Ira de Furstenberg vivió múltiples vidas como actriz, pero difícilmente algún papel ha sido tan apasionante como el guion de su propia vida, que acaba de apagarse en Roma cuando tenía los 83 años. Comenzó como un cuento de hadas bastante típico, pero esta princesa no era como las demás y se encargó de reescribirlo las veces que hiciera falta. Elegante y aristocrática como le enseñaron, apasionada e impulsiva como era ella y libre e independiente como la hicieron, así se forjó la historia de leyenda de la hija del aristócrata austro-húngaro Tassilo von Fürstenberg y de Clara Agnelli, nieta del fundador de la FIAT, que conoció a su príncipe azul muy pronto, con tan solo 14 años.
El nombre del afortunado era Alfonso de Hohenlohe-Langenburg, un príncipe de una dinastía alemana, también importante heredero de la aristocracia española, 15 años mayor que ella. Se conocieron en una boda en el castillo Donaueschingen que los Fürstenberg tenían a orillas del Danubio, y se casaron en Venecia solo un año después en una recordada celebración con más de 300 invitados. El matrimonio era un auténtica delicia para los guardianes del gotha, pero la jovencísima recién casada siguió su propio guion.
La pareja, que tuvo dos hijos, Christopher y Hubertus, vivía a caballo entre México, Suiza y Marbella, donde Alfonso había impulsado importantes negocios inmobiliarios como promotor hasta convertir la ciudad andaluza en destino imprescindible de la alta sociedad. Junto a su esposa, pronto se convirtió en el máximo exponente de la jet set y símbolo de la époco dorada marbellí, cuando aún no había llegado la eclosión turística a la zona. Ira de Furstenberg, guapa, inteligente, cosmopolita y con mucha clase, encajaba a la perfección en ese mundo en el que la fiesta y el disfrute siempre estaba en el centro. Ella, sin embargo, cambió totalmente de rumbo solo cinco años después de dar el 'sí, quiero'.
En la mesa de... Ira de Furstenberg
Ya no era feliz en su matrimonio e hizo lo que en la España de los 60 era prácticamente impensable: se separó de su marido tras encontrar un nuevo amor. La Princesa, que tenía tratamiento de Su Alteza Serenísma, ya tenía 20 años y decidió iniciar una nueva vida junto a Francisco 'Baby' Pignatari, un rico industrial italo-brasileño con el que se casó en 1961 en Nevada (Estados Unidos) tras anular su matrimonio con Alfonso de Hohelohe. Fue un auténtico salto al vacío para Ira de Furstemberg como así reconoció ella en una entrevista en Vanity Fair: "Pignatari me ayudó a cambiar la vida que llevaba, en la que siempre estaba a la sombra". Asegura que fue el hombre de su vida, aunque su matrimonio no duró más que el primero.
Su historia de amor con el industrial fue breve pero marcaría su vida para siempre. Fue la llave que le permitió descubrir un nuevo mundo, como el del cine, que fue su gran pasión y la época que recuerda con más cariño. "Creo que fue la etapa más dura y satisfactoria de mi vida, pero, al final, me arrepiento de no haber seguido haciendo cine", confesó a ¡HOLA! hace un par de años. En la gran pantalla trabajó con directores como Franco Nero y también junto a figuras tan icónicas del cine español como Alfredo Landa, con quién participó en la película No desearás al vecino del quinto. No fue la última vez que Ira se reinventó ya que años más tarde se consagraría como diseñadora de objetos de arte.
En esta nueva vida en la que ella llevaba las riendas, poco a poco sus hijos fueron, cada vez más, formando parte importante de ella. Aunque ha reconocido que a Hubertus, el benjamín, siempre le costó más aceptar la decisión que tomó su madre cuando se fue con un nuevo amor, han acabado teniendo una muy buena relación "de amistad", como ella misma la definía, y compartían muchos momentos juntos en el Cortijo de 'Las Monjas', en Ronda. Además, ha heredado el espíritu creativo y polifacético de su madre. Es fotógrafo, músico y esquiador, aunque también un gran empresario como su padre.
Con Christopher, al que llamaban Kiko, siempre estuvo muy unida, pero en 2006 una tragedia marcaría profundamente estás últimas décadas de su vida. Su hijo mayor falleció a los 49 años en una cárcel en Tailandia, donde ingresó por problemas con su visado, en circunstancias que nunca se aclararon. Ira de Furstemberg movió cielo y tierra por ayudarle antes de conocer el fatal desenlace. Su vida no volvió a ser la misma desde entonces, pero fuerza, vitalidad y valentía nunca le han faltado y han seguido guiando su vida hasta final.