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portada irene urdangarin© ACTUAL

Trabaja como voluntaria de la ONG española Sauce y a las órdenes del jesuita español Kike Figaredo

Irene Urdangarin, primeras imágenes y todos los detalles de su misión en Camboya

Ayuda a las víctimas de minas antipersona, que siguen causando mutilados y muertes, y visita a las familias más desfavorecidas para conocer sus necesidades y trazar planes para apoyarlas


14 de febrero de 2024 - 8:01 CET

Son las primeras imágenes de su nueva vida a miles de kilómetros de su casa.  Irene Urdangarin  vuela sola. Quiere explorar mundo, pero también mejorarlo tendiendo la mano a las personas más vulnerables. La única hija de la infanta Cristina pasará este año lectivo en  Camboya . Un país escondido entre Tailandia y Vietnam que paga todavía las consecuencias de la devastación. Guerras incesantes, la dictadura y los Jemeres rojos que causaron un genocidio de más de dos millones de personas a finales del siglo XX.

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Sobre estas líneas, con pantalón corto y camiseta, Irene recorriendo en bici Battambang, donde vive ahora. Son las primeras imágenes de su nueva vida a miles de kilómetros de su casa.

La estrecha relación de su familia con monseñor Enrique Figaredo (Kike) la ha llevado a Battambang (donde se perdió el bastón). El corazón de una región que esconde un goteo de herencia mortal al ser el terreno más minado del país y, también, una de las provincias más pobres. Y es ahí donde la descubrimos dando un paseo en bicicleta, con camiseta verde de la fundación y pantalón corto. La acompaña, sonriente, monseñor Figaredo, que fue el encargado de guiarla en los primeros días, mostrándole la ciudad, las costumbres de los camboyanos y la que será su labor durante este año como voluntaria en la ONG Sauce. Un trabajo humanitario  para el que, según el sacerdote, se necesita “flexibilidad, positividad, alegría y buena comu­nicación”.

El viaje

Irene es una más entre otros jóvenes (algunos de ellos también españoles) y profesionales que han encontrado su camino en la ayuda humanitaria. Llegó en la segunda quincena de enero —se pagó ella misma el billete de avión— y estará al menos seis meses ayudando a los más desfavorecidos a encontrar un futuro, mientras decide el suyo propio. No es la primera de la familia que interrumpe temporalmente sus estudios mientras decide qué carrera quiere hacer y en casa todos han apoyado su decisión. Tiene 18 años, habla cuatro idiomas a la perfección, es fuerte, sociable, resuelta, divertida e independiente, y esta es una oportunidad para crecer personalmente y además de la mejor manera: ayudando a otros mientras se enfrenta a lo desconocido y vive lejos de su familia, por primera vez, en un mundo muy diferente al suyo.

Comparte con otra voluntaria una casita pequeña, en el Centro Arrupe, y conviven con niños con alguna discapacidad física o mental
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Arriba, se la puede ver junto a monseñor Enrique Figaredo descubriendo la ciudad y las costumbres de los camboyanos. El jesuita español (Gijón, 1959), prefecto apostólico de Battambang y presidente de Cáritas Camboya, lleva casi 40 años como misionero y es muy amigo de la familia Borbón. Es un pastor de los católicos, pero también un obispo para todos en un país donde más del 90 por ciento de la población es budista. Sobre estas líneas, Angkor Wat y Centro Arrupe, donde vive Irene

Vida en el centro Arrupe

Irene comparte con otra joven una casita pequeña en el Centro Arrupe, dentro del recinto de la Prefectura, que está en el barrio católico, al otro lado del río Sangker. Desde allí se coordina la tarea de los voluntarios, que conviven con niños con alguna discapacidad, y profesionales especializados. Kike, prefecto apostólico de Battam­bang, levantó el centro de acogida como respuesta a una necesidad y en homenaje a Pedro Arrupe sobre las ruinas de la iglesia de la ciudad, destruida por el régimen de Pol Pot, en 1978. Ha cambiado mucho y, hoy día, alberga, además de los dormitorios de los jóvenes y de sus cuidadores, también discapacitados, un comedor, un centro de estudio y un taller de sillas de ruedas.

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Irene comparte con otra joven una casita pequeña en el Centro Arrupe, dentro del recinto de la Prefectura. Arriba, junto a sus compañeras. Sobre estas líneas, en los jardines del centro, al lado de la Virgen y The Lonely Tree Café, uno de los preferidos de los voluntarios, donde se sirve comida española

Cuando sale el sol

A las cinco de la madrugada empieza el día en las casas de acogida. Falta todavía una hora para que salga el sol. Cuando despunta, las camionetas se ponen en marcha para llevar a los voluntarios a las zonas rurales y a los estudiantes a sus colegios. Es el arranque diario de un futuro que liderarán muchos de los 3.000 alumnos que la Prefectura tiene escolarizados en Camboya gracias al apoyo de la ONG Sauce. El padre la creó, junto a familiares y amigos, en 2001 para ayudar a reconstruir el país y se sigue trabajando con la misma ilusión del primer día, aunque cada año que pasa van aumen­tando su capacidad de servicio y atención a las necesidades. Es la obra de la reconstrucción y abarca un mundo: atención a discapacitados físicos, que fueron víctimas de las minas antipersona, y mentales, asistencia sanitaria mínima, hogares de acogida, acceso a la educación, escuelas, becas para la universidad, creación de infraestructuras —incluidas las carreteras—, ayuda en situación de emergencia a personas vulnerables y proyectos agrícolas sostenibles para que puedan vivir con dignidad en las zonas rurales. De los campos de batalla minados a la vida de los arrozales.

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ACTUAL_Fundacion_Sauce_Camboya_Battambang_0022-Collage-U55814584171smq© ACTUAL/@thelonelytreecafe

Una dura experiencia

La hija de doña Cristina, realmente comprometida con su labor de voluntaria, estaba preparada para asumir el desafío, pero encontrarse con la máxima pobreza y el sufrimiento con mayúscula fue una dura experiencia los primeros días. Su hermano Juan, que es el que más la ha animado, le había contado todo. Camboya y sus gentes cambiaron su vida de muchas maneras en un momento muy difícil para toda la familia. También sus padres los fueron adentrando, desde que eran pequeños, en el mundo de la cooperación a través de las visitas que realizaba doña Cristina para poner en marcha los proyectos de la Fundación La Caixa. Pero no es lo mismo “verlo” a miles de kilómetros que poner un pie en el terreno. Ser testigo de las vidas rotas —y aun así siguen sonriendo— a las que hay que rescatar del infierno.

Se pagó ella misma el billete de avión y estará al menos seis meses ayudando a los más necesitados a encontrar un futuro, mientras decide el suyo propio y qué va a estudiar
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Tiene 18 años, habla cuatro idiomas a la perfección, es fuerte, sociable, resuelta, divertida e independiente y esta es una oportunidad para crecer personalmente y, además, de la mejor manera: ayudando a otros mientras se enfrenta a lo desconocido y vive lejos de su familia por primera vez

Irene sobre el terreno

Dentro de la ayuda humanitaria que se realiza, que es inmensa, Irene trabaja “ilusionada”, nos dicen, en los proyectos con discapacitados físicos y mentales junto a los equipos de educación, Outreach y Obrum. Son dos grupos de acción que están centrados en la formación y educación de niños discapacitados marginados, en dar apoyo a las escuelas en las aldeas más remotas de la región y en conocer a las familias y líderes locales para poder ayudarlos en sus necesidades.

Irene lleva el Cristo mutilado (sin una pierna) en referencia al daño que han hecho las minas antipersona. Es la misma cruz que tienen la infanta Cristina y doña Sofía

Cada día, para llegar hasta las zonas más pobres, recorren kilómetros y kilómetros por caminos de tierra en camioneta o en moto; y cada día, en un plan de seguimiento regular, asisten a jóvenes y familias para que puedan tener acceso a la educación, un trabajo digno, una casa, un pozo, un trozo de tierra para cultivar. La labor es asegurar que vivan en condiciones de dignidad, reciban oportunidades y, en el mejor de los casos, se atrevan a soñar con el futuro.

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El Cristo mutilado y la jirafa

En las imágenes que publicamos, se la ve lista para acometer su labor subiéndose a la camioneta y ocupando uno de los asientos, momento que aprovecha para cubrirse la cabeza con un pañuelo azul. Lleva deportivas, bolso de tela con rayas verdes y blancas, pantalones cómodos con cordones tipo jogger, una camiseta blanca y el Cristo mutilado (sin una pierna) en referencia al daño que han hecho las minas antipersona o a la falta de comprensión. Es la misma cruz camboyana que usa el padre en plata y que también tienen la Reina Sofía y doña Cristina. Fue un regalo de Figaredo y la infanta siempre la usa cuando visita Camboya.

Cada día, para llegar hasta las zonas más pobres, recorren kilómetros y kilómetros por caminos de tierra, en camioneta o en moto, en la provincia de Battambang

Asimismo, llaman la atención sus pendientes con forma de jirafa, el animal que Kike propone como ejemplo y está pintado en todos los tamaños en las paredes de los centros, porque “queremos que nuestros niños sean líderes jirafas”. Es el mamífero que tiene el corazón más grande, vive en la sabana con otros animales que no son de su especie, con su cuello de tres metros ve por encima de la selva (visión universal) y el resto de los animales lo siguen porque es un líder no agresivo y cercano.

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En las imágenes, saliendo del Centro Arrupe, que Figaredo puso en marcha en el año 2001 para acoger a víctimas de las minas antipersona y de la polio. Arriba, Irene se sube a la camioneta muy sonriente. Sobre estas líneas, con un pañuelo azul cubriéndole la cabeza, preparada para su misión. Lleva deportivas, bolso de tela con rayas verdes y blancas, pantalones cómodos con cordones tipo ‘jogger’, una camiseta blanca y el Cristo mutilado (sin una pierna). Es la misma cruz camboyana que usa el padre en plata y que también tienen la Reina Sofía y doña Cristina. Irene trabaja ‘ilusionada’, nos dicen, en los proyectos con discapacitados físicos y mentales junto a los equipos de educación, ‘Outreach’ y ‘Obrum’

Muy sorprendida

La hija de la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin está realmente sorprendida ante la labor que se lleva a cabo desde hace tantos años con niños discapacitados. Les dan un hogar en el que sentirse integrados en la comunidad, los ayudan a salir del horror en los vertederos de basura, a tener una oportunidad cuando están atrapados en entornos donde la única preocupación es qué comer para sobrevivir, a no correr el riesgo de ser una persona traficada, a caer en trabajos forzosos, ser vendidos por 1.000 dólares o ser víctimas de un matrimonio forzado. Los curan física y mentalmente de las heridas de las minas antipersona y les dan muchas razones para vivir.

Acompaña a los equipos de educación a zonas remotas del país para contribuir a la formación y educación de niños discapacitados marginados

Las consecuencias de décadas de conflicto todavía están muy presentes en Camboya. La guerra terminó hace muchos años, pero las minas siguen sembrando dolor. Aún quedan por desactivar un millón de artefactos de los diez millones que se sembraron en los campos, matando a 20.000 personas y dejando a otras 50.000 amputadas. El material bélico es el enemigo invisible que se esconde en los arrozales, impidiendo a los camboyanos el acceso a la tierra cultivable y a una vida digna, pero cada vez están más cerca de lograrlo.

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8f277c7d-ac5e-4e1e-9683-f35b9e71cf00-Collage-U46376835850SeE© custom/Archivo ¡HOLA!
Arriba, Juan Urdangarin con sus compañeros durante su estancia en Camboya. Su hermano la animó muchísimo a hacer este voluntariado, al igual que la infanta Cristina - a la izquierda, con una de las niñas de su centro de acogida.. Irene se informó del trabajo de Figaredo y su equipo en el libro solidario ‘Cara a cara’, de Josep María San Saturnino, y en el documental ‘Misión en Battambang’. En 2008, doña Sofía viajó a Camboya para impulsar los proyectos que desarrolla la Cooperación Española. Sobre estas líneas, muestra el álbum plegable con las fotografías de todos sus nietos y sus bisabuelos (Pablo y Federica de Grecia y los condes de Barcelona), que dejó al padre

Primer viaje al sudeste asiático

Para Irene todo es nuevo. Era la única de los cuatro hermanos que no había estado en Camboya ni había viajado al sudeste asiático. Pablo Urdangarin conoció el país cuando tenía siete años. La infanta Cristina lo llevó en una de las visitas de la Obra Social de La Caixa. Juan también trabajó en Battambang como voluntario. Y ya antes había estado con sus compañeros de colegio de Ginebra en la región vietnamita del Delta del Mekong. En cuanto a Miguel, acompañó a su madre y a su tía la infanta Elena cuando visitaron a su hermano mayor en el Centro Arrupe, en 2018.

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Arriba la infanta con Kike Figaredo en Camboya

Todos quieren a Kike Figaredo. Su obra causa respeto y admiración y la familia Borbón lleva décadas apoyándolo. La Reina Sofía visitó el país asiático en 2008 y mantuvo a lo largo del reinado de don Juan Carlos muchos encuentros con el misionero. Y, recientemente, el Rey Felipe VI lo recibió en la Zarzuela para agradecerle la labor humanitaria que desarrolla en favor de los más necesitados con el apoyo de la Cooperación Española.

Para Irene todo es nuevo. Nunca había estado en Camboya ni había viajado al sudeste asiático

Los gestos por parte de todos han sido innumerables, aunque es doña Cristina la que más se ha volcado con la obra solidaria del padre. A título personal, porque es un amigo cercano, pero también como directora del Área Internacional de la Fundación La Caixa, que ha impulsado diferentes iniciativas de desarrollo socioeconómico. Proyectos desarrollados por la Prefectura Apostólica de Battam­bang en colaboración con la ONG Sauce.

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Arriba izquierda, doña Cristina con un joven que ha sido víctima de una mina antipersona. A la derecha, en una imagen con Kike Figaredo. Su labor se apoya desde España a través de la ONG Sauce. Irene, sobre estas líneas está realmente comprometida con su labor Humanitaria

Irene y la alegría de Ta Hen

Pese a la tragedia pasada y a la pobreza, en Camboya hay alegría, hay potencial y hay oportunidad. Los camboyanos atesoran una cultura riquísima que está presente desde los templos de Angkor Watt a sus preciosas danzas tradicionales. La infanta Cristina había hablado a su hija de la escuela de baile camboyano fundada por Kike Figaredo —que ha estado en España en varias ocasiones— y de la belleza de las danzas locales, e Irene, que estaba deseando verlo con sus propios ojos, ya ha visitado varias veces el pueblo de Ta Hen. Más de 150 jóvenes integran el grupo de danza de este pueblo, reserva de fe y una de las comunidades católicas más importantes de Camboya, con 300 familias. Y no solo es la danza, también impresiona ver a niños de tres años comiendo solos, fregando sus platos, organizando sus cuartos y su ropa en el centro de acogida. También cómo se consigue la máxima integración con el deporte, especialmente con el fútbol, que practican gracias a la Fundación Real Madrid.

Irene, que tiene 18 años y es la primera vez que vive lejos de su madre, está ilusionada y comprometida con su trabajo en un mundo tan diferente al suyo
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Sobre estas líneas, doña Cristina con su hijo Pablo, de niño. Junto a estas líneas, en una imagen inédita de 2018, cuando visitó con su hermana, Elena, y su hijo Miguel (arriba, con gorro) el Centro Arrupe, donde estaba trabajando Juan como voluntario.

El trabajo es muy exigente y no hay mucho tiempo libre. Ya lo dice el padre: “Dependo sobre todo de los voluntarios que están aquí con nosotros y viven al servicio de los pobres”, pero todas las semanas, además de Ta Hen, Irene visita con sus compañeros The Lonely Tree Café. El local está en el centro de la ciudad y emplea a discapacitados. En la tienda se promociona y vende arte camboyano y en el restaurante se sirve comida española y camboyana. Es un lugar precioso —con guitarra española incluida— en el que se pueden ver muchas fotografías de voluntarios y personas que han apoyado a la ONG, entre ellas doña Cristina, que se ha quedado sola en Ginebra, aunque sigue viajando a España con mucha frecuencia. Para ella también ha empezado otra etapa, tras firmar el divorcio, y, además, es la primera vez que se separa tanto tiempo de su “pequeña”… Pero la infanta es de las que piensan que los hijos son tuyos, pero también del mundo, y que Irene está en el lugar perfecto junto a su querido padre Kike.

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Sobre estas líneas, la infanta y Kike, prefecto de Battambang, viendo un espectáculo de danza de la escuela de baile. Irene ya ha visitado varias veces el pueblo de Ta Hen, donde 150 jóvenes ensayan a diario
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