Patricia Pérez ha pasado una verdadera película de terror con su marido, el productor audiovisual y publicista Luis Canut —hermano de Nacho Canut, compañero de Alaska en Fangoria—. Suena a ficción, pero es realmente escalofriante: por las heces de aves, contrajo una meningitis criptocócica que le mantuvo casi medio año hospitalizado y de la que, diez meses después, sigue recuperándose. La presentadora, que ahora reside en Valencia y está dedicada a su faceta de naturópata y nutricionista, cuenta a ¡HOLA! cómo ha sucedido todo y cómo ha ayudado a su marido las 24 horas al día.
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—Antes de nada, ¿cómo está Luis?
—Muchísimo mejor, haciendo rehabilitación cada día… Pero salió del hospital con pérdida visual y auditiva, en silla de ruedas y siendo completamente dependiente. Ahora ya puede ir solo por nuestro barrio y mentalmente está recuperado.
—¿Qué es lo que ha pasado?
—A principios de marzo del año pasado, empezó con dolores fuertes de cabeza. Pero hay que poner en situación: en siete meses, se murieron nuestros tres perros, que eran parte de nuestra familia, y su pérdida nos afectó mucho. Al día siguiente de morirse la tercera, empezaron los dolores. En urgencias le decían que tenía una cefalea por estrés. Pero no se iban los dolores y estaba cada vez peor: con vómitos en escopeta, fotofobia… Íbamos a urgencias cada noche y, al noveno día, nos derivaron a otro hospital. Allí le ingresaron y le hicieron una punción lumbar: tenía un líquido cefalorraquídeo totalmente patológico por una levadura que se llama criptococo.
—¿Cómo la contrajo?
—Es muy común en el ambiente. Principalmente, está en las heces secas de las aves y su infección es por vía inhalatoria y puede ser letal si tienes el sistema inmune débil. Durante siete meses, paseábamos a la perra en un parque donde hay muchas heces secas de palomas. Su infección fue muy muy agresiva. A los cuatro o cinco días, le dio una trombosis en el ojo derecho y perdió la visión de este… Ahí le trasladamos al hospital público de la Fe, de Valencia, que está más preparado. Aunque siguieron poniéndole el tratamiento, la infección fue más agresiva y perdió la visión frontal del otro ojo. Yo no me separaba de él y lo cuidaba.
—Porque tú eres naturópata.
—Efectivamente. Trabajo en esto desde hace 15 años. Con el consentimiento de los médicos, le hacía la dieta y le cuidaba la parte emocional. También le daba masajes en ciertos puntos, le hablaba… Intentaba que estuviera de buen humor.
—¿Estuviste las 24 horas con él?
—Sí, mi marido se lo merece. Le hacía la cama, lo cuidaba en todo lo que podía y lo aseaba… Tuvo épocas, además, con episodios paranoicos y estaba muy inquieto. A los cuatro meses, más o menos, le dejan ir a casa con asistencia médica domiciliaria. Eso fue duro también. Al perder memoria a corto plazo, fue difícil cuidarlo, porque no entendía nada, pero gracias a la rehabilitación cognitiva todo lo fue más fácil. En casa, también hacíamos ejercicios de vocabulario para enseñarle a escribir, a vestirse, a cepillarse los dientes… Y todo en silla de ruedas y con 52 kilos. También perdió todo el pelo.
La noche más difícil
—¿Temiste por su vida?
—Una noche, él tuvo un ataque epiléptico masivo bastante grave. Ahí los médicos me dijeron: ‘Luis tiene daños estructurales en el cerebro’. Imagínate… Casi se muere. Pero nunca perdí la esperanza. Confiaba en los médicos. Lo único que pedía es que siguiera siendo lo que es, una persona feliz... Cuando salió del hospital, se fue recuperando poco a poco, con todo tipo de rehabilitadores, como optometristas. También lo llevé a Neural, un centro de accidentes cerebrales, donde tenía logopedia, rehabilitación física, neuronal cognitiva, neurosicológica... Ahora tiene su mente perfecta. Es Luis. Solo le queda la vista y el oído, pero estamos trabajando mucho.
—¿Qué secuelas arrastra?
—No ve de un ojo y del otro no tiene vista frontal. Vamos a una especialista en baja visión de Madrid para que pueda leer, estar con el ordenador… Ahora está retomando el piano y toca la batería… Sigue sin sentido del gusto ni del olfato… Pero está muchísimo mejor. Si hablas con él, no le notas nada. Pero es que puso muchísimo empeño en rehabilitarse. Cuando le hicieron la resonancia en septiembre, vieron que su cerebro estaba más recuperado, como esperaban que estuviera en marzo de este año. Eso demuestra que la dieta y los cuidados que acompañan al tratamiento ayudan a la persona a recuperarse mejor. Es de lo que más orgullosa estoy.
—¿Está totalmente recuperado?
—Está al 80 o 70 por ciento. Está mucho mejor, pero sigue con el tratamiento y la rehabilitación. Le darán el alta en julio.