Su cara les resultará familiar. Sobre todo, a los incondicionales de La casa de papel . Él es Mario de la Rosa, el agente Suárez de la exitosa serie española, conocido, también, por aparecer en otras producciones como Águila Roja o Bienvenidos a Edén. Lo que quizá algunos no sabían es que, más allá del set, Mario dedica su tiempo a su otra gran pasión, la escritura, y que descubrió el mundo de las letras siendo un niño, cuando se sumergió en la cultura del hip hop y se animó a escribir sus primeras canciones de rap.
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De ahí dio el salto a la poesía, pero lo de la actuación llegaría, en verdad, un poco más tarde (entrada la treintena)... Lo que tiene claro es que todas esas inquietudes artísticas siempre han estado en su cabeza, y ahora nos presenta su segunda novela, Que arda esta casa con nosotros dentro (Editorial Planeta).
- Mario, nos presentas tu libro Que arda esta casa con nosotros dentro. El primero fue una novela negra, ahora un thriller… ¿De dónde viene esta predilección por este tipo de géneros?
- Yo escribo desde la inquietud y la necesidad. Me centro en contar las historias que quiero y no reparo en si estoy escribiendo una novela romántica, negra o social. Quien entiende de esto más que yo, por ejemplo, es mi agente, que es quien le pone una etiqueta.
- En todas tus obras pones siempre mucha atención en las emociones. Son personajes muy pasionales… ¿Crees que tu formación como actor te ha ayudado en este aspecto?
- Definitivamente. Es verdad que me pongo muy intenso. Hablo mucho, sobre todo de las sensaciones y las emociones de los personajes. Siempre digo que quiero que mis personajes sean personas, no meros títeres al servicio de una historia mayor. A mí lo que de verdad me importa es lo que siente el personaje, lo que le lleva a hacer algo, cómo se siente mientras lo hace y qué le cambia el haberlo hecho. Somos personas y, evidentemente, como actor, yo tengo mucha formación en esto. Para ser actor debes tener sensibilidad, empatía y entender a los personajes que te toca interpretar. Yo he interpretado villanos, gente muy violenta y yo no lo soy… Hay que ponerse en ese lugar.
- Al final, siendo también actor y escritor… ¿Te cuesta después desligarte, desconectar, de esos personajes?
- Sí, lo vivo con mucha intensidad porque, bueno, es verdad que yo siempre digo que mis textos son personales, pero no autobiográficos. Hablo mucho desde lo que conozco, lo que he visto, lo que he sentido o lo que creo que me puedo imaginar. Siempre estoy rumiando ideas, tomando notas, grabo audios cuando no puedo apuntar… Evidentemente, sé separar. Tengo vida, no soy un obseso, un loco, pero sí es verdad que la novela es un proceso que te acompaña, porque, si desconectas mucho, después, volver a conectar te lleva más tiempo.
- ¿Estás rumiando entonces la siguiente novela?
- Sí, por supuesto. Tengo como dos o tres ideas ya. Luego ya veré la energía vital del momento cuál me lleva a escribir.
- Igual que tu formación como actor te sirve para plasmar las emociones de personajes… ¿También te inspira para las tramas?
- Se retroalimentan. Yo, como actor, voy a un set, recibo un guion que ha escrito otra persona, veo el desarrollo de personajes, de tramas… haces un trabajo de construcción, le pones tu alma también a ese personaje, pero, al mismo tiempo, recibes las direcciones de un director. Luego hay un montaje, compañeros alrededor con los que creas sinergias y se aprende mucho de todo lo que te rodea. Así que, cuando uno se va después a la salita con el ordenador, todo eso suma, le doy vueltas y me estrujo el ‘coco’ para generar una atmósfera que me hace encontrar matices a la hora de construir mis personajes.
- La primera escena del libro ya parece la de un capítulo de televisión, y tu anterior novela, Perros con placa, la concebiste como un guion, ¿esta también?
- En esta ya me centré en la novela. Es verdad que mis textos son adaptables al audiovisual, pero es normal. Yo he leído, por supuesto, pero creo que he consumido más audiovisual a lo largo de mi vida. Sí que voy mezclando clásicos con novedades de las temáticas que me gustan y llevo un rango de lectura aceptable. Nada comparable a una sobrina que tengo que se lee como 100 libros al año (se ríe). Tengo un imaginario que está muy conectado con lo audiovisual. Es cierto que, muchas veces, para desarrollar los capítulos, no pienso tanto en cómo es literariamente, pero todo es un análisis que yo hago después. En el momento, no soy consciente de que lo estoy haciendo.
- ¿Te gustaría que se llevase a la televisión?
- Ojalá se dé. Claro que sí. Tanto Perros con placa como esta. Cuando tú escribes una novela, no tienes presupuesto. Puedo escribir cualquier cosa, por ejemplo, que estamos hablando aquí, de repente tocamos un botón, pasa algo, y estamos en la luna... Sin embargo, cuando escribes un guion, sí que hay que pensar en el presupuesto, en lo que se puede rodar… Es otro lenguaje. La imagen cobra tanto peso como el diálogo. En la literatura, uno lo recrea más en su interior. Por eso también solemos decir que nos gusta más el libro que la película, o que no nos gusta que hayan escogido a cierto actor para este personaje.
- Hemos escuchado que escribías poesía, y, al haber crecido en Alcorcón, te moviste mucho en la cultura del rap...
- Cuando emerge el hip hop en España, a finales de los 80, yo soy un adolescente. O sea, tengo 13 años cuando empiezo a conectar con esto, porque hay unos pioneros que me sacaban cinco o seis años. Ahora los veo como niños, pero entonces eran, claro, mayores, importantes… y empezaron con uno de los grupos de hip hop más importantes y pioneros de este país, los Jungle Kings. Eran mis conocidos, del barrio al lado, y acabamos siendo íntimos amigos. Cuando yo conecto con esa cultura, ya tenía muchas inquietudes artísticas. Quería formar parte de una cultura como es el hip hop . Entonces había cuatro grandes ramas (la música, o sea, los djs, los que cantaban, los que bailaban break dance y los que pintaban graffiti). No era malo… O sea, a lo mejor, lo que mejor se me daba dentro de lo mal que se me daba todo, era escribir canciones y rapear. Pero no tenía una identidad, era un niño, entonces yo copiaba lo que hacía. Creo que da mucha creatividad. Ahora que echo la vista atrás, en el momento, no era consciente de que soy un tanto ecléctico. Estoy interpretando, he dirigido un cortometraje, videoclips, genero música (no la produzco yo porque soy muy malo, no tengo oído, pero me rodeo de gente que sí lo tiene), hago spoken word, que es como coger el rap y poetizarlo... Además de rapear, escribo novelas, poesía… Todas esas inquietudes que tenía con 13 años son con las que estoy conectado a día de hoy. Entonces a mí eso me mantiene muy pleno, muy feliz. Pero claro, tuve que transitar aquello y ser un fracaso y un paquete.
- Al final hay mucha gente que, quizá, no ve el rap al nivel de la música clásica u otros géneros…
- Yo puedo entender ese conflicto con el reggaetón, pero no con el rap, ¿sabes? Respeto el reggaetón, pero otra cosa son los gustos y opiniones. El respeto siempre está porque el trabajo es trabajo y sí, mira, soy íntimo amigo de aquellos pioneros del hip hop. La cultura urbana es un fenómeno que se estudiará dentro de 200 años, como a día de hoy estudiamos el Renacimiento. Esto no quiere decir que sea mejor, pero que es cultura es un hecho innegable. Es así, igual que el fenómeno del del reggaetón y del trap. Y eso se estudiará también de algún modo. Tampoco me voy a erigir aquí en un abanderado de la cultura del hip hop. Estoy muy conectado a ello por el círculo íntimo que tengo y demás, pero no soy yo una figura, ni un ni un embajador. Forma parte de mí. En Perros con placa, la mitad de los capítulos empiezan con una frase o una rima de alguna obra, de alguna canción de rap que cito…
- Dices que empezaste como actor un poco tarde y que fue una amiga la que te convenció para ir a clases de teatro ¿Con la escritura te pasó un poco igual?
- Con la interpretación sí pasó. No fue tanto que se dieran cuenta de mi talento, sino que alguien me señaló mis inquietudes artísticas. Yo tenía algo desde aquella infancia que hemos hablado antes, pero lo tenía como de una manera privada. Empecé escribiendo canciones de rap a los 13-14 años… ¡Ya ves tú de lo que podía hablar esas letras! Sobre lo que me pasaba en el momento, mis inquietudes… Como no las rapeaba muy bien, empezaron a tornarse en poesía -también porque empecé a tener otro tipo de influencias-. Después de conocer el mundo del hip hop, conocí el rock de los 70. Me enganché mucho al personaje de Jim Morrison, leí sus libros de poesía… De alguna manera, me hizo un click. Empecé a escribir ya más poesía y no tanto rap, y ya lo recitaba o lo rapeaba. Encontré un lenguaje que me servía como mi propio diario, y estuve escribiendo poesía durante un montón de años. Al final siento la necesidad natural de desarrollar más los textos, las historias y empiezo a escribir como pequeños relatos cortos. Me atrevo a escribir lo que en mi cabeza era como un pequeño guion, como para rodar un cortometraje porque yo tenía más inquietud por dirigir que por ponerme delante la cámara -esto nunca se me había pasado por la cabeza-. Todo esto me acompaña y, mientras, vendía azulejos y material de construcción. Iba por las obras reuniéndome con encargados, capataces, arquitectos, aparejadores.. Y me hice amigo de una arquitecta que fue la que me dijo: ‘Y tú, con todas estas inquietudes artísticas, ¿qué haces?’ Y yo contesté: ‘pues es verdad que no estoy haciendo nada más que disfrutarlas como espectador o como algo íntimo’. Me animó a hacer algo con ello y ponerme delante la cámara. Yo no lo veía al principio porque lo que quería era contar historias, pero insistió. Intenté estudiar dirección. Era complicado en ese momento porque ya tenía una edad, tenía una hipoteca y un trabajo estable. Me insistió tanto que me invitó a ir con ella a clases de interpretación los fines de semana -porque ella hacía teatro musical siendo arquitecta, fíjate-. Y me me dijo: si te gusta, te quedas; si no, te vas, pero inténtalo. ¡Ostras! Fui a los 15 días y yo ya no lo podía dejar. Estaba todos los días pensando en el sábado -porque iba solo los sábados por la mañana-. Ahí empiezo a conectar con mi artista, con ese niño que se emocionaba e ilusionaba con lo artístico. Comienzo a interpretar y a trabajar, moverme, a conocer gente… Y sale trabajo. Me vengo arriba muchísimo. Y llega un momento en el que yo, que vengo sobre todo de la poesía, me digo que tengo que generar algo, un guion para una serie que está en mi cabeza… Una serie que se llama Perros con placa. Me busco un socio y entre los dos empezamos a desarrollar esta idea de cómo sería generar un dossier para vender la serie a una productora. Y esta serie se iba a llamar así, y teníamos ese desarrollo de personajes y tramas. Luego ya mi socio y yo nos separamos, y al cabo de los años, para que no muriera esa idea, decidí afrontar el reto de escribirla. Con esta novela me pasa que ya sí la siento como una primera novela. Todos tenemos una historia que contar, la que sea, cada uno la suya. Y no quiere decir que sea tu biografía. Y son esta siento como si me hubiera profesionalizado.
- Como que empiezas a consolidarte o a creerte…
- A mí mismo como escritor. Me pasó con la interpretación. Yo mi primer trabajo profesional remunerado fue Águila Roja, pero nunca dije que era actor. Pasaron cuatro años. Necesité como una transición. Cuando yo ya me presento como actor es porque me siento capaz de afrontar proyectos interpretativos importantes, como que ya me he profesionalizado, y con la novela, con la literatura me pasa igual. Yo me siento escritor, llevo escribiendo 30 y tantos años, entonces claro que soy escritor, pero que yo me sienta como con mayúsculas y en negrita... ha sido ahora en estos dos últimos años.
- Hablando un poco de etiquetas… ¿A ti te ha pasado eso de que te encasillasen como actor cuando empezaste a publicar?
- Hay mucha gente que de repente lo ve como si fuera intrusismo. Es como cuando de repente veo a un torero hacer un papel en una serie. Pues es un cameo. A fin y al cabo el mercado es libre, ¿no? A veces pasa que tienes este conflicto, sobre todo cuando no te han cogido a ti. Lo que sí me ha pasado es que como yo venía del fenómeno de La casa de papel, pues se vio aquello como: claro, ahora a ti te publican porque sales e nla serie… Y no es así. Además, que yo soy el ‘último mono’ de La casa de papel . A mí nadie me vino a decir qué tienes en el cajón. Me llevó un tiempo conseguir publicarla.
- ¿Por qué tenemos que leer este libro?
- Porque es muy entretenido, es una lectura ágil. Hablo de cosas intensas del amor, del sexo, de la muerte… Hablo a fondo y desde sus diferentes ángulos y puntos de vista. Y profundizo, no me quedo en titulares. He vibrado mucho escribiendo esta novela, sintiéndola, pensándola y creo que el lector va a vibrar también porque hay una diversidad de ángulos, de perspectivas en personajes, en situaciones y en atmósferas que es muy fácil empatizar, si no con un personaje es con otro y si no es con todo el personaje, es con momentos vitales por los que pasa. Es muy fácil sentirte parte y acompañar a estos personajes en el viaje. En esta novela yo soy Álex, soy Bianca, soy Carlos, Izan, Rodrigo… Soy todos y al mismo tiempo no soy ninguno. Me meto súper a fondo. Por eso digo que es personal, pero no biográfico. Creo que todos los escritores somos un poco vampiros porque tú me cuentas una historia personal y a lo mejor me sugiere y me estimula tanto que lo incluyo en mi próxima novela. Es la esencia.
- ¿Hay más vida allá de La casa de papel? Has estado en Hollywood, has hecho películas internacionales como Hellboy… pero, ¿tienes miedo de que te encasillen en este tipo de personajes como el el agente Suárez?
- Creo que más en España que fuera. Me llena de tristeza, pero luego también hay que entenderlo, que todos nos creemos muy buenos haciendo de todo y evidentemente yo seré mejor haciendo unas cosas que otras. Hasta ahora, por lo visto, por lo que dicen los que saben, he debido hacer muy bien de jefe de los GEOs porque me llamaron dos veces para ofrecerme este tipo de personaje. Por un lado dices: algo bien tuve que hacer para que vuelvan a acordarse de mí. Pero, por otro lado, es como… estoy encasillado, ¿no? ¿Y qué pasa? Yo encantadísimo de hacer autoridades y hombres de acción por perfil, por voz, por físico, por energía… Porque soy un tío que entrena, que hace deporte, sobre todo. Ahora ya me acerco a los 50 años y empiezan a proponerme otro tipo de cosas, porque a lo mejor el hombre de acción que necesitan tiene 30 y tantos y ya no 40 y tantos. Pero he hecho muchos villanos y muchas autoridades.
Fuera de España sí me han valorado para otros personajes más... Fíjate qué curioso. El que hace muchos hombres de acción quiere que le den personajes más dramáticos, y el que hace mucho drama está deseando hacer comedia... Y si todo esto es un círculo, yo espero que cambie un poco la dinámica. Pero, ¿hay vida después de La casa de papel? ¡Claro que la hay!