Chaquetas XXL; sweters de lana recortados de mangas alargadas a propósito; pantalones holgados, a veces, incluso, machacados por las sneackers —o las Dr.Martens—; panas; franelas; camisas de leñador; gorros de lana; grises; marrones, granates; verdes militar; uñas lacadas en negro; t-shirt con proclamas, con desteñidos, con camisetas de manga larga debajo…; y gafas, siempre, de montura blanca… Eran los 90s. Y éste, el uniforme para ir al instituto. O para tirarte en el césped del campus universitario como si fueran las verdes praderas de Seattle. Kurt Cobain cantaba aquello de Smells like teen spirit . Una y otra vez. No por nada, sino porque quemabas las cinta de cassette de tanto rebobinarla. Eran tiempos en los que tu madre te pedía que te lavaras un poquito y que, al menos, para cenar con la abuela abandonaras ese aspecto desaliñado. Que te peinaras, ya que no te daba la gana de cortarte el pelo… Y que andaras con “algo más de espíritu”. En la televisión, estallaba la Guerra de los Balcanes y la Guerra del Golfo, caían bombas en Libia y la crisis económica, por la subida del petróleo, obligaba a rescatar ropa de otras temporadas. De otras generaciones… Era una época y una estética. Y, hoy, que se repite la Historia —o casi— nos encontramos con un revival —depurado— de aquello que se vino en llamar grunge. En 2024, es, obviamente, el neo grunge .
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Y ¿en qué se diferencia? El neo grunge es más elegante, más correcto, más lujoso, más chic… Quizás, también, más desideologizado, como los tiempos que corren, aquella reacción de la moda ‘antimoda’ vuelve a las pasarelas. Y a la calle. Y de las telas ásperas y duras originales, llegamos a un mismo efecto, pero con terciopelos y cashmere. Y de las mochilas de nylon, nos vamos ahora a los bolsos vintage de marca y baguette. Porque la muerte del líder de Nirvana no ha pasado en balde… Y aunque siguen a pie del cañón tanto Courtney Love, expareja de Cobain y líder de Hole, como los Pearl Jam… tanto la una como los otros ya han protagonizado alguna de las portadas más celebradas de las revistas —capitalistas— de moda.
Esta semana, en las páginas satinadas de ¡HOLA! asistíamos a uno de los últimos paseos de Claudia Osborne antes de volverse a convertir en mamá. Por Malasaña. Y de compras. Del brazo de Mónica Oliart, mujer de Gonzalo Entrecanales, hermano de su marido José, hijos ambos, claro, del Presidente de Acciona, José Manuel Entrecanales. Las dos, treintañeras, súper cómplices, desenfadadas… Y si no fuera porque las calles de Divino Pastor, La Palma o Fuencarral se han sofisticado tanto, y porque las bolsas que llevaban colgadas del brazo de las nuevas —y modernísimas tiendas del centro— son de papel, podría decirse que parecían sacadas de un street style de los 90s. Si es que entonces, hubiera existido el street style…
Vuelve el estilo y la ropa casual, cotidiana
Abrigos de lana extralarge, pantalones deshilachados, deportivas… y una gama de color que va del caqui —dorado— al entretejido de Missoni que evoca el mix de tonalidades de un desteñido… Dos outfits tan despreocupados como a la moda; tan tendencia como desprejuiciados; tan pretendidamente inconexos como estudiados; y sí, tan 90s como siglo XXI. Porque si bien es verdad que a Shirley Manson, la cantante de Garbage, jamás la habríamos visto —ni en el 1991 ni el 92 o el 93…— con un Vuitton bajo el brazo, el pantalón ancho de Mónica, en negro y a ras del suelo de sus Reebok blancas, no es algo fruto del azar. Desde Troye Sivan, el cantante australiano más in y estrella de la reciente campaña de Calvin Klein de denim lavado a la piedra, hasta Bella Hadid, que combinó unos jeans pata de elefante con unas Skater y dio la vuelta al mundo, todo nos hace llegar a la misma conclusión: la cultura pop sigue alimentándose de sí misma y, ahora, es el turno de la década de Soundgarden. Vuelve el estilo y la ropa casual, cotidiana y corriente de aquellos “demasiado geniales como para perder el tiempo”... Solo que, ni entonces ni ahora era y es verdad. Un auto apunte: el cárdigan con acrílico, mohair y lycra que usó Cobain en el mítico MTV Unplugged del 93 se convirtió en una pieza icónica de la historia de la moda. Ahora, lo hace Marni. Dicho queda.
En cualquier caso, el vintage o la segunda mano está de moda. Ya sea por los sueldos escasos de los jóvenes, por el concepto experiencial en que ha devenido el consumo o porque cada vez en España es más fácil encontrar prendas retro en perfecto estado. De hecho, algunas de las calles del barrio en las que se tomaron las instantáneas de las jovenes empresarias, como Velarde o Espíritu Santo, son las arterias de la second hand en la capital.
No obstante, tampoco haría falta remangarse y buscar ese tesoro oculto entre cientos de perchas y baúles de ‘trapos’ a 5 euros. Las grandes firmas de Avenue de la Montagne y Via Montenapoleone ya flirtean con lo que, antes del cambio de milenio, se consideraba que era todo lo opuesto a la moda, resultado del hastio punk-rock de las décadas anteriores. De Marc Jacobs a Raf Simons y sus smileys; de Diesel a Dsquared2; de Steve Madden a Matthew Williams... Hablamos del denim desgastado o teñido al aceite; de los cargos oversize y los cortes oblicuos; del cuero envejecido; las botas de combate y las camisetas -agujereadas- de tirantes… O ¿es que pensaban que las manchas de barro del ultimo de desfile en Milán de los gemelos Caten eran fruto del azar? Nada que ver. Solo que, ahora, las camisas dejan de ser de franela para confeccionarse en vicuña y las canottiere, de algodón, por seda y encaje.
Como el guardapolvos de la hija de Pablo Oliart y Mónica Rein, nieta del tres veces ministro Alberto Oliart… que no es de tergal castrense, sino de una excelente pana de lana, como diría Josie, maravillosamente “rasé”.