Un momento clave, una entrevista única. Emma García, más humana, más cercana, más íntima y más natural que nunca. Hace 26 años que su vida cambió para no volver a ser la misma. Desde entonces, ha aprendido a ver la vida desde otra perspectiva. Se apoya en el cariño de su familia, que es su fuerza y su sonrisa; en su trabajo al frente de las cámaras y como empresaria de joyas con su firma, Argia Jewels, y en mirar hacia el futuro con la ilusión que nunca pierde.
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“Nos parecemos en la forma de vivir la vida y también en que ella ha sido muy crítica consigo misma, igual que yo lo soy conmigo”, nos cuenta la presentadora
Siempre fascinante, siempre elegante, siempre perfecta, Emma protagoniza su sesión de fotos más especial en su casa de San Sebastián, su tierra natal, junto a su madre, Pilar Valdivieso, en un posado lleno de ternura, belleza, cariño y admiración mutua. Juntas, en un reportaje único y excepcional, nos regalan su entrevista más reveladora y nos abren sus corazones. Madre e hija, como dos gotas de agua y como nunca las hemos visto, en un momento muy especial para la presentadora, que, a sus 50 años, se ha coronado como la ‘reina’ del fin de semana al frente de su programa, Fiesta.
Como el buen vino
—Por ti, Emma, se podría cambiar la letra del tango. Dejaría de ser ‘que 20 años no es nada’ para convertirse en ‘que 50 años no es nada’. ¡Estás estupenda! ¿Le tenías miedo a esta cifra redonda?
—Es que, cuando tienes 20 o 30 años, siempre la ves muy lejana. Pero de repente llega y te dices: ‘¡Anda, si ya está aquí!’. ¡Y claro que se nota! Lo bueno es que he llegado a los 50 con la mente muy serena, que es lo más importante, y disfrutando este momento en el que me siento tan bien a nivel personal y profesional. Además, las inseguridades que tienes cuando eres joven se van calmando mucho. Es la única parte buena de ir cumpliendo años y por eso hay que contarla. Por otra parte, a mí me va aumentando el buen humor con el paso de los años y eso me hace tener mejor actitud ante las situaciones de la vida. No me río de todo, pero sí de muchas cosas.
—Como el buen vino, ¿has mejorado con los años?
—Yo creo que sí. Sobre todo, por lo que decía antes: tengo las cosas más claras y me río más, especialmente de mí misma. Relativizo todo y tengo más definidas mis prioridades.
—¿Cuáles son las tuyas en estos momentos?
—Mi familia y mi gente. Disfrutar la vida con ellos. Y cuando digo mi gente también incluyo a mi equipo de Fiesta, que es mi segunda familia.
—¿Qué ves al mirarte al espejo?
—Es que prefiero no hacerlo. ¿Para qué? Cuando miras, ves. Para aceptarte es mejor no verte o verte lo justo.
Pilar: “Siempre supe que mi hija iba a llegar lejos en lo que se propusiera”
—Es la primera vez que posas con tu madre, ¿cómo ha sido la experiencia?
—Yo me he reído mucho. Le dije: ‘“Amá”, ¿quieres salir en un reportaje para ¡HOLA!?’’. ‘¿Y qué tengo que hacer?’, me preguntó. ‘Tú no tienes que hacer nada, tienes que ser tú’, respondí. Ella es muy natural, muy auténtica. Hace dos años que se fue mi padre y mi madre se ha portado como una campeona, porque, desde el primer momento, nos dijo: ‘Quiero aprender a vivir sola y a superar esta situación’. Nos ha dado un ejemplo impresionante de valentía y fuerza.
—Las madres siempre saben. Pilar, ¿cuándo te diste cuenta de que tu hija se haría muy famosa?
—Nunca le escuché decir que quería ser presentadora, es más, la televisión apareció por casualidad en su vida, pero siempre supe que mi hija iba a llegar lejos en lo que se propusiera, porque era, y es, de las que se marcan un reto o un objetivo y no paran hasta que lo consiguen. Emma quería ser periodista y reportera de guerra y no paró hasta que fue un par de veces a Bosnia. No había terminado todavía la carrera y lo pasé fatal.
Lo más travieso que hizo
—¿Qué sientes ahora cuando la ves en la pantalla?
—Mucha felicidad y orgullo porque sigue siendo la misma: humilde, segura y humana.
—Cuéntanos alguna anécdota de cuando era pequeña. ¿Qué fue lo más travieso que hizo?
—Me estoy acordando de un día en la playa de La Concha. Tendría Emma un añito y se me acercó un matrimonio francés para decirme lo bonita que era. Terminaron preguntándome si se la vendía. ¡Qué sofocón me llevé! Salí volando de la playa con la niña en brazos.
—¿Era una chica tranquila o rebelde?
—Ha tenido sus momentos, pero no nos ha dado muchos problemas. Era buena estudiante y responsable. Y sabía utilizar eso a su favor para salir. No se perdía una fiesta, y si le decías ‘no’, se montaba. Pero, como digo, nos ha dado muchas más alegrías.
—¿Qué es lo que menos te gusta de ella o le corregirías?
—Pocas cosas, la verdad. No me puedo quejar de mi hija. Lo que me gusta es que se ha relajado y ha sabido mostrarse más a los demás. Emma era muy suya y, si no la conocías, era difícil llegar a ella. He sufrido porque me dolía que se protegiera en exceso y que la criticaran sin conocerla.
—¿Es tu ‘ojito derecho’?
—¡No! Nos entendemos muy bien, disfrutamos juntas y nos reímos mucho, pero mis tres hijos son mi debilidad. Bueno... y ahora mis nietos. Somos, sin agobiarnos, una familia muy unida.
“He llegado a los 50 con la mente muy serena, que es lo más importante, y disfrutando este momento en el que me siento tan bien a nivel personal y profesional”
—¿Ves muchos rasgos tuyos en ella?
—Se parece a su ‘aita’, pero también a mí. Somos rápidas en tomar decisiones, no dudamos mucho. También nos cuesta mostrar nuestras emociones y, con los nervios, nos entra la risa floja.
—¿Algo que hayas aprendido de tu hija?
—Me ha enseñado a ser más sosegada a la hora de decir las cosas. Yo tengo poco tacto, soy muy de prontos. Y ella tiene carácter, mucho, pero es muy calmada.
—¿Cómo describirías a tu madre, Emma?
—Yo diría que es muy auténtica y protectora. Tiene las ideas claras y se esfuerza cada día por mejorar.
Muy cabezota
—¿Y cómo te definirías como hija?
—Soy también muy protectora con la familia y, especialmente, con mi madre. Y según ella, he sido independiente y he hecho lo que he querido. Siempre me dice: ‘Yo a ti te dejaba porque veía que ibas bien, que eras responsable, pero es que, además, nadie te podía sacar de tu camino, siempre has sido muy cabezota’.
—¿En qué te pareces y en qué te vas pareciendo a ella más a medida que has cumplido años?
—Yo diría que mi madre y yo nos parecemos en la forma de vivir la vida y también en que ella siempre ha sido muy crítica consigo misma, igual que yo lo soy conmigo. En ese sentido, nos estamos relajando un poco.
—¿Le pides a tu madre opinión profesional?
—Siempre. Aunque la verdad es que no hace falta que se la pida. Ella me manda un mensajito después del programa y yo lo agradezco. La gente que te conoce es la que te dice la verdad.
“Emma me ha enseñado a ser más sosegada a la hora de decir las cosas. Yo tengo poco tacto, soy muy de prontos. Y ella tiene carácter, mucho, pero es muy calmada”
—¿La llamas muchas veces al día?
—Sí. Es raro el día que no hablamos un par de veces. Una cosa es no estar presente y otra no estar. Date cuenta de que yo estoy en Madrid y ella aquí, en San Sebastián. Nos pedimos opinión para todo y yo, además, quiero saber cómo le va. Me quiero enterar de todo lo que le pasa porque, cuando le pregunto qué tal está, sé que nunca me va a decir ‘mal’. Si alguna vez no está bien, lo voy intuyendo a lo largo de la conversación.
—¿Cuál es el momento más difícil que habéis atravesado juntas?
—La muerte de mi padre. Él, que ha sido, y será, una persona excepcional y la luz para todos nosotros, nos dejó un ejemplo de mucha lucha, porque sufrió varios baches de salud a lo largo de los años, que superó con una fortaleza que ni los propios médicos se lo creían. El día que se marchó fue muy triste, pero, a la vez, lo recordamos con una sonrisa porque pudimos estar todos a su lado diciéndole que le queríamos.
—Llevas tres décadas de amor con tu marido, Aitor Senar. ¿Cómo es su relación con tu madre?
—La verdad es que muy buena. Aitor es un encanto y una persona muy fácil de llevar. Además, tiene un gran sentido del humor y mi madre se ríe muchísimo con él.
—¿Era su preferido o no le habías presentado a muchos chicos?
—Al que le presenté, ahí está. Es el que me ha durado (risas). Siempre le gustó. Y a mi padre también.
—Uxue tiene 17 años. Cuando la miras y ves la joven en que se ha convertido, ¿qué sientes?
—Me gusta lo que veo. Creo que es una mujercita con las ideas claras, que no es poco para la edad que tiene, y me encanta su forma de ser y su bondad.
—¿Tiene ya pensado hacia dónde encaminar su futuro?
—Ahí está, alguna idea tiene...
—¿Seguirá tus pasos?
—No. Le gustaba mucho escribir de pequeña y yo pensaba que podía ir por ese camino, pero de momento no seguirá mis pasos en el mundo del periodismo ni tampoco los de su padre en el mundo de la ingeniería.
—¿Qué te ha enseñado tu madre que ahora compartas con tu hija, Uxue?
—El reírnos mucho. Yo con mi hija me río mucho.
—¿Cómo es tu madre como abuela?
—Muy permisiva, como todos los abuelos. Además, como cumplen años el mismo día, el 6 de julio, tienen una conexión muy especial y se entienden muy bien.
—¿Le da consejos en temas de amor y novios?
—¡Sí, sí! Mi madre es muy moderna y muy abierta.
—¿Cómo es una reunión familiar con todos en esta casa? ¿Qué os gusta hacer?
—Paramos poco en casa, porque siempre venimos deprisa y corriendo, pero a mi madre le encanta el parchís y me ha contagiado. Mi suegra y Aitor también vienen a jugar y montamos unas buenas partidas que vamos encadenando.
—¿Dónde te ves dentro de quince años?
—Pues igual aquí, donde estamos haciendo la entrevista. Relajada y viendo esta parte de Donosti que tanto me gusta. Y si no es aquí, en cualquier otra parte, pero siempre acompañada por la gente a la que quiero y que me quiere.
—¿Es la casa de tus sueños?
—Pues sí. La verdad es que estoy muy feliz porque es una casa céntrica y muy soleada y tiene unas vistas muy relajantes al mar Cantábrico. La hemos ido haciendo poquito a poquito y estamos muy contentos con el resultado. La pena es que no venimos tanto como nos gustaría, pero siempre que podemos lo hacemos.