“Yo era una niña que crecía feliz en Cremona. De provincias… Mi padre, dentista; mi madre había dejado la moda para estar con su hermana por problemas de salud… Aquello me quedaba pequeño. Siempre he intentado no ponerme límites y soñaba con ir más allá. Por eso, vi en las redes una oportunidad. Después, hace algunos años, me dije: “Oye, quién sabe si este será mi futuro”. Ya entonces era una mujer que hacía las cosas intentándolas hacer lo mejor posible. Alguien que estudia y que trabaja duro. Cuando hice Sanremo, nunca había salido en televisión, y tomé clases con un profesor de improvisación. Nunca me tomo nada a la ligera. Que después las cosas salgan perfectas o terribles es algo subjetivo”.
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En plena crisis de imagen, el matrimonio se mudó de domicilio a una de las zonas más exclusivas de Milán. Después de tres meses de convivencia, vuelve a estar en venta
Chiara Ferragni es la que habla. De cuando aún no había cumplido los 16 y su blog, The blonde salad, no formaba parte todavía de ningún estudio curricular en la Universidad de Harvard. Son palabras extraídas de su última entrevista, para Il Corriere della Sera. Una involución o, tal vez, un gesto revolucionario para una mujer, treintañera ya, convertida en ejemplo para toda una generación habituada a eso de contar su vida a tiempo real y a través de la pantalla de un móvil.
Porque, desde ese Sanremo al que hace referencia, el del 2023, cuando, con un vestido ‘efecto desnudo’, leyó una proclama reivindicando el valor de la mujer en la sociedad contemporánea, dejó de ser dueña de su propia historia para que, como en Una odisea en el espacio, de Kubrick, fuera la máquina la que tomara el control. No HAL 9000, obviamente, sino, en su caso, las redes sociales y, con ellas, los medios convencionales. Es entonces cuando se marca el arranque del ‘annus horribilis’ de la rubia italiana, paradigma del fin de una época. O, al menos, del terremoto que está haciendo temblar los cimientos del universo influencer y del que, aún, no nos hacemos una idea clara de su índice destructivo en la escala.
El fin del amor
A Chiara, por lo pronto, le ha costado ya el matrimonio. Ocho años de relación. Cinco de casada. Ya hemos hablado en estas páginas de la repercusión económica y el ocaso de su estrella; hagámoslo ahora con los crímenes del corazón… Porque hay quien dice que aquí la crisis familiar viene de largo. En los mentideros, esos que, en estos lares, suelen identificarse con ‘medio Madrid’, se dice que, desde hace año y medio, ‘medio Milán’ sabía que las cosas no iban bien en la pareja más envidiada, querida, adorada y, también, odiada (por la extrema derecha) de Italia.
El beso de Fedez con el outsider Rosa Chemical (y su traslación en cuota de pantalla) podría entenderse como ‘la casilla de salida’ al drama de los ‘Ferragnez’. Aquel flirt provocó ríos de tinta, primero, sobre la orientación o promiscuidad sexual del cantante, para desembocar, después, en el meollo de la cuestión, algo que la propia Chiara confesaría con una elocuencia prístina como su nombre: “Le pedí que estuviera ahí para mí como espectador por una vez y no como protagonista”. Pero no lo hizo.
Fedez había cedido en su duelo de egos particular no participando en el concurso y así facilitar que su mujer pudiera ejercer de maestra de ceremonias sin que nadie los acusara de “tráfico de influencias”. Pero, claro, una cosa era no coger el ‘micro’ para cantar y otra muy distinta no montar el espectáculo… Él se prestó al show y ella, aún con 30 millones de followers, se dio cuenta de un plumazo de que los brillos de su coraza dorada de Schiaparelli quedaban totalmente opacados ante las dotes de clown de su marido. El tándem del imperio estaba descompensado: las audiencias lo querían a él.
La primera crisis
Fedez, esa noche, durmió en el sofá. La primera de muchas, hasta que se vio constreñido a salir de casa. Su mutismo y ausencia de emoticonos en las redes demostraban que la vida en casa de los ‘Ferragnez’ no pintaba tan de color de rosa como habían hecho creer a sus seguidores. De hecho, podía ser tan gris marengo como la de cualquier pareja. Y qué paradoja, porque, esas mismas navidades —las de 2022—, el color que se había elegido para el azúcar glas que bañaba los ‘pandoros especial edition’ de Balocco by Chiara Ferragni era también el rosa. ¿Quién iba a imaginarse que le explotaría en sus narices como embadurnado en pólvora?
“La prioridad es proteger a la familia y a los hijos. Mantener los problemas dentro de los muros familiares”, han sido las primeras palabras de Chiara
El jueves pasado, 22 de febrero, un año después exactamente, la noticia se repetía. Fedez no dormía bajo el mismo techo que Chiara. Pero los 365 días no habían pasado en balde. Tras ese fatídico festival, la tormenta amainaría, sí. Incluso, surfeando las aguas calmas, el matrimonio se compró un nuevo escenario para sus reels. Perdón, para su vida familiar. Un ático de 800 metros en la exclusiva zona CityLife. Y juntos también hicieron frente a un brutal lance de la vida: un cáncer de páncreas. Fedez se sometería a varias intervenciones ‘a vida o muerte’ que le dejaron una marca indeleble surcándole el vientre de lado a lado.
Chiara abandonaría los front row y las red carpets por estar a los pies de la cama de su marido en el hospital Fatebenefratelli. Pero cuando parecía obrarse el milagro y el amor vencía a la adversidad, se llamase como se llamase, el bizcocho con forma de volcán erupcionaba y todo saltaba por los aires. También ese vínculo que, algunas voces, no llaman ni amor ni sexo, sino ‘relación empresarial’.
Palabra de Chiara
En esos business se centró el redactor italiano que fue el último en entrevistar a la diosa de las redes cuando aún solo se resquebrajaba su imperio y tenía por misión encontrar alguna explicación plausible a las prácticas fraudulentas que, presuntamente, Chiara habría cometido.
‘Un’appuntamento’ que sucedía horas antes también de que la reina de Instagram publicara una foto con un detalle sin importancia que, sin saberlo, convertía este scoop en papel para envolver pescado. Y sin haberse publicado todavía. “Llega sonriente a nuestra cita.Lleva su anillo de casada. En el dedo corazón”, describen debidamente en la entradilla para, después, proseguir con la única parte del texto relativa a su vida sentimental: “Portofino, Champoluc, Courmayeur… ¿Por qué ha pasado los últimos fines de semana sin su marido? ¿Cómo es posible que no esté a su lado estas semanas tan difíciles para usted? Y Chiara, durante un instante, mira la punta de su zapato y responde: “No ha estado tantos fines de semana… Otros sí, en cambio. De todas maneras, es mi marido. Y en mi opinión, en momentos de caos en el exterior, las cosas hay que mantenerlas dentro de la pareja””. “¿Qué entiende usted exactamente por “las cosas”?”, le repreguntan. “Que la prioridad es proteger a la familia y a los hijos. En lugar de dar explicaciones, es más importante hacer lo que creo que es correcto: mantener los problemas dentro de los muros familiares”, contesta Chiara.
Manejando los tiempos
Porque este texto lo hemos podido leer cuando la noticia de la separación era ya un hecho. Sus palabras, no obstante, habían sido registradas antes. “Era martes 20 de febrero. La crisis estaba. Se intuía. Podía leerse en su rostro que sufría, pero se esforzaba por no darlo a entender. No era de su matrimonio de lo que quería hablar. Aun así, hubo un momento en el que confesó: “A veces, me cuesta mostrar mis debilidades porque, si contara lo frágil que me siento, me percibirían aún más débil, aún más atacable”.
Pero ya hay fecha para oírla hablar in carne ed ossa. O sea, en televisión. Y el ‘pandoro’, a buen seguro, pasará a un segundo plano en esa cita que tiene a Italia en ascuas. El anuncio de la emisión se hacía público cuando Fedez tomaba asiento, tenso, en el desfile de Versace, y Anne Hathaway asistía asombrada a la desbandada de las cámaras que prefería a un joven tatuado de pies a cabeza y con cara de pocos amigos. “¿Tiene sentido que yo venga aquí a contaros los problemas de mi vida con dos hijos?”, replicaba el de Disco Paradise, acusado de hacer una huida hacia adelante en solitario ante la crisis de pareja y de imagen… Esperaremos hasta el próximo sábado para encontrarlo. El sentido, se entiende. Al programa Che tempo che fa, de Fabio Fazio. Porque este escándalo ya no se dirime a golpe de tuit. Es como los de antes. Lo vintage está de moda.