Disculpen por la personalización de este texto, pero debía avisarles que, el que avisa no es traidor: lo he escrito única y exclusivamente movido por la envidia. Del personaje, de su juventud, de su armario y también, de sus decisiones. La última, la que ha motivado esta exposición de motivos. Porque Harry Styles acaba de cumplir 30 espléndidos años. Sí, ya me adelanto a la duda que, ipsofacticamente, acaba de asomárseles en el crisma, ¿Cómo es posible que este cantante que es icono de estilo, que no solo ha revolucionado el panorama musical, sino que además es el adalid de una nueva masculinidad y de ser hombre fuera hasta ayer mismo un veinteañero? Efectivamente, esa es otra diatriba que, si bien tiene muchísima enjundia, ocuparnos de ella significaría desviarnos del tema aunque, por otro lado, entronca perfectamente con su personalidad, increíblemente acusada, atractiva, particular y sugestiva. “Ok, 30 años… ¿ Y bien?”, se preguntarán. Pues que el ídolo británico ha celebrado este día tan especial rodeado de íntimos en un lugar recóndito, único y paradisiaco, muy a su manera. No ha elegido ni las Maldivas, ni Turks & Caicos en el Caribe, ni tampoco un resort entre palmeras y arrozales en Bali, que sería lo habitual entre las estrellas de su tiempo. Tampoco Palm Beach, por aquello de su rollo “revival” y “seventies”. Ni siquiera una mansión, decadente y barroca, en la campiña inglesa que, oye, le va que ni anillo al dedo, siguiendo la estela de “Saltburn” y Sophie Bextorn… Lo suyo ha sido, sin embargo, recurrir a los clásicos de la literatura -y el cine- de su país para inspirarse. Ya saben, esa arcadia ideal de cipreses, vides y campos de heno que tan bien describía Shakespeare en “Mucho ruido y pocas nueces” o EM Foster en “Una habitación con vistas” o Evelyn Waugh en “Retorno a Brideshead”... Véase, Italia. Y así, mientras en el país de la bota, casi sesenta millones de italianos estaban pegados al televisor mordiéndose los nudillos ante el desarrollo de las votaciones del Festival de San Remo (¿Annalisa? ¿Mahmood? ¿Loredana Berté? ¿Santi francesi?), diez ciudadanos del país estaban, en cambio, a otra cosa. O sea a cantar sí, pero el “Tanti auguri a te” (Cumpleaños feliz) al undécimo habitante del pueblo donde casi casi no llegan las ondas de la megaretransmisión televisiva desde la lejana Liguria. Porque en este punto del país solo conviven 11 almas y Harry Styles es una de ellas. La estrella más hiperbólica del pop, sinónimo de la postmodernidad, se ha comprado una casa en lo que podríamos llamar L’Italia vuota (la Italia vaciada, vaya).Harry Styles es el nuevo vecino de Civita di Bagnoregio, un municipio que, como no podía ser de otra forma, no es un pueblo normal y corriente en un país donde ya, per se la particularidad y el arte es inherente al ser, sino, por si fuera poco, lo suyo tiene un plus único en el mundo: Civita di Bagnoregio es una joya escondida condenada a desaparecer. Es el pueblo que se muere. Así la bautizó para siempre Bonaventura Tecchi en una de sus novelas.Candidata a Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, es uno de esos sitios, de tal belleza, que uno no puede dejar de hablar de él aunque le gustaría que se mantuviera como un secreto que habría que guardar como oro en paño. Porque temes que se convierta en una meca turística y ahora, con sus insignes vecinos -sí, hay “otros” además de Harry- muchísimo más. Pero, por otro, paradigmáticamente, parece mentira que la gente no sepa que en la Europa del siglo XXI, todavía hay un lugar que, suspendido en el tiempo y en el espacio -sólo es accesible a través de un puente- se mantenga igual que hace un milenio a sabiendas de que sus días están contados.Civita di Bagnoregio se encuentra a mitad de camino entre Florencia y Roma, más concretamente, en la provincia de Viterbo, en el Lazio, una zona que para los grandes paquetes turísticos supone un vacío que superar con la autrostradale permaneciendo así y, a Dios gracias, a la sombra, nunca mejor dicho, de esos dos faros del Arte. Sin embargo, en este confín de la Umbría, la Toscana e i castelli romani se suceden lagos, palacios papales, castillos y ciudades que parecen imaginadas por Tolkien coronando montañas. Ése es el caso de este enclave encaramado a una altísima colina de roca volcánica que, a lo lejos, parece emerger de entre las nubes pero que, sin embargo, sus altísimos desfiladeros de 400 metros sobre el nivel del mar poco o nada pueden hacer frente las inclemencias de la lluvia y el viento..Porque su grandísimo atractivo es, al mismo tiempo, la enfermedad que la corroe. Y así, el bastión de la ciudadela, el acrópolis etrusco, la iglesia románica de San Donato, la Puerta de Santa María, los palazzi renacentistas de los Colesanti, Bocca y de los Alemanni, la capilla de la Virgen del Carcere, la Casa Greco o la barroca iglesia de Santa Bonaventura… están sentenciados a desaparecer. Porque el apodo de “la cità che muore” no es baladí. Se debe precisamente a que los cimientos del pueblo en su conjunto se hunden en una piedra cuya erosión es imparable e irreversible y la lucha por detener ese deterioro está, de antemano, perdida. ¿Por qué? Porque por sus características geomórficas y el clima de la región, que la piedra -una suerte de toba o piedra pómez- acabe siendo un montón de polvo es un desenlace imposible de esquivar. También, obviamente, para la nueva propiedad del cantante de “As it was”, que ese título no puede ser más premonitorio.Desde hace décadas, se está intentando ralentizar el proceso de erosión, una agonía que tampoco es lenta. De hecho, en el siglo XVIII el bastión-fortaleza de la roca era tres veces mayor pero un terremoto adelantó el proceso eutanásico, dejando la pueblo en la intemperie del valle de Calanchi y al albur de los corrimientos de tierra, pero dotándole de una belleza irreal, mágica, casi sin parangón que ha inspirado a artistas de todos los tiempos. Los últimos, Fellini, que rodó aquí en 1957 algunas de las escenas de su primer Oscar, “La Strada”, o Giuseppe Tornatore, con “El hombre de las estrellas” en los años noventa. Llamando la atención sobre este lugar hasta el punto de lograr que el Fondo de Monumentos Mundiales lo incluyera en la lista de los 100 lugares más amenazados del mundo, no sin antes, comprarse aquí una casa. Porque como decíamos antes, Harry no está solo. En Civita di Bagnoregio tienen casa otros personajes conocidos de la escena nacional italiana e internacional. Como el psiquiatra y sociologo Paolo Crepet, quien a pesar de que el pueblo se hunde una media de 7 centímetros por año, decidió hacer con el palacio episcopal y, tras una restauración, convertirlo en su hogar y el de su esposa Cristiana Melis. También un mago de la televisión, Arturo Brachetti, el mítico cantante Claudio Baglioni … y un íntimo amigo de Harry, el hombre que le enseñó la panorámica de la Creta Senese desde un jardín contiguo al suyo y que hoy, entre callejuelas empedradas y balcones repletos de flores, pertenece a la estrella británica: el ex director creativo de Gucci, Alessandro de Michele. El atípico y visionario diseñador romano fue quien le descubrió hace ahora dos años este punto perdido en ninguna parte, con 2500 años de historia y, sin embargo, fuera del tiempo, un pueblo casi inaccesible y remoto porque no está en el camino de nada y donde para sortear la puerta de entrada, hay que dejar el coche a 500 metros más abajo en un parking por solo dos horas y pagar 5 euros de ingreso. Ocurrió después de que éste concluyera su gira mundial “Love in tour”, en Campovolo, en Reggio Emilia, un lugar extraño para dar por concluido un tour con el que un idolo del pop internacional había dado la vuelta al mundo… pero es que Harry ama il Bel Paese y el amor es correspondido. No era la primera vez que ocurría que Styles se dejaba seducir por las tierras de Leonardo, Dante y Miguel Ángel, (recordemos que en su anterior concierto en Bologna, el de One Direction viajó hasta Modena para comer en el mejor restaurante del mundo, l’Osteria Francescana y Casa Maria Luigia, de Massimo Bottura,) pero en esta ocasión, el placer era más sencillo. O más sibarita, según se mire.Porque tras meses de aviones, hoteles, lentejuelas y casi 170 conciertos, De Michele, que le ha confeccionado todos y cada uno de sus looks más rompedores para sus actuaciones, como también, le ha convertido en el nuevo maniquí de sus satrería clasica, le quiso mostrar un oasis de tranquilidad y sosiego escondido en las colinas italianas, el lugar perfecto para descansar, escapar del ojo indiscreto de los paparazzi y sentirse como el Timothé Chalamet de Call me by jour name, éste en la lombardía de los 80s….Y, evidentemente, no lo dudó ni un momento. Tras dar una vuelta por este museo al aire libre, y descubrir todo lo que ofrece la región del Tuscia -tal y como se llama este cruce de caminos a la rivera del Lago Bolsena- se compró la casa, tal y como publicó el diario La Repubblica. Y sus acompañantes con los que la recorió en descapotable rojo y, los mismos que han estado en su intimate party por su cumpleaños, no le negaron su placer culpable. A saber, la modelo de Victoria Secret, Jacquelyn Jablonski, su novio, Xander Ritz y el presentador británico, James Corden.No es ni una mansión, ni un palacio, ni tan siquiera una villa. Se trata de una casa de piedra, amplia, de dos plantas, con escalera en el exterior y un impresionante jardín que se asoma, como uno de lso flancos del edificio, a la nada y el horizonte, un lugar en el corazón del país donde en días claros, se puede divisar muy al fondo el Mar Tirreno, unas aguas que, un puñado de kilómetros más abajo, le sirvieron de fondo para otro de sus grandes éxitos, Golden.
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Disculpen por la personalización de este texto, pero debía advertiles primero y, ya saben lo que dicen, “el que avisa no es traidor”. Este post está escrito única y exclusivamente movido por la envidia del que suscribe. Del personaje, de su juventud, de su armario y también, de sus decisiones. La última, la que ha motivado esta exposición de motivos. Porque Harry Styles ha cumplido 30 espléndidos años . Sí, ya me adelanto a la duda que, ipsofacticamente, acaba de hacerse camino en el bosque de sus pensamientos: ¿Cómo es posible que este cantante que es icono de estilo, que no solo ha revolucionado el panorama musical, sino que, además, es el adalid de una nueva masculinidad, fuera un veinteañero hasta ayer mismo? Efectivamente, esa es otra diatriba que, si bien tiene muchísima enjundia, ocuparnos de ella significaría desviarnos del tema. Aunque, por otro lado, también es verdad que entronca a la perfección con su personalidad, increíblemente acusada, atractiva, particular y sugestiva.
“Ok, 30 años… ¿Y bien?”, se preguntarán. Pues que el ídolo británico ha celebrado este día tan especial rodeado de íntimos en un lugar recóndito, único y paradisíaco (muy a su manera). No ha elegido ni las Maldivas, ni Turks & Caicos en el Caribe, ni tampoco un resort entre palmeras y arrozales en Bali, que sería lo habitual entre las estrellas de su tiempo. Tampoco Palm Beach, por aquello de su rollo revival y seventies. Ni siquiera una mansión, decadente y barroca, en la campiña inglesa que, oye, le va que ni anillo al dedo, siguiendo la estela de Saltburn y Sophie Ellis-Bextor… Lo suyo ha sido, sin embargo, recurrir a los clásicos de la literatura -y el cine- de su país para inspirarse en su cumple temático... Ya saben, esa arcadia ideal de cipreses, vides y campos de heno que tan bien describía Shakespeare en Mucho ruido y pocas nueces o EM Foster en Una habitación con vistas o Evelyn Waugh en Retorno a Brideshead... Véase, Italia.
Y así, mientras que en el país de la bota, casi sesenta millones de italianos estaban pegados al televisor mordiéndose los nudillos ante el desarrollo de las votaciones del Festival de San Remo (¿Annalisa? ¿Mahmood? ¿Loredana Berté? ¿Santi francesi?), diez ciudadanos del país estaban, en cambio, a otra cosa. O sea a cantar, sí, pero el Tanti auguri a te (Cumpleaños feliz) al undécimo habitante del pueblo donde casi casi no llegan las ondas hertzianas de la megaretransmisión televisiva desde la lejana Liguria. Porque en este punto del país solo conviven once almas y Harry Styles es una de ellas. La estrella más hiperbólica del pop, sinónimo de la postmodernidad, se ha comprado una casa en lo que podríamos llamar L’Italia vuota (la Italia vaciada, vaya).
Harry Styles es el nuevo vecino de Civita di Bagnoregio, un municipio que, como no podía ser de otra forma, no es un pueblo normal y corriente en un país donde ya, per se, la particularidad y el arte es inherente al ser, sino que, por si fuera poco, lo suyo tiene un plus único en el mundo: Civita di Bagnoregio es una joya escondida condenada a desaparecer. Es el pueblo que se muere. Así, de hecho, la bautizó para siempre Bonaventura Tecchi en una de sus novelas.
Candidata a Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, es uno de esos sitios, de tal belleza que uno no puede dejar de hablar de él aunque le gustaría que se mantuviera como un secreto que habría que guardar como oro en paño. Porque, por un lado, temes que se convierta en una meca turística y, ahora, con sus insignes vecinos -sí, hay ‘otros’ además de Harry- muchísimo más. Pero, por otro, lo tienes que contar porque te parece mentira que la gente no sepa que, en la Europa del siglo XXI, todavía existe un lugar que, suspendido en el tiempo y en el espacio -sólo es accesible a través de un puente-, se mantiene igual que hace un milenio. Y a sabiendas de que sus días están contados.
Civita di Bagnoregio se encuentra a mitad de camino entre Florencia y Roma, pero no en medio del camino. Más concretamente, en la provincia de Viterbo, en el Lazio, una zona que para los grandes paquetes turísticos supone un vacío que superar con la autrostradale permaneciendo así y, a Dios gracias, a la sombra de esos dos faros del Arte. Sin embargo, en este confín de la Umbría, la Toscana e I Castelli romani, se suceden lagos, palacios papales, castillos y ciudades que parecen imaginadas por Tolkien. O lo que es lo mismo, torres y palacios coronando montañas. Ése es el caso de este enclave encaramado a una altísima colina de roca volcánica que, a lo lejos, parece emerger en el horizonte. Unos altísimos desfiladeros de 400 metros sobre el nivel del mar que, sin embargo, poco o nada pueden hacer frente las inclemencias de la lluvia y el viento.
Porque su grandísimo atractivo es, al mismo tiempo, la enfermedad que la corroe. Y así, el bastión de la ciudadela, el acrópolis etrusco, la iglesia románica de San Donato, la Puerta de Santa María, los palazzi renacentistas de los Colesanti, Bocca y de los Alemanni, la capilla de la Virgen del Carcere, la Casa Greco o la barroca iglesia de Santa Bonaventura… están sentenciados a desaparecer. Porque el apodo de la cità che muore no es baladí. Se debe precisamente a que los cimientos del pueblo se hunden en una piedra cuya erosión es imparable e irreversible y la lucha por detener ese deterioro está, de antemano, perdida. ¿Por qué? Porque por sus características geomórficas y el clima de la región, que la piedra -una suerte de toba o piedra pómez- acabe siendo un montón de polvo es un desenlace imposible de esquivar. Un fin que, también y obviamente, le espera a la nueva propiedad del cantante de As it was, que ese título no puede ser más premonitorio.
Desde hace décadas, el Estado está intentando ralentizar el proceso de erosión, una agonía que tampoco es lenta. De hecho, en el siglo XVIII el bastión-fortaleza de la roca era tres veces mayor pero un terremoto adelantó el proceso eutanásico, dejando la pueblo en la intemperie del valle de Calanchi y al albur de los corrimientos de tierra, pero dotándole, al mismo tiempo, de una belleza irreal, mágica, extrañamente bucólica. Un lugar que ha inspirado a artistas de todos los tiempos. ¿Los últimos? Fellini, que rodó aquí en 1957 algunas de las escenas de su primer Oscar, La Strada. O Giuseppe Tornatore, con El hombre de las estrellas en los años noventa, llamando tanto la atención sobre este lugar que, el Fondo de Monumentos Mundiales lo incluyó en la lista de los 100 lugares más amenazados del mundo. No sin antes, claro, comprándose aquí una casa. Porque, como decíamos antes, Harry no está solo en este paraje.
En Civita di Bagnoregio tienen casa otros personajes conocidos de la escena nacional italiana e internacional. Como el psiquiatra y sociólogo Paolo Crepet, quien, a pesar de que el pueblo se hunde una media de 7 centímetros por año, decidió hacerse con el palacio episcopal y, tras una restauración, convertirlo en su hogar y el de su esposa Cristiana Melis. También un mago de la televisión, Arturo Brachetti. Y el mítico cantante de Sabato Pomeriggio, Claudio Baglioni… Pero también, un íntimo amigo de Harry, el hombre que le enseñó la panorámica de la Creta Senese desde un jardín contiguo al suyo y que hoy, entre callejuelas empedradas y balcones repletos de flores, pertenece a la estrella británica: el exdirector creativo de Gucci, Alessandro de Michele .
El atípico y visionario diseñador romano fue quien le descubrió hace ahora dos años este punto perdido en ninguna parte, con 2500 años de historia y, sin embargo, fuera del tiempo. Un pueblo casi inaccesible y remoto, porque no está en el camino de nada, y donde para sortear la puerta de entrada, hay que dejar el coche a 500 metros más abajo en un parking por solo dos horas y pagar 5 euros de ingreso. Ocurrió después de que éste concluyera su gira mundial Love in tour, en Campovolo, en Reggio Emilia, un lugar extraño para poner el cierre final a un tour después de dar la vuelta al mundo… Pero es que Harry ama il Bel Paese y el amor es correspondido.
No era la primera vez que ocurría que Styles se dejara seducir por las tierras de Leonardo, Dante y Miguel Ángel... Recordemos que en su anterior concierto en Bologna, el de One Direction viajó hasta Módena para comer en el mejor restaurante del mundo, l’Osteria Francescana y Casa Maria Luigia, de Massimo Bottura... Pero en esta ocasión, el placer era más sencillo. O más sibarita, según se mire.
Porque, tras meses de aviones, hoteles, lentejuelas y casi 170 conciertos, De Michele, que le ha confeccionado todos y cada uno de sus looks, desde los más rompedores para sus actuaciones a sus personales, a sus reinvenciones de la sastrería clásica, le quiso mostrar un oasis de tranquilidad y sosiego escondido en las colinas italianas. El escondite perfecto para descansar, escapar del ojo indiscreto de los paparazzi y sentirse como el Timothée Chalamet en Call me by your name, 40 años después de los 80s de Guadagnino…. Y, evidentemente, Harry no lo dudó ni un momento. Tras dar una vuelta por este museo al aire libre, y descubrir todo lo que ofrece la región del Tuscia -tal y como se llama este cruce de caminos a la rivera del Lago Bolsena- se compró la casa, tal y como publicó días después, el diario La Repubblica. Y sus acompañantes, con los que la recorrió en descapotable rojo, y, los mismos que han estado ahora en su intimate party por su cumpleaños, no le negaron su placer culpable. A saber, la modelo de Victoria’s Secret, Jacquelyn Jablonski, su novio, Xander Ritz, y el presentador de talk shows James Corden.
No es ni una mansión, ni un palacio, ni tan siquiera una villa. Es algo más modesto, pero mucho más especial. Se trata de una discreta casa de piedra, amplia, sí, y de dos plantas, con escalera en el exterior y un impresionante jardín que se asoma, como uno de los flancos del edificio, a la nada. O el horizonte, según se mire. Un lugar en el corazón del país, pero a tal altitud que, en días claros, se puede divisar, muy al fondo, el Mar Tirreno. Esas aguas que, un puñado de kilómetros más abajo, le sirvieron de fondo para uno de sus grandes éxitos, Golden.
Porque Harry Styles no es el primero de las grandes estrellas anglosajonas que se abandonan cual Ulises a los cantos sirena de esta península. George Clooney disfruta de los amaneceres del Lago de Como desde Villa Oleandra; Sting tiene su propio viñedo en la Toscana; Ralph Fiennes, en Pantelleria; Helen Mirren, Kim Bassinger y Meryl Streep tienen, cada una, su finca (masseria) en la Apulia; y Francis Ford Coppola regenta un hotel en la Basilicata de sus orígenes familiares… Parecía casi obvio que Harry Styles se perdiera en los brazos de la Parthenope de Homero y comprara en la Costiera Amalfitana. Por qué no la villa con bajada al mar privada de Maiori, donde se hospedó mientras rodaba su videoclip e iba corriendo en bañador rosa por la Via Diva. Era idílica: con la Spiaggia di Glauco y la Cala Bellavia al fondo y, al otro lado, la Grotta di Pandora. Sin embargo, no ha sido así. No cabe duda de que ha prefirido el encanto atípico de las nubes de Civita di Barnoregio antes que las de los flashes de los fotógrafos y los orientales con sus iphones de última generación. Aunque sepa que su casa tiene fecha de caducidad... ¿Qué más da!? Afortunadamente, los geólogos han vaticinado que, hasta dentro de ocho siglos, podrá disfrutar las vistas bajo el sol de (casi) la Toscana.