El exfutbolista Zuhaitz Gurrutxaga, de 43 años, se ha sincerado sobre la enfermedad mental que sufrió como jugador de Primera División. Todo comenzó cuando empezó a triunfar como defensa central en la Real Sociedad. De pronto sentía pánico a las multitudes, a las cámaras, a que lo observaran... Luego llegaron los pensamientos intrusivos. Tenía tanto miedo a fallar que fingía lesiones para salir del campo. Evitaba cualquier tipo de contacto físico porque le horrorizaba contraer una enfermedad a través del sudor de los demás. Esta obsesión le llevaba a lavarse las manos compulsivamente unas 30 o 40 veces al día. Y antes de salir de casa comproboba una y otra vez si había apagado las luces o si había cerrado el gas. La situación que vivía era insostenible. Le impedía disfrutar de su sueño y finalmente decidió retirarse.
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"Alguien que sepa del TOC sabrá que hay unos TOC de manual y uno de ellos es el miedo a contaminarte con tocar cosas o personas. Yo era futbolista de Primera División, era central, tenía que marcar a un delantero centro del otro equipo y me acercaba, pero no demasiado, para no contaminarme de su sudor", ha recordado en el programa Y ahora Sonsoles, de Antena 3. "Si ya cuesta jugar bien sin problemas, imagínate así", ha exclamado.
Durante años, Zuhaitz Gurrutxaga sufrió en silencio el calvario que estaba viviendo. "Nadia sabía nada. Por desgracia, lo escondí demasiado bien durante demasiado tiempo", ha lamentado. Sus obsesiones no cesaban y le llevaban a realizar rituales que ahora sabe que son totalmente irracionales. "Gastaba casi dos botes de champú y gel en cada ducha después del entrenamiento", ha reconocido. Además, si jugaba un partido "tenía que cruzar todas las líneas con el pie derecho" para controlar la ansiedad y antes de un entrenamiento tenía que asegurarse de colocar "las zapatillas milimétricamente simétricas".
Este infierno no solo lo vivía en el campo. En su casa tenía que verificar que todo estuviera en orden. "Todo lo comprobaba cinco veces, no tiene sentido que fuera cinco, pero creo que era porque en ese momento llevaba el número 5 en la camiseta de la Real Sociedad", ha contado. Para quitar hierro al asunto, ha añadido entre risas: "Siempre pudo ser peor, porque en otras temporadas llevé el número 23".
Afortunadamente, ya está totalmente recuperado y prueba de ello es que no ha tenido ningún problema en saludar con dos besos a Sonsoles Ónega. "Estoy curado. Me puedes besar", le ha dicho entre risas. "Me he curado pidiendo ayuda. Primero yendo al psicólogo, luego con tratamiento y a mí me ha salvado el humor. Yo dejé el fútbol y empecé a hacer monólogos cómicos en los que hablaba de mis sufrimientos como futbolista profesional y sobre mis problemas de salud mental de entonces. Eso me ayudó a coger distancia y a relativizar", ha asegurado.
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"Hacer un chiste sobre mi obsesión me ayuda", ha reconocido. Sin embargo, eso no significa que se tome a la ligera sus problemas, todo lo contrario. "Le quito importancia mi trastorno, nunca haría un chiste sobre el trastorno de alguien que esté sufriendo, pero creo que es lícito que me pueda reír de mi sufrimiento porque eso a mí me ayuda y me salva", ha matizado.