El ocaso de una estrella, el descenso a los infiernos, la caída de un mito, el fin de una época… son algunos de los epitafios periodísticos con los que cierran en Italia los 365 días de catastróficas desdichas de Chiara Ferragni . Un “error de comunicación” sería el colofón a su annus horribilis particular, que, si prospera judicialmente, podría devenir en una condena ejemplarizante para el universo influencer. Porque la emprendedora que sentó las bases reputacionales de las redes sociales como modelo de negocio está bajo luz y taquígrafos y a punto de sucumbir precisamente por una crisis histórica de imagen. Las marcas la rehuyen, los followers la abandonan y Chiara Ferragni se convierte en el epítome del ídolo con pies —o stilettos— de barro. Tras haber sido multada con un millón de euros e investigada por delito grave de estafa, podría enfrentarse a dos años de cárcel. Nunca antes un bizcocho tan dulce había sido tan amargo. Ha estallado el Pandoro Gate.
Hasta hace muy poco, su nombre solo se vinculaba a cuestiones de estilo, lujo, diseño... También, con el compromiso social, la defensa de la sanidad pública y de los derechos de la mujer. Sin embargo, ahora, asiste a un aluvión de insultos y noticias negativas. “Estafa”, “fraude”, “robo”... Y no solo en las pantallas de cristal líquido, también a brochazo limpio en las paredes de su boutique en Via del Babuino, en Roma donde, “cautelarmente”, como las diligencias abiertas por las fiscalías de Milán, Trento, Cuneo y Prato, pocos se atreven a entrar.
Una nube de azúcar glas rosa
Dos semanas antes de Navidad, la imagen de la rubia italiana, con 29 millones de seguidores en redes, saltaba a la primera plana de los periódicos. Y donde antes se hablaba de sus facturaciones millonarias por ejercicio —más de 14 millones de euros por año— Chiara Ferragni era acusada de “prácticas comerciales desleales”. ¿El motivo? La venta de un pandoro para el que sirvió de imagen justo un año antes, en 2022. Se trataba del Pandoro Pink Christmas, una edición especial del típico bizcocho navideño que la marca Balocco sumergía en una nube de azúcar glas, tan rosa como la vida de la reina de las redes.
El affair con el pandoro ha despertado las sospechas policiales sobre otras colaboraciones de la influencer
“Chiara Ferragni y Balocco apoyan al Hospital Regina Margherita de Turín financiando la adquisición de nueva aparatología que permitirá explorar nuevas sendas en la cura terapéutica de niños con osteosarcoma y sarcoma de Ewing”, rezaba el packaging del bollo, que, en esta special edition, casi triplicaba su precio estándar. Al parecer, esa información, unida al sobrecoste, indujo a los consumidores a pensar que, con su compra, estaban contribuyendo a una acción benéfica, una causa en la que la propia Ferragni —que durante la pandemia y desinteresadamente recaudó tres millones de euros junto a su marido, el rapero Fedez— “sería” también contribuyente. Pero la realidad era otra. Balocco había ya realizado un único pago, de 50.000 euros, meses antes del lanzamiento del pandoro “ferragnizado”. Y aún más: la propia Ferragni había cobrado por la colaboración. Más de 250 denuncias de clientes alertan a la Guardia di Finanza y comienza el Pandoro Gate, una operación policial que abre, por vez primera, la caja de Pandora internacional sobre prácticas de marketing que se desarrollan a la luz del móvil.
Ferragni intentó atajar la crisis. De hecho, salió a sus redes con una sudadera gris, sin maquillaje y el pelo recogido —¿quién dijo Chenoa?—. Y no solo reconoció la “confusión” entre actividad comercial y benéfica, sino que anunció la donación de un millón de euros al hospital turinés. Pero, lejos de amainar las aguas, estas se embravecieron aún más. Chiara abandonaba buscando tiempo o silencio o calma. Pero el ruido era ensordecedor. Porque lo negativo siempre es noticia y porque la schadenfreude (alegrarse del mal ajeno) tiene sus adeptos. Y cuando no eran los 200.000 seguidores perdidos a diario los que despertaban a la opinión pública, eran los anuncios de las marcas que le daban la espalda. Primero, Safilo, que le rescindía contrato; después, Coca-Cola, que suspendía sine die la emisión de un spot con ella de protagonista... Por si faltara algo, la diana de todos los dardos de su marido, Fedez, es decir, Giorgia Meloni, ponía en solfa su carrera y su aportación al PIB.
Nuevas investigaciones
Sin embargo, esas declaraciones de la primera ministra, lejos de ahogarla, le insuflaron oxígeno. Ferragni se convertía en la víctima de un aparato político del que antes había sido azote. Con el nuevo año, Ferragni volvía a Instagram, la red que ya había sido termómetro de su estado de ánimo en su crisis matrimonial con Fedez, por el duelo de egos del Festival de Sanremo y con el cáncer de páncreas que le diagnosticaron al cantante en 2022 y su recaída en octubre. IG se estabilizaba. Parecía que la hemorragia de followers se había cortado. Hasta esta semana. Unos e-mails entre Ferragni y la empresa pastelera con el plan publicitario del dichoso bizcocho han revertido la sanación. Es más, ha subido el tono de la hipótesis delictiva: de “fraude comercial” a “fraude agravado”. Y lo que es peor, ha abierto la espita de la sospecha por anteriores colaboraciones de la empresaria. Unas galletas, unos huevos de chocolate... y unas muñecas diseñadas a imagen y semejanza de la cremonese cuando era el ejemplo de las niñas.