De las sobremesas, ese momento tan netamente español, han surgido grandes cosas. Una de ellas, por ejemplo, es nuestra Constitución, alumbrada en Casa Manolo. Fue también después de un buen homenaje, en este caso en el restaurante de Paco Roncero de El Casino, donde se plantó el germen de uno de los proyectos más esperados en la restauración madrileña.
Allí se dieron cita dos actores y dos futbolistas de moda. Se trataba, respectivamente, de Miguel Ángel Silvestre y Álex González, por un lado, y los jugadores del Atlético de Madrid, Marcos Llorente y Antoine Griezmann. Acabaron juntos, con el chef, compartiendo mesa. Y juntos idearon un proyecto, como socios, que acaba de hacerse realidad y abrir sus puertas al gran público. Se trata de Rhudo Madrid, que ofrece una faceta poco conocida de Paco Roncero.
-Nuevo proyecto y nuevo reto, Paco.
-Y también nueva faceta, porque me apetecía no solamente la parte de la cocina sino también la de emprender. Es verdad que yo había emprendido ya muchas cosas, pero siempre fuera de España. Por eso me apetecía un proyecto como éste.
-¿Cómo surgió?
-Surgió de una manera un poco espontánea, pero me dije: ‘¡Guau! ¿Por qué no lanzarse y salir de mi zona de confort?’
“Me apetecía no solamente la parte de la cocina, sino también la de emprender”
-¿Qué quieres contar en las mesas de este local?
-A nivel personal, no me quería encasillar en la gastronomía de vanguardia. Pensaba que estaba demasiado encasillado en ese sentido. Eso por un lado. Por otro, queríamos convertir Rhudo en un sitio de moda al que la gente venga no solamente para dejarse ver sino para comer. La parte gastronómica era súper importante para nosotros y lo que hice fue montar un equipo creativo dedicado exclusivamente a este restaurante. Cogí las cartas de lo que se está haciendo en todos los sitios de moda de Madrid y les dije: ‘¿Veis todo lo que hay aquí? Pues no quiero hacer absolutamente nada de esto. Vamos a hacer algo diferente’. Queríamos algo que tuviera mucho producto de calidad y lanzarnos hacia la cocina mediterránea con unos toques latinos muy sutiles. No queríamos que pudiera parecer una cocina mejicana, brasileña, colombiana o venezolana, pero sí todos esos toques a nivel de salsas y especias llevados a nuestro punto mediterráneo. Todo eso hace que la gente a la hora de comer diga: “¡Qué diferente! Esto no lo he comido nunca”. Me he podido comer un chuletón o una berenjena, pero nunca me la he comido de esta manera. Ese era nuestro objetivo. Intentar hacer algo absolutamente diferente a lo que había en otros espacios que se ponen de moda, pero de los que la gente sale diciendo “se come mal”.
-¿Cómo se siente uno al tener unos socios así?
-Es una maravilla, ¿no? Mis socios son un grupo de guapetones (ríe). Pero lo más interesante es que no son simplemente unos socios, sino que son unos socios implicados. Para mí eso era algo importante. Son todos muy creativos, cada uno en su mundo.
“Mis socios son un grupo de guapetones. Pero lo más interesante es que no son simplemente unos socios, sino que son unos socios implicados”
-¿Quién te ha sorprendido más?
-Pues sinceramente todos. Creo que cada uno tiene su punto. Y también son muy diferentes. Quizá Griezmann sea un poquito más tímido, pero, cuando te dice dos cosas, dices: “¡Ostras, estamos pensado mucho!”. Marcos es más impulsivo, más joven, más echado para delante. Y Álex en un tío hipercreativo.
-Y el más loco es Miguel Ángel.
-El más loco es Miguel Ángel pero es un loco con mucha sabiduría.
“El más loco es Miguel Ángel (Silvestre), pero es un loco con mucha sabiduría”
-Álex está superilusionado.
-Bueno, ni te imaginas.
-Y además ha dicho es que se ha reenamorado de su propia profesión. ¿A ti en esta faceta un poco diferente también te ha pasado?
-Sí. Yo estoy supercontento y superogulloso. Cuando sales de tus zonas de confort, tienes miedo. Y yo siempre le explico a la gente que la barrera número uno de la creatividad es el miedo: al qué dirán, a no llegar, a no ser capaz… Solamente se trata de tener constancia y disciplina, de trabajar y de rodearte de buena gente. Yo soy de los que piensa que con eso se consigue absolutamente todo. Porque decir que todo esto lo he desarrollado yo sería mentir. Este es el trabajo de todo un equipo que hay detrás, de chavales jóvenes, con savia nueva, con ganas de comerse el mundo y también de juntarse con alguien como yo, que tiene un bagaje, una experiencia y un criterio. Te puedo decir que el equipo, tanto el creativo como el de cocina, es de diez. Se dejan el alma y los ves cómo disfrutan.
-Tú eres corredor de fondo, haces muchos ironman. También quería preguntarte si con esta ‘pandilla’ también tienes que ser ironman de verdad.
-Para aguantarles el ritmo, sí (ríe). Son personas indudablemente de mundos completamente diferentes al mío, pero son superagradables, supereducados y agradecidos. Me siento muy cómodo con ellos. A veces, cuando no conoces a la gente, ves desde fuera todo muy frívolo y luego te das cuenta que no, que todos son muy profesionales, aunque indudablemente una fiesta nos la pegamos todos. Yo el primero. Pero todos somos muy conscientes de lo que tienes que hacer al día siguiente. Yo, en ese sentido, siempre he sido así. Aparte de que soy el mayor y ahora me motivan otras cosas. Me gusta estar aquí, me gusta estar en mi restaurante del Casino, que es mi casa, y cuando terminan las cenas y empieza la parte más movida, ya desaparezco.
“Cuando no conoces a la gente, ves desde fuera todo muy frívolo. Luego te das cuenta de que no, de que todos son muy profesionales, aunque indudablemente una fiesta nos la pegamos todos”
-¿Tu hijo está siguiendo tus pasos en América?
-Sí, en Nueva York. Está trabajando con José Andrés. Nunca pensé que mi hijo fuera a meterse en la cocina, la verdad. Le ha pasado un poco como a mí, que nunca pensé que iba a ser cocinero pero, por casualidades de la vida, me surgió la vocación. Conocí una escuela de hostelería, me enamoré de ella y dije: “Quiero ser cocinero”. Y hasta hoy. Y mi hijo un poco igual. Ha estado con Susi Díaz en el restaurante La Finca, en Elche, y después con Paco Torreblanca y Ramón Freixas. Se ha movido un poquito, pero aun así era muy casero y siempre volvía a casa. Un día le dije: “Hay una oportunidad para que te vayas a EEUU y creo que no deberías perderla”. Se fue y ahora no quiere volver.
“Nunca pensé que mi hijo fuera a meterse en la cocina. Le ha pasado un poco como a mí, que nunca pensé que iba a ser cocinero pero, por casualidades de la vida, me surgió la vocación”
-Este es un local trampa, porque es un sitio donde vienes a cenar y no sales hasta las cinco de la mañana. Y al día siguiente estás reventado.
-Para nosotros es muy importante, y todos los tenemos claro, la parte gastronómica. Le hemos dado más importancia que a lo demás. De hecho, tenemos mesas bien montadas para que la gente venga a cenar y comer, porque queremos que también sea un sitio de mediodía. Hemos hecho una carta muy divertida, muy para todos los públicos y muy pensada también para la gente vegana y con problemas de alergias.
-Además habéis montado un grupo en el que todos os cuidáis mucho. Eso en la carta se tiene que reflejar ¿no?
-Se nota, claro. Además muchísimo. Yo soy de los que no creo en las dietas, pero sí en un estilo de vida saludable: come, disfruta, haz de todo, pero con coherencia.Y sé feliz. Ese es mi lema a la hora de hablar de estilo de vida saludable en el que creo. Y yo creo que la carta respira todo eso.