Blanca Romero ha sido un gran descubrimiento para el público de MasterChef Celebrity 8. La actriz asturiana ha ido conquistando a la audiencia semana tras semana en este concurso de talentos con su arrolladora personalidad, cercanía y un sentido del humor irónico que no conocíamos hasta ahora. Anoche llegó el momento de decir adiós al concurso que le ha dado tanto y en el que ha podido compartir sus vivencias personales, algunas divertidas y otras no tanto, pero que le han servido para aprender y fortalecerse. Durante estos meses la actriz de Física y Química ha demostrado su habilidad y destreza en los fogones, el buen rollo con sus compañeros y rivales e incluso la complicidad con Pepe Rodríguez, uno de los jueces. Sin duda, podemos decir que ha sido una de las participantes revelación de esta temporada.
La audiencia ha tenido la oportunidad de conocer cómo es en realidad Blanca Romero. Las intervenciones de la exmujer de Cayetano Rivera no han dejado a nadie indiferente. Precisamente en su último día en el concurso la actriz recibió la visita de su hijo Martín, de 11 años, que protagonizó alguno de los momentos más simpáticos del talent show, cuando dijo que no quería a Pepe Rodríguez como novio de su madre, que preferiría un futbolista.
La modelo contó con la ayuda de su hijo para preparar uno de sus platos: un solomillo con salsa de roquefort y una tartaleta de manzana. La anécdota de la noche llegó cuando pasaron a explicar su plato, al que Martín puso el nombre de 'Los Romero', y la actriz se confundió al referirse al tipo de manzanas que había elegido."Le pusimos azúcar para compensar la acidez de la manzana verde Will Smith”, dijo en vez de decir Granny Smith, lo que provocó las carcajadas de los jueces y de ellos mismos que terminaron bailando para poner la nota de humor a este divertido momento.
Así es la amplia y luminosa casa de Blanca Romero en Asturias
Pero esta no fue la única anécdota del programa. La actriz de Bajo sospecha desveló que no sabía que el premio final de MasterChef Celebrity no era para los concursantes, sino que se trata de una donación. "A las puertas de la final, se entera de que los 75.000 euros del premio no son para nosotros", destacaba su compañera Toñi Moreno, a lo que Blanca respondía: "Yo estaba a punto de abrir ostras con los dientes por esos 75.000 euros". "Si hubiese llegado a saber que ese premio no iba a ser para mí, hubiese currado lo mismo, pero no hubiese dado la imagen de loca que he dado", añadía. Un momento muy divertido que hizo reír a la audiencia y a los jueces, que no daban crédito a que no se hubiera leído bien la cláusula del contrato. Aún así, confesó que de habérselo llevado, lo habría donado a una asociación contra el cáncer.
Otro momento icónico fue el instante en el que tuvo que presentar otro de sus platos, al que llamó "el desfibrilador. Los concursantes tenían que hacer una tarta de chocolate con forma de televisión vintage y tanto le costó hacerlo que pasó de la risa al llanto al recordar uno de los momentos más complicados de su vida: el parto de su hija Lucía Rivera.
"Cuando se me rompió, pensé: no, la tele se va a ver sea como sea. Ese momento me recordó al parto de mi hija. Me durmieron entera porque se complicó. Y al despertar la escuché llorar, llorar mucho y dije en alto que a mi hija le dolía algo. Luego supe que al sacarla le rompieron las piernas por tres sitios. Y entonces pensé en la niña y pensé para mí que si mi hija camina y desfila, la tele se iba a ver”. Con los ojos llenos de lágrimas, prosiguió contando su conmovedor relato. “A ella cuando nació se la llevaron a otro hospital y creo que todavía no hemos sanado ese nacimiento tan abrupto. Nos distanció. Ella está viva de milagro. Pero no puedo quererla más”, confesó con los ojos llenos de lágrimas. Programa tras programa ha demostrado que no puede querer más a sus hijos, a Lucía Rivera, hoy una consagrada modelo de 24 años, y Martín, de 11 años.
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Blanca Romero revela que su participación en este concurso "le ha devuelto a la vida" y le ha permitido recuperar ilusiones que tenía olvidadas, sobre todo la autoestima. "Si estoy una semana más, vengo hasta con tacones. Me llevaba haciendo la muerta muchos años y volví a la vida gracias a MasterChef", admitió en una de las entregas, donde fue incapaz de contener las lágrimas al reflexionar sobre el tiempo que llevaba aislándose y llevando "vida de monte, todo el día con el chándal". "Me gusta mirarme al espejo y decir 'no estás tan acabada", contó tras asegurar que había pasado toda una década sin maquillarse, dedicada "solo al niño" y como una "monja de clausura", en referencia a su vida sentimental. Momentos como este han hecho que empatice con el público y haya sido una de las favoritas de la edición.