Te gustaría trabajar con ellos?
—Con Miguel hice un corto. También hacía figuración en Servir y proteger , pero se busca la vida. Igual que Carlota, que también hace mucha figuración. Ella apareció en un videoclip de Taburete, La Discoteca. Es una chica muy de hoy, con mucha chispa.
—Perdiste a tu padre hace pocos meses –en noviembre–. ¿Cuál fue el mejor consejo que te dio, siendo él una eminencia en el campo de Cardiología?
—He tenido la suerte de tener un padre como él… –Se emociona–. Siempre me dijo que, lo que hiciera, lo hiciera con mucho amor y con vocación. También que me preparara a fondo, además de no pisar a nadie e ir al ritmo de cada uno.
—Tu padre fue un médico tan importante que trató a Franco.
—Sí, formó parte del equipo de médicos. Él le cerró los ojos. También le puso un marcapasos a La Pasionaria. Trató a policías, a gente que había hecho un atentado… A todo el mundo, porque médico tiene que salvar vidas Por ejemplo, le salvó la vida a Torrebruno. No sé si le puso seis o siete bypass… Sé que también atendió a los Guillén, a Gemma Cuervo y a Fernandito, cuando era niño.
—Hablando de salud, ¿cómo te encuentras después del trombo pulmonar que sufriste hace cinco años?
—¿Han pasado ya cinco años? Estoy muy bien. Tardaron un año y pico en saber el origen, pero ahora me tomo una pastilla y ya.
—Espero que hayas dejado de fumar…
—Claro que sí.
—¿Qué has aprendido de ese susto?
—Pues que no soy inmortal. ¿Te parece poco? Aunque ya lo sabía, no a flor de piel. Siempre piensas que puedes con todo, que puedes rodar sin dormir, que puedes estudiar por la noche e ir a otro sitio… Y que no pasa nada. Piensas que ya dormirás el sábado o el domingo. Pero no. Todos tenemos una fecha de caducidad y, cuando te vas acercando a una edad, ya no eres tan fuerte. Aún así, tengo una profesión que mantiene vivo y voy al gimnasio.
—Para acabar, ya que hemos empezado hablando de El milagro de la Tierra, ¿cuál dirías que ha sido el milagro en tu vida o que pienses que ha sido un milagro que te haya ocurrido?
—Hay muchos. Por ejemplo, ser padre y encontrar a la mujer de tus hijos. También el nacer, los padres que he tenido y el país en el que he nacido. La circunstancia… Todo es privilegio. Luego, un momento mágico con 14 años que, de repente, un señor como Mercero me haga vivir y convertir el deseo de ser actor. Todo aquello fue como un milagro. La vida te sorprende y hace milagros.