Lucía Rivera, que el 11 de diciembre cumplió 25 años, se ha convertido en todo un referente en la lucha por normalizar los problemas de salud mental. El pasado mes de noviembre, la hija de Cayetano Rivera y Blanca Romero confesó que padecía un trastorno dismórfico corporal y TCA. Desde ese momento, la joven ha mostrado con mucha naturalidad esta situación tan delicada que está viviendo. Esta última semana, Lucía ha compartido a través de su perfil público unas duras imágenes en las que deja ver las secuelas que le ha dejado la ansiedad en su cuerpo.
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Las significativas fotos con las que Lucía Rivera ha felicitado a su padre
“Hoy le decía a un amigo que cuando pienso que controlo mi ansiedad siempre sale por otro lado. Ahora me ha dado por rascarme por las noches (sin enterarme) y armarme estas burradas en el cuerpo”, ha comenzado escribiendo, junto a varias fotografías en las que se puede apreciar perfectamente los arañazos en su espalda. “La verdad es que he tenido dos días complicados y así ha reaccionado mi cabeza. Y la verdad es que en las fotos no se valora ni la mitad. Es cansado y desespera a veces”, ha asegurado, confirmando que no ha atravesado unos días muy bonitos. Asimismo, la modelo ha querido aprovechar para mandar un mensaje de apoyo a todas las personas que sufren cada día esta enfermedad: “Os mando un abrazo a los que vivís con esto como yo”, ha concluido.
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Fue el pasado mes de noviembre, con motivo del Día Internacional de la Lucha contra los TCA (trastornos de la conducta alimentaria), cuando Lucía se decidió a desvelar el problema que llevaba atravesando varios años: un trastorno dismórfico corporal y anorexia. Sin miedo a lo que pudieran decir de ella, la modelo escribió una carta liberadora: “Estos días he hecho un ejercicio de autoanálisis y me he preguntado cuál fue el momento en el que empezó esta lucha contra lo que, irónicamente, tantas veces te salvó: tu cuerpo”, comenzaba escribiendo en una carta para Cosmopolitan.
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“La comida pasó a ser lo más preocupante de tus días: el arroz y la pasta eran impensables, la verdura tenía que ser solo verde y antioxidante. La misma báscula en la que celebrabas los números de más con saltos de alegría, se convirtió en tu mayor enemiga cuando marcaba un número más que 50, porque ese era ‘el número perfecto”, continuaba describiendo sobre este problema que tanto sufrió. “Si tenías castings, aprendiste que podías estar días enteros sin comer hasta que no aguantarás más del hambre. Y cuanto más tarde comieras era una mejor señal, seguro que tu cuerpo te lo agradecería, porque comerías menos y bajarías más fácilmente de kilos. También, preferías ir caminando a todos los sitios y subir corriendo las escaleras, porque seguramente podrías quemar más grasa”, expresaba.
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“Ahora me pregunto cómo lo hacías, si eso no era más que maltratarlo. Todo fue tan inconsciente... Y aunque a día de hoy te has reconciliado con la comida, la culpa te acompaña años después. Ojalá no hubieras escuchado todas esas voces diciéndote cómo tu cuerpo ‘sería mejor’. Ojalá esas mismas voces nunca se hubieran quedado dentro de ti castigándote”, reflexionaba sobre esta pesadilla, que a día de hoy, según ella, “sigue, de alguna manera, latente”, pero con terapia está consiguiendo salir adelante.