Volcar una vida marcada por la fama, el éxito, las frustraciones y el dolor no es fácil. Britney Spears lo sabía, pero también que había llegado el momento de contar su verdad. La intérprete, de 40 años, ha protagonizado en este 2023 su catarsis personal definitiva escribiendo unas memorias incómodas para quienes fueron cómplices de un pasado que sigue muy presente. The woman in me es un libro lleno de duras reflexiones y experiencias que la intérprete desgrana, enfrentándose, cara a cara, al dolor que le provocaron. Sus complicadas relaciones familiares, sus relaciones de pareja, los ídolos a quienes admira y la etapa sin duda más complicada de sometimiento al férreo control de su padre. Britney repasa su verdad en 275 páginas que no dejan indiferente, pues muestran la oscuridad que puede rodear el brillo de una estrella a lo largo de su carrera y lo que esconde entre bambalinas.
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Las siete impactantes revelaciones de Britney Spears en sus memorias
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No tuvo una infancia sencilla Britney como ella misma cuenta. Se puso a trabajar en un restaurante desde muy joven, mientras trataba de hacerse un hueco como artista, que era lo que realmente le gustaba. La vocación le vino casi por casualidad, pero su talento era innegable así que parecía estar llamada por el escenario. Recuerda sus inicios con ilusión, pero también inquietud pues su inocencia y juventud quizá no estaban preparadas para algunas de las pruebas que tendría que afrontar. Ella se entregaba a su pasión por actuar y se dejaba llevar por la vorágine de un éxito imparable que la llevó a la cima, pero también a alejarse cada vez más de la vida normal de una joven de Luisiana y a sufrir ansiedad social. “Oscilaba entre ser social y estar increíblemente aislada. No dejaba de oir que parecía muy segura de mí misma. A todo el mundo le costaba imaginar que alguien capaz de actuar ante miles de espectadores se dejase llevar por el pánico cuando estaba fuera del escenario”.
Anulada por la fama
Se confiesa la artista deslumbrada en aquellos primeros años por las atenciones y la sucesión de titulares con su nombre. Reconoce que en las entregas de premios a las que asistía no se creía del todo que ella también era una estrella. Se acercaba entonces a los que consideraba sus ídolos para fotografiarse con ellos. Fue por ejemplo el caso de Mariah Carey a quien le encantó conocer en una de esas cita o Madonna, que tuvo una gran influencia en ella. “Colaborar con Madonna significaba ir a remolque de sus ideas y a su ritmo durante días. Para mí fue una lección importante (…): exigía poder y conseguía poder (…). Se había construido esa vida. Yo tenía la esperanza de poder encontrar el modo de hacer lo mismo, pero conservando las partes de mi identidad de niña buena con las que quería quedarme”.
En el retrato que hace Britney de aquellos años se presenta como una joven inexperta, sumisa, convertida por la industria musical en un objeto de deseo y desligada cada vez más de sus necesidades, tratando de agradar a todo el mundo. Recuerda además algunas de sus relaciones como la que vivió con Justin Timberlake, de la que rescata un doloroso episodio hasta ahora desconocido que la marcó. La opinión que se daba de ella en la prensa también hizo mella en su vida por lo que trataba de rebelarse y demostrar que esa no era la verdadera Britney Spears. Lo pasó mal en esos años no solo por los ataques de la opinión pública después de su separación de Timberlake y de las relaciones amorosas que saltaban a la prensa como la que mantuvo con Collin Farrell, sino por el distanciamiento cada vez más acusado con su familia.
Sola y sin identidad
No se llevaba bien con su hermana Jamie Lynn, que siguió sus pasos en el mundo del espectáculo, pero tampoco se sentía comprendida por sus padres que, según cuenta, la ignoraban cuando regresaba a casa. En el fondo de su relato se adivina que en muchas ocasiones Britney se sintió sola y perdió su identidad. “Mi madre siempre me hacía sentir mala persona o culpable de algo, aunque yo me hubiera esforzado tanto por ser buena. Es lo que siempre ha hecho mi familia: tratarme como si fuera mala” relata.
Ocurrió así hasta que ella misma fue madre. El nacimiento de sus hijos marcó una etapa diferente en su vida. La artista conoció lo que es amar incondicionalmente y no querer separarse de alguien, pero también sufrió una intensa depresión postpartoy se sintió perdida. No entendía cómo podía compatibilizar su carrera con la maternidad cuando Jayden James y Sean Preston llegaron a su vida. Cuando su matrimonio con Kevin Federline se derrumbó y empezaron los problemas de custodia, su vida se desmoronó. Sus problemas con el alcohol que habían empezado cuando era muy joven y sus manifestaciones públicas de rebeldía, como el enfrentamiento que tuvo con los fotógrafos con un paraguas o el radical corte de pelo con el que sorprendió, fueron una manifestación de dolor. “Nadie entendía que me había desquiciado por la pena. Me habían quitado a mis hijos”.
La oscura etapa de la tutela
Fue entonces cuando entró en escena la tutela paterna y todos los aspectos de su vida quedaron bajo el control de Jamie Spears. Una de las frases que le dijo entonces su padre y que se le quedó grabada fue: "Ahora yo soy Britney Spears". Estas palabras reflejan a la perfección, según Britney, lo que fue su vida desde entonces. Sus gastos, sus espectáculos, sus coreografías, su día a día, incluso lo que comía, era monitorizado. La artista se sentía enjaulada, manipulada para seguir cantando aunque ya no tenía poder ni para decidir qué. El relato que hace de aquellos años es estremecedor, pues refleja que se convirtió en una persona anulada. “Mantuvieron sometida durante demasiado tiempo a la mujer que soy. Querían que me desmadrara en el escenario, dentro de los parámetros que ellos me marcaran, y que durante el resto de mi vida fuera un robot”.
Los comentarios que le hacía acabaron minando su autoestima, convirtiéndola en una persona insegura a la que dejó de gustarle lo que siempre había amado: cantar. En las páginas de esta biografía, Britney hace un relato descarnado de cómo perdió su identidad, su familia y a sus hijos. Se pinta como una persona utilizada y abandonada por los suyos, a merced de las decisiones que tomaban terceros sobre los aspectos básicos de su vida. Termina este relato con la sentencia que la liberaba de las cadenas de su padre y una reflexión acerca de lo que para ella es la libertad. “La libertad significa poder cometer errores y aprender de ellos. La libertad significa no tener que actuar frente a nadie, ni sobre un escenario ni fuera de él. La libertad significa que puedo ser tan maravillosamente imperfecta como cualquier otra persona. Y la libertad significa la capacidad, y el derecho, de buscar la alegría, a mi manera, en mis propios términos”. Lo que no sabe Britney Spears es que todo eso es precisamente lo que significa vivir.
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