Cuando salió de su Málaga natal, tan solo tenía veinte años. Puso rumbo a Madrid con un sueño: triunfar como actor. Lo que entonces no imaginaba aquel joven, que viajaba con quince mil pesetas guardadas en el bolsillo interior de su pantalón —que le cosió su madre, doña Ana—, es que no solo lo conseguiría, sino que, también, llegaría al otro lado del océano. Más de cuatro décadas después de ese viaje que cambió su vida, Antonio está en casa y continúa sumido en su gran proyecto, el “Teatro Soho Caixabank”, que inauguró hace cuatro años. Con humildad, nos dice que no se reconoce como el mejor representante de Málaga —asegura que ese papel le corresponde a su actual alcalde, Francisco de la Torre—, pero sí ha demostrado ser un profeta en su tierra. Y por ello, Larios lo ha convertido en su nuevo embajador, reuniendo en una distendida comida a amigos, como la cantante Estrella Morente, y los actores María Esteve, Laura Sánchez, Pablo Puyol, Jon Kortajarena y Cayetana Guillén Cuervo. En “la Huerta del Conde”, con la bahía de Málaga de fondo, atiende a ¡HOLA! para contarnos cuáles son los próximos retos de una estrella que lo ha conseguido casi todo.
—Aunque no te sientes el mejor embajador de tu tierra, tú también estás haciendo mucho por tu ciudad…
—Sí. Hemos iniciado un proyecto hace cinco años que creo que tiene unas características diferentes a otros proyectos culturales. El nuestro no se nutre de las arcas del Estado —no tengo nada en contra de lo público, de hecho, lo apoyo—, pero sigo el modelo de Estados Unidos, el lugar donde viví durante 23 años. Estamos empezando a generar credibilidad en el mundo del teatro musical, que es muy complejo. Lo que me interesa, entre otras cosas, es poder indagar en el teatro musical español, la Zarzuela. Estoy dándole vueltas a ver cómo se puede poner en marcha.
“He tenido la suerte de encontrarme con la gente adecuada en los momentos justos... Soy un optimista patológico y pienso que lo mejor todavía no ha llegado”
—Te habían dicho que este teatro iba a ser tu tumba y tú contestaste que sería tu cuna. ¿Te reafirmas?
—Sí, totalmente. Creo que, como había sufrido un ataque al corazón, alguien pensó: este hombre ha venido a morirse aquí. Y no, he venido a trabajar. Claro que hay algo de la Odisea de Homero, de ese hombre que ha dado vueltas por todo el mundo, ha vivido aventuras y ha conocido a diversos personajes. La paz que te proporciona tu tierra, tu gente, el ritmo de tu corazón acoplado a esa vida… Eso sí que lo siento, pero para crear, no para aburguesarme y quedarme en casa. Quiero hacer cosas que yo creo que, desde aquí, pueden salir fuera. También para quitarnos muchos complejos de encima y darnos cuenta de que hay un gran talento a todos los niveles.
—Saliste de Málaga con 20 años… ¿Imaginabas que llegarías hasta aquí?
—Imaginarme no, soñarlo sí. La vida ha sido conmigo extraordinariamente generosa en ese sentido. He tenido la suerte de encontrarme con la gente adecuada en los momentos justos… y de querer hacer cosas. Mi carácter de optimista patológico sigue muy vivo. Siempre pienso que lo mejor todavía no ha llegado y que aquello por lo que seré recordado no lo he hecho todavía.
“Creo que, como había sufrido un ataque al corazón, alguien pensó: este hombre ha venido a morirse aquí. He venido a trabajar”
—Diste el salto a Hollywood y también abriste puertas al resto…
—Y también he regresado vivo (se ríe).
—¿Qué le queda por hacer a Antonio Banderas?
—Estoy tratando de consolidar el teatro y creo que lo estoy consiguiendo. También quiero meterme de nuevo en la centrifugadora de la creación, y para eso hay que tener los ojos y los oídos muy abiertos. Siempre veo el arte, y la vida en general, como una escalera en la que no se pueden saltar escalones. Tenemos que mirar a los que nos precedieron: Lorca, Picasso… y, a partir de ahí, dar el salto hacia delante. Las nuevas tecnologías nos han dado un acceso demasiado rápido a las cosas, y tenemos una tendencia (yo también) a la inmediatez, a la frivolidad y a quedarnos en la superficie.