“Sabía cuál era el personaje, pero no la importancia que tenía. De hecho, me cogieron y lo celebré como si fuera un papel de reparto que duraría unos días, nunca pensé que fuese la protagonista”, nos dice Ana Garcés, la vallisoletana de 23 años que da vida a Jana en La promesa y que ha visto cómo ha cambiado su vida radicalmente. La serie diaria de Bambú Producciones, la factoría de ficción liderada por Ramón Campos, con éxitos tan reconocidos como Velvet, Las chicas del cable y Fariña, entre otras, ha cumplido, el 12 de enero, un año de emisión en La 1 de TVE, convertida en la favorita de los espectadores y en un éxito que ya ha traspasado fronteras —se ha vendido a más de 30 países y en Italia es un fenómeno que incluso ha generado una revista—.
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“Me siento muy feliz, sobre todo, por el equipo; era una apuesta arriesgada y ver que el público lo valora y a la gente le gusta es una satisfacción enorme”, cuenta a ¡HOLA! su creador y productor ejecutivo, Josep Cister. Él nos desvela qué hubo al otro lado de la elección de Ana como protagonista, que además fue en el último momento: “Y tanto… como 24 horas antes de presentar el reparto a Televisión Española. Me llamaron las directoras de ‘casting’ para que la viera. Ella arrancaba de espaldas, de repente se dio la vuelta y vi a una actriz de Hollywood , lo digo de verdad; había cosas de ella en la prueba que me recordaban a Keira Knightley. Y con una presencia… La escuché, obviamente, pero ya vi cómo miraba, porque Ana, cuando mira, tiene una carga emocional muy poderosa y para el personaje de Jana era muy importante, porque viene con mochila emocional tras haber perdido a su madre y su hermano y haber vagado por la vida”. Supo que era perfecta. Pero de su actriz principal destaca que, además, es “supertrabajadora, supercompañera de sus compañeros, entregada, buena persona. Todo lo que puedo decir de Ana son cosas buenas”. Y ella nos recibe en el plató donde tantas horas pasa al día (se graba diez horas los cinco días de la semana, un capítulo por jornada entre los dos platós, que suman 2.500 metros cuadrados) y nos cuenta su historia.
“Cada día se rueda un capítulo entre sus dos platós de 2.500 metros cuadrados, trabaja un equipo de 160 personas, han pasado ya unos 200 actores y llevamos escritas más de 20.000 páginas de guion”, nos desvela Josep Cister, creador y productor ejecutivo de “La promesa”
—Ana, menudo giro radical ha dado tu vida.
—Totalmente. Te puedes imaginar... Cuando me dieron el papel, sentí como que me había tocado la lotería, pero no sabía por qué. Me preguntaba: “¿Qué papeletas he echado yo para que me toque esto?”. Así que la verdad es que estoy cumpliendo un sueño.
—Naciste en Valladolid, luego viniste a Madrid… ¿Nos puedes contar tu historia?
—Estudié Arte Dramático en Valladolid, soy de allí. Y mi sueño siempre había sido buscarme la vida en Madrid, hacer teatro, cine y televisión. Pero, evidentemente, mientras encontraba algo, tenía que pagar un piso, y busqué un trabajo de media jornada porque pensé que, si salía algún casting, podría compaginarlo. La misma semana que se me acababa el contrato en la tienda de ropa en la que estaba, cuando me quedaba sin trabajo, me llamaron para La promesa. Me cambió la vida.
—¿Y cómo fue ese momento de la llamada? ¿Qué se te pasó por la cabeza?
—Era mi último día en la tienda, estaba yendo a trabajar y me lo comunicó mi representante. Le tuve que decir: “Lo siento, tengo que colgar, porque se lo tengo que contar a mi madre”. La llamé inmediatamente y ella no entendía nada. Me decía: “Pero ¿qué dices? ¿Para qué?”. Y yo: “Mamá, no lo sé, pero ¡me han cogido!”.
“La misma semana en la que me quedaba sin trabajo, de repente me llamaron para ‘La promesa’. Fue como si me hubiera tocado la lotería, me cambió la vida”, dice la actriz, nacida en Valladolid hace 23 años
‘Los que hiciera falta’
—Durante el tiempo que estuviste en Madrid presentándote a ‘castings’ y no te elegían, ¿se te pasó por la cabeza tirar la toalla?
—Nunca, porque siempre he sabido que esto no era fácil. Yo me vine a Madrid con la esperanza de que un día saliera algo y consciente de que iba a pelearlo, un año, dos, tres o los que hiciera falta. Tenía claro que me iba a quedar y que, mientras tanto, me tenía que buscar la vida. Y eso hice.
—¿En casa te apoyaron cuando dijiste que querías ser actriz?
—Mi padre creció en una familia de artistas. Mi abuelo era pintor, mi tío también y él tenía muy integrado esto del mundo del artista, aunque no se dedicase a ello. Y mi madre tampoco pertenece a este mundo, pero siempre nos ha apoyado en todo. Cuando dije que quería empezar a hacer teatro, hice un casting para una compañía de Valladolid y, cuando llegué a casa y conté que me habían cogido, ella me dijo: “¿Y no querrán una mujer mayor también para la obra?”. Hizo el casting y empezamos a hacer teatro juntas.
“Intento ver a mis amigos y tener vida, claro, pero es cierto que en plató hablamos tanto y socializamos tanto que cuando llego a casa necesito tranquilidad, leer un poco…”
—Así que en casa tienes ahora a tus mayores ‘fans’.
—Totalmente, siempre han sido un apoyo. También mis dos hermanos. Con el pequeño me llevo muy poco tiempo, siempre hemos estado muy unidos y él me ha ayudado mucho a grabar todos los castings, me daba las réplicas, me animaba a intentarlo todas las veces...
—¿Se ha enganchado toda la familia a ‘La promesa’?
—Toda, la verdad es que sí. Y luego pues, claro, en Valladolid es un boom, no estamos tan acostumbrados como en Madrid a tener gente que salga en televisión, así que todas las amigas de mi madre, la familia… todo el mundo…
—¿Cómo es rodar una serie diaria?
—Aunque pueda parecer un caos, hay mucha gente detrás y hay un orden. Nos levantamos muy prontito, yo por ejemplo tengo una hora de maquillaje y peluquería porque mi pelo no es tan rizado . El rodaje, con todos ya preparados, comienza a las ocho de la mañana y dura hasta las siete de la tarde. Vamos haciendo secuencias y yo aprovecho también los huecos para ir estudiando; tengo la suerte de que memorizo muy rápido y así en casa ya solamente tengo que leerlo y repasarlo.
Sentido de la justicia
—Una vez que te quitas los vestidos de Jana, tu personaje, y vuelves a ser Ana, ¿tienes tiempo para hacer las cosas normales de una chica de 23 años?
—No demasiado, porque pasamos mucho tiempo rodando y terminas cansado física y emocionalmente. Intento ver a mis amigos y tener vida, claro, pero es cierto que en plató hablamos y socializamos tanto que cuando llego a casa necesito tranquilidad, leer un poco…
—Me decías antes que en Valladolid te conoce todo el mundo, pero ¿en Madrid también la gente te para por la calle?
—Sí, sí, claro. Vivo en el centro y allí están más acostumbrados a ver gente conocida, entonces te miran, comentan, aunque no se acercan tanto. Pero si entras en un supermercado o en cualquier otro sitio, sí.
—¿Te pareces en algo a Jana?, ¿qué tienes con ella en común?
—Soy una persona muy cabezota y considero que tengo mucho sentido de la justicia. Cuando algo no me gusta, porque las cosas no se están haciendo bien, salto y defiendo con uñas y dientes lo que creo.
“Me considero una persona muy apañada, pero ni sé de medicina ni de plantas, ojalá —ríe—. Cuando me tocó aprenderme textos de medicina o arreglar el avión con todas las piezas de mecánica, para mí fue un mundo”, nos dice entre risas
—Ella es muy mañosa, tan pronto arregla un avión como cura a un enfermo.
—Bueno, me considero una persona muy apañada, pero no… Ni sé de medicina ni de plantas, ojalá —ríe—. Cuando me tocó aprenderme textos de medicina o arreglar el avión con todas las piezas de mecánica, para mí fue un mundo, tuve que buscar en internet lo que significaban las cosas porque no tenía ni idea de lo que estaba hablando.
—¿Y por la calle te llaman Ana o Jana?
—¡Me llaman Jana! Es que esto es un fenómeno… ¡Mis tías también me llaman Jana, hasta mi familia me llama así! Todo el mundo. Y en el plató soy Ana-Jana.
Concha Velasco, su inspiración
—Eres de la generación de las redes sociales, ¿cómo lo estás viviendo y en qué has notado el gran cambio?
—Siempre me ha gustado utilizar las redes sociales, pero no he sido una persona de subir mucho contenido, me gustaba más verlo. Y de repente te das cuenta de que te sigue tanta gente y de que todo el mundo está pendiente de lo que estás haciendo, y eso sorprende… Recibo muchísimos mensajes todos los días. Al principio intentaba contestar uno por uno, pero no me da tiempo, es imposible. Eso sí, los leo todos. Me hace mucha ilusión ver qué piensa la gente.
—¿Con qué propósitos has comenzado el nuevo año?
—No soy de crearme expectativas, me gusta ir viviendo el día a día. Me encantaría que le pasaran cosas nuevas a mi personaje. Soy una persona que se estresa bastante poco, y ya que tengo capacidad de memorización, me gustaría afrontar también otro tipo de estudios, leer mucho, compaginar con algo de teatro… y escribir algo.
—Hace poco más de dos meses nos dejó Concha Velasco, vallisoletana ilustre. ¿La admirabas?
—Por supuesto que sí, en Valladolid es una eminencia y todo el mundo conoce su impresionante carrera y todo lo que ha hecho por Valladolid. Para mí era una inspiración y para todas las personas que venimos de provincias y queremos dedicarnos al mundo artístico, donde hay pocas oportunidades; tener a gente tan grande como Lola Herrera o Concha Velasco para nosotros es… es que no se puede explicar. Todo Valladolid está a sus pies y ha sido una gran pérdida.
—Para terminar, Ana, ¿has encontrado a tu “Manuel” en la vida real?
—Pues ahí estoy —ríe—. No hay mucho tiempo, pero mi vida sigue.