Parecía un domingo cualquiera. Sin embargo, suponía un antes y un después en la vida de Shakira. El calendario marcaba el 2 de abril de 2023 y la cantante ponía punto y final a su etapa española. Durante gran parte del año anterior, la posibilidad de que la colombiana dejara nuestro país no había dejado de ser eso, una hipótesis, pero las voces de los “entornos”, llevaron a los medios a creer que, en realidad, era un deseo que la estrella acariciaba casi con ansiedad. Porque la cantante quería hacer borrón y cuenta nueva; quería abandonar el hogar conyugal pared con pared con el que ocupaba el que ya era su ex con su ex familia política; quería dejar de estar o enclaustrada o perseguida por el afán informativo… Pero no a cualquier precio.
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Sus hijos eran lo único que la ataban a las orillas del Mediterráneo y, aunque los vientos del Caribe soplaban con fuerza su destino cual velero, no estaba dispuesta a dejar el timón a su albur. En noviembre, firmaba las condiciones de la custodia. Ya su salida solo dependía de las obligaciones escolares de Milan y Sasha, de encontrar colegio para ellos compatible con los planes curriculares que cursaban en Barcelona… Pues bien, el tiempo pasa que es una barbaridad, que decía la canción y Milan y Sasha han pasado ya de curso. Ni que decir que, ese tiempo musicalmente también lo ha aprovechado su madre para revolucionar la industria como si los 11 o 12 años de paréntesis “tranquilo” en la capital catalana no hubieran ocurrido. Ella vuelve a ser el metróno que marca el compás. Y nada de “vallenato”, es la nueva reina de la música urbana. Pues bien, todo eso ha pasado porque los niños están bien. Muy bien, de hecho, tal y como nos ha contado la de Barranquilla para ¡HOLA! Colombia y que esta semana hemos reflejado en nuestra edición española.
El cambio a los Estados Unidos, lejos de ser traumático -como todo cambio, en realidad- ha sido natural e, incluso, ha servido de espaldarazo para todos. Para su tranquilidad, para su bienestar y, además, para que desarrollen sus aptitudes y actitudes musicales que, obviamente, las tienen. Cómo no… Que estaban a un 50% de probabilidades de decantarse o por la música o por el fútbol… Aunque, quién sabe si, como Julio Iglesias, los niños están destinados a triunfar en ambas profesiones. Sus papás son maestros en lo suyo.
- ¿Cómo estás viviendo esta nueva etapa en Estados Unidos, tanto a nivel personal como el de madre con dos hijos? ¿Qué es lo que más valoras de tu nueva vida?
- Nunca había visto a mis hijos tan felices. Van a sus extraescolares sin que nadie les persiga, no como en Barcelona donde teníamos todos los días paparazzi en la puerta. Llevan una vida libre y normal como dos niños comunes, no como hijos de celebridades. En España, los niños no podían ir tranquilos al colegio y la situación que vivíamos con la prensa, en la que los perseguían incluso hasta la puerta de su colegio, no era soportable. Esto no tiene nada que ver con mi público español, que siempre ha sido muy cálido y que me ha dado apoyo en todo momento.
La adaptación de los niños a la nueva vida en Miami me impresionó. El primer día de colegio, ya tenían amigos. Por suerte, son niños muy extrovertidos y tienen grandes amigos que los quieren por lo que son y no por ser hijos de personas famosas. Viven al aire libre y tienen la posibilidad de aprender varios deportes, además de seguir explotando sus talentos en la música, para lo que claramente tienen una predisposición.
A nivel profesional, la verdad es que ha sido un cambio de 180 grados. En España, los años que estuve allí ya establecida, me dediqué a la crianza de mis hijos y a apoyar la carrera de mi ex pareja. Mi carrera sufrió por estar lejos de la industria de la música y de donde está realmente mi trabajo, que es aquí, en EEUU. Cuando los niños están en el colegio, puedo juntarme con compositores y productores distintos en cuestión de horas. He podido retomar lo que había dejado por muchos años. Gracias a Dios y al cariño del público, es como si nunca me hubiese ido.
- ¿Cuál es la mejor lección que has aprendido en estos últimos dos años?
-Una lección que he aprendido es que pensé que era mucho más frágil de lo que soy. He entendido que el ser humano tiene una resiliencia enorme y que puede superar cualquier cosa. También he entendido que la amistad es más larga que el amor y que lo mejor que puedo trasladar a mis hijos es que tengan buenos amigos, que serán su soporte emocional en el futuro como han sido para mí los míos.
- Tus últimas canciones contienen mensajes muy claros y directos. ¿Te ha costado reflejar tus sentimientos con tus canciones?
- Sí que había algo de preocupación antes de que sacara la canción. Gente de mi equipo intentó convencerme de que cambiara la letra, pero yo no soy una diplomática de la ONU. Soy una artista y, ante todo, una mujer. Siempre he sido honesta conmigo misma y con los demás y no puedo vivir en un mundo en el que tengo que esconder mis sentimientos, en el que no puedo sublimarlos. En esto el arte cumple una función esencial: no solo la catarsis que representa, sino la capacidad de transmutar tus emociones y el dolor, en fuerza, en determinación, como una verdadera alquimia.
- En Acróstico, tus hijos han tenido un papel muy importante. ¿Cómo valoran ellos tus últimas canciones y cuál de las que has publicado últimamente les ha gustado más?
- Desde el día que nacieron, mis hijos han sido mi mayor inspiración. Pero ahora, además, son una fuente continua de ideas. Están llenos de opiniones, y además las expresan, porque intento siempre enseñarles que hay que expresar lo que se piensa. Y cuando se siente el dolor, no hay solamente que sentirlo sino pensarlo y expresarlo. Es la única manera de poder elaborar las situaciones difíciles de nuestras vidas. Esto lo entienden cada vez más y es muy lindo poder llegar a esta etapa de mi carrera artística, compartirla con ellos, que saben apreciar mucho la música porque además tienen una gran sensibilidad artística.