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EXCLUSIVA

Ana Obregón nos invita al bautizo de Anita, rodeada por toda su familia y los mejores amigos de Aless

Se celebró el domingo 17 de diciembre, en la iglesia de La Moraleja


20 de diciembre de 2023 - 7:57 CET

Ana Sandra ha recibido el Bautismo en la iglesia de Nuestra Señora de la Moraleja, su parroquia, y el templo donde se celebró en 2020 el funeral de Aless, su padre, quien falleció a los 27 años, dejando tras de sí una verdadera lección de vida. Anita vino al mundo hace casi nueve meses y, desde entonces, es la niña de los ojos de su abuela, Ana Obregón, que además es legalmente su madre adoptiva, y le dedica cada segundo de su tiempo, la mima sin medida y afirma que la niña es un  regalo del cielo ; ese cielo desde el que Aless las cuida a las dos y las protege. Aprovechando que la pequeña ya duerme, hablamos con Ana en el salón que preside la foto de su papá y donde todo está preparado para celebrar una Navidad muy especial, con un árbol enorme y un montón de luces… de color rosa. Ana está feliz, se le nota en la voz una emoción inmensa. Nos cuenta que ha derramado algunas lágrimas al pensar en cuánto habría disfrutado Aless de este día, pero, ahora, también son lágrimas dulces, porque esta pequeña ha transformado su mundo y lo ha llenado de alegría y esperanza.

Tras la ceremonia, todos los invitados disfrutaron de una merienda en casa de Ana, decorada para Navidad en color rosa
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Ana irradiaba felicidad con su nieta en brazos, que llevó el mismo faldón con el que fue bautizado su padre, Aless Lequio, y después sus primos pequeños. ‘Está muy espabilada, es muy despierta y superalegre. Empieza ya a balbucear algunas sílabas, y gatea por todas partes. Está alucinada con las luces del árbol de Navidad’, nos decía posando ante uno espectacular.

—¿Cómo se ha portado Anita?

—Ha sido impresionante, no ha llorado nada. El agua no estaba calentita, ni mucho menos, pero le dije al párroco que le echara poca —se ríe—. Ha sido un bautizo muy largo, de una hora, y se ha portado fenomenal. Estuvo atentísima, mirando fijamente al sacerdote, como si entendiera lo que estaba diciendo, y riéndose todo el tiempo. En un momento dado se ha puesto a bailar con sus manitas… Me he emocionado muchísimo, porque no podía dejar de pensar en lo feliz que estaría Aless disfrutando de su niña.

—¡Cómo estáis las dos de guapas!

Mi vestido es de Rubén Hernández, autor de mis trajes de las campanadas. Con la misma tela le ha hecho a la niña un vestido y una chaquetita con dos camelias, que está preciosa. El catering ha sido maravilloso, de Cristina Oria; de postre había unos roscones deliciosos. Y a los invitados les pedí que se fueran pronto, aunque no sabes qué juerga tenían todos. Y ahora estoy a punto de meterme en un baño de agua caliente, la primera vez en 30 años. Por fin voy a estrenar esta bañera.

“La madrina es Celia, la prima preferida de Aless, y el padrino, su mejor amigo desde la infancia, Giaccomo, al que también quería como un hermano”
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Cada detalle

—Ana, ¿con qué ilusión has preparado este bautizo?

—¡Imagínate!, con toda la del mundo. He preparado cada detalle con muchísimo amor. El faldón, que es el mismo con el que se bautizó a Aless, y, después, a sus primos pequeños, lo tuve que llevar a arreglar, porque Anita es muy alta. Con ocho meses, usa ya una talla 16 y pesa nueve kilos. Claro, tiene a quien salir, porque su papá medía 1,95. Además, está muy espabilada, es muy despierta y superalegre. Empieza ya a balbucear algunas sílabas y gatea por todas partes. Está alucinada con las luces del árbol de Navidad.

—Una Navidad de color rosa.

—Así es. He tirado la casa por la ventana. Me he vuelto loca: el seto de la entrada lleno de luces, de bolas… espectacular. Ahora todo es distinto. Ha vuelto la alegría a esta casa. Date cuenta de que llevaba tres años sin celebrar la Navidad. Aquí no entraba una bola, ni un brillo, ni música, ni nada. Y fíjate este año, todo lleno de centros de flores, y el árbol impresionante.

“El faldón, con el que se bautizó a Aless, lo tuve que mandar a arreglar, porque Anita es muy alta. Con ocho meses, usa una talla 16 y pesa nueve kilos. Claro, tiene a quien salir porque su papá medía 1,95”
HO4143 ANA OBREGÓN BAUTIZO ANA SANDRA© JESÚS CORDERO
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Ana Obregón vestía completamente de rosa —incluida la diadema—, un conjunto del diseñador Rubén Hernández, que también hizo el vestido de Ana Sandra con dos camelias. En la imagen, abuela y nieta en el salón presidido por la foto de Aless Lequio, donde todo está preparado para celebrar una Navidad muy especial

—Aunque en las Navidades del año pasado ya tenías la ilusión. Era un secreto, pero Anita ya estaba en camino.

—Por eso pude dar las campanadas, porque tenía esa ilusión, si no, no hubiera podido. Aunque todo lo llevaba tan en secreto y con tanta prudencia que todavía no me lo creía, la verdad. ¿Sabes cómo lo estoy viviendo? Para mí, la primera Navidad de mi vida, fue la primera con Aless, porque, como madre, todo lo ves a través de sus ojos. Y esta va a ser la segunda Navidad de mi vida. Con mi niña estoy haciendo lo que no pude hacer con Aless, porque trabajaba a lo bestia, un montón de horas en la tele, y me perdí muchos buenos momentos con él. Y de eso es de lo único que me arrepiento, de no haberlo podido disfrutar de bebé. Ahora me doy cuenta de todo y estoy dedicando el cien por cien de mi tiempo a Anita para no perderme sus primeros pasos, sus primeras palabras…

—¿Ya está empezando a hablar?

—No todavía. Solo hace sonidos, repite sílabas, balbucea, pero es un loro, ¡no para!

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Volver a vivir

—¿Por qué has hecho coincidir el bautizo con la llegada de la Navidad?

—Es que la Navidad es un momento muy bonito, muy emotivo, en el que se reúne toda la familia. Nosotros somos una familia muy unida y siempre estamos juntos, pero, en fin, la Navidad es especial. Por eso, cuando has perdido un hijo, el sentimiento es tan duro. Yo no podía celebrar nada y esta es la razón de que para mí esta Navidad sea importantísima. Es volver a vivir, volver a celebrar la vida, y qué mejor manera de hacerlo que con la hija de Aless.

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U546307_024-Collage-U30767051506alf© GTRES/GLOSS/CORDON PRESS
‘Estoy dedicándole el cien por cien de mi tiempo a Anita para no perderme sus primeros pasos, sus primeras palabras’, nos dijo Ana. Sobre estas líneas, su sobrino Javier García Obregón, hijo de Paloma Lago, y su prometida, Eugenia Gil Muñoz. Al lado, Javier García Obregón, Celia Vega-Penichet y su madre, Celia García Obregón, y Amalia Obregón

—¿Qué significa para ti que Anita reciba el Bautismo?

—Todo. Significa todo. Nosotros somos una familia religiosa y sé que Anita está bendecida por Dios. Es un milagro. Lo hablaba hace unos días con el párroco y es verdad que todo bebé que nace, toda vida, es un milagro. Y celebrar el bautizo de Anita en el mismo momento del nacimiento de Jesús me emociona muchísimo.

“Para mí, la primera Navidad de mi vida fue la primera con Aless, porque, como madre, todo lo ves a través de sus ojos. Y esta va a ser la segunda Navidad de mi vida”
Making of Ana Obregón y Anita Navidad

—¿Por eso has esperado tanto?

—Por una parte, me encanta que coincida con estas fechas, y también porque yo quería que su padrino fuera el mejor amigo de Aless de la universidad de Estados Unidos, Justin. Cuando estuvimos esos ocho meses solos en Nueva York, siempre venía para estar con él y apoyarlo. Creíamos que podría viajar en Navidad, pero es un doctor importantísimo en Estados Unidos, está muy ocupado y, finalmente, no ha podido. Así que el padrino de Anita es otro de los mejores amigos de su papá, Giacomo.

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—Su amigo de toda la vida, ¿verdad? 

—Giacomo y Aless se conocen desde muy pequeños, desde que iban juntos al colegio, con tres años. Era como un hermano para Aless. Cuando podía, yo los iba a buscar al colegio y los traía a casa porque le gustaba venir a jugar. Casi vivía aquí. He viajado mil veces con Aless y Giaco a Miami desde que tenían diez años y eran unos trastos y me volvían loca. Yo creo que a Aless le hará muy feliz. Giacomo es una persona inteligentísima, un cerebrito. Vive en Londres y está haciendo un máster en Oxford, está soltero y totalmente pendiente de su ahijada. Ya le ha hecho su primer regalo; unos pendientes preciosos. Tendré que hacerle los agujeritos… ¡Qué dolor!

“Llevaba tres años sin celebrarla. He tirado la casa por la ventana. Me he vuelto loca: el seto de la entrada lleno de luces, de bolas, espectacular. Ha vuelto la alegría a esta casa”

—¿Y la madrina?

—La madrina es Celita, que era como una hermana para Aless. Ya te dije que, si algún día me pasara algo, ella sería la encargada de cuidarla. Aunque la verdad es que tengo un montón de voluntarios para atenderla: todos mis sobrinos, con edades entre los 14 y los 30 años, están locos de amor con Anita, así que va a tener a más de doce personas cuidando de ella a tope.

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Arriba, la actriz en la parroquia de Nuestra Señora de La Moraleja en Alcobendas (Madrid), con Ana Sandra y sus padrinos de bautizo: Celia Vega-Penichet y Giaccomo Ugarelli. Al lado, Juan Antonio y Javier García Obregón.

Bañito y biberón

—¿Has invitado a todos tus sobrinos?

—Sí. Quería un bautizo totalmente íntimo. De familia, con mis sobrinos, los primos de Anita, y mis hermanos; mi amigos Susana y Ra, que son como hermanos para mí, y los tres mejores amigos de Aless. He querido celebrarlo en casa con una merienda, de manera sencilla y a la medida de la niña, que tiene sus horarios. Todos los días a las siete le doy el bañito, a las siete y media el biberón y a las ocho y media está dormida. Así que les dije que vinieran a casa a merendar y que en una hora los echaría a todos, ja, ja, ja.

“Alessandro no es que estuviera invitado, es que es su abuelo y me encantaría que hubiera venido. Me ha sorprendido mucho su actitud y no lo entiendo. Al principio me dolía, pero ya no”

—Imagino que esto significa muchísimo para la familia.

—A esta familia nos ha castigado tanto la vida... Date cuenta de lo que es para mí perder un hijo y para mis hermanos a su sobrino y a sus padres en menos de dos años. Hemos estado de funerales, muy dolorosos, y ya nos tocaba celebrar algo alegre.

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En estas imágenes, el momento en el que Ana Sandra recibía las aguas bautismales, en el mismo templo donde se celebró la misa funeral en memoria de Aless Lequio (30 de mayo de 2020). ‘Ha sido impresionante, no ha llorado nada. Se ha portado fenomenal’, nos contó Ana

—No ha habido ningún problema legal para traer a la niña a España ni de papeleo para el bautizo, ¿verdad?

—Aquí la gente está muy desinformada. Claro que no ha habido ningún problema para traerla a España. Ella es americana, está empadronada, y dentro de dos años será más española que yo, y sin ningún problema. Es que toda esta polémica que hubo no tenía fundamento, era una desinformación total. Y luego es un desprecio al milagro de la vida y a la bendición de Dios, porque una vida no nace si Dios no quiere.

“Tengo un montón de voluntarios para atenderla: todos mis sobrinos que están locos de amor por Anita, y tienen entre 14 y 30 años. Va a tener a más de doce personas cuidando de ella a tope”

Sin hermanos

—¿Sigues pensando en darle hermanos?

—No. Eso lo pensaba al principio, porque Aless quería cinco hijos. Pero, ahora, viendo lo que es cuidar de ella, que son 24 horas al día pendiente de ella, una dedicación total, y que a veces dan las seis de la tarde y todavía no me he duchado, pues no creo que pueda. Pero va a tener muchos ‘hermanos’ en la familia, porque mis sobrinos ahora se casan todos. El año que viene tenemos tres bodas y todos van a tener bebés… Imagínate cuántos van a venir. Estará rodeada de más de 20 niños.

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Sobre estas líneas, Ana Sandra con su abuela, Ana Obregón, que además es legalmente su madre adoptiva. En la imagen puede verse cómo se preparó una de las mesas para la merienda, que sirvió Cristina Oria.

—¿De qué manera ha estado Aless presente en el bautizo?

—Debajo de su foto, la que preside el salón, hemos brindado con sus amigos del colegio y de la universidad por él y por Anita. Y ahí sí que ha habido lágrimas. Ha sido como si estuviera aquí. Bueno, es que seguro que ha estado aquí, con nosotros. Y le ha debido de decir a Anita: “Compórtate”, porque se ha portado fenomenal. Es que no sabes cómo es esta niña, tiene la misma ternura alocada que tenía su papá. Y es tremenda; cada vez que conoce a alguien lo mira de arriba abajo, como si le hiciera una radiografía.

—Se llama Sandra, también como su papá.

—Y como la abuela de Aless, la madre de Alessandro.

“Me siento muy protegida, sé que Aless está aquí, su alma está con nosotros. Pero el dolor infinito no me lo quita ni Anita”

—Alessandro estaba invitado.

—No es que estuviera invitado, es que es su abuelo y me encantaría que hubiera estado aquí; les he escrito a los dos, a María (su mujer) y a él. Y a Ena, claro, que es su tía, con seis años. Me entristece mucho por Aless, lo veo como un desprecio hacia él. Pero, en fin, cada persona es como es. Me ha sorprendido mucho su actitud y no lo entiendo. Al principio me dolía, pero ya no.

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Sobre estas líneas, con los padrinos de su nieta: su sobrina Cecilia y Giaccomo Ugarelli, que era como un hermano para su hijo Aless.

—Ahora que Anita está contigo, ¿el duelo de Aless se vive de otra manera?

—Son sentimientos tan encontrados… A veces le estoy dando el biberón a Anita,y no quiero que me vea porque se me caen las lágrimas al pensar en lo que le gustaban a Aless los bebés y el deseo que tenía tan enorme, desde que era pequeñito, de tener hijos. Pienso en lo que estaría disfrutando de su niña.

—¿No crees que lo disfruta desde el cielo?

—Creo que sí. Anita y yo dormimos en el cuarto de Aless. No lo he tocado, no he cambiado nada, no he sido capaz y no lo voy a hacer. Es difícil dormir en su cama, pero me siento muy protegida, siento como que me dice “buenas noches, mami, te quiero”. Él está ahí, su alma está con nosotros. Pero el dolor infinito no me lo quita ni Anita. Antes, era tan horrible que no quería despertarme, no quería vivir en un mundo en el que no estuviera Aless. Ahora, me despierto porque oigo a mi pedacito de cielo que empieza a pedir el biberón.

“El año pasado, Anita ya estaba en camino y por eso pude dar las campanadas, porque tenía esa ilusión; y en este, la campanada la voy a dar yo con mi niña metida en mi cama y abrazándola”
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—Me imagino los achuchones y besazos que le das.

—Y me paso el día cantando. Cuando murió Aless me quedé seis meses sin voz… Y ahora estoy cantando todo el día, desde por la mañana, ¡aunque canto fatal! La voy a mimar todo lo que tenga que mimarla, porque todo el amor que le das a un bebé lo va acumulando y será el amor que les dé a los demás y a sí misma. La mimo con amor y con tiempo, que es realmente lo que no pude hacer con Aless cuando era un bebé.

“Claro que no ha habido ningún problema para traerla a España. Ella es americana, está empadronada, y dentro de dos años será más española que yo”

—Este año no vas a dar las campanadas, ¿verdad?

—Mira, mi Nochebuena pasada no la quiero ni recordar, porque ya no estaban ni mi padre, ni mi madre, ni Aless. Para no pensar en la fecha, me hice una maletilla, cogí un tren a Málaga, me metí en una habitación, pedí un sándwich de jamón y queso y, entre lágrimas, me quedé ahí a pasar la Nochebuena. Pues imagínate este año, yo con Anita, durmiendo a su lado, sintiéndola respirar. Vaya maravilla. Qué milagro. Da igual lo que digan y lo que no digan. Porque cuando hay un milagro, una bendición de Dios, todo lo demás importa cero.

 —Te echaremos de menos.

—Mis primeras campanadas fueron en 1984, y las he seguido dando hasta el año pasado. Pero es que la campanada la voy a dar yo, estando con mi niña, metida en mi cama y abrazándola.

“No quería vivir en un mundo en el que no estuviera Aless, era un dolor tan horrible que no quería despertarme, y ahora me despierto porque oigo a mi pedacito de cielo que empieza a pedir el biberón”
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Arriba, Ana con sus amigos, Susana Uribarri y Raúl del Castillo. Sobre estas líneas, la actriz con sus seres queridos posando ante el retrato de Aless y el árbol de Navidad

—Pondrás la tele, por lo menos verás la retransmisión.

—No, no, no, porque a esa hora ya estaremos dormidas.

—¿No piensas viajar estos días?

—No. Me quedo en Madrid, que Anita, con lo pequeña que es, ya se ha recorrido medio mundo: de Miami a Madrid, de Madrid a Palma. Yo lo que quiero es paz. Y estas Navidades van a ser mágicas y llenas de paz.

TEXTOMAMEN SÁNCHEZ
FOTOSJESÚS CORDERO
VESTUARIORUBÉN HERNÁNDEZ
MAQUILLAJEALBERTO DUGARTE
VÍDEOJOSÉ A. CARRASCOSO