Frágil, pequeña, casi esquelética… sin curvas. Con los ojos raramente separados y el pelo extremadamente fino. Pero aparecía en la pasarela y no dejaba lugar a dudas: no solo era una extraña en el paraíso de las exuberantes top models de medidas perfectas, era una ráfaga de aire fresco —o viciado, según se mire—; era moderna, era carismática, era rebelde, era condenadamente sexy y, por descontado, era reina incontestable. Kate Moss rompió con todos los cánones. De la moda y de lo políticamente correcto. Sin ella, los noventa, aquella década que retrataron en blanco y negro Peter Lindbherg o Mario Sorrenti, sería inconcebible. La modelo cumplía el pasado 16 de enero 50 años completamente renovada, rehabilitada y, como siempre, en la cumbre. Cinco décadas en las que la británica se ha caído y levantado una y otra vez, ha superado cancelaciones y ha sobrevivido a novios tóxicos y noches eternas y canallas mientras, al tiempo, protagonizaba portadas tan míticas como brillantes. Cuando Coco Chanel decía aquello de que “la moda pasa, pero el estilo permanece”, estaba muy equivocada. A no ser, claro, que el estilo tuviera un nombre: Kate Moss.
Parecía acabada. Su espíritu rock&roll había ido demasiado lejos... Recostada en una escalera, con media melena tras la oreja y con una minifalda tan corta como altas sus botas, Kate se drogaba ante una cámara indiscreta. Corría 2005. El escándalo fue mayúsculo. Y la crónica de una muerte —social— anunciada. Un año después, sin embargo, con un moño italiano, entre gasas de seda y con Domenico Modugno cantando aquello de Dio come ti amo, Bvlgari acudía al rescate y se convertía en la modelo mejor pagada de la Historia. Y también, en la quintaesencia del atractivo del lado oscuro.
La modelo regresó a las pasarelas en 2022 y aún sigue protagonizando campañas publicitarias en las que, ahora además, rivaliza y comparte set fotográfico con su hija
La biografía de Kate Moss es como un cocktail molotov de contraposiciones. Como su hígado, en un cierto momento de su vida. Acuérdense de aquella declaración que escandalizaba al mundo: “Nunca desfilé sobria”… Porque, de ser una chavala del montón, se pulió el pedestal de las diosas rubias. De los suburbios de Londres, se codeó con la realeza. Del punk, encarnó el espíritu de la alta costura. Del barro con Pete Doherty, pisa palacio con el conde Nikolai von Bismarck. Y del desorden alimenticio y polydrug, aboga por la dieta vegana. “Antes solo existía una cosa para mí: fiesta, fiesta y más fiesta. Con mucho alcohol y otras locuras. Ahora me relajo en el campo con mi hija Lila Grace, cocino y hago mermelada”. Pero, aun así, Kate sigue sin hacerse mayor.
“Todo lo que quiero en la vida es no aburrirme jamás”, decía una joven Kate Moss poco después de que la descubrieran con 14 años, en el aeropuerto JFK, y saltara a la fama desnuda de cintura para arriba y a horcajadas sobre los jeans de Mark Wahlberg. Y el mantra lo mantiene, aún abstemia desde 2017. Porque nada le ha impedido celebrar su 50 cumpleaños por todo lo alto, reuniendo a su círculo de amigos íntimos en el exclusivo Laurent de París. De su partner in crime de los 90, Naomi Campbell, a su hija Lila Grace. Allí hemos vuelto a verla impresionante con un naked dress . Su outfit se ha hecho viral hoy en 2024. Y, sin embargo, recreaba aquel otro transparente que llevó con 19 años en la fiesta de Elite, de 1993, y se convertía ipso facto en el referente. De estilo y para cualquiera que se quiera poner el mundo por montera. Eso sí, casi desnuda.