No cabe duda de que Tamara Falcó ha sido la gran protagonistade este 2023. Recordemos que la marquesa de Griñón nos sorprendió en enero, al reconducir su noviazgo con Íñigo Onieva para dar la campanada y protagonizar la boda del año , en lo que se convirtió en el triunfo del amor. Pero por si no hubiesen sido suficientemente intensos estos meses, la hija de Isabel Preysler estrena nuevo ático en el que ahora recibe a ¡HOLA!
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Es verdad que remodelar su hogar —ubicado a solo un kilómetro de la casa familiar de Miraflores— no le ha resultado tarea fácil, pero con dedicación y especial cuidado, Tamara ha conseguido reflejar perfectamente su personalidad: sofisticación, calidez y paz es lo que transmite esta vivienda de casi 190 metros cuadrados y otros 186 de terraza, repartidos en dos plantas. En la primera, se encuentran un impresionante salón anexionado a su cocina de chef —de forma diáfana—, un dormitorio con su gran cuarto de baño en suite, un segundo dormitorio transformado en despacho, otro cuarto de baño, un pequeño aseo y un pequeño habitáculo reservado para la lavadora y otros electrodomésticos. Pero la joya de la casa se reparte entre parte de la planta principal y la superior: una espectacular terraza con piscina privada.
Muy ilusionada por su nuevo hogar, Tamara habla con ¡HOLA! de sus planes para estas fiestas navideñas, su medio año de casada con Íñigo y su 2024 cargado de proyectos. El más sorprendente es el que planea con su hermano Manolo Falcó y lo desvela ahora en estas páginas pero, sin duda, el más deseado es el de convertirse en madre.
—¿Cómo te encuentras en tu nueva casa?
—Feliz, es una maravilla. Nunca pensé que tener tu propia casa podía dar tanta satisfacción. Estamos supercontentos porque es muy acogedora y estamos cerca de mi madre.
—¿Qué sentiste cuando te dieron las llaves?
—No podía creerlo. Es un paso gigante. Chábeli fue quien me convenció de que invirtiera en una casa y estoy encantada.
Una reforma integral
—El ático te lo dieron hace un año. ¿Por qué han tardado tanto las obras de remodelación?
—Está hecha con muchísimo detalle. Por ejemplo, en la cantera van sacando láminas de piedra y, hasta que no dieron con el color perfecto, no me la mandaron. Y todo así. Siempre que trabajas con artesanos y haces cosas a medida, se multiplica el tiempo muchísimo. No es una casa más, está hecha a la medida y son muchos detalles.
—¿Por qué la reformaste si era de nueva construcción?
—En un principio, compré un piso menor y ya le hice cambios ad hoc. Cuando me decidí por el ático, que era más amplio, no pude realizar cambio porque ya estaba construido. Quise redistribuir un poquito los espacios conforme a mis necesidades.
—Es una casa grande, pero mucho menos que que la de tu madre, donde has estado viviendo mucho tiempo. ¿Cómo ha sido la adaptación?
—Allí solo vivimos en septiembre, porque nos mudamos en octubre y, antes de instalarnos, tuvimos la luna de miel y las vacaciones. Estuvimos allí unas tres semanas. Ahora utilizo la casa familiar de mi madre un poco como anexo de la mía. O más bien, mi casa es el anexo de Miraflores (ríe).
—Dos habitaciones y una es el despacho. ¿Qué haréis cuando recibáis visita o la familia crezca?
—Por ahora, no estoy embarazada. Cuando ocurra, ya veremos. El despacho puede ser un cuarto.
—¿Cómo definirías el estilo de esta casa?
—Clásico renovado. Siempre busco un punto de innovación, pero prefiero lo clásico.
“¡Veo la calle de mi madre desde aquí! ¡Y tengo el mismo código postal! Me hace ilusión estar tan cerca”
—¿Cuál es tu espacio favorito de toda la casa?
—(Piensa) Estoy encantada con ella. Me encanta el salón porque entra una luz superbonita, como despertarme en mi dormitorio o darme un baño.
—Pensaba que elegirías la espectacular de terraza, con piscina privada. Es un auténtico lujazo.
—Sí. Aunque el piso no sea tan grande, ese espacio tan verde da sensación de que es mucho mayor.
—Ni tan verde. Has puesto un muro de vegetación para tener privacidad. ¿De quién fue la idea?
—Todos buscamos tranquilidad en nuestra casa. Como me encantan las plantas, siempre lo contemplé. Y ya con la privacidad, lo vi clarísimo.
—Otro dato curioso es que casi ves la casa tu madre desde tu terraza.
—¡La calle sí la veo! ¡Y tengo el mismo código postal! Me hace ilusión estar tan cerca.
—¿Has pedido consejo a alguien de tu familia a la hora de decorar tu hogar?
—Lo hemos decidido todo entre la interiorista Bea [Silveira] y yo. A medida que todo avanzaba, venía con mi madre y mi hermana Ana. También con Íñigo, claro. Así íbamos viendo cómo quedaba.
—Vemos varias piezas artísticas en las distintas estancias. ¿Cuál es tu favorita?
—Los cuadros de Carla Cascales, que los compré hace tiempo. Vi su obra hace mucho y me enamoré. Estos cuadros viajan muy bien en el tiempo conmigo. También tengo la escultura que nos regaló la madre de Íñigo por la boda. Se la encargó al tío de Íñigo y es una escultura muy bonita que se llama “Matrimonio en equilibrio”. Después, hay otras piezas que he ido coleccionando poquito a poco, y un par que me ha dado a conocer Bea.
—¿Qué ha aportado Íñigo a nivel decorativo?
—(Ríe) Cuando Íñigo vio la propuesta, todo ya estaba decidido entre Bea y yo. Pero le encantó. Al ser diseñador, sabe apreciar el diseño. Me imagino que si hubiéramos hecho una casa conjunta él y yo, habría quedado distinta. Pero es que el concepto de la casa se decidió cuando habíamos roto.
—De todas formas, la casa es propiedad tuya.
—También. Pero si no hubiésemos llegado a estar separados, sí habría contado más con él.
Una cocina de ‘chef’ en casa
—¿Qué es lo que más te ha costado decorar?
—La cocina. Tenía muy claro que quería una muy técnica. Todo lo decidimos con Porcelanosa. Puse electrodomésticos de última generación, una campana superpotente para poder estar en el salón y cocinando de verdad. Además, tengo una envasadora al vacío… He hecho una inversión fuerte en la cocina y la decisión de todos los elementos no fue evidente. Aun así, Bea ayudó muchísimo para que no solamente fuera técnica, sino que también tuviera un punto más estético.
—La verdad es que el resultado es espectacular.
—Estoy encantada, porque Porcelanosa ejecuta las cosas fenomenal y yo no habría sido capaz de hacer todo esto.
—Llaman mucho la atención los fuegos de gas sobre la encimera…
—El otro día invité a una amiga de Le Cordon Bleu y no daba crédito al ver la cocina. En la escuela nos suspendían cuando no utilizábamos la tabla correcta. Pensar que puedo cortar directamente sobre la encimera porque es antibacteriana… es una maravilla. También puedo utilizar el soplete directamente, que no se estropea la encimera. Además de la envasadora al vacío, tengo un calientaplatos que es un deshidratador. Todo es muy técnico.
—Es una cocina de restaurante profesional.
—No llega a ser de restaurante, pero sí que es cocina de un chef. Necesitaba que fuera técnica y le dedicamos bastante tiempo a elegirla.
Sobre su terraza de 186 metros cuadrados, nos dice: “Aunque el piso no sea tan grande, ese espacio tan verde da sensación de que es mucho mayor”
—Además de esa amiga de la escuela de cocina, ¿ya ha venido a comer o cenar alguien de tu familia?
—El otro día vinieron Isabelle [Junot] y mi primo Lito —así llama a Álvaro Falcó—. También hice una comida de Navidad con amigas, pero de mi familia solamente han venido Isa y Lito. También es verdad que está la casa familiar de mi madre y, cuando vienen Ana [Boyer] y Fernando [Verdasco] con los niños, lo que nos apetece es estar allí.
—¿Sueles cocinar diariamente?
—La verdad es que no. Para desarrollar un menú, hay una parte creativa importante y, luego, comprar los mejores ingredientes, dedicando tiempo en el mercado. Con las cosas del trabajo, tampoco me ha dado mucho tiempo para cocinar.
Lo mejor de su barrio
—Háblanos un poco de la zona en la que está ubicado el ático.
—Valoro mucho el parque tan bonito que nos han hecho enfrente. Cuando compré la casa, la zona no estaba tan arreglada. Pero han ido plantando árboles y ha quedado muy bonito. Me encantaría conocer al o la paisajista, es un crack.
—¿Qué valoras más del barrio?
—Estar cerca de mi familia y tener un supermercado tan estupendo, donde nos conocen de toda la vida. También el Club Puerta de Hierro.
—Además, tiene una iglesia cerca.
—Sí, pero donde vivíamos antes teníamos una mucho más cerca.
—¿Te acompaña Íñigo a Misa?
—Sí. Vamos todos los domingos.
“Es una cocina de ‘chef’. Tenía claro que fuese muy técnica y la decidimos con porcelanosa. Estoy encantada porque ejecutan las cosas fenomenal”
—Los vecinos se sorprenderán al cruzarse contigo. ¿Lo percibes?
—¡Qué va! Son superdiscretos, amables y muy educados. Luego, hay muchos niños y es una gozada porque dan mucha alegría. Mis vecinos van a su bola, aunque hay una señora mayor que está amargada. No he intimado lo suficiente con ella, pero el otro día volvía del parque con las perritas y me dijo: “Estoy hasta las narices de que dejéis las cacas de los perros”. Le contesté: “Oiga, señora, las recojo siempre. Acabo de hacerlo”. Al entrar, me dijeron que esa señora grita a los niños (ríe). Está harta de ellos y de todo. Es para decirle: “Oiga, es lo que tiene residir en una comunidad de vecinos, que hay que convivir” (ríe).
—¿Vivís con Jacinta y Vainilla?
—Sí (ríe). Las perras las sacamos entre Íñigo y yo.
—¿Cómo se ha amoldado Íñigo al barrio y a la casa?
—Muy bien. Es verdad que es muy urbanita y le encanta el centro, pero va constantemente. Íñigo dice que está contento si yo estoy contenta. Ha hecho un sacrificio al dejar el centro y, claro, lo valoro.
—¿Qué le gusta a él de la casa?
—La ducha, la verdad. Es muy bonita, muy grande y de piedra.
“Me habría hecho ilusión que Ana y yo nos hubiéramos quedado embarazadas a la vez. Pero estoy encantada. Como dicen, ‘a quien Dios no dio hijos, da sobrinos’ y mis sobrinos son maravillosos”
—¿Cómo está siendo la convivencia aquí?
—Muy bien, estamos encantados.
—¿Quién dirías que es más desordenado?
—Yo diría que Íñigo porque me molesta su desorden, pero es posible que él te dijera que yo (ríe). A cada uno nos molesta lo del otro (echa una carcajada).
—¿Y el más fácil a la hora de convivir?
—Quizá Íñigo. Siempre está alegre. Cualquier cosa que haga por él lo aprecia y eso se agradece.
—¿Cómo os repartís las tareas?
—Compartimos casi todo. Una vez saca él a los perros y otra yo. Con el supermercado, lo mismo, o vamos los dos. De todas formas, tenemos ayuda en casa.
“Desde que nos casamos —en julio—, no hemos parado de viajar y, profesionalmente, nos está yendo bien. Íñigo está muy ilusionado con sus proyectos culinarios. Es un momento muy emocionante”
—En la convivencia, ¿hay algo que provoque más discusiones entre Íñigo y tú?
—No hay tema recurrente e intentamos solucionarlo todo en el día. Además, hay que aceptar al otro y es cuando realmente descubres el amor , porque no somos perfectos. Él tiene que aceptar mis cosas y yo las suyas.
—¿A quién le cuesta más dar el brazo a torcer o es más orgulloso?
—Esa soy yo (ríe). Él tiene más genio y se calienta más rápido, mientras que yo soy superorgullosa (ríe). Pero, al final, estamos solo en casa él y yo, así que toca solucionarlo.
—¿Os vais a la cama enfadados, o lo solucionais todo antes de dormir?
—Hay veces que necesito mis horas in between de sueño para ver las cosas de otra forma, para despertarme y decir: “Bueno, no es tan grave” (ríe). De todas formas, intentamos no hablar de ciertas cosas a última hora de la noche. Eso sí lo hemos decidido conjuntamente. Al final, no quieres dormir enfadada o no descansas igual. Hay que elegir el momento correcto para hablar de las cosas.
—Con lo que viajáis, tampoco tendréis tiempo para discutir en casa. Últimamente habéis ido a Francia, Inglaterra, Italia, Lituania, Cuba…
—No hemos parado (ríe). Y nos quedan un montón de destinos maravillosos, como Centroamérica, que solo conozco México.
—¿Vais a continuar este ritmo de viajes? Porque vaya estrés con las maletas y todo…
—No, ahora necesitamos disfrutar un poco de la casa. Pero hemos hecho viajes pequeños, e Íñigo me ha pedido no facturar e intentamos ir con maleta de mano.
De los proyectos de Íñigo a sus planes de maternidad
—¿Cómo compagina Íñigo sus proyectos profesionales con tanto viaje?
—Muy bien. Es autónomo y puede organizarse. También hemos viajado para conocer sitios nuevos por el tema de hospitality en el que está, como un sitio en Londres o el nuevo restaurante Lazaro en París. Así descubre las cartas.
—Para tomar nota para su futuro negocio. ¿Cuándo espera abrirlo?
—Más o menos, en primavera. Aun así, lo que he descubierto con las obras es que todo lleva el doble de tiempo y de dinero. Es increíble (ríe).
—¿El balance de este medio año de casada?
—No hemos parado de viajar y, profesionalmente, nos está yendo bien. Íñigo está muy ilusionado con sus proyectos culinarios. Es un momento muy emocionante.
Sobre sus planes de ser madre, confiesa: “Por ahora, no hay novedades. Estas cosas llevan su tiempo y lo llevamos con mucha paz. La fe ayuda un montón”
—¿Ha cambiado algo con él desde la boda?
—Bastante. Antes de casarte, le puedes dar puerta a un novio en cualquier momento. Con un marido, te lo piensas un poco más (ríe). También cambia el compromiso. Y yo que creo en el Sacramento, hace un montón.
—Este año has sido la protagonista del año con tu boda. Ahora te queda ser la madre del 2024.
—¡Que Dios te oiga! (ríe). Por ahora, no hay ninguna novedad. Estas cosas llevan su tiempo y, como pareja, lo estamos llevando con mucha paz. La verdad, la fe ayuda un montón.
—¿Rezas para que ocurra?
—Rezo, sí. A Dios le pido de todo (ríe). Como dicen que pidamos y que Dios dará, yo le pido de todo (ríe).
—¿Estás muy pendiente de los días de fertilidad?
—Sigo el programa Fertilitas con una monitora.
—¿Has modificado tu alimentación o tomas algún suplemento?
—Me hago análisis y me han dicho que empiece a tomar vitaminas B y D. Justo ayer, me llegó la receta. Pero, hasta ahora, nada.
—Cuando te casaste, te preguntamos si barajabas la adopción, reproducción asistida u otros métodos para ser madre y dijiste que no. Hace unas semanas confesaste que no descartabas adoptar.
—Nunca la hemos descartado, pero no es algo que nos hayamos planteado. Ni lo hemos hablado.
—De momento, el bebé que está en camino es el nuevo hijo de tu hermana Ana.
—Siempre que se queda embarazada, me preocupo por ella, aunque lleva muy bien los embarazos y nunca se queja. Luego, veo a mis sobrinos y me calmo.
—¿Ya conocéis el sexo?
—No sé si es niño o niña.
“Íñigo es muy urbanita y ha hecho un sacrificio al dejar de vivir en el centro y, claro, lo valoro. Dice que él está contento si yo estoy contenta”
—Cuando te contó que estaba embarazada, ¿no pensaste: ‘A ver si me toca pronto’?
—Me habría hecho ilusión que estuviéramos las dos embarazadas a la vez. Pero estoy encantada. Como dicen, “a quien Dios no dio hijos da sobrinos” y mis sobrinos son maravillosos. Pero todos: los hijos de Manolo, Xandra, Chábeli, Enrique y Ana. Los de Julio aún están por venir…
—La verdad es que, por sobrinos, eres una ‘supertía’.
—¡Sí! las Navidades se complican (ríe).
Sus planes navideños y sus recuerdos
—Después de Nochebuena, ¿viajaréis a Estados Unidos para juntaros con Enrique y Chábeli?
—En Navidades siempre nos encanta juntarnos.
—¿Tienes algún recuerdo especial de estas fechas?
—Dos. El primero, cuando mis hermanos volvían a casa por Navidad [de Estados Unidos]. El segundo, la Misa de Gallo del año pasado con Íñigo, que fue muy especial.
—¿Qué tradición seguís los Preysler en Nochevieja?
—Solemos tomar las uvas en familia y, después, cada uno hace sus planes. Es verdad que estos últimos años hemos pasado Nochebuena y Navidad con la familia y, luego, Año Nuevo con amigos.
—¿Y esta Nochebuena toca pasarla en familia?
—Lo bueno de no tener niños pequeños es que estamos superlibres para organizar planes con nuestros amigos.
“Cuando Íñigo vio la propuesta, todo ya estaba decidido. Pero le encanta cómo ha quedado. Al ser diseñador, sabe apreciar el diseño”
—¿Qué te gusta comer o preparar en Navidades?
—Me encanta el roscón con nata, pero lo que más me gusta es disfrutar en familia y esas sobremesas para dedicarle tiempo. Bueno, también lo fundamental: que nazca Jesús otra vez. Lo siento nacer y es muy bonito en mi alma.
—¿Cómo os juntáis todos? Porque con tanto hermano y sobrino, más que una cena navideña parecerá una boda.
—(Ríe) De alguna forma, lo conseguimos. Ayer estaba viendo Solo en casa y la verdad es que son divertidísimas las familias multitudinarias.
—Siendo ‘chef’, ¿ideas el menú o lo preparas?
—Depende. Unos años he hecho el pavo y otros el primer plato… Otras veces José, el padre de Fernando, ha traído los pavos y los hace buenísimos. Este año quiero que Ana me haga una tarta, porque está practicando muchísimo para Bake Off y le están saliendo unas cosas buenísimas.
—Y eso que decía que no tenía mano para la cocina.
—Es impresionante, tiene muchísima mano. Algo hemos heredado de nuestra abuela Beba, la madre de mi madre. Desde luego, de mi madre no (ríe).
—Ahora, solo le falta aprender a ella.
—(Ríe) Eso es complicado, porque le horroriza cocinar. Lo que le encanta es comer (ríe).
—Tu hermano Julio también estará con Ana en el concurso de repostería.
—Ana es mucho más aplicada, aunque de Julio no he probado todavía nada.
—Entre tú, que eres ‘chef’, y tus hermanos Ana y Julio de reposteros, ya tenéis los menús navideños casi hechos.
—(Ríe) Total. Ana y yo hemos hecho alguna clase juntas. La verdad es que es tan aplicada que da gusto. Como es un programa de televisión, tengo un poquito más de trayectoria que ella, también hemos hablado para calmar los nervios.
—¿Cómo definirías este 2023?
—Ha sido un año completísimo, fantástico. Lo mejor diría que ha sido mi matrimonio con Íñigo.
—¿Y lo peor o algo que cambiarías?
—La verdad es que de los errores también se aprende, así que nada.
—¿Has aprendido algo de Íñigo este año?
—Es superproactivo y eso me ha enseñado la cantidad de cosas que puedes hacer, a perder un poco los miedos y límites.
“Nunca pensé que tener tu propia casa podía dar tanta satisfacción. Estamos supercontentos porque es muy acogedora y estamos cerca de mi madre”
—¿Cuál dirías que es la mejor cualidad de Íñigo?
—Su tenacidad.
—¿Algún propósito para el 2024?
—Me encantaría ser madre.
—También tenías pensado hacer algo en El Rincón.
—Sí, pero Manolo [Falcó] y yo hemos cambiado de planes y queremos darle otro uso. Nos gustaría arreglarlo para tenerla como casa privada, también para celebrar bodas, y para alquilarla, hacer algo rural. Luego, tenemos en mente plantar olivos y hacer un aceite de oliva. Hay cositas. Pero, al ser un edificio histórico, los permisos tardan un montón.
—Nos han contado que habéis vendido una parte de la finca de El Rincón. ¿Es así?
—Hubo una parte… pero hace mucho.