la vecina rubia© @lavecinarubia

Su última novela, ‘La chica del verano’, ha batido todos los récords de ventas

Entrevistamos a La Vecina Rubia: ‘Si fuera un equipo de hombres, me gustaría ser el Betis’

La ‘influencer’ nos relata como la literatura le ha dado una segunda oportunidad: la de que su personaje se reinvente de nuevo


12 de noviembre de 2023 - 17:35 CET

Las preguntas de esta entrevista podrían servir ya de ese alarde literario del que echamos mano los periodistas para elaborar la entradilla porque, con solo mencionar que van dirigidas a La Vecina rubia estaría todo dicho. Porque ella no necesita presentaciones. A día de hoy, es el fenómeno editorial del año que ha batido todos los records. “30.000 ejemplares reservados en preventa; 10.000, vendidos solo en 4 horas; 50.000, a día de hoy y siete ediciones publicadas desde el lanzamiento”... Y todos esos ceros rodean a La chica del verano, la tercera novela de este coloso de las redes, que también lo es de la literatura. Coloso en masculino singular, que podría ser plural, o femenino, o transgender…

Para ti que te gusta

Lee 8 contenidos al mes solo con registrarte

Navega de forma ilimitada con nuestra oferta

1 año por 49€ 9,80€

Este contenido es solo para suscriptores.

Celebramoscon un 80% de descuento.

Suscríbete 1 año por 49€ 9,80€

TIENES ACCESO A 8 CONTENIDOS DE CADA MES POR ESTAR REGISTRADO.

Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.

© @lavecinarubia

“No empiezo la novela sin tener clara su línea temporal y, una vez definida, tengo por costumbre escribir. Ocho horas. Con o sin musas. Y cuando me bloqueo no lo cuento en Instagram, avanzo, y ya volveré más tarde. Si tener una manía extraña ayuda a construirme una percepción externa como escritora”, nos confiesa.

Porque nos empecinamos en saber quién -en carne y hueso y con nombre y apellidos-, se esconde tras La Vecina rubia como si la elección de ese apelativo no nos fuera suficiente, como si no entendiéramos que es una declaración de intenciones en toda regla. “La Vecina Rubia soy yo, pero también mi vecina, mi amiga e incluso tú mismo”. O seasé, yo también, quien les escribe. Como ella, también mido 1,60 y aún firmando este texto, les prometo que aquí solo ejerzo de mero transcriptor de una sucesión de frases muy pero que muy sabias que, una tras otras, nos serviría perfectamente, cualquier de ellas, de titular. Incluso, ésa que ella utiliza cuando hace mutis por el foro al preguntarle por sus ligues virtuales. Quizás porque el amor, como el anonimato, y llevando la contraria a John Lennon, no sea la respuesta, sino la pregunta. Y ¿es realmente necesario? Para La vecina rubia, sí. Proceda de donde proceda.

- “Los finales felices son para los valientes” me ha recordado al título Plegarias atendidas, de Capote: que no estamos preparados para afrontar que se llora más por los deseos cumplidos que por los que no…

- Fíjate que, más que hablar sobre deseos concedidos, La chica del verano habla de la toma de decisiones y sus consecuencias que, a priori puede parecer lo mismo, pero no lo es. Esta tercera novela incide sobre ese paso hacia la madurez de unos personajes que, superada la treinta, han echado la vista atrás, sintiendo cómo el tiempo se les ha escapado de las manos. Esa urgencia natural que la vida nos va “regalando”, nos lleva, inconscientemente, a tomar decisiones obligadas que asumimos como propias de la edad: tener éxito, ser madre, retomar las relaciones familiares… Quizá este sea uno de los temas más importantes de la novela: el momento en el que la madurez acaba por ponerte a prueba a ti misma y a los que te rodean. Saber elegir bien cuáles de esas decisiones serán las correctas, por muy dolorosas que sean, es la valentía de la que habla La chica del verano.

- ¿La vida solo cuenta en verano? Yo soy de la firme opinión de que así es… Que todo lo anterior y posterior es una penitencia muy dolorosa…

- La primera novela versaba sobre esta reflexión. La cuenta atrás para el verano era un título que se sustentaba en esa espera continua en la que estaba inmersa nuestra protagonista rubia de dieciséis años, esperando la llegada de esta estación, con todo lo bueno que conllevaba a nivel emocional para ella: las vacaciones con su mejor amiga de la infancia, el primer amor, julio en una pequeña casa rural en la sierra con su familia, los recuerdos de su padre junto a ella leyendo… Contando atardeceres y ahora La chica del verano inciden sobre ese recuerdo que ató a la protagonista en su adolescencia y que en cada una de las novelas supone una liberación de los conflictos que en ellas se desarrollan. Precisamente, la saga Verano responde a ese remanso de paz que los personajes encuentran en él después de superar los vaivenes de un invierno “doloroso”.

- ¿Las islas son la metáfora de un microcosmos ideal? ¿De un recuerdo imborrable único y memorable? ¿De la isla interior, a fin de cuentas?

- En la novela, las islas se convierten en una vía de escape para la protagonista. Después de una colisión emocional, durante las tres novelas suponen la manera de huir hacia delante. Las islas en las novelas traen consigo un punto de inflexión que cierra una etapa y abre una nueva, no sabemos si mejor o peor, pero sí una nueva. La chica del verano comienza en la isla griega de Santorini, con nuestras cuatro protagonistas viajando, en un canto a la amistad tras la enfermedad de una de ellas, Lucía. Durante la saga, es recurrente ver a nuestros personajes evadirse o redimirse en las islas como ese lugar de encuentro con una misma. Un pedazo de tierra rodeada de agua es el mejor lugar para aislarse del ruido antes de afrontar de nuevo el mundo real, que no ideal.

- En la novela, hay un canto al amor, al amor proceda de donde proceda, ¿Es así?

- Creo que, prácticamente, el amor siempre ha sido tratado desde un único punto de vista en la literatura. Personalmente pienso que faltaban matices en este sentido. La amistad real entre amigas, con sus luces y sombras, y la superación de estas últimas, me parecen muy interesantes y reconocibles por todas las personas. La chica del verano también desarrolla el amor por la familia, la necesidad de perdonarse y perdonar, que también es otro tipo de amor, y del desamor, por supuesto. En la novela hay un canto al amor con todos sus matices, sin poner condiciones.

© @lavecinarubia

- También abordas otros temas como la maternidad, la pérdida, el duelo, el desamor… ¿La Vecina rubia ha madurado? 

- La protagonista, desde luego. Viendo el bagaje que traían las novelas anteriores, era imposible no hacerlo. La muerte de un padre o el pavor ante la enfermedad de una persona querida fueron dos temas esenciales en las novelas anteriores. Con ese poso es imposible no hacerlo. Pero no solo por estos temas tan dolorosos, sino también por los grandes momentos vividos. Estamos formadas de las experiencias positivas y las superación de las menos positivas. Un montaña rusa emocional. Las novelas son un fiel reflejo de este aspecto. Como escritora, busco viajar por esa experiencia vital que llamo “risanto”, la que hace que las historias sean lo más cercanas posibles, inquiriendo en esa identificación que hace a la lectora sea parte activa de la historia. Fue un reto intentar que el estilo literario de las novelas fuera creciendo como lo hacía el personaje. Que quien leyera la primera novela sintiera a una adolescente hablar y narrar su propia historia desde la inocencia y que, llegados a este punto, en La chica del verano, esta ya treintañera, asomada a la década de los cuarenta, absorba un estilo menos contemplativo y más literario. Dicho esto, puedo confirmar que la Vecina Rubia como persona y como escritora, también ha madurado. Excepto cuando intento cuidar a mi niña interior lo más posible.

- Hay un momento en la novela en el que dices “lo importante no es quién está detrás, sino el mensaje”. Yo lo creo, pero a veces, según de quién o de dónde llegue ese mensaje, la interpretación cambia. O peor, atendiendo a la corriente de la cancelación, hay quien dice auténticas maravillas, de una belleza extrema, y sus actos como persona de carne y hueso son horrendos… ¿Ahí no hay un poco de conflicto?

- Había una frase que decía: “El medio es el mensaje”. Pues ahora, el medio es Instagram o TikTok y estos medios tienen su propia filosofía, que ha impregnado a una generación, donde parece que el mensaje importa menos que la persona que está delante para darlo. Creo que el conflicto está precisamente en que lo que la Vecina Rubia representa es todo lo contrario. Es como ir a contracorriente. Ahora mismo, el mensaje se camufla en la imagen, que lo copa todo, y yo quiero que la imagen no eclipse al mensaje. Esa decisión me llevó a ser anónima y es lo que la novela ejemplifica. El conflicto solo existe si tu consideras que hay conflicto. Si tú no ves incongruencias entre tus actos y tu mensaje, entonces no hay conflicto, algo que ocurre habitualmente en la actualidad. La protagonista, en el desarrollo de la novela, asume estas dudas, pero toma una, basándose en una reflexión que muchas personas comparten, concretamente, a día de hoy, más de cinco millones de personas.

- A las escritoras siempre se les acusa de autoficcionarse como si la autoficción fuera mala o como si los hombres, desde Hemingway a Pérez-Reverte, no lo hicieran… Tú lo haces sin miedo. ¿Cuánto hay de ti realmente en tus novelas? ¿Reproduces situaciones vividas exactamente? ¿Necesitas empatizar con tus personajes para crearlos? ¿Aquellos más opuestos a ti son los que realmente más te divierte construir? De hecho, ¿Cuánto hay de personaje en La Vecina rubia?

- Creo que, a día de hoy, se puede acusar de cualquier cosa a cualquier persona pero, sí, pasa con otros géneros también. Si una mujer escribe fantasía se la clasifica como literatura juvenil, si lo hace un hombre es ficción fantástica. En mis novelas hay de mí lo que la lectora quiera creer. No hay un porcentaje definido. Si entras en la historia y sientes que es el 100 %, está perfecto. Si piensas lo contrario, también. Para mí, lo importante es que la lectora haga suya la historia que, por un momento, de más de 400 páginas, se sienta parte del grupo, de lo que sufro, de lo que sufre la protagonista, pero también de lo que disfruta, y para ello, como cualquier escritora, reproduzco experiencias propias a pies juntillas y otras con los pies más separados. Siempre he pensado que en las novelas no hay personajes secundarios. Cuando uno de ellos entra en escena es protagonista absoluto, y así lo concibo yo misma. Para mí, el reto se establece de manera más particular: aunque puedas sentirte más identificada con uno de ellos por tu experiencia personal, cuando otro entra en escena, pretendo conseguir que su luz inunde por completo a la lectora, cegándola de nuevo. Ése es el verdadero secreto para empatizar: cegar al lector constantemente. Así es realmente divertido construirlos, desde tu propio enamoramiento como escritora. Cegada yo también por ellos, por muy opuestos que sean a mí. Es una manera de poner en valor todo aquello que yo como persona, como escritora o como personaje no tengo y que estimo en los demás.

© @lavecinarubia

- Oscar Wilde decía que vivió mucho y que, por eso, escribió poco… Y que se escribe cuando se está triste, porque si uno está feliz, vive, no escribe. ¿Ese es el quid de la cuestión? ¿Me puedes describir tu caso?

- Yo siempre fui una escritora de relato corto. Vengo de las redes sociales y de sus 2200 caracteres. Escribir tres novelas con una estructura que diera sentido a una historia completa en tres actos, con un estilo propio que fuera evolucionando como lo hacía la edad del personaje, ha sido un reto del que me siento muy orgullosa. A diferencia de Óscar, -permíteme que le llame Óscar-, yo escribo cuando estoy triste, pero también lo hago cuando estoy entusiasmada. No hay nada que me haga más feliz que el proceso en sí de la escritura; desde que doy los primeros pasos con la estructura hasta que reviso la última errata. Mi vinculación con la literatura es tan obsesiva como lo es la propia protagonista en sus redes y eso implica momentos de alegría, momentos de tristeza y momento de oficio como escritora.

- Ya nadie puede decirte que seas una influencer que escribe UN libro… 

- Los hay, los hay. Yo creo que la literatura no tiene prejuicios; los tenemos nosotros y estos con el tiempo desaparecen. Será cuestión de tiempo entonces.

- Es increíble cómo con lo poco que la gente lee en España, pero con lo mucho que la gente se relaciona por redes, el ser influencer esté minusvalorado culturalmente hablando y, en cambio, escribir un libro sea el summum de la cultura. Ni tanto ni tan calvo, ¿no?

- No sé si tomármelo como un halago, porque estando de los dos lados, parece que me toca lo peor de cada uno (risas). Es broma, realmente esta pregunta es difícil de responder sin ofenderme a mí misma. Estoy segura de que muchas personas pensarán que no podría haber escrito un libro si no fuera porque tengo una comunidad de seguidores detrás y podría tener su lógica, pero poco se habla de la exigencia que estas personas imprimen a quien consideran influencer antes que escritora. Pero cuando tienes tres novelas en el mercado que han emocionado a un millón de personas quiero creer que algo habré hecho bien. Soy influencer, sí, pero también soy escritora. Soy escritora, sí, pero también soy influencer. Gabriel García Márquez estudió derecho y era escritor o J.K. Rowling es profesora y es escritora, y su influencia es innegable. Yo tengo la suerte de tocar esos dos mundos y de hacerlo de la manera más honesta que puedo.

- ¿Cómo eres como escritora? ¿Te desnudas como Juan del Val para escribir? ¿Tienes manías? ¿Ritos? ¿Costumbres?

- ¿Juan del Val hace eso? Espero, por su bien, que lo haga en verano. Bromas aparte, soy bastante metódica. No empiezo la novela sin tener clara su línea temporal y, una vez definida, tengo por costumbre escribir. Ocho horas. Con o sin musas. Y cuando me bloqueo no lo cuento en Instagram, avanzo, y ya volveré más tarde. Si tener una manía extraña ayuda a construirme una percepción externa como escritora, entonces puedo decir que acostumbro a dibujar garabatos, corazones, unicornios, esas cosas, en los borradores de la novela. Puede parecer infantil, pero hay verdaderas obras de arte en el borrador de la novela.

© @lavecinarubia

- Tu incursión literaria, que ya no es una incursión, sino una carrera, ha sido un éxito. Saramago escribió que no temía el fracaso porque nunca persiguió el éxito. A ti, ¿te daba miedo no responder a las expectativas? ¿Qué fue lo que te lanzó del “corto” al “largo”? ¿Una historia? ¿Un personaje? ¿O simplemente que se te ofreciera la oportunidad?

- Esa frase de Saramago es como un mantra para mí, pero no voy a negar que, cuando algo te importa, no puedes evitar volcar todas tu expectativas en ello. Mi apuesta por escribir una novela surgió cuando sentí que estaba preparada. Ya me lo habían propuesto antes de 2020, pero no lo hice hasta que tuve claro que escribir una novela iba a costarme un gran esfuerzo. Un desgaste acorde al reto que tenía en mi cabeza. Yo era una influencer, no era una escritora. Eso me quedaba claro, pero también eran claras las ideas que tomaban forma en mi cabeza. Una vez sobre el papel, el miedo a no responder a las expectativas de los demás era equivalente al de no responder a las mías propias y, aunque sabía del esfuerzo que había impresa en ella, no era óbice para que fuera a interesarle a alguien. El miedo existe siempre.

- ¿Siempre te ha gustado escribir? ¿Cuándo nació tu pasión por la literatura? ¿Alguna vez te habías planteado ser escritora?

- Desde pequeña fui una gran aficionada a la lectura. Mi padre me inculcó el gusto por todo tipo de literatura. Parece, entonces, que la relación es directa. Aficionada a la lectura, sueños de escritora. La literatura empieza muy joven, cuando escribes una carta a un novio siendo adolescente o un diario de manera recurrente, incluso un libro de sueños. No eres consciente, pero le imprimes un relato y, entonces, años más tarde, te das cuenta de que el germen estaba ahí, desde niña. Lo que ya es mucho más difícil es conseguir que dicho germen brote y, más todavía, recoger sus frutos.

- En los Princesa de Asturias, vimos a Murakami, que es un ejemplo de autores taciturnos, tímidos, a lo que les cuesta las relaciones sociales o no les gustan, por terminar antes… ¿La Vecina rubia (y la utilización de pseudónimo) responde a este cliché? 

- Curiosamente, hace unos días, creamos el movimiento en redes sociales: #YoTambiénLeoAMurakamiYaLaVecinaRubia a raíz de los prejuicios de una persona que consideraba que, quien leía a dicho autor, no podía leerme a mí y muchas lectoras se revelaron ante esta forma de pensar tan clasista con la que, desgraciadamente, nos enfrentamos muchas escritoras. Me gustan las relaciones sociales. Me gustan las redes sociales. Y entiendo a Murakami. La novela evalúa esa dicotomía en el momento justo en que la Vecina Rubia está a punto de convertirse en el “fenómeno” que ha llegado a ser. La Vecina Rubia responde a la necesidad de mostrar la importancia de las palabras y de crear un punto de unión real en redes sociales. La Vecina Rubia soy yo, pero también mi vecina, mi amiga e incluso tú mismo.

.- Decía Rimbaud que hay que ser sublime sin interrupción… ¿Ese era el objetivo?

- Yo sé que no soy sublime sin interrupción… Hay muy pocas personas que alcancen ese grado. Yo soy una analista y cuando consigo que todos los elementos estén organizados cuidadosamente, que todas las piezas reales dispuestas se reviertan en un sentimiento puro para la lectora, solo entonces me siento satisfecha. Ése era el objetivo.

- Truman Capote diferenciaba entre los autores que escriben a mano y los que escriben a máquina (como con los detergentes). En tu caso, ¿cómo es la cosa? ¿A mano, con ordenador, dictas? ¿Haces croquis? ¿Fluir de conciencia? Por otro lado, ¿crees en este tipo de clasificaciones? ¿Tú has creado alguna? 

- Me gusta el papel como base de todo. Ver de manera global sobre un folio el desarrollo de la historia, el ritmo general de la obra. Conseguir que sea ligera, ese calificativo tan denostado en el mundo literario y al que me aferro como gesto de sinceridad y respeto. Una manera de que te atrape y que, una vez dentro, no puedas soltarla tú a ella. Luego podemos clasificarlo como flujo de consciencia o del discurso indirecto libre, si queremos hacer hincapié en los dos personajes que hablan en primera persona en la novela, y que entrelazan sus historias con la de la protagonista. Una manera de provocar a la lectora a que se adueñe de sus sentimientos y sentirlos en su propia carne. Si tuviera que destacar algo como propio, como parte de esa “pluma” individual que describe a una autora, hablaría del “risanto”. Trabajar ese paso conciso del llanto a la risa y viceversa, el cambio de polos de positivo a negativo y viceversa, es un desahogo emocional para la lectora que reconforta. A mí me reconforta.

- En redes, todo es inmediato, conciso, rápido… Sin embargo, la literatura es otra cosa… ¿no? En tu libro, te tomas tu tiempo para describir, para narrar… Pero imagino que, como en los vasos comunicantes, un soporte influye sobre otro, tanto en estilo como en forma y contenido… ¿Es así?

- Los impactos en redes son concisos, cortos de aliento. La atención dura lo que dura. En la novela cuento con más tiempo y atención para recrearme en las situaciones, pero siempre de una manera directa. Si hay algo que me interesa como escritora es recrear una imagen clara de la situación en la cabeza de la lectora, de la emoción que la rodea. Creo que exhibirse en ciertos momentos con una prosa exagerada puede mostrar el artificio detrás de la novela y a mí me gusta sentirme mucho más cercana y real.

- ¿En la literatura, haces lo que no te atreves a hacer en las redes?... Es paradójico, ¿no? Siempre sucede que en las redes decimos lo que en nuestros trabajos no podemos. O no nos atrevemos…

- En mi caso, las redes sociales me dieron la oportunidad de reinventarme en la Vecina Rubia y la literatura le ha dado una segunda oportunidad a la Vecina rubia de reinventarse de nuevo en mí. Esto es maravilloso, no por ello, paradójico, y creo que en cierto modo es algo muy común en la redes sociales, que nos han ofrecido la oportunidad de ser nuevas personas. Como llegar a una ciudad nueva. Empezar de cero.

- ¿Da vértigo que te lean 5 millones de personas y, a través de ti, se genere una corriente de opinión? En la novela dices algo así como: “No puedes salvar a todo el mundo. A veces se falla, pero hay que saber perdonarse”. “Hay que saber medir”. ¿Te ha ocurrido que has dicho, hecho algo de lo que luego te has arrepentido por sus efectos adversos?

- Afortunadamente, mido mucho mis opiniones y, en ningún caso, utilizo mis redes para generar corrientes de opinión. Las mido casi tanto como las páginas que conforman cada capítulo en la novela. Me acostumbré desde los inicios a escuchar antes de hablar, a preguntar a quienes eran conocedores en profundidad de temas en los que yo solo contaba con información superficial y, sobre todo, a disculparme cuando tocaba. Afortunadamente, insisto, no he tenido que enfrentarme a “efectos adversos”, pero eso no quita que pueda equivocarme. Espero que la frase: “Acierta cien veces, equivócate una, y todos te recordarán por la vez que erraste” no se cumpla en mi caso.

- Carmen Mola, Elena Ferrante… se generó un revuelo enorme cuando, en un caso, se supo que eran tres escritores y cuando, en el otro, se calibró la posibilidad… ¿Cuántas veces te lo han preguntado a ti por lo mismo? Máxime cuando en esta novela los chicos tienen más voz… Y, por otro lado, ¿entiendes la polémica? ¿No hay un machismo soterrado en todo eso?

- En mi caso, la polémica me salpicó de pleno por la utilización de un seudónimo y porque nos encontrábamos al lado en los puestos de los más vendidos. En el caso de Carmen Mola utilizaron uno doble: Sergio López para la presentación del manuscrito ganador del premio Planeta y Carmen Mola como paraguas que cubría aquellas tres cabezas masculinas. A raíz de aquello tuve que leer innumerables comentarios en Twitter, superoriginales todos ellos, acusándome de ser un hombre o un equipo entero de hombres; palabras que me resbalaban como las gotas de lluvia sobre el paraguas de Mola. Para bien o para mal, son muchos años soportando esas acusaciones basándose en que una mujer no puede manejar así la ironía o el sentido del humor. Sobra decir que, si fuese un equipo de hombres, me gustaría ser el Betis y que disfruto de casi todos los estereotipos con los que me quieran tildar, mientras no le pongan la tilde a solo: paso de ser la rubia tonta a la influencer escritora o el equipo de hombres que se esconde detrás de la Vecina Rubia, pero ya pueden ser pequeños para esconderse detrás de mí, porque mido 1,60.

- ¿Te divierte eso de, por ejemplo, estar en un metro y ver que alguien te contesta o te escribe por RSS o que habla de ti sin saber que te tiene al lado?

-Me abruma ver a una chica en el metro leyendo la novela, me abruma escuchar a alguien hablar de la Vecina Rubia, pero no voy a negar la satisfacción que siento si su cara esboza una sonrisa o si su opinión es amable. También puede no serlo y no pasa nada. Me gusta disfrutar de la adrenalina de subir una foto en un sitio y recibir cientos de mensajes de personas que acaban de estar allí, aunque nunca sabrán si yo acabo de estar en ese momento o hace cinco días porque siempre juego con esos detalles.

- Decía Alaska que la frivolidad es una posición ante la vida. Tú abordas desde, planteamientos que podrían tener una apariencia de superficialidad, temas muy profundos de la sociedad contemporánea. A veces, ¿no es lo superficial lo que nos salva la vida? ¿O es la respuesta que tenemos a los grandes dramas humanos de siempre?

- En “La chica del verano” he dejado escrita una frase que me representa muchísimo: Las aparentes superficialidades muchas veces nos salvan de la profundidad de la vida”. Como siempre digo, no todo en la vida es refutar a Kant.

- En la novela hay un momento en el que el destino, o quién sabe qué, echa por tierra esta intención, pero… ¿Alguna vez te has planteado desvelar la verdadera identidad de La Vecina rubia o será siempre un secreto? ¿Qué pasaría si, algún día, la Vecina Rubia, con nombre y apellidos, dejara de ser anónima? ¿Hasta qué punto se te ha insistido para que te hicieras corpórea? ¿Hay miedo? ¿Hay vanidad? ¿Hay comodidad? ¿A qué responde tu anonimato? 

- Hay miedo, hay vanidad, hay comodidad, hay orgullo, hay pomposidad, hay inseguridad, hay pánico, hay todo lo que forma parte de una persona. No creo que sea necesario ponerle una cara a todo ello. El anonimato no es una respuesta, es una pregunta: ¿es realmente necesario? La novela ofrece un punto de vista distinto. El dilema no se plantea bajo la cuestión de quién es la Vecina Rubia, sino bajo la idea de si la protagonista está dispuesta a asumir el reto de ser la Vecina Rubia, con todo lo que ello conlleva.

- ¿Las redes hasta qué punto han cambiado tu vida? Aspectos positivos y negativos. Entiendo que, por tu condición anónima, no hay ataque a ti como persona con nombre y apellidos, pero el “haterismo”, la amenaza, afecta tu salud mental, ¿no?

- Las redes sociales han cambiado mi vida por completo, de arriba abajo, pero quiero creer que no me han cambiado como persona. Es un detalle importante, porque, afortunadamente, cuento con una comunidad muy sana que no solo ve la transparencia con la que nos dirigimos las unas a las otras, sino que el interés por mi identidad ha trascendido para convertirme en una más. Recibo mucho cariño en redes, tengo una comunidad real y lo percibo en cada mensaje. El único pesar que siento es la incapacidad física para poder llegar a todo y a todas.

.- Te reivindicas como policía de la ortografía que, como la verdad en las guerras, fue lo primero que desapareció en las redes. Veo que ya eres defensora de las causas perdidas… Si en las redes no se tiene respeto por la ortografía, que es lo primero, por qué se va a tener, ¿no?

- Soy una apasionada de la ortografía, pero no me reivindico como policía ortográfica ni muchísimo menos. Me gusta bromear, aprender, sorprender con la ortografía de fondo y sobre todo justificar el porqué es importante el buen uso. Las redes son tan amplias que todo tiene cabida, y he sentido que, en el fondo, a todos nos gusta conocer y reconocer nuestros errores de la misma forma que lo hago yo cuando soy consciente de que llevo utilizando erróneamente una expresión desde hace años.

- “Tengo pelazo y cerebro debajo”, leía una entrevista tuya en HOLA que comenzaba así. ¿De verdad que siguen existiendo esos tópicos a los que hay que contestar… ¿No es algo muy antiguo?

- Nunca está de más recordarlo. Aunque la perseverancia no es ningún mérito, siento que todavía hay algún mensaje circunscrito alrededor de la figura de la mujer sobre el que hay que incidir.

- ¿Por cierto, me vas a explicar lo de tus ligues virtuales? ¿Eso no es el amor platónico de toda la vida?

- Esta respuesta tendría que pensarla bien porque puede que acabe siendo el titular de la entrevista.