Si tuviéramos que definir a Inés Sastre en un solo estado de ánimo, sería, sin dudarlo, joie de vivre. Alegría de vivir. Especialmente y más que nunca en este momento de plenitud y paz consigo misma. “Dicen que los 50 son los nuevos 40. Pero no, los 50 son los 50, y a mí me gusta que sean una etapa diferente”, asegura. Porque, para ella, cambiar de década va siempre unido a un nuevo ciclo. Y hay mucho que celebrar y agradecer en sus bodas de oro con la vida. Inés preparó durante meses la fiesta de su 50 cumpleaños, en París, la ciudad donde vivió 30 años y creció profesionalmente hasta tocar el cielo; donde se convirtió en madre de Diego, de 17 , su gran amor; donde atesora un ejército de amigos que son familia, y en la que se quedó una parte importante de su corazón cuando volvió a España, en 2020, para ayudar a su hijo a conectar con sus raíces.
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A las 20:15
Así que se ‘debía’ a sí misma este regreso a la Ciudad de la Luz. “París era el sitio perfecto porque representa mucho para mí. No podía haber sido en otro lugar. Quería dar las gracias a todas las personas que han construido estos 50 años de mi vida. Mis amigos de todas las nacionalidades, de todos los países”. La tarjeta de invitación, exquisita y elegante, forrada en papel de seda azul (solo una pequeña muestra de lo detallista y perfeccionista que es), lo decía claramente: “Ven a celebrar los años más bonitos de mi vida”. La cita era a las 20:15 del 21 de noviembre, en el exclusivo Travellers Club, fundado en 1903 y asomado a los Campos Elíseos, que hasta se iluminaron de Navidad antes de lo previsto, envolviendo de luz, como si fueran miles de velas, la gran noche de Inés ¿Puede haber algo más parisino y chic?
“Quería que empezase pronto y que acabase pronto. Era martes, pero lo importante es que la fiesta tuvo lugar el día de mi cumpleaños. Da igual cuándo caiga, pero siempre tengo que celebrar mi cumpleaños en su fecha, el 21 de noviembre”, nos dice sonriente y expresiva, tal y como es, sin aditivos ni colorantes, forjada en lo auténtico, sin pelos en la lengua. “No pudo venir todo el mundo, es comprensible, pero habrá más pequeñas celebraciones”, anuncia. Esta tenía que ser una fiesta-fiesta, como las de antes y nada moderno, por cierto, era condición. Y así se puso manos a la obra con ayuda de su amigo del alma y padrino de su hijo, Christian de Pange, quien llevó la intendencia en París siguiendo todas las indicaciones de la anfitriona.
Hasta 90 amigos arroparon a la top y actriz, con una carrera jalonada de triunfos e hitos, una mujer nada convencional ni en el mundo de la moda ni en la interpretación. Y ojo, que lo dice ella misma: “He tenido una vida muy ecléctica y no soy una modelo muy normal ni una actriz muy normal”, ríe. Probablemente este es el ingrediente principal de la receta de su éxito. Ser única. Hasta tal punto lo es que mientras otras andarían locas por esconder su carnet de identidad en la profundidad de los océanos, ella no solo pregona su edad, sino que la reivindica: “No veía el momento de tener 50 años, por fin. Tengo un concepto completamente contrario al de la sociedad. La cuarentena me ha parecido una década larguísima, no se acababa nunca. Tengo a casi todas mis amigas que son mayores que yo y decían: “A ver si ya llegas”, ríe. ¿Cómo? “Sí, sí, como te digo, quería llegar a los 50 ya, no podía más, tenía muchas ganas de empezar una nueva década; los 40 han sido como interminables”.
Mucha ilusión
Con tan solo doce años, Carlos Saura la descubrió para El Dorado y, a lo largo de su carrera, el cineasta fue un referente para Inés, que mantuvo siempre una estrecha relación con él y su familia. Por eso su viuda, Eulalia Ramón, no faltó en París el mismo día que ella también celebraba su cumpleaños. “Me hizo mucha ilusión que me acompañara”, nos comenta Inés, que decidió conscientemente apartarse del cine cuando llegó Diego a su vida. Ahora, 17 años después, está lista para afrontar la nueva etapa que le llega como madre.
En junio, Diego se irá fuera de casa para comenzar sus estudios universitarios, “algo que me hace muy feliz porque creo que tiene que hacer como yo, vivir su vida. Me parece fenomenal, porque cada etapa tiene su momento. Es normal y muy sano que se vaya fuera del nido”. Durante la cena, Diego pronunció un breve discurso dedicado a su madre, a quien dijo querer mucho. Fue una fiesta sofisticada, en la que Inés quiso recrear el glamour y el encanto de París. El dress code pedía gala, lo que los franceses llaman tenue de soirée exigée: esmoquin para los caballeros y traje de noche para las damas, y ella fue la elegante reina de la velada con un vestido negro de Beatriz de la Cámara. Las mesas y el salón se adornaron con los cuidados arreglos florales de Julien Moulié, su florista de toda la vida, que incluso creó hace unos años la rosa Inés en su homenaje, y el menú estuvo pensado para que fuera fácil y rápido de servir. Si las luces y las flores son fundamentales para Inés Sastre, también lo es la música. Aunque nada de DJ para esta ocasión, ya que era un día entre semana y la cumpleañera prefirió una clásica banda, que amenizó el ambiente toda la velada, especialmente cuando llegó la hora de bailar.
Familia por el mundo
No podría haber sido la celebración en un lugar más apropiado, en los Campos Elíseos, el corazón del París que tanto ama Inés, y en Travellers, un nombre ideal para una viajera con amigos por todo el mundo. Y allí estuvo la gran familia que ha ido creando —y los que no pudieron, estaban en su corazón—. Desde Marella Rossi, su “hermana gemela” de corazón, a la que adora —agradece mucho a Carmen Martínez-Bordiú haberla convertido en parte de su familia— a Carlos de Borbón-Dos Sicilias, duque de Castro, de cuya hija mayor, María Carolina, Inés es madrina de Bautismo, o los príncipes Michel y Barbara de Orleans, a quien la top considera su madre en París; Dodo Cunningham Reid, quien lo es en Kenia, desde donde viajó. Estuvieron también Adelaida de Orleans y su marido, Pierre-Louis Dailly, y la expareja de Inés, el empresario italiano Michele Alfano, con quien la relación amorosa finalizó en 2016, pero la buena amistad continúa; los príncipes alemanes Alexander y Mahkameh Schaumburg Lippe; Alexia y Alexis Corneille, suegros de Victoria de Hohenlohe, duquesa de Medinaceli, que se casó el pasado octubre con su hijo Maxime. No faltaron Cristina Valls-Taberner y Blanca Suelves, que tanto han ayudado a Inés en su vuelta a Madrid; Hubertus y Simona de Hohenlohe; Myriam Lapique y María Muguido; Elena Cué y su marido, Alberto Cortina; Joaquín Güell; Carlota Pérez-Pla de Bravo, y su madre, Lorena Dreyfus; Rocío Peralta con su marido, Cayetano García Soriano; María Ybarra O’Neill; los diseñadores Arnaud Maillard y Álvaro Castejón, de Alvarno; el gran creador Alexandre Zouari, que la maquilló y peinó, y Allegra Hicks, su decoradora de toda la vida en Londres, entre muchos otros.
Una gran lista para una fiesta nada fácil de organizar, pero que Inés no quiso dejar de celebrar. “Me hubiese gustado estar más con todos, pero siempre la organización te lleva mucho tiempo y luego se queda tan cortito hablar con todos los amigos que quieres”, nos dice, pero “ha sido una gran ilusión, se lo debía a mis amigos y a la ciudad que me ha acompañado estos 50 años de mi existencia. Tenía que devolver de algún modo todo lo que me había sido dado”.¿Cómo te encuentras en los 50? “Fabulosa. Una nueva década. Y tengo ganas de comenzar el nuevo año. Y hemos dado la bienvenida a un nuevo miembro de la familia, Policía Nacional. Adoptamos en mayo a un agente de Valladolid gracias a Héroes de Cuatro Patas. Tiene seis años y es ideal. Nunca nadie me había recibido en casa con tanto amor. O sea, déjate de novios —ríe—. No había podido tener nunca un perro y hace mi hogar más precioso aún. Y me ha gustado mucho el concepto social de adoptar a un jubilado, dar cariño a alguien que nos ha dado tanto”. Llegamos al final de nuestra conversación con Inés Sastre, licenciada en la Sorbona, caballero de la Orden de las Artes y las Letras de Francia, Cavaliere dell’Ordine della Stella d’Italia, modelo internacional y actriz, madre sobre todo y tan entusiasta como siempre. Mezcla adecuada de amor y lucha, como dice su gran amigo Christian de Pange. Así es Inés… la más española de las parisinas y la más parisina de las españolas. ¡Felices 50!